Los mercenarios de las estrellas




Los mercenarios de las estrellas, novela que completa el tomo sexto de la edición de Robel, apareció publicada inicialmente, en julio de 1971, con el número 47 de la colección La Conquista del Espacio, siendo la segunda novela publicada por Ángel Torres en esta colección tras el número 40, La amenaza del infinito -una narración ajena al ciclo del Orden Estelar- y la tercera en el palmarés del escritor gaditano, tras la anteriormente citada y Un mundo llamado Badoom, su primer bolsilibro, aparecida años atrás en Luchadores del espacio.

Los mercenarios de las estrellas resulta ser una novela interesante por varios motivos. En primer lugar, por tratarse de una de las primeras escritas por el todavía novel Ángel Torres. Y en segundo lugar, porque es la primera que fue publicada de todas las pertenecientes al Orden Estelar. Sólo por esto ya merecería la pena considerarla, pero si además consideramos que es también la que sirve de prólogo al propio ciclo del Orden Estelar con posterioridad a la época del colapso imperial, el interés por la misma lógicamente aumenta, máxime si tenemos en cuenta que durante un tiempo, hasta que se lo prohibieron taxativamente en la editorial Bruguera, Ángel Torres sí intentó escribir sus novelas de forma seriada.

La novela que nos ocupa está situada cronológicamente en un período en el que el Orden Estelar, renacido de las cenizas del extinto Imperio, comienza a estructurar un nuevo estado galáctico basado en leyes democráticas, al cual se van incorporando poco a poco los planetas independizados, muchos de los cuales han caído en la barbarie. Para estos casos, en los que una anexión sin más pudiera ser contraproducente, sus gobernantes han arbitrado un método de contacto no traumático con los nativos basado en los denominados Centros de Acercamiento, unas cabezas de puente asentadas en los propios planetas, pero aisladas de los mismos, a partir de las cuales se centralizan todas las iniciativas tendentes a promover su reincorporación al orbe. Puesto que las leyes del Orden Estelar son muy estrictas en lo referente a la interferencia en los asuntos nativos -sólo se puede intervenir en circunstancias muy concretas-, los Centros de Acercamiento se convierten en la práctica en enclaves donde multitud de aventureros y oportunistas aguardan el momento en el que las fronteras sean levantadas, con objeto de poder ser los primeros en beneficiarse de la apertura de un nuevo mundo.

La narración se sitúa en esta ocasión en el remoto planeta Nelebet, un mundo que tras el colapso imperial ha caído en la barbarie sumiéndose sus habitantes en un estado cultural equivalente al de la Edad Media. Por si fuera poco, la población del planeta está dividida en dos bandos irreconciliables cuyos respectivos señores tienen desatada una lucha a muerte entre ellos. Puesto que las armas de que disponen son simplemente blancas al haberse perdido hasta el recuerdo de las armas de fuego, ambos régulos están ansiosos por contratar a mercenarios procedentes de otros planetas, en especial si éstos disponen de armas modernas. Puesto que el planeta es rico en oro y los nativos no le dan especial valor a este metal, dinero no les falta para atraer a los aventureros de toda la galaxia...

Y éstos llegan a docenas, pero se encuentran con un problema insoluble: la frontera del Centro de Acercamiento está cerrada a cal y canto. Claro está que siempre existe algún resquicio por el que colarse... que es lo que consigue hacer el protagonista, Mat Delmont, junto con un compañero que acaba de unírsele en el Centro de Acercamiento. Una vez fuera de la jurisdicción del Orden Estelar, ambos entran en contacto con la persona encargada de reclutar a los fugitivos, la cual les propone entrar al servicio del señor de la guerra que, según él, cuenta con todas las bazas para la victoria final.

Sin embargo, los acontecimientos se desarrollan de una manera muy diferente. Repentinamente aparecen en torno suyo dos partidas de soldados pertenecientes a ambos bandos, las cuales luchan por una muchacha. Los pertenecientes al bando recomendado por el reclutador han conseguido capturar a la hija del reyezuelo enemigo, y los soldados de éste, lógicamente, intentan rescatarla. Son estos últimos los que llevan la peor parte, pero la inesperada intervención de Mat cambia completamente las tornas para despecho del reclutador que no comprende cómo el recién llegado se puede poner de parte de los perdedores... y su compañero tampoco.

Pero ya está todo hecho, así que contando con el agradecimiento del señor feudal por el rescate de su hija, marchan con ésta y con los soldados supervivientes con destino a la residencia del mismo. Éste les acoge con simpatía aunque no deja de advertirles que lleva las de perder en la guerra, principalmente a causa de que el grueso de los mercenarios -instigados en secreto por el reclutador- han tomado partido por el otro bando. Sin embargo su hija, pese a haber sido salvada por Mat, no acaba de fiarse del mercenario, sospechando que éste sabe más de lo que dice.

Y así es, en efecto. Gracias a unos antiguos documentos descubiertos por casualidad, el protagonista ha podido conocer la historia del planeta, una historia que hasta sus mismos habitantes desconocen. Colonizado durante los últimos años del Imperio, Nelebet no sólo era un planeta rico en oro, sino también en algo infinitamente más valioso, unos diamantes rojos codiciados en toda la comarca. En él se habían asentado dos compañías mineras que pugnaban por la concesión de la licencia de explotación del único yacimiento conocido de estas fabulosas gemas, pero el colapso del Imperio había impedido su legalización formal. A partir de entonces las dos compañías habían pugnado entre ellas y, lo que al principio había sido tan sólo un contencioso comercial, se había acabado transformando en una guerra abierta entre dos naciones que, ignorantes de su origen y de la riqueza que el territorio en disputa atesoraba, seguían luchando siglos después por pura inercia.

