La verdadera historia de la Estrella de Belén (I)



Cuando nació Jesús en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, llegaron a Jerusalén unos magos de Oriente preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.

Al enterarse el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.

En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el profeta.

Entonces Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén diciéndoles: Id e informaros acerca del niño, y cuando lo hayáis encontrado avisadme para que yo también vaya a rendirle homenaje.

Después de oír al rey ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente les precedía hasta que se detuvo sobre el lugar en que estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa encontraron al niño con María, su madre, y postrándose le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron sus presentes: oro, incienso y mirra.


* * *


-Bueno, ya está todo hecho -exclamó satisfecho el humanoide-. Al fin podremos apagar el proyector láser y largarnos a casa; estoy harto de este piojoso planeta y de tener que hacer de guía a esos tipos, hay que ser poco espabilado para no poder seguir la señal a la primera, sin necesidad de tener que andar preguntando y dando vueltas tontas por ahí...

-Lo peor de todo ha sido el tiempo que nos han hecho perder con sus dichosos camellos, me exasperaba tamaña lentitud -respondió su compañero, cuyo aspecto era algo a mitad de camino entre un pulpo y un murciélago con la envergadura de un elefante-. Habríamos ganado mucho tiempo trayéndoles directamente con el rayo tractor en vez de tener que ir arrastrándonos a su paso. Menudo aburrimiento.

-Pues tú no te puedes quejar, al fin y al cabo tu apariencia te ha librado de hacer de mensajero; peor es lo mío, que tenía que colocarme ese ridículo disfraz, con las alas incluidas, cada vez que me tocaba transmitirles un mensaje... no soporto estos mundos tan primitivos en los que tienes que andar montando semejantes parafernalias para intentar que sus habitantes sigan las pautas establecidas por el Comité de Evolución, y eso cuando consigues que te hagan algo de caso.

-Esto... -le interrumpió el coloso- Me temo que todavía vas a tener que disfrazarte de ángel, ¿es así como te llaman los nativos? una vez más; mientras maniobrabas encima de la casa, los sensores que instalamos en la residencia del reyezuelo local han informado que éste se ha asustado mucho y al parecer ha decidido desembarazarse del recién nacido, por lo que tendrás que avisar a sus padres para que pongan tierra por medio lo antes posible.

-¡Otra vez! -exclamó exasperado el primero-. ¡Ya está bien, yo soy piloto, no artista de circo! Al fin y al cabo el experto en culturas primitivas eres tú, no yo, así que podrían dejarme pilotar la nave con tranquilidad.

-Tienes razón -contemporizó su interlocutor-; a mí me hubiera encantado interaccionar con estos especímenes, pero... -aquí esbozó el equivalente a una sonrisa entre los de su raza- ¿crees tú que con esta facha habría conseguido algo más que aterrorizarlos?

-Podrían haber mandado a alguien fisiológicamente similar a mí -refunfuñó el piloto, sin dar su brazo a torcer-. Si no como de xenólogo, sobre todo teniendo en cuenta que tú eres uno de los mejores, por lo menos en calidad de actor. Aquí había sitio de sobra para los tres.

-Me temo que olvidas las restricciones presupuestarias. Antes de la crisis, una misión como la nuestra habría contado con un mínimo de cuatro o cinco miembros. Ahora, por el contrario, nos tenemos que apañar sólo dos, y todavía podría haber sido peor; sé de casos de los que se ha tenido que encargar un único agente.

Y ante el silencio enfurruñado de su compañero, el gigante continuó:

-Además, quizá ni siquiera haga falta que desciendas al planeta; puesto que ya te conocen, podemos probar con la inducción telepática. Por fortuna estos seres son muy supersticiosos y tienen mucha fe en los sueños, así que habrá que esperar a que los padres se duerman para transmitirles el mensaje.

-Entonces, ¿no tendré que disfrazarme?

-No, hombre, no. Bastará con que, con ayuda del ordenador, generes una recreación virtual lo suficientemente verosímil del ángel que representante en varias ocasiones; los nativos son extremadamente crédulos, y a buen seguro que se tragarán el anzuelo.

-En este caso, ¿por qué no lo haces tú?

-Porque a mí me ha tocado otro regalito. Para facilitar la huida de nuestros protegidos he de encargarme de transmitir a los tres visitantes, también mediante un sueño, que vuelvan a sus lugares de origen dando un rodeo, evitando volver a encontrarse con el reyezuelo, Y como la cosa es urgente, porque al parecer este energúmeno está a punto de dar la orden de apresar a la criatura, lo mejor será que lo hagamos de forma simultánea. Por suerte, la nave está equipada con dos cabinas telepáticas; al menos hasta ahí no llegaron los recortes.

-Está bien, pero en cuanto terminemos nos largamos, ¿de acuerdo? Estoy deseando poder disfrutar algo de la civilización después de tener que aguantar tanta mugre. Por cierto -se interrumpió-, ¿crees que estos seres podrán acelerar su evolución gracias a nuestra ayuda?

-Sabes que a los de arriba no les gusta que dudemos de nuestras misiones, así que ni se te ocurra decírselo a nadie, y menos aún al supervisor; pero la verdad es que tengo serias dudas acerca de que esta raza pueda evolucionar en un tiempo razonable hasta alcanzar un grado mínimo de civilización. Me temo que son demasiado primitivos.

-Por lo menos, no seremos nosotros los que tengamos que comprobarlo -se consoló el humanoide-. ¿Cuánto tiempo crees que tardarán en mandar una misión de control para comprobar los resultados?

-Lo habitual es que se haga transcurridos quinientos legs... alrededor de unos dos mil años locales, lo que equivale a ochenta generaciones. Se trata de unos seres muy poco longevos -explicó.

-Pues si en quinientos legs no han conseguido civilizarse, más vale que se olviden de entrar a formar parte algún día de la Federación Galáctica -sentenció-. Pero vayamos a las cabinas; cuanto antes terminemos, mejor.


Publicado el 11-1-2016