Vinieron del futuro





Son varios los motivos por los que esta novela marca un hito importante en el desarrollo de la Saga de los Aznar. Número 42 de la colección, tal como había sido anunciado con cierta anterioridad por la Editorial Valenciana ésta sufrió un cambio radical de formato... Y de precio. Hasta ahora las novelas habían tenido un formato típico de las colecciones populares, con una encua­dernación mediocre y un tamaño pequeño. Sin embargo, a partir de este número pasaron a tener un formato mucho mayor, prácticamente de libro de bolsillo, y una presentación más cuidada a la par que una encuadernación deleznable que no soportaba una sola lectura sin romperse. Como contraparti­da el precio pasó de 18 a 50 pesetas, un incremento importante si tenemos en cuenta que se pasaba entonces por una época de gran inflación -era a finales de 1975- y que a los aficionados jóvenes nos supuso un duro esfuerzo económico seguirlas adquiriendo. La ironía estriba en que la editorial justificó el cambio en base a una presunta petición de los lectores que, sospecho, quizá no debió de tener demasiado de real; no, desde luego, en mi caso.

En lo que respecta a las portadas, se siguieron utilizando las de novelas de la primera edición, aunque el nuevo diseño obligó a que éstas fueran en mayor o menor medida retocadas a diferencia de lo anterior, que era una simple y drástica mutilación de la ilustración original cortándose todo lo necesario para eliminar las letras del título original. En este caso concreto se aprovechó la ilustración original de El hombre de ayer, novela firmada por el Profesor Hasley que apareció en su día con el número 89.

También a modo de anécdota cabe resaltar que esta novela es la primera que no fue anunciada en la contraportada del número anterior, sustituido su comentario en este caso por un anuncio genérico de la Saga de los Aznar. ¿Escribía Enguídanos sus novelas tan a destajo que, editada la anterior, aún no conocía ni siquiera el título de la siguiente? Dadas las condiciones de trabajo de estos escritores resulta bastante probable, lo que podría explicar el descenso de calidad en los argumentos de las mismas. 

Vinieron del futuro no es sino una secuela de la novela anterior, si bien con la diferencia de que en esta ocasión está relatada desde el otro lado; aquí no son los Aznar los que viajan al pasado, sino los alemanes de las postrimerías de la II Guerra Mundial los que reciben la visita de unos fabulosos seres procedentes del futuro. Éste es precisamente el acierto de la novela, ya que Enguídanos siempre se había mostrado muy superior a la hora de relatar el encuentro de nuestros contemporáneos con otros seres más evolucionados que nosotros, que creando exóticos ambientes extraterrestres, excepción hecha, claro está, de la Saga. En realidad éste es el marco en el que se desarrollan la práctica totalidad de las novelas independientes de este autor, por lo que ciertamente se podría decir que Enguídanos vuelve aquí por sus fueros aunque, forzado por los condicionantes de la colección, se vio obligado a incluir en la Saga novelas que hubieran quedado perfectamente fuera de ellas. De hecho, esta novela tiene un nivel muy digno y relata muy documentadamente los últimos días del III Reich.

Centrémonos en el argumento. Presintiendo que la familia Rudel haya podido tener problemas por culpa suya, Fidel Aznar vuelve a la Alemania del pasado un mes después de su anterior viaje, para encontrarse con que la joven de la que se enamorara se encuentra prisionera mientras su padre ha sido fusilado acusado de espionaje. Ella misma se ha librado de la ejecución debido tan sólo al hecho de encontrarse embarazada. Intentando liberarla, Fidel viaja a Berlín y entra en contacto con Edward Roerich, un oficial de las SS que se ha hecho cargo de la investigación del extraño caso. Éste, sorprendido por la visita del extraño, escucha su insólita explicación, que coincide punto por punto con las declaraciones de los dos Rudel, y le hace una ambiciosa propuesta: Liberará a la chica solamente si Fidel accede a poner su crucero al servicio del agonizante III Reich haciendo torcerse el rumbo de la guerra. Como cabe suponer, éste se niega en redondo a ello alegando que no se puede torcer el curso de la historia, tras lo cual Roerich decide reternerlo encerrándolo en un sórdido calabozo.

Puesto que los malos tratos no logran domeñar al prisionero, que recurre a su entrenamiento como monje bundo para soportarlos con estoicismo, Roerich decide pedir ayuda a los servicios de inteligencia de la Gestapo, tristemente famosos por sus expeditivos métodos. Éstos torturan, o mejor dicho, intentan torturar al prisionero sin el menor resultado, en una brillante escena que Enguídanos convierte casi en una divertida burla que tiene como colofón la entrada de Fidel en un estado cataléptico autoinducido que hace inútil cualquier intento de sonsacarle información. Frustrados sus esfuerzos los torturadores renuncian a seguirlo intentando, por lo que Roerich decide cambiar de táctica: Tras peinar los alrededores del búnker donde tienen su sede los servicios de inteligencia, sus hombres han encontrado el lugar donde Fidel Aznar había escondido una emisora de radio junto con treinta kilos de oro puro que había intentado utilizar infructuosamente como pago del rescate de Katherina Rudel. La emisora, evidentemente, está sintonizada con la radio del crucero sideral valerano, con lo cual al oficial nazi le resulta sencillo contactar con Miguel Ángel Aznar, al que comunica su decisión de ejecutar a su hermano de no acceder a sus pretensiones de poner su potencial bélico al servicio del III Reich.

