Los nuevos brujos





Tras la reedición de dos antiguas novelas de Enguídanos firmadas en su día con el seudónimo de Van S. Smith (El extraño viaje del doctor Main y Después de la hora final, números 34 y 35 respectivamente), la colección volvió por sus fueros con Los nuevos brujos, número 36, que aprovechó como siempre la ilustración de una novela de la antigua edición, Eratom 225 en este caso, número 170 y escrita por el Profesor Hasley.

En esta novela asistimos a la resurrección del viejo pueblo barpturano, aunque no sin traumas: a pesar de la aprobación del gobierno valerano, los temores han podido más que la solidaridad y ha transcurrido el tiempo sin que la máquina karendón, trasladada a Valera, haya sido activada... Y lo peor de todo es que las posibilidades de que los barpturanos sean materializados son cada vez más remotas, puesto que una violenta insurrección popular obliga a los gobernantes del planetillo a reconsiderar su decisión. Estos disturbios tienen también trágicas consecuencias para Miguel Ángel Aznar, principal promotor de la iniciativa y líder de la oposición aznarista al gobierno, puesto que una turba invade su casa asesinando a su esposa y malhiriendo a su pequeño hijo; la trágica estrella de los Aznar brilla de nuevo en el horizonte.

Sin embargo, Miguel Ángel Aznar no se arredra ante las adversidades del destino. El gobierno valerano ha decretado la devolución al circumplaneta de la máquina karendón, un mal menor ante las exigencias de quienes propugnan su destrucción, pero el ex Almirante Mayor aprovecha el caos reinante para trasladarla a un disco volante estacionado en la superficie de Valera, simbólicamente el mismo con el que se intentó dos años atrás la colonización de Atolón frustrada a última hora por la súbita epidemia desatada en el autoplaneta. Acto seguido procede por propia iniciativa a conectar la máquina apoyándose en la argucia legal de que el interior del disco volante no es legalmente territorio valerano, ya que dos años atrás fue cedido forzosamente al grupo de disidentes afines a Aznar para ser desterrados al circumplaneta y no se había revocado la orden. Y así, los barpturanos retornan de su exilio milenario.

Los miembros de este enigmático pueblo comienzan a aparecer en el interior de la maravillosa máquina. Son éstos humanos, si bien muestran notables diferencias con los valeranos, no sólo físicas -su cerebro y por lo tanto su cabeza son de mayor volumen- sino también mentales, puesto que poseen facultades parapsicológicas, desde la telepatía hasta la telecinesis. Son también radicalmente pacifistas, profesando una filosofía que les acerca al budismo. Y, aunque ya Izrail había desentrañado ya bastantes de los enigmas que rodeaban al circumplaneta, éstos explican los restantes a los valeranos. Efectivamente ellos fueron los constructores de Atolón, agobiados por una presión demográfica que amenazaba con agotar los recursos de su primitivo planeta; durante el largo proceso de creación del circumplaneta, que había durado nada menos que un millón de años, aprovecharon para recorrer el universo sembrando la semilla de la humanidad por diferentes sistemas estelares: la Tierra, Nahum, Redención... Pero una vez concluida su magna obra se encontraron con un problema no previsto, una alarmante disminución de su fertilidad que amenazaba con provocar a medio plazo la extinción de su raza. Por si fuera poco, una mutación espontánea había provocado el surgimiento de las peligrosas mantis, que habían acabado acorralando a los supervivientes de la antigua raza hasta que éstos, como medida heroica, habían decidido desmaterializarse en la karendón. El resto ya lo conocían los valeranos.

Los barpturanos se muestran agradecidos hacia Miguel Ángel Aznar y sus amigos, pero enterados del conflicto desatado en Valera por su causa expresan su voluntad de no perjudicar a sus salvadores. Tan sólo desean retornar al circumplaneta, pero para evitar su extinción necesitan la aportación del material genético de los valeranos; no desean un mestizaje entre ambas razas que consideran potencialmente perjudicial, sino solamente genes jóvenes que puedan servir para rejuvenecer los suyos ya desgastados. Claro está que existe el grave problema de las mantis, que casi acabaron con ellos hace más de veinte mil años y resultan ser completamente refractarias a cualquier intento de entendimiento, pero confían en poder encontrar algún rincón del inmenso astro donde puedan escapar del acoso de los feroces insectos dado que, conforme a sus creencias, se niegan rotundamente a combatirlas.

