Una línea en el espacio




Esta novela, con la que se inicia el tomo 21 de Robel, es la primera de esta reedición que fue publicada originalmente fuera de las colecciones de Bruguera, ya que su primera edición fue en el número 18 de Galaxia 2000, la colección donde Ángel Torres continuó la serie del Orden Estelar una vez desaparecida Bruguera a mediados de los años ochenta. En ella volvemos a encontrarnos con los conocidos tripulantes del Satán, Joe Leonard Barbarroja, Sara, Damocles y Grosvenor; el carguero se encuentra atracado en Tabogarda, su base de operaciones, pero Barbarroja se encuentra ante una grave disyuntiva: el planeta acaba de solicitar su ingreso en el Orden Estelar, lo que no conviene en modo alguno a sus planes ya que acostumbra a moverse en el filo mismo de la hasta entonces laxa legalidad, algo que a partir de ese momento no va a ser posible. Así se lo relata el capitán a un viejo amigo, el astronauta Paneko, en un sórdido tugurio de la capital del planeta, mientras éste a su vez le relata sus desventuras: acaba de ser despedido de su empleo de navegante, y todo por informar sobre un acontecimiento inverosímil del que fue testigo presencial -le tomaron por borracho, lo cual no anda muy lejos de la realidad-, la aparición frente a su carguero de un gigantesco navío de proporciones descomunales, el cual desapareció como por ensalmo antes de que pudiera reaccionar. El lector avisado descubrirá inmediatamente a qué se refiere el autor, la montaña estelar de novelas anteriores, pero el distraído Leonard no presta la menor atención a lo que él toma por desvaríos de borracho.

Sus problemas son otros, y mucho más prosaicos. Además del ya comentado ingreso de Tabogarda en el Orden Estelar, todos sus intentos de seducir a Sara han chocado contra un muro inexpugnable, y no porque la chica sea recatada, que no lo es en absoluto, sino porque sigue guardando fidelidad a su añorado capitán Lorenzo, negándose a admitir su más que presumible muerte. Y como sigue empeñada en viajar al sector estelar donde se produjo su desaparición, Barbarroja se muestra remiso a viajar al espacio, lo que entra en conflicto con su acendrado deseo de poner tierra por medio entre el Orden Estelar y él. En resumen, se halla metido en un buen brete del que no sabe como salir.

Mientras tanto Sara campa por sus respetos. En un viaje a los poco recomendables arrabales de la ciudad se le hace de noche, lo cual puede llegar a ser peligroso para una mujer sola. Y en efecto tropieza con unos sicarios, pero éstos no la buscan a ella sino que intentan asesinar a una joven desconocida. Valiéndose de sus poderosos -e incontrolables- poderes parapsicológicos Sara salva a la chica y, al confesarle ésta que no tiene a donde ir puesto que sus enemigos vigilan su alojamiento, le ofrece cobijo en el Satán.

Una vez en la nave la desconocida, que afirma llamarse Gwela Hontur, comienza a explicarles su odisea. Originaria de la Tierra, y sabedora de la todavía secreta próxima integración de Tabogarda en el Orden Estelar, no había dudado un momento lanzarse a lo que pensaba sería una operación especulativa harto rentable: reuniendo todo su dinero, decidió invertirlo en acciones de empresas locales que presumiblemente multiplicarían su valor una vez consumada la adhesión. El plan era impecable, pero para su desgracia había tropezado con unos timadores que la habían engañado miserablemente, vendiéndole acciones de una falsa compañía de navegación que poseía la concesión de una línea regular que enlazaba Tabogarda con un asteroide deshabitado y estéril, por supuesto sin el menor valor. Arruinada como estaba, en su condición de ciudadana del Orden Estelar había acudido a la UNEX posada en el astropuerto, pero el comandante de la misma, alegando que había recibido órdenes de no interferirse en los asuntos locales hasta la llegada de los representantes diplomáticos, había rehusado auxiliarla, remitiéndole a la justicia local... algo completamente inútil, puesto que en el planeta rige una corrupción generalizada alentada por el propio gobierno. Desesperada y sin saber que hacer, había sido atacada por unos desconocidos sin saber siquiera por qué la buscaban, momento en el que había aparecido Sara de forma providencial. El resto, ya lo sabían.

