El alma tenía un precio



Después de haber atendido a cuatrocientos quince solicitantes, el diablo subalterno E-47.358/6P -los integrantes de su categoría no tenían derecho a un nombre propio- estaba realmente cansado... y calculaba que todavía le quedarían por atender una cincuentena más antes de concluir la jornada.

-¡Malditos recortes! -gruñó en voz baja; nunca se podía estar seguro de que alguno de sus compañeros no fuera un chivato de los jefes-. ¡Así también ahorro yo! ¡Mientras tanto ellos no se privan de nada!

Consciente de que lamentarse no le iba a servir de nada, tras exhalar un profundo suspiro al tiempo que sacudía la testa astada, pulsó el botón indicando que su puesto había quedado libre. Instantes después se sentaba frente a él un hombrecillo de aspecto insignificante y claramente cohibido.

-¿Qué desea? -preguntó más por rutina que por necesidad, puesto que conocía de sobra los motivos que habían conducido hasta allí a su interlocutor.

-Yo... -tartamudeó éste con una timidez rayana en el autismo- yo quería vender mi alma.

“Como todos”, pensó el diablo, añorando una vez más un traslado a otro negociado; su oficina, antaño codiciada por ser un destino cómodo y tranquilo, se había convertido de un tiempo a esta parte en un peregrinar continuo de humanos deseosos de vender su alma dado lo complicada que se estaba volviendo la vida en su planeta. Tanto era así, que habían recibido instrucciones de limitar drásticamente la transacción tan sólo con los solicitantes más interesantes, rechazando al resto.

-Está bien, pero le advierto que tendrá que autorizarnos a realizar una evaluación de su potencial espiritual, tal como viene indicado en el apartado 3a del segundo anexo de la solicitud... no, no hace falta que firme usted nada, bastará con su consentimiento verbal -explicó el diablo al tiempo que, con la uña que remataba la cola, se acariciaba suavemente las puntas de los dos cuernos, una habilidad de la que le gustaba alardear frente a los habitualmente cohibidos solicitantes.

El hombrecillo respondió con un “sí” apenas audible, tras lo cual el funcionario diabólico esgrimió una sonda aural con la que enfocó a éste al tiempo que observaba la lectura de los resultados en la pantalla del ordenador. Dos con ocho, muy por debajo de la cota mínima exigida para considerar siquiera la solicitud; otro descarte más, lo que no le ayudaría en absoluto a alcanzar los resultados que le exigían para poder solicitar un traslado.

“Tiempo perdido”, se dijo al tiempo que abatía la cola en gesto de desagrado diabólico. Y lo peor de todo era que no podía despacharle con cajas destempladas tal como se merecía, ya que el Defensor del Creyente se le echaría encima -bueno, a su supervisor, lo que sería todavía peor- si se enteraba de que no se había respetado la totalidad del protocolo de atención a los postulantes.

Dando ya por perdido el primer tiempo de la retransmisión de fútbol ígneo entre el Atlético Cocito y el Averno Deportivo, E-47.358/6P suspiró de nuevo y le preguntó al pelmazo, con una amabilidad artificial fruto de sus muchos siglos de experiencia:

-¿Por qué motivos desea vender el alma?

Como si no lo supiera de sobra después de haber atendido a millones de cretinos como éste. Pero las instrucciones eran claras, había que aplicar el cuestionario a los solicitantes ocultándoles que habían sido rechazados a priori. Malditos picapleitos...

-Yo... bueno... -el hombrecillo se mostraba cada vez más nervioso y, puesto que no estaba recogido en el protocolo, E-47.358/6P no mostró el menor esfuerzo por ayudarle-. Verá, en toda mi vida jamás he conseguido nada de lo que deseaba, siempre he sido un fracasado y...

Por si fuera poco le había tocado un llorón, maldita fuera su suerte. ¿Por qué le tenían que caer siempre a él los más imbéciles?