Por desgracia, esta cuestión no se plantea nada fácil. El presidente de la república valerana, enterado del desafuero cometido por Miguel Ángel Aznar, reclama a éste echándole en cara su osadía. Sin embargo, el ex Almirante Mayor logra convencerlo finalmente de la bondad de su estrategia, argumentando que los beneficios para los valeranos pueden ser muy superiores a los hipotéticos perjuicios; los barpturanos no muestran el menor interés en Valera, tan sólo desean retornar al circumplaneta y conseguir el material genético necesario para evitar su extinción, y a cambio los valeranos dispondrían de los inmensos beneficios de la karendón, una máquina capaz de reproducir cualquier cosa, desde alimentos a un crucero espacial, lo cual, teniendo en cuenta la gran carestía por la que atraviesa el planetillo a consecuencia de una descabellada política populista desarrollada a lo largo de casi tres siglos, no es precisamente algo baladí. Así pues, Miguel Ángel Aznar logra finalmente la autorización para trasladar al disco volante Isla de Cuba al circumplaneta procediendo a la materialización total del pueblo barpturano.

No obstante, existe un inconveniente. El circumplaneta está infestado por las mantis, y los barpturanos se niegan en redondo a combatir a estos feroces insectos que fueron los culpables del ocaso de su civilización. Así pues, tienen que ser los propios valeranos, con Miguel Ángel Aznar al mando de una pequeña flota de doscientos cruceros siderales, quienes se encarguen del trabajo sucio de limpiar de enemigos un continente para que los barpturanos puedan asentarse en él sin problemas.

Otra cuestión importante es la situación personal de Miguel Ángel Aznar; viudo de su primera esposa valerana y padre de un niño de corta edad -Miguel Ángel Aznar Bogani, llamado a desempeñar un importante papel en posteriores episodios de la Saga- el ex Almirante Mayor contrae segundas nupcias con Yawna, una joven barpturana nieta del líder supremo de su pueblo, unión de la que nacerá Fidel, un mestizo de ambas razas. Ambos hermanos llevarán más adelante el peso de la Saga, en un contrapunto que resulta ser uno de los más afortunados hallazgos de Pascual Enguídanos en la continuación de la misma.

Los nuevos brujos es una novela interesante, y no sólo por la acción en sí sino por el trasfondo social que rezuma. Así, Pascual Enguídanos plantea en ella una profunda crisis de la utopía social comunista que, prácticamente desde el principio de la Saga, había resultado ser la espina dorsal de la misma. Este sistema, teóricamente perfecto, ha dejado ya de funcionar de modo que la población valerana arrastra una vida lastrada de penurias añorando la perdida prosperidad de la dorada época de los grandes Superalmirantes... Porque ahora, con la democracia, las cosas no pueden ir peor; curiosamente, esta situación de decadencia social y económica recuerda vivamente a la situación a la que se vieron abocados los países del antiguo bloque comunista tras la caída del Muro de Berlín en 1989, nada menos que catorce años después de escrita la novela. Sin embargo, conviene advertir que Enguídanos, que afirmaba esto en el verano de 1975, en vísperas ya de las profundas transformaciones políticas que iba a experimentar España tras la muerte de Franco, no arremete contra la democracia tal como podría interpretar un lector despistado o bien interesado, sino contra el oportunismo de unos políticos que no dudan en subordinar mezquinamente los intereses generales a los suyos propios... Lo cual, casi treinta años después, no podía resultar más profético.

Otra cuestión curiosa es la de comprobar lo difícil que resulta predecir los avances tecnológicos del futuro, una limitación de la que no se han librado ni siquiera los autores de ciencia ficción más consagrados a nivel internacional. Así, al describir la karendón, uno de los mayores hallazgos de Enguídanos que a partir de ahora se va a convertir además en la piedra clave de la nueva sociedad valerana, el autor recurre lógicamente a la tecnología de mediados de los años setenta para describir el sistema de almacenamiento de información de la misma... Nada menos que mediante el obsoleto sistema de las fichas perforadas, convertidas en esta ocasión en cintas de oro. Claro está que a ver quien hubiera sido capaz, en los albores de la informática moderna, de predecir los avances tecnológicos en esta rama no ya dentro de varios miles de años, sino tan sólo veinticinco años más tarde, cuando incluso el propio Asimov dotaba a los personajes de sus relatos de reglas de cálculo ignorante de que no mucho después aparecerían las primeras calculadoras.



Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción