¡Luz sólida!





Con esta novela inició Enguídanos una nueva serie de tres1 la cual, a mi modo de ver, supone una de las partes más interesantes de toda la Saga, tanto en lo que respecta al argumento como a la calidad literaria de las novelas, sensiblemente superior a la de las primeras obras de este escritor, todas ellas mucho más ingenuas. Además, y dentro de las limitaciones impuestas por las directrices de la colección, Enguídanos consiguió aquí huir en gran medida de los tópicos habituales en estas colecciones populares, lo que supone también un notable acierto.

Otro aspecto a tener en cuenta es el hecho de que en la primera edición transcurrieron nada menos que treinta y cinco títulos entre La Bestia capitula y ¡Luz sólida!, lo que supone que, dada la periodicidad quincenal de la colección, pasaría cerca de año y medio antes de que Enguídanos decidiera retomar la Saga. Mientras tanto no por ello estaría inactivo, ya que en este intervalo de tiempo publicó un total de once novelas no relacionadas con la Saga de los Aznar, incluyendo las notables series de Más allá del Sol (cinco títulos) y de Heredó un mundo (tres títulos), junto con varias novelas independientes.

Pero Enguídanos volvió finalmente por sus fueros, y lo hizo por la puerta grande. Así, él que tan remiso se mostraba a crear nuevas civilizaciones galácticas resucitando una y otra vez a los antiguos enemigos de la humanidad, crea ahora a los sadritas, sin ninguna duda los más originales de todos sus alienígenas. Y él, que había creado toda una teoría de las guerras interplanetarias, la desarbola completamente merced al nuevo descubrimiento de la luz sólida.

Pero veamos con más detenimiento en que consisten estas dos revolucionarias innovaciones. Los sadritas, también llamados hombres de titanio, son unos pequeños pulpos que utilizan para desplazarse unas armaduras humanoides en cuyas cabezas se alojan, compensando lo endeble de su constitución física con lo endiablado de su creatividad, que llegará a poner en jaque a los terrestres como ningún otro enemigo anterior lo hubiera podido hacer. Curiosamente la descripción de estos pintorescos seres la toma el autor de una novela suya anterior, “Ellos” están aquí, número 81 de la colección, y lo mismo ocurre con su nueva aportación a la panoplia de armas de la Saga de los Aznar, la luz sólida.

También resulta curioso que Enguídanos, que ya había imaginado una humanidad de silicio, atribuya ahora al titanio la responsabilidad de ser el soporte biológico de estos seres, a pesar de que este metal carece por completo de la capacidad de crear las cadenas moleculares que son imprescindibles para constituirse en la base de una bioquímica exótica. No obstante, se da la circunstancia de que el titanio presenta la misma valencia, es decir, el número de enlaces con los que un átomo se puede enlazar con los vecinos, que el carbono y el silicio, cuatro concretamente, razón por la que en las tablas periódicas antiguas -no así en las actuales- aparecía junto a ellos pese a pertenecer a una familia química completamente distinta.

Entra pues, dentro de lo posible que Enguídanos viera una de estas antiguas tablas periódicas  y se confundiera con esta vecindad atribuyendo al titanio unas propiedades químicas que no posee en modo alguno; pero ahí está, como una originalidad más que no he encontrado en todo el ámbito de la ciencia ficción, nacional o internacional, a excepción de este caso.

En cuanto a la luz sólida, Enguídanos la describe de una manera muy parecida a ciertos tipos de láseres existentes en la actualidad, lo cual es un hallazgo notable dado que en el momento de la aparición de esta novela (mediados de los años cincuenta) el láser no había sido inventado aún. Al contrario que los antiguos rayos Z la luz sólida no desintegra, sino que perfora todo cuanto se interpone en su camino... incluida la dedona, la hasta ahora indestructible defensa de los buques siderales. La luz sólida no es un descubrimiento de los terrestres sino de los sadritas, lo que originará toda una serie de importantes quebraderos de cabeza a los primeros.

Vayamos ahora con el argumento. En una base de Oberón, uno de los satélites de Urano, el joven Miguel Ángel Aznar Schmidt, hijo del legendario superalmirante y de su esposa Otis Schmidt, vive plácidamente su existencia añorando la vida llena de aventuras de su padre. La vida en el sistema solar es muy fácil y cómoda, pero también tremendamente aburrida, piensa. Pero no tardarán los hechos en venir a modificar la situación.

