Visita extraterrestre



Tradicionalmente el estamento científico ha venido considerando siempre con extremo escepticismo todo aquello relacionado con los ovnis y con las presuntas visitas de habitantes de otros planetas. Y, justo es reconocerlo, no les faltaba razón; no tanto por la presunta violación de un buen puñado de leyes físicas, al fin y al cabo un científico del siglo XIX hubiera pensado lo mismo de llegar a conocer nuestra tecnología actual, sino por el profundo e inevitable secretismo que suele acompañar a todos estos avistamientos, sin la menor prueba fehaciente y demostrable más allá de unas películas o vídeos trucados y sin testimonios con un mínimo de garantías, siempre con unos protagonistas -la parte humana, se entiende, no la alienígena- carentes por completo de credibilidad, cuando no sospechosos, como poco, de ser unos chiflados o unos embaucadores.

Porque, claro está, a nadie le agrada sentirse engañado, y los científicos no son, evidentemente, ninguna excepción.

Pero finalmente ocurrió, quizá por vez primera en la historia, un caso incontrovertible de encuentro en la tercera fase, el cual serviría para que la humanidad pudiera constatar de modo fehaciente e irrebatible que no se encontraba sola en el cosmos.

Y es que, se mire como se mire, que un enorme disco volante de sus buenos cien metros de diámetro se pose en mitad del Central Park neoyorquino un domingo por la mañana no es, desde luego, algo que pueda pasar desapercibido.

De hecho, el parque estaba abarrotado de visitantes que disfrutaban plácidamente del tibio sol otoñal, los cuales no tuvieron la menor ocasión de huir ya que el vehículo extraterrestre había emitido previamente unos gases o radiaciones desconocidos -no se pudo determinar su naturaleza exacta- que provocaron en todos ellos una inmediata inconsciencia.

Y como además el artefacto alienígena se las apañó para anular la totalidad de la energía eléctrica -hasta las pilas de todos los relojes se agotaron al unísono- en un radio de varios kilómetros en torno a su lugar de aterrizaje, como cabe suponer cuando las fuerzas de la policía y del ejército pudieron llegar hasta la zona cero ya era demasiado tarde, habiéndose marchado el platillo volante sin que nadie se lo impidiera, ni siquiera los aviones de combate enviados precipitadamente desde las bases aéreas cercanas para interceptarlo.

Por lo demás, a poco de su partida la ciudad comenzó a recuperar una relativa tranquilidad. Pronto se pudo comprobar que el intruso no había causado más perjuicios que los inevitables daños colaterales inherentes a la brusca interrupción de la energía eléctrica, principalmente accidentes de tráfico y de otros tipos. En lo que respecta al Central Park, salvo la huella en forma de circunferencia perfecta y medio metro de profundidad que quedó marcada en mitad del parque, no hubo que lamentar víctimas humanas -al parecer sus tripulantes tuvieron mucho cuidado en no aplastar a ninguno de los yacentes, apartándolos no se sabía como de debajo de su nave antes de que ésta se posara- aunque sí numerosas caninas, ya que no mostraron el mismo interés por preservar las vidas de las mascotas. A ellas había que sumar un número indeterminado de ejemplares de la fauna autóctona del parque -principalmente palomas y estorninos-, ya que hasta las volátiles habían sido afectadas por la parálisis inducida, así como los considerables daños provocados en la flora, con un considerable número de árboles aplastados bajo la inmensa mole del ovni.

Todos aquellos que habían sido víctimas de la pérdida de consciencia provocada por el intruso fueron recuperándose poco a poco, aparentemente sin ningún tipo de trastorno. Al parecer la primera invasión extraterrestre, tal como fue calificada ésta por la prensa sensacionalista, había sido aparentemente inofensiva, por más que nadie alcanzara a adivinar las razones de tan insólita visita.