-Está bien, lo entiendo -contemporizó en un intento de frenar la retahíla de lamentaciones-, pero eso no es por sí solo un motivo para dar el paso que ha dado usted. ¿Por qué ha venido aquí? -repitió, deseoso de sacudírselo de encima.

-Es sencillo -reconoció éste con repentino desparpajo-. No la usaba, así que decidí sacarle algún beneficio.

La inesperada respuesta dejó a E-47.358/6P perplejo. Pese a que habían sido muchos los argumentos de la más variada índole, algunos incluso decididamente peregrinos, con los que le habían respondido a esta pregunta, nunca hasta entonces se había encontrado con una explicación tan prosaica.

A su vez el solicitante, poco ducho en el lenguaje corporal diabólico, interpretó erróneamente los agitados movimientos de su cola por lo que, temiendo por sus intereses, añadió acto seguido:

-Le aseguro que está prácticamente nueva, de hecho yo diría que jamás la he llegado a usar... jamás me habría atrevido a ofrecerles un alma gastada o defectuosa.

Ya... ya veo -consiguió articular al fin E-47.358/6P recobrando mejor o peor la compostura-. No, señor... -por vez primera consultó el nombre del hombrecillo en la pantalla- García, no dudamos en modo alguno de su honradez, ni tampoco de la calidad de la mercancía que nos ofrece. El problema consiste en que, lamentablemente, el mercado bursátil no pasa ahora por su mejor momento. Compruébelo usted mismo.

Y tras descargar una gráfica que tenía preparada giró el monitor para mostrársela. En ella se apreciaba una curva recortada con una clara tendencia a la baja en su tramo final. Estaba basada en datos reales, pero la escala había sido astutamente ampliada para que la caída resultara magnificada.

-¿Qué tiene que ver esto con mi oferta? -preguntó con recelo José García, éste era su nombre completo, elevando la voz.

-Me temo que mucho. Verá, ocurre que los humanos suelen tener una idea bastante distorsionada acerca de la venta de almas; influidos por la literatura, en especial ese nefasta novela de Goethe, y por el cine, piensan que basta con invocar al Señor de las Tinieblas, como si él no tuviera nada mejor que hacer, y ofrecerle el alma a cambio de que se hagan realidad tus deseos más inverosímiles... pero lamento decirle que en la práctica las cosas no ocurren ni mucho menos así.

-¿Cómo entonces?

-Bien, para empezar hay que tener presente que la venta de un alma no es un acto arbitrario por el cual se puede obtener cualquier cosa que se desee, sino una transacción comercial que, como cualquier otra, está sujeta a las leyes del mercado.

Disfrutando ladinamente al ver cómo la decepción se marcaba en el anodino rostro de su interlocutor, E-47.358/6P continuó:

-Sí, por mucho que le sorprenda, su alma, como la de cualquier otro mortal, tiene un precio que depende de su cotización en bolsa; no el suyo en concreto, evidentemente, sino el conjunto de valores que gestionan nuestros operadores buscando una mayor rentabilidad. Del valor correspondiente al día en el que tiene lugar la transacción se calcula, en función del resultado del sondeo aural, la tasación del alma en venta, y a partir de ésta, una vez aplicadas las comisiones correspondientes, las tasas legales y los gravámenes fiscales, se le ofrece el precio final de compra. Eso sí, he de recordarle que si en un futuro usted cambiara de opinión nosotros no le revenderíamos su alma; una vez que el paquete, ya que no las manejamos de forma individual, estuviera colocado, en caso de desear recomprarla tendría que recurrir al mercado secundario bajo su propia responsabilidad y al precio que se le solicitara.

-¿Cuánto podría valer la mía?

-Para hacerle un presupuesto tendría usted que firmar antes un precontrato comprometiéndose a abonar el importe del mismo en caso de que finalmente rechazara formalizar la transacción. En caso de aceptar éste iría incluido en los costes generales de la gestión, aunque en la práctica se puede considerar que le resultaría gratuito.

