La verdadera historia de la caja de Pandora



Cuando el audaz Prometeo robó el fuego a los dioses para entregárselo a los mortales, Zeus, profundamente irritado por su osadía, decidió castigar a la humanidad por semejante sacrilegio urdiendo un taimado engaño. Para ello, encargó a Hefesto que moldeara A una mujer, Pandora, a la que los dioses dotaron de todas las cualidades de que podía disponer un humano.

Zeus entregó a Pandora a Epimeteo, el incauto hermano de Prometeo, quien la convirtió en su esposa. Como regalo de bodas Epimeteo recibió de Zeus una caja con la condición de que no la abriera bajo ningún concepto. Pero Pandora era curiosa y, deseosa de conocer su contenido, aprovechó un descuido de su esposo para abrirla.

Nunca lo hubiera hecho. La caja contenía todos los males del mundo y, apenas liberados de su encierro, comenzaron a esparcirse por el mundo. Los primeros en aparecer ¡cómo no! fueron los políticos, seguidos por los inspectores de Hacienda, las entidades bancarias, los jefes despóticos, los burócratas, los fanáticos de toda laya, los vendedores por teléfono, los programadores televisivos, los usuarios de las redes sociales, los tertulianos radiofónicos y televisivos, los periodistas deportivos, los inventores de los sistemas automáticos de atención telefónica, los vecinos cargantes, los promotores de comidas de trabajo, los cantantes de reguetón y otras músicas caribeñas, los artistas contemporáneos, los músicos dodecafónicos, los críticos de arte, cine y literatura, los directores ególatras, los poetas inescrutables, los novelistas plúmbeos, los arquitectos con ínfulas, los niños malcriados, los padres de los niños malcriados, los perros chillones, los dueños de los perros chillones, los usuarios de teléfonos móviles en los transportes públicos, los virtuosos del ruido, los parientes imbéciles, los patanes maleducados, los caraduras, los que aparcan en doble fila, los pelmazos que siempre te caen delante, los responsables de los hilos musicales de las tiendas y tantos otros especializados en amargarnos la existencia.

Una única cosa quedó encerrada en la caja cuando la espantada Pandora acertó a cerrarla: la esperanza en que algún día la humanidad pueda llegar a librarse de semejantes incordios. Lamentablemente, la esperanza sigue férreamente encerrada en el interior de la caja y no está previsto que pueda salir de ella en mucho, pero que mucho tiempo.


Publicado el 11-12-2020