Nos la dan con queso





En China, al menos, no te dan gato por liebre


Sí, la industria alimenticia nos la da continuamente con queso... aunque en realidad ni siquiera eso, ya que basta con leer la composición del presunto queso fundido para sandwich -al menos eso pone en la letra pequeña, con el añadido de “semigraso”- para descubrir que en realidad se trata de lo siguiente:


Suero lácteo concentrado, queso, leche desnatada, proteínas de la leche, almidón modificado, sales de fundido: citrato sódico, polifosfato sódico; sal, corrector de acidez: ácido cítrico; conservador: sorbato potásico; estabilizante: carrageno.


Teniendo en cuenta que el queso de verdad se compone exclusivamente de leche, cuajo o algún otro fermento láctico de efecto similar y sal, ya me dirán ustedes de algo en el que ni siquiera el queso es el ingrediente principal -le supera el suero lácteo, un subproducto de la elaboración, precisamente, del queso-, y que lleva además leche desnatada (?), proteínas de leche y almidón, aparte de la inevitable ristra de aditivos de todo pelaje, ya me dirán ustedes lo que nos venden. Y por supuesto, ni siquiera podemos saber los porcentajes.

Pero como no sólo de queso, real o presunto, vive el hombre, veamos otros ejemplos similares en los que cualquier parecido con la supuesta realidad es, casi, casi, pura coincidencia. Rebuscando por el frigorífico de mi casa me encontré con un paquete de paté de hígado de cerdo con jamón serrano. La verdad es que estaba bueno, pero en realidad lo que estaba comiendo era esto:


Grasa de cerdo 20%, hígado de cerdo 10%, jamón serrano (jamón de cerdo y sal), carne de cerdo, leche en polvo reconstituida, fécula de patata, cebolla, vino, sal, huevo en polvo, AROMA DE JAMÓN CURADO, proteína de leche, emulgente: ésteres cítricos de los mono y diglicéridos de los ácidos grasos; estabilizantes: difosfatos, carragenato, sorbitol; conservadores: sorbato potásico, p-hidroxibenzoato de etilo, nitrito sódico; antioxidante: ascorbato sódico. Preparado a base de gelatina: agua, gelatina alimentaria, colorante: cochinilla, caramelo de sulfito amónico.


Con independencia de la ristra de aditivos y algún que otro ingrediente como la leche, la proteína de leche o la fécula de patata, que no se sabe muy bien lo que pintan en un paté, cuando lo leí me llamó poderosamente la atención el que he resaltado en mayúsculas: “aroma de jamón”, como si con el jamón de verdad que, se supone, incorpora no fuera suficiente. Y aquí se me plantea una pregunta interesante: ¿Es aroma de verdad, es decir, extraído de un jamón, o se trata de un aroma artificial -presumiblemente glutamato- con “sabor a jamón”? Puesto que la etiqueta no lo indica nada podemos saber al respecto, aunque a mí ciertamente me sorprendería bastante que se dedicaran a desaromatizar jamones para darle sabor a este paté, porque ¿qué podrían hacer entonces con los jamones desaromatizados? Aunque bien pensado no deja de ser sorprendente la creatividad de los responsables de la elaboración de alimentos procesados, sobre todo si media un beneficio económico.

El paté de campaña, según las recetas que he leído en internet, es un paté de picado grueso en el que al hígado y a la grasa de cerdo se les añaden otros ingredientes como carne, tocino, huevo, vino y diversas especias. Sin embargo, esto es lo que llevaba el “paté de montaña” que compramos en un supermercado; por cierto, su textura no tenía nada que ver con la esperada:


Paté de carne de cerdo, carne de pollo e hígado de cerdo. Ingredientes: tocino de cerdo 33%, carne separada mecánicamente de pollo 18%, agua, hígado de cerdo 16%, carne de cerdo 5%, cebolla, huevo líquido pasteurizado, proteína de soja, leche, sal, proteína animal (?), aroma, azúcar, especias, colorante E120 y conservador E250.


Para empezar, me gustaría saber qué pinta aquí ese 18% de pollo... que ni siquiera es carne de verdad sino separada mecánicamente, un eufemismo que utiliza la industria cárnica -y eso porque la obligan- para definir lo que otros prefieren denominar baba rosa, un mejunje que se elabora rebañando con aire o agua a presión todas las piltrafas que quedan adheridas a las carcasas y los huesos de los animales una vez despiezados, y cuya apariencia y textura es precisamente esa. Eso sin contar, claro está, con la misteriosa proteína animal cuyo origen queda sumido en el secreto; lo cual, dados los antecedentes de la industria alimentaria, vacas locas incluidas, es cuanto menos para preocuparse.

Concluyo esta rápida exploración de mi frigorífico con la composición de un salami. Este embutido tradicional italiano, parecido a nuestro salchichón, presenta distintas variedades, aunque la más habitual en España es una intermedia en aspecto, sabor y textura entre el salchichón de toda la vida y la mortadela, elaborada con una mezcla de carne y tocino picada fina y sazonada y ahumada. Pero no era precisamente esto lo que ponía en la etiqueta:


Ingredientes: carne de cerdo 41%, grasa de cerdo, proteínas de leche, proteína de soja, sal, almidón de patata, dextrosa, especias, aroma natural, potenciador de sabor E621, emulgentes E452 y E450, aroma de humo, lactosa, antioxidante E316, colorantes E120 y E160c y conservantes E250 y E252.


Casi nada. Porque además del inevitable rosario de aditivos, nos encontramos con ingredientes tan poco habituales en la receta original de este embutido como las proteínas de leche y de soja, el almidón de patata, la dextrosa -vulgo glucosa- o la lactosa -el azúcar de la leche-, sin olvidar tampoco que ni siquiera la mitad del peso total es carne, o que nos quedamos sin saber la procedencia de ese aroma natural de padre desconocido. Eso sin contar, claro está, con la marrullería de rebautizar a la glucosa como dextrosa, algo que desde mi punto de vista no debería estar permitido puesto que los diabéticos no tienen por qué saber de química.

Pero no acaban aquí las cosas. Como a una parte importante de consumidores desinformados y manipulados -excluyo, claro está, a los celíacos- han conseguido convencerles de que el gluten es muy malo para la salud, la etiqueta se apresura a advertir, con un icono mucho más grande que la letra en la que está escrita la relación de ingredientes, que este presunto salami no contiene gluten... lo cual, teniendo en cuenta que esta proteína procede del trigo y de otros cereales, es algo que debería darse por supuesto, ya que la harina no tiene por qué entrar en la elaboración de un salami de verdad... ni tampoco el almidón de patata, dicho sea de paso. Sin embargo, esta presunta preocupación por la salud de los consumidores no se extiende paradójicamente a otros ingredientes apócrifos que sí lleva el salami de marras, tales como las proteínas de leche o la lactosa, pese a la existencia de alérgicos e intolerantes a ambos componentes de la leche. Sin comentarios.


Publicado el 8-4-2017