-¿No le parece un tanto abusivo? -objetó García.

Por supuesto que lo era, ya que se trataba de una de las diferentes argucias que el gabinete jurídico había incluido en los contratos para disuadir a los vendedores potenciales, ya que legalmente no estaban capacitados para rechazar ninguna oferta... aunque sí para imponer unas condiciones ventajosas para ellos.

-Le aseguro que se trata de un requisito completamente legal, como puede comprobar en el articulado del contrato. No obstante -explicó E-47.358/6P- se trata de un coste razonable, por lo general viene a ser unos cuatro o cinco de vida aunque, eso sí, siempre podría elegir los que deseara, normalmente los últimos que, por lo general, suelen ser poco agradables. Claro está -recalcó- que sólo tendría que abonarlos en caso de que una vez solicitado el presupuesto se retractara de firmar el contrato.

-¡Pero eso sería ir a ciegas! -objetó García-. ¿Cómo voy a vender algo sin saber siquiera cuánto me van a pagar por ello?

-No se preocupe, eso es algo que también está previsto -respondió E-47.358/6P en tono conciliador-. Contando con que muchos pudieran estar dubitativos -recalcó intencionadamente el adjetivo-, lo que sí ofrecemos gratuitamente es una estimación aproximada del valor que tendría el alma en venta. Como cabe suponer esto no nos compromete contractualmente, ya que el valor final puede variar en función de las oscilaciones de la cotización en bolsa; pero si la compra no se demora demasiado, las diferencias suelen ser pequeñas.

-Eso está mejor... ¿podría hacérmela?

-Por supuesto, apenas necesitaré unos minutos para introducir sus datos, supongo que los habrá escrito en el cuestionario. Eso sí -E-47.358/6P se interrumpió con un artístico toque de teatralidad-, he de advertirle de la necesidad de olvidarse de todos aquellos falsos tópicos tan comunes como solicitar, a cambio del alma, juventud eterna, riquezas, preeminencia social o éxito con las mujeres... u hombres -se corrigió, maldiciendo mentalmente las absurdas imposiciones de la corrección política-. Nuestros pagos son mucho más, digamos, prosaicos, y siempre dentro de los límites marcados por la tasación.

-Está bien, dígame el resultado.

-Veamos -E-47.358/6P fingió estar absorto en los cálculos, pese a que en realidad se trataba de una oferta tipo de las varias que tenían preparadas con fines disuasorios-. Lo siento, ya le he dicho que eran tiempos malos, por lo que quizá no se ajuste a sus expectativas. Bien, la aplicación me da varias alternativas: Un mes de vacaciones, en temporada baja, en un hotel de la costa. Un premio, excluidos los mayores, en el sorteo de la lotería de navidad, aplicable a un único billete como máximo. Asistencia a un programa de cita a ciegas en televisión, con un porcentaje de éxito estimado, aunque no garantizado, del setenta por ciento. Un tratamiento de cirugía estética. Una hipoteca con un interés un punto por debajo de la media del mercado. Un coche, nuevo o de segunda mano, siempre que no supere el valor estimado para el premio del sorteo de lotería...

-No es mucho -gruñó el vendedor- para un alma completamente nueva.

-Ya le he dicho, señor García, que corren malos tiempos... en realidad, le voy a hacer una confidencia -la cual también formaba parte del ritual desarrollado para sacudirse de encima a los vendedores molestos-: nuestros gestores se quejan de la falta de liquidez de los mercados, a lo que se une un exceso de reservas que cuesta mucho trabajo colocar incluso ofreciendo grandes descuentos. Compruébelo por usted mismo:

Haciendo un gesto teatral del todo innecesario, apuntó con la afilada uña de su dedo índice a un rincón deliberadamente vacío situado junto a la mesa, en el cual se materializó un holograma representando algo parecido a un almacén repleto hasta los topes de contenedores escrupulosamente ordenados.

-¿Sabe qué es esto? -y sin aguardar la respuesta continuó-: es una recreación, en forma comprensible para sus sentidos, de uno de los almacenes donde guardamos las almas sobrantes que no hemos podido colocar todavía en el mercado. Como puede apreciar está completamente lleno, y como éste hay todavía varios más. Nos sobran almas, señor García, literalmente no sabemos qué hacer con ellas, y si bien por ley no nos podemos negar a seguirlas comprando, tampoco no resulta posible ofrecer mejores precios por ellas; es algo tan sencillo como la ley de la oferta y la demanda.

Ya lo veo -suspiró García-. En cualquier caso, he de reconocer que no pretendía obtener nada de lo que me han ofrecido... ni tampoco de lo que ha calificado usted de solicitudes inverosímiles. No, no deseo ni juventud, ni riqueza ni mujeres, y tampoco esos ridículos premios de consolación.

-Pues usted me dirá... -atajó, sorprendido, el diablo.

-Verá, en realidad yo venía a proponer un negocio que va mucho más allá de la venta de mi insignificante alma; le pido disculpas por haberle estado entreteniendo hasta ahora, pero por desgracia su sistema de atención al cliente no me permitía hacerlo de otra manera. De hecho en realidad no vengo como cliente, sino como socio potencial.

-No le comprendo... -E-47.358/6P descubrió con disgusto que ya no llegaría ni tan siquiera al segundo tiempo del partido, lo que le provocó una sorda irritación. Asimismo, pudo comprobar con una rápida ojeada que la sala se había ido quedando vacía tanto de público como de funcionarios, siendo ellos dos los únicos ocupantes de ella.

-Es sencillo. Usted mismo ha reconocido, el hecho de que fuera una argucia para desanimarme no lo cambia en absoluto, que el mercado bursátil de almas está a la baja y que cuentan con unos excedentes acumulados de los que no saben como deshacerse. ¿Me equivoco?

Un ligero fruncimiento de ceño, a modo de asentimiento explícito, fue la única respuesta de su interlocutor, lo que le permitió a García seguir hablando.

-Lo que propongo es aplicar un plan para reactivar el mercado sacándoles un beneficio razonable a todas esas almas que ahora mismo están acumulando polvo... metafóricamente hablando, claro. Yo lo habría hecho por mi cuenta de haber podido, pero como bien sabe usted el mercado está cerrado a los mortales. Por este motivo necesitaría ayuda para poder invertir en bolsa, defendiendo los intereses de mis socios y los míos propios.

-¿Con su propia alma? Bromea. Aun cuando consiguiera sus objetivos, y le aseguro que para ello necesitaría llegar hasta mucho más arriba que yo, ya le he explicado que nosotros no operamos con valores individuales sino con paquetes; un alma por separado, salvo casos muy excepcionales, no vale prácticamente nada. Además, ya tenemos nuestros propios agentes, ¿para qué íbamos a necesitar uno más?

-Ésta es la segunda cuestión. Yo me comprometería a empezar con un paquete reducido de cincuenta almas, el mínimo que se permite, la mía y otras cuarenta y nueve más cedidas a cambio de unos intereses razonables; es lo que se conoce allá en la Tierra como apalancamiento financiero. Con las ganancias obtenidas amortizaría el préstamo y realizaría una nueva compra; contando con la previsible recuperación de la tendencia alcista, al cabo de un tiempo todos habríamos hecho un buen negocio. En cuanto a su otra objeción, le diré que he estudiado el funcionamiento del mercado de almas descubriendo que todavía hoy se sigue rigiendo por unas pautas de hace miles de años. Por ello, la entrada en él de alguien conocedor de las nuevas técnicas financieras, desconocidas aquí, podría reportar unos enormes beneficios.

Aunque E-47.358/6P no estaba demasiado ducho en la materia, sí sabía lo suficiente como para sospechar que el hombrecillo estaba en lo cierto. No obstante él era un simple funcionario subalterno, y así se lo hizo saber a éste.