Descubierta una importante flota de autoplanetas desconocidos que se dirigen hacia Urano, la guarnición de este planeta sale al espacio dispuesta a interceptarlos librando, si es necesario, batalla. De acuerdo con las técnicas clásicas de combate los navíos terrestres lanzan una densa nube de torpedos, mientras los todavía desconocidos enemigos (los sadritas) envían a su encuentro un numeroso grupo de pequeñas astronaves en forma de herradura, los omegas. La superioridad numérica está de parte de los terrestres, pero los omegas ponen en juego unos extraños proyectores (luego se sabrá que son de luz sólida) que destruyen limpiamente los torpedos y organizan a continuación una auténtica escabechina en la orgullosa flota terrestre.

Completamente derrotados y con las naves supervivientes perforadas por los rayos desconocidos, los terrestres se retiran con el rabo entre las piernas mientras los sadritas pueden así desembarcar tranquilamente en el abandonado Urano. Poco después los sadritas enviarán a la Tierra una embajada por la que anuncian sus propósitos de colonizar Urano, completamente inhabitable para el hombre, al tiempo que reiteran sus deseos de convivir en paz con los humanos dado que este planeta era completamente inhabitable para éstos.

Los gobiernos de la Tierra, Marte y Venus, completamente impotentes frente al invasor, se ven obligados a aceptar los hechos consumados, lo que no quiere decir que se resignen en absoluto a una situación tan incómoda como potencialmente peligrosa. El estudio de unos cadáveres alienígenas encontrados entre los restos de varios omegas derribados al enemigo no hace sino causar una gran sorpresa entre los científicos terrestres. Estos seres son unos pequeños pulpos cuyo metabolismo está basado en el titanio y no en el carbono, lo que hace dudar de que se trate realmente de una raza lo suficientemente inteligente como para poder haber desarrollado una tecnología más avanzada incluso que la terrestre. Por otro lado los embajadores sadritas iban cobijados en unas armaduras antropomorfas y, aunque no resultó posible descubrir su verdadero aspecto, son muy pocos los que creen que esos pequeños pulpos pudieran ser en realidad los ocupantes de las mismas.

Pero lo que más preocupa a los estrategas es la existencia de esos misteriosos proyectores de luz sólida, ante los cuales todos los blindajes de la poderosa armada espacial de los tres planetas confederados (Venus, la Tierra y Marte) resultan vulnerables, lo que pone en serio peligro, tal como se demostró en la batalla sideral de Urano, la seguridad de sus habitantes al no existir la menor defensa ante ella.

Y como además la ciencia terrestre se ha mostrado incapaz de reproducir esta tecnología, la única solución posible será la de intentar robársela a los sadritas. Así pues, después de muchas dudas y discusiones, el gobierno terrestre decidirá enviar una misión de comandos a Urano con el objetivo de conseguir algún proyector de la ambicionada luz sólida.

El responsable del comando será Miguel Ángel Aznar hijo, ansioso de aventuras con las que poder emular a su famoso padre, y le acompañará también, como piloto, la joven oficial Sofía Medina, requerida para esta misión a causa de que fue ella la que condujo a la Tierra a la misión diplomática sadrita, por lo que es una de las mejores conocedoras de esta enigmática raza dentro de lo poco que los humanos saben de ella. El ingeniero Adolfo Ferrer, diseñador de unas armaduras que imitan a las sadritas y con las que intentarán pasar desapercibidos en territorio enemigo, así como un reducido número de soldados, completarán el comando.

Tras esquivar los controles sadritas Sofía Medina logra aterrizar sin contratiempos en Urano, un astro que Enguídanos describe como en formación y al que los sadritas han comenzado a adaptar para sus particulares necesidades de habitabilidad. Tras camuflar la nave en una grieta del terreno, todos los miembros del comando excepto Sofía Medina, que se quedará en ella, parten camino de una cercana estación meteorológica a la que suponen poco vigilada. Enfundados en sus armaduras camufladas comienzan a curiosear entre el material almacenado en busca de algo que pueda parecerse a un proyector de luz sólida, sin resultado, hasta que accidentalmente tropiezan con un centinela sadrita, el cual descubre su verdadera naturaleza y comienza a luchar con ellos. No sin esfuerzos y tras sufrir la baja de uno de los soldados Miguel Ángel Aznar consigue matar al sadrita con su propia arma, la cual previamente le ha arrebatado, tras lo cual ordena a sus hombres que destruyan el campamento enemigo.

La novela termina con su retorno al escondite de la astronave, con la pistola de luz sólida arrebatada al sadrita como trofeo, tras lo cual tan sólo les quedará huir de Urano evitando ser interceptados por los hombres de titanio.




1 En realidad son cinco las novelas de la Saga que Enguídanos publicó seguidas, pero las dos últimas, como se verá más adelante, pertenecen ya a otra serie distinta.


Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 14-4-2013