Es el propio Barbarroja quien se encarga de aclararle sus dudas. Gracias a una grabación holográfica tomada por Gwela de forma accidental, descubren que su presunto estafador no es otro que Menigord Kui, hijo del dictador del planeta Altan Kui y famoso por sus negocios sucios, escandalosos incluso hasta para la laxa moral de su padre... máxime cuando éste, deseoso de que las nuevas autoridades del Orden Estelar le confirmen en su cargo vitalicio, nada desea menos en estos momentos que un escándalo de su díscolo retoño. Lo demás es fácil de deducir. Seguramente Menigord Kui estaba compinchado con el presidente de las Líneas Peterson, la compañía de navegación que había vendido a la ingenua Gwela acciones de su falsa filial, y al ver que ésta se dirigía a la UNEX se asustaron pensando que podría verse descubierto su plan, razón por la que habrían decidido asesinarla sin saber que la muchacha no había conseguido la menor ayuda del rígido oficial terrestre.

Rápidamente Barbarroja hace sus planes. Sospecha que ayudando a la muchacha a recuperar su dinero quizá podría hacer un buen negocio, así que, tras recomendarle que no abandone el Satán, puesto que los sicarios de Kui rondan en el exterior del carguero, decide empezar a tirar de los hilos. En primer lugar se entrevista con su amigo Paneko, antiguo empleado de la compañía naviera que estafara a Gwela, solicitándole que recurra a sus contactos en la empresa para proporcionarle, mediante el correspondiente soborno, cierta información que necesita. Asimismo, se entera también de que el tiranuelo del planeta ha puesto a buen recaudo a su hijo para evitar que éste frustre sus planes de perpetuarse en el poder, e incluso de convertirlo en hereditario con el visto bueno del Orden Estelar.

Acto seguido Leonard se dirige a la UNEX, solicitando una entrevista con el comandante de la misma, que no es otro que Loff Lumpell, el protagonista original de Invasor del más allá, reemplazado por Adán Villagran en la reedición de Robel. Recibido con aprensión por su anfitrión, Barbarroja no pierde el tiempo y revela al comandante todo lo que conoce de la trama, insistiendo en la ilegitimidad del gobierno local y en el peligro que corre la vida de una ciudadana suya. Lumpell se ve atrapado entre la espada y la pared, y finalmente acaba reconociendo que no sabe qué hacer sin vulnerar sus estrictas órdenes; por fortuna, el intrépido Leonard sí conoce la forma de salir todos airosos del complicado embrollo.

Contra todo pronóstico consigue convencer al dubitativo Lumpell, el cual dicho sea de paso está más que harto de tener que aguantar a los corrompidos habitantes de Tabogarda. El primer paso consiste en poner a salvo a la imprudente Gwela, la cual es trasladada en secreto a la UNEX disfrazada con un uniforme del Orden Estelar. El Satán, por su parte, se trasladará a una órbita de estacionamiento en torno al planeta fingiendo transportar en su interior a la fugitiva, y la UNEX por último se desplazará a Tagari, el yermo asteroide cuya línea regular desde Tabogarda había costado la ruina a la terrestre. Leonard, por último, desoyendo los consejos de sus compañeros decide desembarcar, ya que gracias a los informes que le ha remitido Paneko cuenta con las pruebas que demuestran que los dos Kui, padre e hijo, están compinchados con Michael Peterson, dueño de la compañía de navegación causante de todo el embrollo, y desea extorsionarles un poco... pese a lo peligroso de su juego.

Nada más poner el pie fuera de su nave es acorralado por un grupo de sicarios, pero Barbarroja se las apaña para neutralizarlos consiguiendo que éstos le conduzcan a la guarida de su enemigo, en calidad de visitante, que no de prisionero como éstos pretendían. El astronauta es llevado a presencia de Michael Peterson, al que acompaña Altan Kui, y allí con gran aplomo les comunica que el comandante del Orden Estelar está al corriente de sus intrigas, con lo cual sus planes de continuar explotando sus rentables concesiones navieras el uno, y mantenerse en el poder el otro, con posterioridad al ingreso de Tabogarda en el Orden Estelar, se han venido abajo.

Claro está que su situación, al menos en apariencia, no puede ser más delicada, dado que está en manos de sus enemigos y corre peligro, incluso, de ser asesinado; pero se había asegurado de contar con varios ases en la manga antes de meterse en la boca del lobo. Así, y con gran aplomo, les muestra sus cartas. En realidad el Orden Estelar no está interesado en Tabogarda en sí, que buen trabajo les habría de dar para limpiarlo de la podredumbre que lo corroe; simplemente, desea contar con una cabeza de puente desde la que poder controlar todo el sector. En un principio habían aceptado firmar la adhesión de Tabogarda dado que no contaban con una alternativa mejor, pero el audaz Leonard se la ha proporcionado convenciendo a Gwela para que arriende al comandante Lumpell el asteroide Tagari -es legalmente suyo, después de la estafa a la que fuera sometida-, con lo cual la presencia del Orden en el planeta ya no es necesaria.

Se trata de un golpe en la misma línea de flotación para los planes de los dos granujas, los cuales comienzan a discutir entre ellos acusándose mutuamente de haberlos echado a perder. Es entonces cuando Barbarroja lanza su órdago: el alquiler del asteroide es válido únicamente para dos meses, que es el tiempo calculado para la llegada de los delegados terrestres que harán efectiva la adhesión. A partir de esa fecha, según un documento firmado en el Satán, Leonard pasará a ser el propietario del asteroide, y en su mano estará renovar o no el alquiler del mismo o, lo que es lo mismo, que los representantes del Orden Estelar se queden en Tagari o, por el contrario, se vean obligados a firmar el pacto de adhesión con Kui. Y su voluntad tiene un precio: una cifra astronómica, pero asumible para los dos compinches.

Éstos discrepan. Mientras Kui es partidario de aceptar el trato con Leonard y recuperar la concesión tan alegremente cedida, Peterson se niega a hacer la menor concesión al astronauta. Mientras discuten, Leonard se apresura a marcharse de allí, aunque sabe que será vigilado y, con un poco de mala suerte, asesinado. Lo que él ignora es que las riendas comenzarán a írsele de las manos, de forma que poco después Kui le invita a reunirse con él a espaldas de Peterson. Desconfiando del corrupto gobernante Leonard intenta esquivarlo, pero finalmente es atrapado por sus sicarios junto con Sara, la cual desobedeciendo sus órdenes le había seguido durante su arriesgada aventura.

Ambos se encuentran prisioneros de Altan Kui, y para su sorpresa se reúne con ellos su hijo Menigord, el cual se muestra sorprendentemente afable al tiempo que les explica los planes de su padre. Será un sinvergüenza sin escrúpulos, pero también un pragmático que sabe perder y sacar partido de sus derrotas. Así pues ha aceptado su propuesta, aunque ello le ha supuesto la hostilidad de su antiguo socio, ahora convertido en su enemigo. También le informa, y esto le gusta menos a Barbarroja, de que la UNEX del comandante Lumpell ha dado media vuelta aterrizando de nuevo en Tabogarda, algo que no había sido previsto por el audaz astronauta y que podría dar al traste con su negocio.

Poco después es el propio Altan Kui quien confirma personalmente la información de su hijo, pagándole el dinero prometido a cambio de la firma de Leonard. Tan sólo les queda salir de allí -están recluidos en el palacio presidencial- y marcharse lo antes posible del planeta, pero un nuevo incidente amenaza con impedirlo: el despechado Peterson, poniendo toda la carne en el asador, intenta asaltar el refugio de su antiguo aliado, al tiempo que pone en peligro la huida de los protagonistas. Para terminar de embrollarlo todo, Lumpell decide desembarcar sus tropas de asalto en apoyo a sus propios planes, no necesariamente coincidentes con los del atribulado Barbarroja.

Finalmente Leonard y Sara, acompañados de Paneko, consiguen poner tierra por medio, pero al intentar embarcar en un trasbordador que los pudiera trasladar hasta el Satán, que continúa en órbita, son retenidos por el desconfiado Lumpell, que finalmente se ha hecho con el control del planeta utilizando como excusa la existencia de un conflicto armado en el mismo, una de las pocas fisuras en la férrea normativa del Orden Estelar. Según comunica a los protagonistas, a Peterson se le despojará de sus empresas y Kui será destituido como gobernante del planeta, que a partir de entonces pasará a estar regido por su hijo Menigord. Barbarroja y sus compañeros quedan en libertad, pero a éste le es decomisado el dinero que consiguiera de Kui dada la poco lícita procedencia del mismo.

Desplumado como un pollo, pero incapaz de defenderse frente a su poderoso rival, Leonard decide poner tierra por medio marchando con el Satán y su tripulación, a la que se ha unido Gwela, camino de otro planeta libre todavía del control del Orden Estelar, aprovechando una pequeña -pero todavía respetable- cantidad de dinero que ha podido escamotear al comandante Lumpell... o al menos eso piensa él, ya que cuando Sara se entera de que el desdichado Paneko, al cual Leonard había dejado en tierra, ha sido testigo del vuelo de la inmensa montaña estelar, le exige que se olvide de sus planes para ir a buscar al desaparecido Lorenzo en las cercanías del lugar donde fuera avistado el colosal vehículo.



Publicado el 18-4-2005 en el Sitio de Ciencia Ficción