Sin embargo, éstas no tardarían mucho en saberse cuando comenzaron a llegar a la policía varias denuncias por desapariciones de gente que se encontraba en el parque en el momento en el que llegó allí el platillo volante. Tras hacer un recuento se llegó a la conclusión, posteriormente confirmada por las grabaciones de las cámaras instaladas en la zona, de que los extraterrestres, de los que tan sólo se sabía que eran aparentemente humanoides e iban encerrados en el interior de unas recias armaduras -aunque algunos opinaban que pudiera tratarse de robots-, habían procedido a secuestrar a alrededor de unas dos docenas de personas, en su mayoría jóvenes de ambos sexos, a los cuales se llevaron consigo sin que se volviera a tener la menor noticia de ellos... ni tampoco de sus captores.




EL ECO CÓSMICO
HALLADA UNA NUEVA FORMA SEMIINTELIGENTE DE VIDA


De nuestro corresponsal en Kalanpoor, Cuarto Sector.

Según se recoge en una nota de prensa publicada por el Departamento de Exobiología Exótica de la Universidad de Kalampoor, uno de los prospectores automáticos utilizados por este Departamento para la recolección de muestras biológicas en planetas deshabitados, encontró de forma inesperada una nueva forma de vida semiinteligente en un remoto sistema planetario perteneciente a la cuadrícula octava, sección quincuagésima, del Séptimo Sector Galáctico, el más alejado y menos explorado de todos.

Se da la circunstancia de que este planeta ya fue visitado hace apenas diez eetis por otra sonda similar, constatándose que entonces no existía en él el menor rastro de vida inteligente. Tras descubrir que una de las especies animales catalogadas en la visita anterior había evolucionado hasta convertirse en la dominante en todo el planeta, la inteligencia artificial de la sonda optó por aterrizar en una de sus principales colonias capturando a una serie de especímenes los cuales, conforme al proceso habitual, fueron puestos en estado de animación suspendida y traídos al Departamento con objeto de poderlos estudiar con detenimiento.

El responsable del programa mostró su sorpresa al comprobar que estos seres hubieran podido evolucionar tanto en tan reducido intervalo de tiempo, hasta desarrollar una inteligencia que, aun sin rebasar siquiera el valor uno de la escala de Xrswwqt-Ooaeeui, representa un avance notable sobre sus ancestros, algo totalmente insólito en el ámbito de las culturas primitivas. No obstante, las simulaciones realizadas extrapolando su posible evolución futura conducen, con muy poco margen de error, a la conclusión de que esta incipiente civilización carece de la estabilidad suficiente como para poder derivar hacia una cultura verdaderamente desarrollada, previéndose que, tras agotar los recursos naturales de su planeta y someterlo a una superpoblación excesiva y a unos grados de contaminación difícilmente reversibles, lo más probable es que a corto plazo acabe aniquilándose a sí misma.

De cualquier modo este descubrimiento marca un hito importante en el poco conocido campo de la investigación del origen de la inteligencia, aunque los científicos advierten que nos encontramos ante un caso único difícilmente equiparable con cualquier otro.

Ante la pregunta realizada por un representante del grupo de defensa de la vida salvaje Universo Arcoiris, el portavoz de la Universidad de Kalampoor manifestó que no se había causado el menor daño a los especímenes capturados pero que, ante la imposibilidad de devolverlos a su entorno natural, se había optado por recrear en las instalaciones universitarias un pequeño hábitat en el que éstos estarían bien tratados y podrían vivir tranquilamente hasta que llegara el momento de su desaparición por causas naturales.

Dadas las circunstancias, y de cara a evitar posibles e indeseables perturbaciones en su evolución futura, el sistema al que pertenece este planeta ha sido declarado reserva natural integral, lo que implica un aislamiento total prohibiéndose cualquier tipo de visita al mismo, incluso con instrumental completamente automático, lo que ha levantado algunas protestas entre la comunidad científica que ve así frustrado su deseo de poder estudiar mejor tan peculiar y excepcional ecosistema.

Aart Kwzjsej


Publicado el 14-10-2015