El cianuro no es venenoso





Fotografía tomada de la Wikipedia



Leído así de sopetón seguro que más de uno de ustedes se habrá quedado sorprendido. ¿Qué el cianuro no es venenoso? ¡Venga ya! Pero si yo he leído que basta con tomar un poco para morir en pocos minutos...

Y es cierto, pero también es cierto lo que digo yo, por lo que necesitaré darles unas pequeñas explicaciones químicas para aclarar la aparente paradoja.

El cianuro es la sal -normalmente sódica o potásica- del ácido cianhídrico, cuya molécula está formada por un átomo de carbono, otro de nitrógeno y otro de hidrógeno, es decir, usando la nomenclatura química, CNH. Y es el ácido cianhídrico, un gas con olor -y supongo que también con sabor, aunque mejor no probarlo- a almendras amargas el verdadero malo de la película, dada su condición de veneno mortal.

¿Pero no es lo mismo? -se preguntarán ustedes-. Pues sí y no. Voy a demostrárselo con un símil que les resultará familiar. La sal común, o cloruro sódico, como su nombre indica, está compuesta por un ión negativo -o anión- de cloro y uno positivo -o catión-de sodio. Evidentemente el cloruro sódico es una sustancia totalmente inocua -salvo para los hipertensos- que incluso forma parte habitual de nuestra dieta. Pero, ¿qué pasa con los dos elementos que la componen por separado? El cloro es un gas extremadamente tóxico, y el sodio un metal tan agresivo que reacciona violentamente con el agua y es capaz de crear una seria quemadura si entra en contacto con la piel. ¿Empiezan a entender por dónde van los tiros?

Podemos hacer nuestro símil todavía más estrecho si comparamos al cianuro con el cloruro de la sal y al ácido cianhídrico con el ácido clorhídrico, un compuesto de estructura químicamente semejante. Como es sabido este último es un ácido fuerte -se le conoce popularmente como aguafuerte- en el que no recomiendo meter un dedo, y si bien lo tenemos en el estómago para facilitar la digestión, un exceso de éste o bien un fallo en las dos válvulas que cierran el estómago por ambos lados puede provocar trastornos serios en forma de úlcera, algo que evidentemente no ocurre con los cloruros salvo que el catión que completa la sal sea en sí mismo tóxico o perjudicial.

Lo mismo ocurre con el sodio o, mejor dicho, con su catión o ión positivo, cuyo compuesto equivalente, el hidróxido sódico o sosa cáustica, es también tóxico y, como su propio nombre indica, cáustico.

Así pues, ahora creo poder repetir, sin que esta vez se sorprendan tanto, que los cianuros no son venenosos a diferencia de su pariente cercano, el ácido cianhídrico. De hecho el cianuro potásico, su sal más habitual, se presenta en forma de cristalitos blancos similares a los de azúcar, los cuales se disuelven con facilidad en agua. Incluso entra en la composición de muchas sustancias químicas, evidentemente no tóxicas, como el azul de Prusia, un colorante antaño muy utilizado.

Entonces, ¿se puede tomar cianuro sin problemas? Sinceramente yo no lo haría, y les voy a explicar por qué. A diferencia del ácido clorhídrico, el ácido cianhídrico es un ácido débil. ¿Qué significa esto? Imaginemos un ácido, cualquiera de ellos, y su anión -la parte negativa de una sal- en un equilibrio en el que juegan con el átomo o los átomos de hidrógeno -hay ácidos que tienen más de uno, como el sulfúrico que tiene dos, o el fosfórico que tiene tres- como si fuera una partida de ping-pong. Habrá moléculas que retengan el hidrógeno y otras que lo dejen escapar aunque quedándose con su electrón, por lo que el hidrógeno se ioniza en forma de catión positivo, un protón en este caso que podemos representar como H+.

El equilibrio depende de cada ácido, de forma que los ácidos fuertes como el clorhídrico, el sulfúrico o el nítrico tienen mucha tendencia a perderlo quedando principalmente en su forma aniónica de cloruro, sulfato o nitrato. En los ácidos débiles, por el contrario, la forma predominante es la que retiene a la mayoría de los hidrógenos sin llegar a ionizarse.

Volvamos ahora al cianuro. Cuando está en estado sólido -los cristalitos blancos de los que hablaba antes- no presenta el menor problema. Y si lo disolvemos en agua pura tampoco, puesto que no tiene protones que echarse a la boca. Pero, ¿qué pasaría si a una disolución de cianuro le añadiéramos un poco de ácido, por ejemplo clorhídrico, aunque nos serviría cualquier otro que fuera lo uficientemente fuerte? Pues que se establecería una competencia entre ambos por quedarse con los protones y como el cianuro, por ser la sal de un ácido débil, tiene más apetencia por ellos que el cloruro, se produciría la siguiente reacción química:


CN- + ClH → CNH + Cl-


Que se puede interpretar diciendo que los aniones cianuro le roban los protones al ácido clorhídrico, que por ser un ácido fuerte se los deja quitar con facilidad, para convertirse en moléculas ácido cianhídrico. Así pues, podríamos añadir al final de la fórmula una calaverita con dos tibias cruzadas.

Es por esta razón por la que, cuando un químico trabaja en el laboratorio con una disolución de cianuro, debe tomar la precaución de añadirle hidróxido sódico o potásico para que ésta, en vez de neutra como sería el caso del agua pura, se convierta en alcalina -lo contrario de ácida- para evitar que el vertido accidental de un ácido pudiera provocar la conversión del cianuro en ácido cianhídrico, ya que de ocurrir así el hidróxido actuaría de colchón neutralizando los protones antes de que éstos pudieran unirse al cianuro. Teniendo en cuenta que el ácido cianhídrico es un gas y que por lo tanto se desprendería de la disolución pasando a la atmósfera y de ahí a nuestros pulmones, queda claro que conviene no olvidar nunca esta norma.

¿Qué pasaría si nos bebiéramos una disolución de cianuro, o si nos tragáramos sus cristales? Pues lo mismo. Dado que el estómago, como he comentado, segrega ácido clorhídrico, éste se convertiría en ácido cianhídrico y dispondríamos de muy poco tiempo para contarlo. De hecho, hace relativamente poco un criminal de guerra de la antigua Yugoslavia se suicidó por este método dentro de la misma sala donde le estaban juzgando, para estupor de todos los allí presentes. Así pues, cuidado con jugar con el cianuro.

Pero, pese a todo, insisto una vez más en que en sí mismo no es peligroso... siempre y cuando no ande cerca de él ningún ácido.


Publicado el 28-12-2019