Lobito Rojo y la Caperuza Feroz



Lobito Rojo era el cachorro más pequeño de la camada, y debía su apelativo a la bella tonalidad caoba de su pelaje. Esa mañana había decidido ir a visitar a su abuelita, una vieja y venerable loba, para llevarle como obsequio el gazapo que había cazado la noche anterior, su primera presa, de la cual se sentía legítimamente orgulloso.

Lobito entró en la madriguera de su abuela y, tras depositar cuidadosamente su trofeo en el suelo, procedió a saludar alegremente a la anciana, que permanecía acurrucada en el fondo del confortable cubil.

-¡Abuelita, abuelita! -y viendo el extraño objeto alargado que yacía al lado del cuerpo de la loba, exclamó:- ¡Abuelita, qué rabo más largo tienes!

-¡Es para cazarte mejor! -exclamó la falsa abuela, desprendiéndose de la piel de lobo con la que se había camuflado al tiempo que apuntaba al aterrado Lobito con la escopeta que éste había tomado ingenuamente por su rabo.

Lobito, petrificado por el pánico, se supo perdido. Había caído en una trampa de la pérfida Caperuza Feroz, la más sanguinaria cazadora de lobos de todo el país. Se decía que ni siquiera respetaba la vida de los cachorros más indefensos, con cuyas pieles gustaba de hacerse guantes y calcetines... tan sólo era cuestión de que apretara el gatillo.

Por fortuna para él, un inesperado ruido en la boca de la lobera distrajo momentáneamente a la feroz asesina, lo justo para que una sombra se abalanzara sobre ella sin darle tiempo a disparar la mortífera arma. Se trataba de Lobo Audaz, el más encarnizado enemigo de los cazadores, a los cuales se enfrentaba, con el único auxilio de sus colmillos, en defensa de la estirpe lobuna. Posiblemente en un espacio abierto no habría tenido la menor oportunidad frente a la escopeta de su enemiga, pero en el interior de la estrecha lobera, y aprovechando la momentánea distracción de su rival, se lanzó como una centella contra su cuello acabando en instantes con la detestable asesina.

Apenas se hubo repuesto del susto, Lobito manifestó su agradecimiento a su providencial salvador, el cual se limitó a recriminarle paternalmente por su peligroso descuido. Acto seguido ambos procedieron a devorar a la malvada Caperuza, reservándose para Lobito las partes más suculentas de su correosa carne. En cuanto a su horrible capa, símbolo de tantos asesinatos de inocentes lobos, ésta fue colgada de las ramas de uno de los árboles más altos del bosque para advertencia a los lobeznos imprudentes y como recuerdo perenne de su maldad.


Publicado el 13-10-2014