La verdadera historia de la extinción de los mamuts



El temporal duraba ya varios días, el arca se zarandeaba como una coctelera y Noé no estaba seguro de si seguía teniendo el estómago en su sitio o si lo habría expulsado por la boca en una de sus obligadas visitas a la borda, lo que le hacía lamentarse por haber aceptado el encargo de salvar a la humanidad y a toda una representación zoológica del diluvio universal.

Y sólo faltaba el inútil de Jafet trayéndole más problemas en lugar de solucionarlos él solo.

-¡Padre! ¡Padre! ¡El mamut!

-¿Qué le pasa a ese bicho? -rezongó disgustado-. ¿Ha vuelto a tener diarrea?

-No... -el muchacho estaba claramente embarazado-. Es que... no quiere saber nada con su hembra, y sin embargo no hacía más que acercarse al elefante. Y como éste no estaba por la labor, hemos tenido que separarlos para evitar que se pelearan.

-Vamos, que elegimos a uno de la acera de enfrente. Vaya tino.

-¿Y qué hacemos ahora? -insistió su hijo.

-Si te parece, lo desembarcamos y buscamos a otro que esté más por la labor de perpetuar la especie.

-Pero... eso no podemos hacerlo -protestó el muchacho, sin captar el tono irónico de su padre, al tiempo que señalaba con la mano la vastedad del agua que se extendía hasta el horizonte por todas las direcciones.

-Hijo mío, naciste idiota y lo seguirás siendo hasta que te mueras -le espetó Noé, que no precisaba ninguna ayuda para sentir como si le estuvieran taladrando la cabeza.

Y viendo que éste seguía sin reaccionar, le espetó:

-¿Qué vamos a hacer? Dejarle tranquilo y soltarlo con los demás animales cuando termine esta aventura... si es que termina algún día. ¿Se te ocurre alguna idea mejor?

-Ya, pero... si no quiere juntarse con su pareja, se extinguirá la especie...

-Evidentemente, pero ¿qué quieres que hagamos? Bastante tengo con evitar que este cascarón se vaya a pique, tener a los animales bien cuidados y alimentados evitando que unos ataquen a otros, y aguantar a los cretinos de mis hijos que en vez de ayudarme no hacen más que crearme problemas -había ido elevando la voz hasta acabar vociferando-. ¿Y encima pretendes que me preocupe por el futuro de los mamuts? Anda y que se extingan, lo único que lamento es que no lo hubieran hecho antes para no tener que cargar con ellos con lo que abultan, lo que comen y lo que... -hizo una pausa y continuó-. ¡Ya estás limpiando sus cuadras, y de paso las de los elefantes! ¡Estoy harto de aguantar la peste que sueltan!

Jafet huyó despavorido y Noé volvió a desplomarse en su lecho, preguntándose por qué razón Él no se había molestado en crear las aspirinas antes de montar el numerito del diluvio.


Publicado el 16-4-2020