De tal palo...



-Francamente, señor Coloma, su petición es... ¿cómo lo diría? Desconcertante.

-Pero escrupulosamente legal, se lo aseguro; aunque supongo que esto habrá sido comprobado por sus servicios jurídicos.

-Por supuesto que ha sido comprobado. -el representante de Reproducción Asistida S.A. se removió inquieto en su asiento- Siempre lo hacemos con todos nuestros clientes; nuestra actividad empresarial nos obliga a ser prudentes, máxime si tenemos en cuenta que nuestra compañía es multinacional y las legislaciones vigentes en los distintos países donde estamos implantados varían mucho de unas a otras.

-Incluso en algunos está prohibido lo que hacen ustedes. -apuntó maliciosamente Luis Coloma.

-En efecto; ¿para qué lo vamos a negar? Los fundamentalismos religiosos de cualquier tipo nos tienen anatemizados, y ya sabe usted que por desgracia estos fanáticos controlan los resortes del poder, directa o indirectamente, en amplias zonas del planeta.

-Pero yo soy español, nos encontramos en España y es a las leyes españolas a las que debemos acogernos. -zanjó su interlocutor, poco deseoso al parecer de sumirse en disquisiciones filosóficas- Y estas leyes, insisto en ello, permiten mi petición.

-Digamos más bien que no la prohíben explícitamente. -le corrigió el ejecutivo- Usted ha tenido la habilidad de haber ido buscando uno por uno todos los vacíos legales que existían en las diferentes normativas que afectan al caso, para posteriormente agruparlos con objeto de aprovecharse de ellos.

-¿Acaso tiene esto algo de malo? -sonrió cínicamente su cliente- Se trata de una práctica que siempre se ha hecho, y gracias a ella se forjaron muchas grandes fortunas... Lo que no está prohibido está permitido, como afirma una máxima jurídica universal. Además yo no busco beneficio económico alguno, y ni siquiera deseo la menor notoriedad.

-No es sólo eso. -el empresario se encontraba francamente embarazado- Nuestra empresa se apoya en una tecnología puntera que se encuentra en constante evolución, lo que hace que frecuentemente nos adelantemos a los legisladores introduciéndonos en terrenos vírgenes desde el punto de vista jurídico. Esta circunstancia nos obliga a ser extremadamente prudentes, ya que lo último que deseamos es tener roces con cualquier gobierno... Con aquéllos que permiten nuestras actividades, claro está; -se corrigió- el resto, obviamente, no nos interesa lo más mínimo.

-¿No le parece que eso es hilar demasiado fino?

-Considérelo así si lo desea, pero ésta es la política oficial de nuestra compañía. No se trata, pues, de una cuestión legal, sino simplemente de ética. No queremos correr el riesgo de que una iniciativa nuestra demasiado arriesgada pudiera ser acogida con rechazo por parte de la sociedad independientemente de su estatus legal en el momento de realizarla, y todavía deseamos menos provocar una reacción que se salde con una prohibición de dicha iniciativa.

-Las leyes nunca pueden ser aplicadas con carácter retroactivo.

-Por supuesto que no; pero de ser así dañaría irremisiblemente a la imagen de nuestra empresa, y este es un riesgo que no estamos dispuestos a correr.

-Está bien; veámoslo ahora de otra manera. -insistió Coloma cambiando de táctica- ¿Qué les hace pensar que mi solicitud, en el caso de que fuera llevada a cabo, pudiera provocar un rechazo generalizado e, incluso, la prohibición de hechos similares en un futuro? ¿Qué pruebas tienen ustedes de que fuera a ocurrir así?

-No es cuestión de tener pruebas, señor Coloma, sino de desviarse o no de las pautas de conducta que voluntariamente nos hemos marcado. Y nuestros servicios jurídicos desaconsejan aceptar su petición, dado que consideran que ésta podría llegar a crearnos unos perjuicios que no deseamos.

-¿Son vinculantes esos informes?

-Por supuesto que no, pero suelen ser respetados. Nuestros abogados son unos magníficos profesionales que conocen perfectamente su oficio.

-Luego no tengo nada que hacer.

-Así es; al menos, claro está, que consiga convencernos de lo contrario. -era tan sólo un puro formulismo impuesto por las reglas de cortesía de la empresa, pero se arrepintió inmediatamente después de haberlo dicho.

-Esto abre una puerta a la esperanza.