Miguel Ángel Aznar, como cabe suponer, rechaza de plano sus pretensiones alegando, al igual que lo hiciera su hermano, la irreversibilidad de los hechos históricos, pero acepta mantener una entrevista con Roerich en un lugar del mar Báltico donde ha refugiado su nave. En contra de la opinión de sus superiores, que temen una celada, Roerich acepta. La entrevista se celebra, pero sin el menor resultado. Miguel Ángel Aznar está dispuesto a sacrificar a su hermano antes que atreverse a alterar el futuro. El alemán, por su parte, no tiene más remedio que reconocer en su fuero interno lo recto de la actitud de ambos hermanos. Aunque leal al gobierno nazi también es honrado intelectualmente, planteándosele escrúpulos de conciencia ante una petición de ayuda -la suya propia- que supondría, de haber sido aceptada por los visitantes del futuro, de varias grandes capitales aliadas, con el consiguiente el asesinato a sangre fría de muchos millones de inocentes. El precio para salvar el III Reich habría resultado, sin duda, intolerablemente elevado.

Pese a su fracaso, más aparente que real, Edward Roerich no se amilana. Sabe que el régimen nazi se desmorona sin remedio y tiene sus días contados, al tiempo que empieza a sentir simpatía por su prisionero. Así pues, incumple las órdenes de sus superiores y viaja al campo de concentración donde se encuentra cautiva Katherina, rescatándola antes de que lleguen a él las tropas rusas para ponerla a salvo en su refugio con la excusa de que quizá así pueda convencer a Fidel Aznar para que los ayude. En realidad sus planes son muy distintos: Sus superiores le han ordenado que ejecute al valerano ante la imposibilidad de obtener de él la menor información, pero él los desobedece aprovechándose de la confusión reinante y, mientras participa en los combates cuerpo a cuerpo que mantienen los defensores berlineses con las tropas invasoras rusas, se pone de nuevo en contacto con Miguel Ángel Aznar solicitándole que vaya a recogerlos antes del colapso definitivo del ejército alemán. Tras una huida bastante épica por las ruinas de la destrozada capital alemana, los tres fugitivos son recogidos finalmente por un aerobote del crucero valerano y puestos a salvo justo a tiempo.

El problema se plantea ahora con el futuro de los dos alemanes. Fidel Aznar les advierte, basándose en especulaciones metafísicas, que al ser desmaterializados en la karendón y quedar sus almas liberadas de sus cuerpos viajando hacia el futuro, éstas corren el riesgo de quedar atrapadas en una reencarnación posterior, por lo que a Valera tan sólo llegarían sus cadáveres. Sin embargo, tanto Roerich como Katherina Rudel deciden asumir el riesgo antes que quedar abandonados para siempre en un mundo que les resulta completamente ajeno, cuando no hostil. Ambos son, pues, desmaterializados con distinta suerte: Mientras Edward Roerich llega a Valera sin mayores problemas, el cuerpo de Katherina Rudel no consigue encontrarse de nuevo con su alma para desesperación de Fidel Aznar, que ve cómo su amada, embarazada del hijo que esperaban, aparece en forma de un inerte cadáver.

La novela es francamente buena, y la lograda ambientación de los días finales del agonizante nazismo está narrada con gran maestría por un autor que se movía con soltura dentro del tradicional género bélico. Asimismo resulta interesante la compleja evolución psicológica del antiguo oficial nazi, leal al gobierno de su país pero en modo alguno fanático, el cual pasa de intentar torturar y chantajear a los visitantes del futuro, a ayudarlos en su huida cuando todo está ya perdido, negándose a obedecer la cruel y gratuita orden de ejecutar a su prisionero. Y, una vez más, Enguídanos nos muestra su predilección por los argumentos que plantean el enfrentamiento entre la humanidad contemporánea -año arriba, año abajo- y unos poderosos visitantes llegados del más allá que no comparten nuestros instintos más sanguinarios.

En el platillo opuesto de la balanza  cabe reseñar uno de sus relativamente habituales gazapos, atribuibles en un escritor tan meticuloso como era él a la premura de tiempo con la que tenía que escribir sus novelas: Vinieron del futuro se desarrolla un mes y pico después de los acontecimientos narrados en Viajeros en el tiempo, la novela anterior cuyo argumento continúa. Teniendo en cuenta que, una vez terminados los acontecimientos narrados en ésta, nada retenía ya a los valeranos en la Tierra de 1945, ¿por qué este inexplicable retraso, providencial eso sí para Katherina Rudel y Edward Roerich? Enguídanos, claro está, no lo dice en ningún momento.



Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción