Caperucita Publicitaria



-¡Abuelita, qué brazos más grandes tienes!

-Son para abrazarte mejor.

-¡Abuelita, qué piernas más grandes tienes!

-Son para correr mejor.

-¡Abuelita, qué orejas más grandes tienes!

-Son para oírte mejor.

-¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes!

-Son para verte mejor.

-¡Abuelita, qué dientes más blancos tienes!

-¡Porque los lavo tres veces al día con Limpiadentol! -exclamó el Lobo Feroz saltando de la cama al tiempo que abría las fauces exhibiendo su magnífica dentadura.

-¡Limpiadentol, posiblemente el mejor dentífrico del mercado! -exclamaron a dúo Caperucita y el Lobo-. ¡Úselo y olvídese de las caries, el sarro y los dientes amarillentos! ¡Limpiadentol no tiene rival!

-¡Con sabor a menta, hierbabuena, fresa, naranja y limón! -recitó Caperucita.

-¡Y para los más atrevidos, también a carne cruda! -añadió el Lobo con su grave voz de barítono.

-¡Y si usted es vegano, le encantará Limpiadentol con sabor a acelgas! -remachó la muchacha.

-¡Limpiadentol, Limpiadentol, Limpidadentol! -cantaron ambos-. Y presuma de dentadura blanca y reluciente.

-¡Corten! -gritó el director-. Media hora de descanso.

-¡Esto es una humillación! -protestaba minutos después el Lobo Feroz cuando él y Caperucita se dirigían a la cafetería a tomar un tentempié, asegurándose antes de que no hubiera oídos inoportunos en el pasillo-. ¡Yo, todo un depredador situado en la cúspide de la pirámide ecológica en multitud de países, me veo rebajado a hacer anuncios imbéciles, disfrazado además con este ridículo vestido! -concluyó señalando con desdén el traje de abuelita que todavía llevaba puesto, cofia incluida.

-¿Crees que a mí me apetece, a mis treinta tacos, hacer de niña repipi e idiota? -le respondió Caperucita-. En cuanto al vestido... te lo cambio por esta capa roja, con caperuza incluida. Pero qué quieres -suspiró-, de algo hay que comer, no están los tiempos para andarnos con melindres.

-Sí, abuelitas aunque tengan la carne más dura que el pedernal -rezongó el Lobo con mordacidad-. Me habría ido mejor quedándome en el bosque, de vez en cuando lograba pillar a alguna.

Y viendo el gesto de repulsión de su compañera, añadió:

-No te asustes, mujer, lo decía en broma... a mis años, y con el sueldo que nos pagan, tan sólo me llega para comida para mascotas -concluyó haciendo un gesto de asco-. Por lo menos mientras estamos rodando me puedo comer unos bocadillos, algo es algo.

Encogiéndose de hombros, entraron en la cafetería sentándose en una mesa a la espera de ser servidos.


Publicado el 1-10-2020