Los villancicos anacrónicos



nevado

No cabe duda de que este paisaje es bonito, pero resulta poco creíble en Belén...
Fotografía de Larisa Koshkina


Cada vez que llegan las fiestas navideñas y comienzan a torturarnos con villancicos mal, o todavía peor cantados, padezco con la estridencia de numerosos anacronismos e inexactitudes que, en aras de la precisión, deberían ser erradicados. De todos ellos, los más graves son los siguientes:


El tamborilero


Este villancico, popularizado hace años por el cantante Raphael, comienza así:


El camino que lleva a Belén
baja hasta el valle que la nieve cubrió...

Pues no, resulta que en Belén no suele nevar prácticamente nunca... de hecho en Israel y Palestina la nieve es un fenómeno muy esporádico, limitado además a las regiones montañosas y de mayor altitud. Esto se debe a la suma de dos factores, la relativa aridez del clima -estamos hablando de una zona cercana al desierto- y a un clima mediterráneo muy templado en invierno. De hecho, la media de las temperaturas mínimas es de 7 grados centígrados sobre cero en diciembre, que baja a 5, también sobre cero, en enero y febrero. Además, no basta con que nieve; la letra del villancico habla claramente de un valle copiosamente cubierto por la nieve, lo cual es de todo punto improbable por no decir imposible.




Hacia Belén


Otro conocido villancico, cuya letra reza en esta ocasión:


Hacia Belén va una burra rin, rin,

(estribillo)

cargada de chocolate...

Aquí el anacronismo es mayúsculo puesto que, como es sabido, el chocolate era desconocido en el Viejo Mundo hasta que los conquistadores españoles lo trajeron de América, por lo cual difícilmente podría haber ido nadie a ofrecer chocolate al Niño Jesús recién nacido alrededor de quince siglos antes de su descubrimiento.

Sin embargo, y pese a tan garrafal error, la letra del villancico sigue insistiendo al tiempo que cita toda una serie de objetos asimismo inexistentes en la época de los Evangelios, como son una chocolatera y un molinillo, para el cacao evidentemente.

Y no queda ahí la cosa. Si seguimos leyendo las estrofas del villancico, tropezamos con esta perla:


En el portal de Belén rin, rin,

(estribillo)

han entrado los ratones;
y al bueno de San José rin, rin,

(estribillo)

le han roído los calzones.

De todos es sabido que en el orbe romano la vestimenta masculina no incluía calzones ni pantalones de ningún tipo, aunque sí los usaban otras culturas vecinas como los persas o las tribus germanas. De hecho, los romanos los consideraban una indumentaria bárbara, por lo que jamás los utilizaron. Tampoco lo hacían los judíos, y los Evangelios dejan claro en multitud de ocasiones que Jesús vestía túnica y manto, no calzones, resultando evidente que su padre putativo haría lo propio.

Para terminar con este desafortunado villancico, es preciso recordar también otra estrofa que aparece en algunas variantes del mismo:


En el portal de Belén rin, rin,

(estribillo)

gitanillos han entrado;
y al Niño que está en la cuna, rin, rin,

(estribillo)

los pañales le han robado.

Prescindiendo de su presunta incorrección política -algunos púdicamente sustituyen robado por lavado-, lo cierto es que habría resultado de todo punto imposible que unos miembros de esta minoría étnica -¿se dice así?- pudieran haber entrado en el Portal de Belén, con independencia de sus intenciones, dado que este pueblo originario de la India inició su emigración masiva a Occidente hacia el siglo XI, en plena Edad Media y más de mil años después de ocurridos los acontecimientos que presuntamente narra el villancico... lapso de tiempo en realidad todavía mayor, dado que no llegaron al Asia Menor, antesala del Mediterráneo y de Palestina, hasta al menos un siglo más tarde, no siendo hasta los siglos XIV y XV cuando se produjo la gran diáspora que los dispersó por toda Europa y los países mediterráneos.




Campana sobre campana


Este popular -lo que no justifica en modo alguno su anacronismo- villancico dice así en su primera estrofa, incluyendo el estribillo:


Campana sobre campana
y sobre campana una.
Asómate a la ventana,
verás al Niño en la cuna.
Belén, campanas de Belén,
que los ángeles tocan,
¿que nuevas me traéis?

Para empezar, y es cuestión de pura lógica, si en Belén en el momento de nacer Jesucristo no existía evidentemente ninguna iglesia, ¿cómo podían haber doblado las campanas? Por si fuera poco, hay que tener en cuenta que estos instrumentos eran ajenos por completo a la religión judía, e incluso en el propio cristianismo no llegaron a implantarse hasta fechas relativamente tardías, ya en las postrimerías del Imperio Romano y durante los primeros siglos de la Alta Edad Media. Así pues el anacronismo es flagrante, lo que no impide que la letra del villancico insista machaconamente en él, incluyendo cada vez más campanas -dos, y hasta tres en algunas versiones-, sin contar además con el estribillo.




Ya vienen los Reyes Magos


Aquí la incongruencia no es histórica, sino geográfica, lo que no por ello la hace menos tolerable:


Ya vienen los Reyes Magos,
ya vienen los Reyes Magos,
caminito de Belén,
olé, olé y olé
Holanda ya se ve.

No creo que sea necesario consultar ningún mapa para concluir que, yendo de Oriente a Palestina, es imposible ver las tierras holandesas, que quedan varios miles de kilómetros a occidente... eso sin contar con que en los tiempos del imperio romano Holanda ni existía como país ni siquiera se llamaba todavía así, sino Frisia la parte situada al norte del río Rhin ,y Germania Inferior la situada al sur del mismo.

Por si fuera poco, la siguiente estrofa proclama lo siguiente:


Cargaditos de juguetes,
cargaditos de juguetes,
para el Niño de Belén
olé, olé y olé
Holanda ya se ve.

Huelga decir que, según los Evangelios, los presentes que los Reyes Magos llevaron a Jesús fueron oro, incienso y mirra, no juguetes de ningún tipo.




Los peces en el río


Termino este repaso a los villancicos inexactos con uno sumamente popular, y más concretamente con su estribillo:


Pero mira como beben
los peces en el río,
pero mira como beben
por ver a Dios nacío.
Beben y beben
y vuelven a beber,
los peces en el río
por ver a Dios nacer.

En este caso la objeción es de índole científica. ¿Cómo puede beber un animal acuático? Se trata, evidentemente, de un absurdo biológico, ya que al vivir los peces dentro del agua es de todo punto imposible que beban.

Claro está que los anacronismos históricos también están presentes algunas estrofas más adelante:


La Virgen está lavando,
con un poquito jabón,
se le picaron las manos,
manos de mi corazón.

Aunque en el orbe romano se conocía el jabón gracias a las tribus germánicas situadas más allá de sus fronteras, lo cierto es que no lo utilizaban para su higiene por considerar bárbaro su uso, supliéndolo al igual que habían hecho anteriormente los griegos con aceites aromáticos. Igual ocurría en la Palestina de la época de Jesús, como lo demuestra con claridad el episodio en el que María Magdalena, arrepentida de sus pecados, unge sus pies con perfumes cuando, seguramente, un buen restregón con jabón habría resultado bastante más efectivo.

Así pues, más valdría que se corrigieran todas estas letras de forma que quienes las oigan cantar no se hagan una imagen equivocada de cómo era la Palestina de hace dos mil años.


Publicado el 15-1-2013
Actualizado el 5-2-2013