-Lamento desilusionarlo; se trata de una opción que siempre ofrecemos a nuestros clientes, pero las posibilidades reales de que su reclamación sea atendida son muy escasas.

-Al menos me dejarán intentarlo.

-Por supuesto. -suspiró su interlocutor lamentándose de su mala suerte- Aunque le advierto que no es a mí a quien tiene que convencer, sino a nuestros abogados. Le remitiremos a su domicilio una copia del informe de nuestros servicios jurídicos, y a partir de entonces usted podrá alegar todo lo que considere oportuno.

-Mucho me temo que eso no va a servir de nada; usted mismo acaba de decírmelo. -Luis Coloma no renunciaba a la lucha- Realmente a quien quiero convencer es a usted, ya que es usted quien tiene la última palabra.

Era cierto, y su presunto cliente lo sabía. Así pues, no le quedaba otro remedio que atenderlo pacientemente... Aunque al final acabara quitándoselo igualmente de encima.

-Está bien. -suspiró al fin- Pero sólo le puedo conceder como mucho media hora; tengo unos compromisos que no puedo eludir.

-Será suficiente, -respondió triunfante Coloma- No necesitaré más de la mitad de ese tiempo.

-“Muy seguro te sientes”. -se dijo para sí el empresario- “Pero no sabes que, digas lo que digas, me pienso cerrar en banda”.

-De acuerdo. -dijo intentando disimular sus verdaderas intenciones- Puede comenzar cuando quiera; le escucho.

-¿Alguna vez se ha parado usted a pensar, desde un punto de vista ético, cuáles son las verdaderas motivaciones de su empresa?

-“Ganar dinero” -fue su inmediato pensamiento.

-¡Claro que sí! -fingió indignarse- Algo tan legítimo como ayudar a la gente a tener hijos. ¿Acaso es criticable traer al mundo a una persona que por medios naturales nunca hubiera podido nacer?

-No, por supuesto que no. -sonrió cínicamente Coloma- En este punto usted y yo estamos completamente de acuerdo. Pero, claro está, las técnicas de inseminación artificial, fecundación in vitro y reproducción asistida tienen lógicamente unos límites.

-Evidentemente. -refunfuñó el empresario, cada vez más confundido- La legislación española, por ejemplo, prohíbe seleccionar el sexo de los embriones, provocar artificialmente su escisión en varios embriones gemelos, insertarles genes procedentes de otros embriones, sean éstos humanos o no, y en general utilizarlos en cualquier tipo de investigaciones científicas... Pero éste no es ningún secreto. ¿A dónde quiere llegar usted?

-A mi petición, esa misma petición que sus servicios jurídicos han recomendado desestimar. ¿Acaso la clonación de embriones humanos está prohibida no ya por la legislación española, sino por cualquier otra europea u occidental?

-De sobra sabe usted que no; -el representante de Reproducción Asistida S.A. más que hablar, parecía querer masticar las palabras- Y de sobra conoce también nuestras razones para rechazar su propuesta.

-Claro que las conozco. -se burló Coloma- Que si no hay nada legislado al respecto es porque hasta ahora ninguna empresa de genética humana ha podido, o querido, clonar embriones humanos, pero que de realizarse estas prácticas serían inmediatamente prohibidas... Lo cual no deja de ser una hipótesis bastante aventurada.

-Se trata de algo mucho más serio que una simple hipótesis, señor Coloma. Nosotros tenemos nuestras propias fuentes de información, y le aseguro que hay políticos muy influyentes que están deseando tener la menor excusa para echarnos las manos al cuello; lo cual, créame, es algo que no nos apetece en absoluto.

-Bobadas. Yo también tengo mis fuentes de información, y sé que existen numerosas personas no menos influyentes que están a favor de la clonación. Además... -interrumpió deliberadamente la frase.

-Además, ¿qué? -preguntó alarmado su interlocutor.

-También sé que su empresa ha realizado con éxito clonaciones en óvulos de mamíferos... Las cuales, por cierto, han sido mantenidas en secreto.

-¿Cómo sabe usted eso? -el empresario se dio cuenta demasiado tarde de su error e intentó rectificar lo mejor que pudo- No hubo más secreto que el necesario para evitar posibles espionajes industriales, lo normal en compañías que trabajan con tecnología punta. Nuestras investigaciones fueron realizadas con animales domésticos, y su único fin era el de buscar posibles mejoras en la explotación ganadera. Ya sabe usted; vacas, ovejas, cerdos... Pero jamás se planteó, ni siquiera a título de hipótesis, hacerlo con seres humanos. Además, finalmente se decidió abandonar el proyecto dado que existían serias dudas acerca de su posible viabilidad económica; era demasiado arriesgado, y la empresa no quería perder dinero.

