La verdadera historia de Caín y Abel (II)



Conoció Adán a su mujer, que concibió y parió a Caín. Volvió a parir y tuvo a Abel, su hermano.

Fue Abel pastor, y Caín labrador. Y al cabo del tiempo hizo Caín ofrenda a Yahvé de los frutos de la tierra, y se lo hizo también Abel de los primogénitos de sus ganados, de lo mejor de ellos.

Agradóle a Yahvé la ofrenda de Abel, pero no la de Caín. Se enfureció Caín, y con engaños llevó a su hermano al campo y lo mató.

Preguntó Yahvé a Caín:

-¿Dónde está Abel, tu hermano?

Contestóle éste:

-¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?

Pero Yahvé sabía lo ocurrido ya que la voz de la sangre derramada de Abel clamaba a él desde la tierra, por lo que pidió cuentas a Caín por su muerte.

-Sí, lo maté -acabó reconociendo el fraticida-. Pero no fue un asesinato, sino un acto de justicia.

-¿Cómo osas decir eso, mísero mortal? -exclamo furioso Yahvé-. ¿Quién te dio permiso para alzar la mano contra tu hermano, que tan magníficas ofrendas me hacía a diferencia de las tuyas?

-Oh, Señor, déjame que te explique. Como sbien abes yo me hice agricultor, y mi hermano ganadero. Pero con el tiempo, y tuve mucho para meditar, llegué a la conclusión de que su actividad era impía, ya que esclavizaba y creaba sufrimiento a los animales de sus rebaños. ¡Y lo peor de todo era que los sacrificaba y hasta se los comía! Yo, por el contrario, jamás hice daño a animal alguno y sólo cultivaba los vegetales necesarios para mi sustento.

-Pero eso no justifica lo que hiciste -le recriminó Yahvé recordando el dulce sabor de las ofrendas de Abel.

-Señor, como fruto de mis reflexiones llegué a la conclusión de que no bastaba con evitar hacerles daño a los animales, era también mi deber intentar impedir que se lo hicieran los demás.

-¿Cómo los demás, mentecato, si aparte de vuestros padres sólo estábais aquí vosotros dos?

-Igual da uno que mil -respondió impertérrito Caín-. No podía consentir que mi hermano siguiera maltratando, torturando, asesinando y devorando a seres que como él y como yo tienen sentimientos y sufren con el dolor.

-¿No te habrás hecho vegano? -inquirió el Sumo Hacedor con un tono de sospecha en su voz.

-Vegano y animalista, a mucha honra -reconoció orgulloso el acusado.

-Lo cual no te impidió matar a un ser con los mismos sentimientos y sensibilidad al dolor que aquéllos a los que dices defender.

-Lo consideré un mal necesario tras fracasar en mis reiterados intentos de convencerlo para que cesara en sus crímenes. Se mofó de mí, me tildó de loco y aseguró que seguiría explotando y matando animales por mucho que yo me opusiera. Sólo con su muerte era posible acabar con sus asesinatos, razón por la que obré así en defensa de tantos seres indefensos de tu creación que, de haberle dejado hacer, habrían caído víctimas de sus sanguinarios instintos.

-Bueno, bueno -contemporizó Yahvé, que comenzaba a sentirse incómodo-. Tampoco había necesidad de tomarse las cosas tan a la tremenda. Al fin y al cabo los animales se matan y se devoran entre ellos, y se reproducen tanto que si no les pusiéramos coto crecerían en tal número que acabarían haciendo peligrar el equilibrio ecológico. Éste fue -reconoció- uno de los errores de programación que se me colaron sin darme cuenta, tendré que arreglarlo en alguna actualización del software.

-¡Pero es que Abel...! -porfió Caín viendo un resquicio al que agarrarse.

-Te entiendo, hijo, te entiendo. Sé que tu intención era buena, pero te excediste en tu celo. En base a ello no te voy a castigar aplicándote el mismo trato que tú diste a tu hermano, pero algo tendré que hacer para justificarme ante los demás; así pues, decreto que en pago a tu delito padecerás destierro perpetuo de este lugar en el que derramaste la sangre de tu hermano y vagarás errante por la tierra, pero te pondré una señal para que nadie que nadie que te encuentre se atreva a matarte.

Partió Caín a la región de Nod, al este del Edén, mientras Yahvé retornaba a su morada profundamente irritado.

-¡Será imbécil! -decía para sí-. ¡Con lo que a mí me gusta el olor de los sacrificios de los animales, y no la peste de sus cebollas chamuscadas! Menos mal que a donde le he mandado no podrá volver a las andadas, porque si llegara a convencer al resto de los humanos, y eso que todavía son pocos, con sus tonterías, apañado iba a ir yo.


Publicado el 8-1-2021