La (Lenta) Dirección General de Tráfico





Éste debería ser el logotipo de la DGT... como poco



Debido a una coincidencia de fechas tuve que renovar recientemente los carnets de identidad y de conducir con un intervalo de apenas dos meses. Y, aunque se trata de documentos fundamentales emitidos ambos por la Administración, el proceso fue muy distinto en ambos casos.

Comencé con el de identidad, que era el que antes caducaba, yendo a la comisaría más cercana a mi domicilio, previa solicitud de cita previa que me dieron de un día para otro. Y, remedando a Julio César, puedo afirmar que llegué, vi y vencí... vamos, que los trámites fueron rápidos y salí de la comisaría con el nuevo DNI en el bolsillo, puesto que lo imprimieron allí mismo.

Un par de meses más tarde le llegó el turno al de conducir. Justo es reconocer que se ha avanzado mucho desde los tiempos en los que había que ir a solicitarlo a la delegación correspondiente de la Dirección General de Tráfico, en mi caso la de Madrid, tan colapsada que la gente solía recurrir, pese a lo simple de los trámites, a los servicios de una gestoría, e incluso en una ocasión yo lo hice en Guadalajara para evitar el atasco.

Con el tiempo la situación mejoró al contemplarse la posibilidad de solicitarlo por correo -postal, se entiende, el electrónico todavía no había llegado- remitiendo la documentación pertinente y recibiendo, también por correo, el nuevo carnet renovado. Al menos te evitabas las colas y, en mi caso, también los viajes hasta allí.

Finalmente, y aprovechando la implantación del reconocimiento médico obligatorio -tras haber pasado por varios me reservo mi opinión sobre la efectividad real del mismo-, se incluyó una tercera opción más cómoda consistente en la realización de los trámites en el mismo centro de reconocimiento.

Pero, a diferencia del carnet de identidad, no salí de allí con el carnet nuevo sino con uno provisional -un simple papel impreso- efectivo hasta que me llegara por correo el definitivo. Entiendo que no es lo mismo una comisaría de policía que un establecimiento privado por muy concertado que pueda estar con la DGT, por lo que es normal que no impriman el carnet allí; pero lo que ya no resulta tan normal es que el carnet provisional tuviera una validez de tres meses. ¿Acaso contemplaba la DGT la posibilidad de tardar tanto en algo que en las comisarías hacen al momento?

Finalmente no fueron tres meses los que tuve que esperar sino aproximadamente uno, lo que sorprende cuando en teoría debería bastar con algunos días, incluyendo el reparto de Correos, para poder disponer del definitivo. ¿Será que las máquinas que imprimen los carnets de conducir son más lentas -mucho más lentas- que las que hacen lo mismo con los de identidad?

Reconozco que la comparación tiene trampa, ya que si bien son muchos los puntos de expedición del carnet de identidad en toda España y cuentan con sus propias máquinas, al parecer la impresión de los carnets de conducir está centralizada en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre -creo recordar que eso fue lo que me dijeron en el centro de reconocimiento-, lo que supondría un cuello de botella pese a que obviamente hay menos carnets de conducir que de identidad.

Pero... si fue posible equipar a tantas comisarías con máquinas impresoras de carnets de identidad, ¿no podría la DGT rascarse el bolsillo y equipar con un número suficiente de máquinas al menos en todas sus jefaturas provinciales, jefaturas locales y oficinas locales, 68 en total según sus propios datos?

Alguien podrá pensar que soy un quejica y no es para tanto, puesto que al fin y al cabo no te ves privado de la autorización para conducir; y así es, en efecto... pero sólo en España, tal como se especifica en el carnet provisional. Porque si quieren viajar no digo ya a cualquier país lejano, sino incluso dentro de la Unión Europea, aunque sea tan sólo una escapadita por Portugal o Francia, olvídense de hacerlo antes de disponer del carnet definitivo, ya que fuera de nuestro país el provisional no es válido. Y no hablo por hablar, esto fue lo que me ocurrió hace años cuando me correspondió renovarlo en verano poco antes de unas vacaciones planificadas por Francia. No recuerdo si al final el dichoso carnet me llegó a tiempo, si tuve que aplazar el viaje o sustituirlo por otro dentro de nuestras fronteras, pero para el caso es lo mismo: imagínense el trastorno que este retraso puede causar a quienes se desplazan con frecuencia a otros países o tienen que hacer un viaje con urgencia.

¿A qué se debe este injustificado retraso cuando en 2023 se supone que el trámite debería resolverse en unos días? ¿Acaso se trata de una consecuencia más de la tradicional inercia de la DGT a las innovaciones, la misma que durante muchos años le llevó a mantener prescripciones tan obsoletas como llevar en el coche gafas de repuesto por si se te rompían las que llevabas puestas, o un juego completo de bombillas por si se fundía alguna, pese a que las vendían en cualquier gasolinera y, por si fuera poco, en los coches modernos no hay más remedio que llevarlo a un taller para cambiar la fundida? Obsoletas, sí, pero que siguieron rindiendo pingües beneficios a la susodicha gracias a las multas impuestas por éstos o similares motivos.

O, ya en el plano anecdótico, las peregrinas normas de tráfico que tuve que aprender cuando me saqué el carnet de conducir, tales como la forma en la que había que adelantar un tranvía... en 1978, cuando en España hacía tiempo que no quedaba uno solo. Sí, es cierto que ahora vuelve a haber tranvías -o los eufemísticamente denominados metros ligeros, que suena más fino- en varias ciudades españolas, pero éstos suelen discurrir por plataformas propias sin compartir la calzada con los coches, por lo que no existe necesidad alguna de adelantarlos. Espero que al menos esto esté ya corregido. Curioso contraste, dicho sea de paso, con la diligencia con la que tramitan el cobro de las multas.

A modo de propina vaya un comentario sobre otro documento oficial expedido en esta ocasión por la Seguridad Social, la tarjeta sanitaria europea que te permite acceder a la sanidad pública de los países pertenecientes a la UE. Y aquí estamos en las mismas: te la conceden sin más trámites que pedirla -lo puedes hacer por Internet- y tardan tan sólo unos días en mandártela a tu domicilio, lo cual demuestra que si se quiere sí se puede hacer; pero su período de validez es de tan sólo dos años, por lo cual te ves obligado a renovarla con una periodicidad que al menos a mí me parece innecesariamente corta. Y, como no te avisan de su caducidad y tampoco es un documento que utilices -al menos yo- con frecuencia, puede ocurrir que se te pase por alto tal como me ocurrió precisamente este año, aunque gracias a la rapidez de su emisión -a la DGT debería caérsele la cara de vergüenza- pude disponer de ella antes de irme de vacaciones.

Aquí la pregunta es otra: ¿No se podría ampliar el período de validez a una duración más razonable, pongamos al menos cinco años? Teniendo en cuenta que la tarjeta sanitaria de la Seguridad Social, la que utilizamos para ir al médico y para comprar las medicinas, se renueva cada diez años y además la nueva te la envían automáticamente sin necesidad de solicitarla, ¿tanto trabajo costaría hacer bien las cosas cuando además se da la circunstancia de que lo más difícil está ya hecho?


Publicado el 12-8-2023