-Pero desde el punto de vista científico cubrieron todos sus objetivos; y si pudieron hacerlo con un óvulo de vaca o de cerdo, presumo que también podrían haberlo hecho con uno humano.

-Supongo que sí; pero lo cierto es que ni se hizo, ni se hará. El laboratorio fue desmantelado, los científicos fueron redistribuidos en otras secciones de la empresa, y los informes con los resultados fueron puestos a buen recaudo en una caja fuerte de la compañía... Eso fue todo, le guste o no.

-Lamento contradecirle, pero me temo que se ha olvidado de algo. -ignorando el gesto de asombro que se reflejaba en el rostro de su interlocutor, Luis Coloma continuó- En primer lugar, no es cierto que el proyecto se cancelara definitivamente tal como se hizo creer a los investigadores que participaron en el mismo; en realidad se montó un segundo laboratorio, mucho más pequeño pero también mucho más sofisticado, encargado de continuar con el proyecto allí donde fuera abandonado por el equipo digamos oficial; apenas media docena de personas dirigidas por el profesor Schwartz... Todo un genio en el campo de la genética, pero también una persona controvertida a causa de lo escasamente ortodoxo de sus métodos. ¿No tuvo que abandonar Alemania a raíz del escándalo de los fetos deformes? Claro está que nunca se le pudo probar delito alguno, pero tanto su prestigio como el de la clínica que dirigía quedaron hechos añicos; de hecho, tuvo que desaparecer discretamente para evitar la presión social a la que se vio sometido. Y mira por dónde ha aparecido...

-¡Eso es mentira! -estalló el representante de Reproducción Asistida S.A. perdidos definitivamente los nervios- Su afirmación es completamente falsa, y yo no estoy dispuesto a consentir que usted insulte a nuestra compañía. Le ruego que se marche ahora mismo.

-Como usted quiera. -respondió flemáticamente Coloma- Pero le advierto que tengo en mi poder unos documentos por los cuales se mostrarían sumamente interesados numerosos periodistas.

Y ante el gesto de incredulidad de su interlocutor le ofreció una carpeta que acababa de sacar de su cartera.

-Juzgue por usted mismo; -remachó- por supuesto, se trata tan sólo de unas simples copias.

El rostro del empresario mudó del rojo de la ira a la palidez de un difunto con mayor rapidez que lo hubiera hecho un camaleón apenas hubo visto los papeles que Coloma había puesto ante sus ojos. Evidentemente, éste contaba con buenas bazas y sabía además aprovecharlas.

-¿Cómo ha conseguido usted esto? -preguntó finalmente en tono glacial.

-¿Qué importa eso? Lo único que le interesa saber es que lo tengo en mi poder.

-Se trata de un chantaje, supongo.

-La palabra es sumamente fea, pero si lo quiere usted llamar así; de todas maneras, le aseguro que he intentado evitar por todos los medios tener que recurrir a estos documentos. -su rostro contrito contrastaba vivamente con el tono hipócrita de sus palabras- Si ustedes hubieran aceptado inicialmente mi petición...

-Sabe usted de sobra que eso era imposible. Bien, dígame el precio; mucho me temo que tendremos que pagárselo nos guste o no.

-¡Oh! ¿Por quién me toma? Yo no soy ningún chantajista vulgar, sino alguien que tiene un problema y desea verlo resuelto.

-¿Cuánto? -insistió el empresario ignorando sus cínicas protestas.

-Nada, ya se lo he dicho. Por fortuna no tengo ningún problema económico; antes bien me sobra el dinero, y estoy dispuesto a pagar muy generosamente la intervención que les he solicitado... Además, claro está, de entregarles toda esa documentación comprometida para que puedan hacerla desaparecer. Al fin y al cabo no es mucho lo que les pido, ya que por lo que yo sé el equipo del profesor Schwartz tiene completamente desarrollada la técnica de clonación en óvulos de mamíferos.

-No es tan sencillo como usted cree, y le aseguro que esa decisión no depende de mí. El proyecto Géminis -era la primera vez que utilizaba el nombre clave- está controlado directamente por la cúpula de la compañía; yo únicamente conozco su existencia, pero carezco de la menor capacidad de control sobre el mismo.

