La verdadera historia del Juicio de Salomón (II)



Vinieron por entonces al rey y se presentaron ante él dos mujeres. Dijo una de ellas:

-Escucha, mi señor. Yo moraba con esta mujer en la misma casa y allí di a luz a un niño. A los tres días dio también ella a luz un niño. Habitábamos juntas, y ningún extraño había entrado en la casa, no había allí más que las dos. El hijo de esta mujer murió una noche por haberse ella acostado sobre él; y ella, levantándose en medio de la noche, me quitó de mi lado a mi hijo, mientras dormía, y lo puso a su lado, dejando al mío a su hijo muerto. Cuando yo me levanté por la mañana para dar el pecho a mi hijo, hállele muerto; mas, mirándole atentamente a la mañana, vi que no era el que yo había parido.

La otra mujer dijo:

-No; mi hijo es el que vive; es el tuyo el que ha muerto.

Y la primera replicaba:

-No; tu hijo es el muerto, y el mío el vivo.

 Y así disputaban en presencia del rey.

Tomó entonces el rey la palabra y ordenó:

-Que se presente el verdugo.

Llegó el verdugo, armado con su hacha, y él le ordenó:

-Parte por la mitad al niño vivo y da una mitad de él a la primera y la otra mitad a la segunda.

Pero el verdugo vaciló.

-¿Por qué no obedeces mis órdenes? -le preguntó irritado el gran rey-. ¿Acaso la vida muelle te ha reblandecido hasta el extremo de no poder ejecutar ya tu trabajo? ¿O es que tú, que antaño cortaste tantas cabezas sin temblar, tienes escrúpulos de hacerlo con un indefenso chiquillo?

-No es eso, mi señor -respondió conturbado el verdugo-. Es que interpreto tu orden como el deseo de que ambas mujeres reciban dos porciones idénticas -y apreciando un gesto de asentimiento en el ceño fruncido del monarca, añadió-. Y eso no sería posible con un simple corte por la cintura, ya que a una le corresponderían la cabeza, los brazos y el torso, y a la otra el vientre y las piernas, lo que crearía un agravio comparativo entre la favorecida y la desfavorecida.

Salomón, iracundo, despidió al verdugo y mandó llamar al carnicero de la cocina de palacio. Llegó éste, portando sus cuchillos, y escuchó con atención las órdenes de su soberano.

-Corta a este niño en dos partes iguales de arriba a abajo.

Y el carnicero vaciló también.

-Señor, eso no es posible a menos que lo trocee por completo. Ten en cuenta que existen vísceras, como el corazón o el hígado, que están a un lado del cuerpo y no al contrario, por lo que no se podrían obtener dos mitades idénticas de la manera que me indicas.

Salomón, exasperado, le despidió también al tiempo que exclamaba:

-¡Será posible que no haya nadie en todo mi reino capaz de resolver este trivial problema!

Y fue entonces cuando Yahvé, apiadado de su fiel servidor, le inspiró la argucia que permitió salvar al niño y entregárselo a su madre verdadera. Lo que no relatan las crónicas es lo que les sucedió al verdugo y al carnicero por no haber sabido resolver el dilema.


Publicado el 238-12-2020