Mat no es demasiado ambicioso dadas las circunstancias, se limita a pedir como pago de sus servicios un puñado de diamantes rojos -procedentes de los tiempos del Imperio, puesto que su explotación lleva interrumpida siglos-, lo cual bastará para hacerle rico. Su anfitrión acepta aunque sin alcanzar a comprender sus motivos, y le nombra jefe de los mercenarios a sus servicio... pura escoria humana, puesto que todos los mercenarios válidos han sido desviados por el reclutador hacia el feudo de su rival.

Poco le dura la tranquilidad al protagonista, puesto que llegan alarmantes noticias acerca de un asalto de los enemigos al fuerte que custodia el territorio en disputa, una tierra de nadie neutralizada por los dos bandos ante la imposibilidad de ninguno de ellos de apoderarse de ella. Rápidamente parten las tropas del señor feudal, dividiéndose en dos columnas comandadas respectivamente por él y por Mat. La primera en llegar al fuerte es la del mercenario, que va acompañado de la hija del señor, la cual le hace arrestar temiéndose una traición... para inmediatamente después caer en una celada de sus enemigos, que se habían apoderado previamente del fuerte y ahora hacen prisioneros a sus fallidos salvadores.

El señor feudal rival se muestra exultante; tan sólo le queda derrotar a la segunda columna, todavía en camino, para hacerse con el control del disputado valle. Pero se encuentra con un inesperado obstáculo en la figura del antiguo reclutador de mercenarios, ahora a su servicio, el cual tiene sus propios planes. Sabedor, como Mat, de la riqueza que se esconde en ese territorio, le exige la cesión temporal del mismo, con la intención de explotarlo en privado beneficiándose en exclusiva de la extracción de los diamantes rojos. Aunque su interlocutor desconoce la naturaleza del subsuelo se niega a ello por una pura cuestión de dignidad, lo que provoca su asesinato por parte del traidor.

Auxiliado por los mercenarios que le son fieles el nuevo hombre fuerte neutraliza a los soldados leales del fallecido jerarca, proponiéndole a Mat un plan para engañar al señor superviviente de forma que se pueda hacer así el amo absoluto del planeta en el momento, que se prevé inminente, en el que el Orden Estelar levante la cuarentena que pesa sobre el planeta y éste se integre en la comunidad galáctica. Éste finge aceptar dado que la alternativa es ser asesinado, y parte en busca del que todavía es su señor acompañado de su amigo, no sin antes infundir ánimos a la abatida prisionera.

En realidad Mat sí se propone engañar al señor de la guerra, pero con distintos motivos que los deseados por su enemigo; de hecho, lo único que desea es salvar su vida, pero para ello tiene que fingir que ha aceptado el plan. Consigue lograr sus propósitos introduciendo al caudillo en la ratonera el cual, lógicamente, le echa en cara su traición. Pero aún le queda una baza por jugar, y ésta pasa por la llegada de los soldados del Orden Estelar una vez que Nelebet acaba de ser abierto. Así pues, aprovechando que el traidor está distraído intentando que su prisionero le firme la renuncia, en beneficio propio, al yacimiento diamantífero, se zafa de sus guardianes y organiza una pequeña refriega antes de ser apresado de nuevo. Sus posibilidades de escapar eran nulas, pero lo único que pretendía era llamar la atención de las patrullas del Orden Estelar, alentando la esperanza de que éstas detectaran los disparos de las pistolas energéticas utilizadas por los mercenarios, un arma teóricamente prohibida en el planeta.

Y los detectan, gracias a lo cual los protagonistas consiguen salvar la situación. Mientras tanto el jefe de los mercenarios ha sido neutralizado por las tropas leales del caudillo local, llegadas también atraídas por la pelea, mientras el resto de ellos a excepción de Mat y su compañero huyen a la selva ante el temor de ser encarcelados por violación de las leyes galácticas. Finalmente un destacamento de soldados del Orden Estelar aterriza en el fuerte haciéndose con el control del mismo.

Al parecer todo está solucionado; el único gobernante superviviente es reconocido como la autoridad legal de su estado, mientras uno de los oficiales de su fallecido rival asume asimismo la responsabilidad equivalente en el suyo. No obstante, hay un problema: Mat ha infringido la ley al introducirse armado en el planeta cuando éste todavía estaba cerrado, y podría ser castigado por ello. La solución, no obstante, es sencilla: el señor feudal le declara públicamente prometido de su hija, lo cual le somete a las leyes locales poniéndole a salvo de la jurisdicción galáctica. Por supuesto se trata de una mera triquiñuela consentida por los representantes locales del Orden Estelar, los cuales agradecen a Mat su participación en la resolución de la crisis; y la propia novia parece no mostrarse hostil a la iniciativa.

Luego vendrán, si resulta necesario, el divorcio y el pago con los ansiados diamantes rojos; pero Mat prefiere renunciar a todo ello y convertirse realmente en el príncipe consorte del planeta... y su prometida, también.



Publicado el 29-11-2003 en el Sitio de Ciencia Ficción