El hombre era sincero y Luis Coloma lo sabía; pero la batalla estaba ya ganada.

-Bastará con que muestre a sus superiores la carpeta que le he entregado y les comunique mis deseos; supongo que se mostrarán tan comprensivos como usted. -recalcó con sarcasmo- Por otro lado, me comprometo a guardar el más absoluto de los silencios; de hecho, ni siquiera mi propia esposa conocerá la verdad. Para ella será una simple fecundación in vitro con mis espermatozoides y sus óvulos.

-Está bien. -el representante de Reproducción Asistida, S.A. se rindió definitivamente- Supongo que será lo mejor para todos nosotros. Pero le advierto que el equipo del profesor Schwartz no ha trabajado jamás con embriones humanos, ni tenían previsto hacerlo.

-Pero sí lo ha hecho con monos antropoides, con un éxito total; y desde el punto de vista genético los chimpancés y nosotros somos virtualmente idénticos.

-Como usted quiera; pero le advierto que no podríamos hacernos responsables de un posible fallo.

-Eso no tiene por qué ocurrir, pero en cualquier caso asumo el riesgo.

-Bien. -suspiró el agente- Esto deja zanjado el asunto, al menos en lo que a mí respecta. ¿Me permite hacerle una pregunta?

-Hágala. -Luis Coloma paladeaba su triunfo.

-¿Por qué tiene tanto empeño en realizar un clon de sí mismo? No se puede decir que se trate de un deseo frecuente.

-Es una larga historia. -Coloma se sentía eufórico y accedió complacido a satisfacer la curiosidad de su interlocutor- Como usted sabe soy un industrial de prestigio, y mis negocios funcionan francamente bien... Pero no tengo hijos a pesar de mis doce años de matrimonio, y yo deseo un heredero que pueda gobernar mis empresas cuando yo me haya ido o cuando, simplemente, desee jubilarme.

-Sí, pero...

-Sé lo que va a decirme. -le interrumpió- Cuando supimos que mi mujer no podía tener hijos acudimos a los especialistas, como tantas otras parejas, y éstos nos recomendaron recurrir a la fecundación in vitro. Las garantías de éxito, nos dijeron, eran muy grandes, por lo cual decidimos hacerlo así. En aquel momento yo no me había planteado ni por asomo la cuestión de la clonación, pero una afortunada casualidad hizo caer en mis manos la documentación que usted ya conoce; el resto fue inmediato.

-¿Pero por qué no tener un hijo normal?

-Usted no lo entiende. Es mucho lo que se ha discutido sobre el peso de la herencia y del ambiente en la formación de la personalidad, y aun hoy en día hay opiniones para todos los gustos. Yo soy un firme partidario de la herencia, y deseo que mi hijo sea lo más parecido a mí.

-Sinceramente, me parece un poco exagerado.

-En absoluto. Fíjese en algo que puede parecer trivial, pero que en realidad no lo es: Todos nosotros recibimos nuestro patrimonio genético a partes iguales de nuestro padre y de nuestra madre... Pero el reparto se hace al azar, lo que no garantiza en modo alguno que obtengamos lo mejor de cada uno de ellos; de hecho, en muchas ocasiones ocurre justo al contrario. La historia está llena de ejemplos de monarcas magníficos que tuvieron hijos cretinos. ¿La educación? No lo creo, puesto que Cómodo, por poner un ejemplo concreto, es de suponer que fuera educado esmeradamente por su padre Marco Aurelio; o Felipe III por su padre Felipe II, o Carlos IV por su padre Carlos III. Sin duda, los caprichos del azar juegan a veces malas pasadas.

-Está usted moviéndose por un terreno muy resbaladizo.

-No lo crea. Voy a ponerle un ejemplo más concreto. ¿Nunca se ha parado a pensar por qué en una misma familia unos hijos salen completamente distintos a los otros? Y aquí cabe suponer que la educación y el ambiente hayan sido idénticos en todos los casos.

-El silencio de su interlocutor, que tenía un hijo adolescente que le traía de cabeza, fue la más elocuente de las respuestas.

-Y todavía hay más. -continuó Coloma- Yo soy un hombre que me he hecho a mí mismo partiendo de cero, puesto que mi padre era un simple trabajador; nada debo pues al ambiente, y mi éxito ha de atribuirse exclusivamente a una afortunada asociación de genes que no se dio en ninguno de mis hermanos, pues todos ellos no han pasado de ser una medianías. Por si fuera poco mi mujer es de una vulgaridad total al igual que el resto de su familia. Ya se puede imaginar usted; fue mi primera y única novia, cuando yo aún no pasaba de ser un joven inexperto y ambicioso que por no tener no tenía ni tan siquiera trabajo. Hace mucho que dejé de estar enamorado de ella, si es que alguna vez llegué a estarlo, pero me he acostumbrado a su compañía y siempre que necesito un desahogo me resulta bastante fácil encontrar una alternativa. Además, el divorcio me saldría demasiado caro. Por otro lado, mi mujer podría ser una perfecta madre para mi hijo; siempre y cuando sea mi hijo y no el suyo, puesto que no deseo que herede ninguno de sus defectos que, créame, son muy numerosos.

-Está bien; usted sabrá lo que hace. No seré yo quien le haga objeciones éticas o morales.

-Tampoco las aceptaría. Pero confiéseme una cosa. ¿Nunca se ha parado a pensar qué hubiera sido de usted de haber gozado de las oportunidades de que no dispuso? ¿Si hubiera podido evitar errores que marcaron para siempre su vida? Todos nosotros nacemos con un potencial, nuestra herencia, que dependiendo de las circunstancias en que nos desenvolvamos se podrá desarrollar en mayor o menor medida... O no desarrollarse en absoluto. ¿Se imagina qué hubiera pasado con Einstein de haber nacido éste en plena Edad Media? O precisando aún más: ¿Cuántos genios no habrá perdido la humanidad debido a que éstos se vieron inmersos en un ambiente desfavorable?

-No le falta razón, pero...

-No hay peros que valgan. Le voy a exponer mi caso particular. Como ya le he dicho, yo me tuve que desenvolver en un ambiente muy desfavorable. A pesar de ello conseguí finalmente salir a flote, pero ¿se imagina hasta dónde podría haber llegado de haber dispuesto desde el principio de los medios de los que carecía?

-Esa es una simple especulación sin la menor trascendencia práctica. En la vida no se puede volver atrás, por lo cual estos planteamientos son completamente inútiles.

-Se equivoca. Sí se puede, y yo voy a hacerlo. ¿Acaso no se ha planteado alguna vez el deseo de que sus hijos sean más que usted, que dispongan de los medios de los cuales no pudo usted gozar?

-Por supuesto que sí; eso nos ha pasado a todos. -respondió el pobre hombre volviendo a acordarse del tarambana de su hijo.

-Pues bien, yo quiero ir todavía más lejos. Quiero que mi hijo sea como yo mismo, pero que disfrute de todas las facilidades que yo no tuve. Quiero que sea, en definitiva, como a mí me hubiera gustado ser.

-Usted está loco.

-Puede que sí; pero ha habido muchos locos gloriosos en la historia, y no me desagradaría en absoluto identificarme con ellos. Mi hijo será justo como yo hubiera podido ser, y le aseguro que me encargaré personalmente de ello. Sospecho que tendré que mantener a raya a mi mujer para que no me lo malogre, pero esto es algo que se puede conseguir con un buen abrigo de visón o con un mercedes nuevo. Y ahora, si me permite, me gustaría retirarme. Espero sus noticias.

Mientras Luis Coloma abandonaba el despacho, su propietario se sumió en profundas meditaciones. La pretensión de su cliente se le antojaba cuanto menos una extravagancia y una violación innecesaria de las leyes de la naturaleza, pero... ¿Hasta qué punto no tenía razón en sus afirmaciones de que toda persona tenía legítimo derecho a perpetuarse, recurriendo para ello a todos los medios a su alcance?

Al fin y al cabo, lo que pretendía Coloma ¿no era en el fondo cierto tipo de inmortalidad? ¿Recurriría su hijo -es decir, él mismo- a una práctica similar cuando alcanzara la madurez? ¿Cuántos Luises Coloma se perpetuarían en el tiempo llamando la atención de la gente por ser el vivo retrato de su padre?

En realidad no le importaba, y le tranquilizaba saber que tanto la compañía como Coloma estarían vivamente interesados en mantener el más absoluto de los secretos. Pero a pesar de todo, suspiró, no podía evitar sentir envidia, sobre todo cuando se acordaba de sus propios hijos.


Publicado el 11-4-2008 en NGC 3660