No hay dos sin tres





Ya puestos, podría haber intentado emular a la Artemisa de Éfeso
Fotografía de David Bjorgen tomada de la wikipedia



Lo confieso: todavía a estas alturas sigue habiendo ocasiones en las que las majaderías me sigue sorprendiendo, y no será porque no esté ya acostumbrado... pero como decía Albert Einstein, tan sólo hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y ni tan siquiera podemos estar seguros de lo primero.

En realidad la noticia que me llamó la atención, la cual por cierto mereció los honores de ser reproducida en diferentes medios de comunicación presuntamente serios, es tan surrealista que tengo la sospecha de que pudiera tratarse de un burdo montaje, ya que pese a que estoy de acuerdo con la afirmación del padre de la Teoría de la Relatividad, se me sigue haciendo difícil de creer que pueda haber alguien tan rematadamente cretino.

Vayamos al grano. Según los periódicos, que yo ni quito ni pongo coma alguna, una tal Jasmine Tridevil, norteamericana de 21 años de edad, traumatizada al parecer por el tamaño de sus senos decidió no sólo implantarse sendas prótesis, que por cierto también lo hizo, sino que además, no conforme con ello, pidió al cirujano plástico que le colocara un tercero entre los dos que traía de fábrica. Eso sí, al parecer le costó bastante trabajo encontrar uno que aceptara el encargo, puesto que los primeros cincuenta se negaron a hacerlo e incluso el quincuagésimo primero le exigió firmar una cláusula de confidencialidad ocultando su nombre, por si acaso. Lo que sí sabemos es que la broma le costó la respetable cantidad de 15.000 dólares (unos 11.600 euros), sus ahorros de dos años.

La moza, al parecer, pretendía con ello sentar plaza de protagonista en un programa de televisión -así será el programa de marras-, sin que al parecer le importara demasiado el riesgo de que su estrambótico aspecto pudiera ahuyentar a posibles pretendientes, salvo quizá a los partidarios del burro grande, ande o no ande. Al contrario, debió de quedar tan contenta de los resultados que colgó en las redes sociales varios autorretratos -me niego a usar el palabro anglosajón que tan de moda se ha puesto últimamente-, ganándose los míticos quince minutos de gloria -en realidad bastantes más- y alcanzando una “popularidad” -el entrecomillado es de mi cosecha- digna de mejores causas. Y es cierto, lo acabo de comprobar en internet, aunque la verdad sea dicha, tanto su apellido -Tridiabla, sea éste real o un simple nom de guerre-, como el aspecto de su página tampoco se puede decir que rezumen verosimilitud.

Pero se non è vero, è ben trovato, y los medios de comunicación han entrado a saco en el esperpento llegando a afirmar incluso que no se trataba de la primera que decidía tunearse el cuerpo -perdónenme por este otro palabro- de una forma tan radical. En fin, con su pan -o con su silicona- se lo coma, tanto me da que se trate de una tomadura de pelo como que sea una chifladura real, ya que el simple hecho de que tamaña extravagancia haya podido alcanzar relevancia a nivel mundial dice muy poco de esta sociedad en la que vivimos y tantas veces nos vemos obligados a padecer.

Verdad o no, ahí queda una de las fotografías de la interfecta que pululan por internet. De lo que no cabe la menor duda, es de la cara de satisfacción que pone la muchacha ante sus rotundos argumentos.


Publicado el 23-9-2014