-Sus planes suenan bien, pero me temo que ha ido a llamar a la puerta equivocada. Debería ponerse en contacto con nuestros servicios financieros, que son quienes gestionan estos temas; pero mucho me temo que eso resultaría imposible, ya que jamás han colaborado con los mortales ni creo que tengan la menor intención de hacerlo.

-¿Quién ha dicho que sea eso lo que pretendo? -respondió García tras soltar una breve risita-. Además, incluso en el hipotético caso de que me aceptaran como socio, poco es lo que se podría conseguir, ya que sus técnicos están tan anquilosados como el resto. No, yo había pensado en otra cosa. Por cierto, ¿podemos hablar aquí con seguridad? -preguntó bajando la voz.

-Si se refiere a si podrían estar escuchándonos puede estar tranquilo, salvo que lleguen los empleados del servicio de limpieza, y ellos van a lo suyo. Pero no hay micrófonos ni nada parecido, ni siquiera en el ordenador.

-Está bien -admitió el visitante tras mirar fugazmente a un lado y a otro; efectivamente, estaban solos-. Si le he de ser sincero, prefiero que ni siquiera se enteren. Lo que había pensado era conseguir algún socio, a título particular, para empezar el negocio; por ejemplo, usted. Yo dirigiría las operaciones y aportaría mi alma, la única que poseo, mientras el socio infernal tendría que invertir las cuarenta y nueve restantes compradas en el mercado secundario, lo cual no le resultaría demasiado oneroso, y figurar como titular de las operaciones, ya que a mí no me estaría permitido. La amortización del capital inicial y el reparto de los beneficios, así como las posibles ampliaciones, lo iríamos resolviendo conforme fuera llegando el momento, aunque para evitar posibles problemas habríamos redactado previamente un contrato privado que considerara todas estas cuestiones. Y en un tiempo razonable le aseguro que tanto usted como yo seríamos ricos...

E-47.358/6P sintió cómo un escalofrío le recorría todo el cuerpo desde las puntas de los cuernos hasta la de la cola. Tras más de treinta siglos amarrado a una mesa de despacho -los diablos son longevos-, y al menos otros tantos antes de poder disfrutar de la ansiada jubilación, eso si no alargaban de nuevo los períodos mínimos de cotización, la propuesta del hombrecillo le sonaba a música infernal. Claro está que toda operación bursátil siempre conlleva riesgos, y fiarse de un desconocido tampoco entraba dentro de lo que se consideraba un comportamiento sensato...

Pero por otro lado la inversión inicial sería mínima, ya que gracias a sus contactos podría comprar esas cuarenta y nueve almas por un precio irrisorio. Por supuesto impondría la condición de reinvertir únicamente los beneficios sin tocar una sola alma de sus ahorros, con lo cual en el peor de los casos las pérdidas serían mínimas. Y bueno, si resultaba quizá incluso pudiera abandonar para siempre esa odiosa oficina.

-Está bien -respondió al fin incorporándose de su asiento-. Su propuesta me parece interesante, pero tendríamos que estudiarla mejor y no es éste el lugar más adecuado. Conozco una azufrería en la que podremos hablar tranquilamente al tiempo que nos tomamos un azufre con lava... bueno, supongo que también tendrán algo que pueda ser compatible con su metabolismo.

Y ambos salieron charlando amigablemente camino de la azufrería. E-47.358/6P marchaba eufórico imaginándose un futuro mejor lejos de su alienante trabajo burocrático, aunque pese a sus esfuerzos no conseguía desterrar una molesta pregunta de su mente: ¿Para qué demonios -nunca mejor dicho- podía querer un mortal enriquecerse con almas ajenas? En cualquier caso, se dijo al tiempo que plegaba la cola, el equivalente diabólico al encogimiento de hombros humano, éste no era su problema.


Publicado el 7-2-2018