El ejército fantasma





Hace esta novela el número 45 de la colección, y toma su ilustración de La ruta perdida, de Karel Sterling, que hizo el número 146 de la antigua colección. Sirve esta novela de colofón a la aventura de Uhlán, y la verdad es que no añade nada realmente nuevo con respecto a la anterior ya que continúa describiendo la guerra entre Valera y Ankor, guerra que como cabe suponer se saldará finalmente con la victoria de los primeros.

El interés de la novela radica en el hecho de que la guerra está vista ahora desde el otro lado, es decir, desde la óptica de varios ankoranos disidentes con la dictadura, pero amantes de su país. De hecho Enguídanos, que siempre se ha lamentado de verse obligado a incluir, antes de cada novela, un resumen de las anteriores, aprovecha esta circunstancia para volver a relatar a los lectores la misma historia desde el principio, tal como la hubiera vivido un ankorano. Y el experimento funciona, pese a conocerse los acontecimientos. Resulta interesante asimismo comprobar cómo Enguídanos se explaya aquí criticando sin tapujos de ningún tipo las dictaduras totalitarias... En una España en la que apenas hacía tres meses que había fallecido Franco. Cierto es que, ya en los años cincuenta, había hecho lo propio con el imperio nahumita y con su análogo de la serie de Más allá del Sol; pero ahora, cuando la democracia aún no había comenzado a instaurarse siquiera en España, Enguídanos rompía una decidida lanza en favor de la libertad.

Ciertamente no se puede decir que el autor se ande con tapujos, ya que el régimen dictatorial ankorano, dibujado a grandes rasgos en las novelas anteriores, es descrito aquí con todo lujo de detalles sin que en ningún momento muestre Enguídanos la menor simpatía por el mismo: Se trata de una dictadura personal e implacable con evidentes resabios nazis y el añadido de un imperialismo feroz sobre el resto del planeta que ha acabado expoliando todos los recursos naturales de éste. Hasta aquí nada hay de original respecto a ejemplos históricos conocidos, o a los anteriores imperios malignos descritos en la obra de nuestro escritor; pero a todo ello hay que añadirle el toque tecnológico de las máquinas psi, utilizadas sin ningún tipo de escrúpulos para manipular las mentes de los ankoranos convirtiéndolos en unos dóciles súbditos del Lassyn, nombre que da Enguídanos al dictador ankorano. Se trata, pues, de la dictadura perfecta, ya que toda disidencia es prácticamente imposible dado el condicionamiento mental de los ankoranos o, en el improbable caso de que éste fallara, un auténtico lavado de cerebro con la diabólica máquina psi.

El protagonista principal de la novela es Hango Noda, un joven y brillante científico ankorano enviado por su gobierno a Valera con objeto de investigar a la todavía misteriosa civilización que lo había habitado. Hango descubre un buen puñado de cintas vetatom , así como varias karendón aparentemente en buen estado, trasladando todo ello a Uhlán. Consigue poner en marcha una de ellas y, para su asombro, comienzan a salir valeranos de la máquina; se trata de los cuatro millones y pico que los ankoranos utilizarán más tarde como rehenes. Mientras tanto, los valeranos recuperan Valera y huyen con el autoplaneta alejándose de Uhlán.

A partir de entonces Hango Noda se convierte en el principal responsable de la investigación ankorana sobre las máquinas karendón y sobre la civilización valerana. Tras interrogar a varios prisioneros gracias a la máquina psi, recibe el complicado encargo de fabricar una karendón utilizando la tecnología de su país. La tarea es compleja y requiere el auxilio de varios científicos valeranos conminados a colaborar con él de mejor o peor grado, pero finalmente se ve coronada por el éxito y en unos antiguos astilleros consigue terminar una gran karendón grada completamente operativa. Mientras tanto, tiene lugar el retorno de Valera y la batalla sideral en la cual los nuevos y eficaces trompos consiguen burlar a los poderosos cruceros robados a los valeranos.

Aunque el lector conoce perfectamente el futuro desarrollo de los acontecimientos, no por ello la narración pierde interés. Hango Noda ha terminado su labor y hace una visita a la karendón con objeto de despedirse de sus compañeros y amigos, descubriendo con horror que ésta es utilizada para deshacerse de los ahora innecesarios trabajadores extranjeros. Hango Noda es uno de los escasos disidentes al régimen, ya que su mente ha conseguido mantenerse libre de la influencia maligna de la máquina psi, pero hasta ahora ha sido lo suficientemente inteligente para ocultarlo evitando el implacable e irreversible condicionamiento mental al que se vería abocado de manifestar su oposición a la tiranía política. Sin embargo, tanto su conocimiento de la sociedad valerana -ha convivido durante varios meses con los científicos que le ayudaron a construir la karendón- como la crueldad de sus congéneres con los trabajadores extranjeros podrán finalmente más que su prudencia. Por suerte para él, la confusión del momento -es por entonces cuando los valeranos asaltan la ciudad, rescatando a los rehenes y destruyendo la karendón recién terminada- le libra de la catástrofe. Además el gobierno ankorano le necesita: Perdida la karendón resulta perentorio construir otras nuevas todavía más poderosas, capaces de materializar incluso cruceros espaciales, ya que los valeranos han comenzado a dar señales de vida promoviendo acciones subversivas por todo el planeta y se barrunta una guerra total entre ambas civilizaciones.

Mientras tanto, los valeranos no permanecen ociosos. Su plan consiste en lanzar ataques subversivos, utilizando como comandos a los ex-prisioneros liberados, no en Ankor, sino en sus países satélites. Una vez desestabilizados éstos, especulan los estrategas valeranos, Ankor se verá obligado a intervenir directamente en ellos, dispersando sus fuerzas y debilitando su poder; pero no cuentan con el maquiavelismo del líder ankorano, que no duda en destruir con un ataque nuclear la capital de uno de sus estados vasallos, que había sido capturada por la guerrilla insurgente. Los muertos se cuentan por millones, y tamaña brutalidad altera inevitablemente los planes forzando a Valera a intervenir directamente en el propio Ankor. Son varios los objetivos destinados a ser neutralizados o destruidos, y uno de ellos es el propio Hango Noda como responsable máximo que es del programa ankorano de construcción de nuevas karendones. Lo que ignoran es que éste está en contra de los planes de su gobierno y, lejos de cooperar, aprovecha su alto cargo para boicotear el proyecto cuanto puede, retrasándolo al máximo sabedor como es de que el tiempo juega a favor de Valera.

Por suerte para él la propia Lauda Conak, antigua amiga suya con la que incluso llegó a mantener una relación afectiva, solicita personalmente a Miguel Ángel Aznar que le permita entrevistarse con él con objeto de sondear sus intenciones antes de proceder a su secuestro o, incluso, a su asesinato. En realidad Lauda es víctima de severos remordimientos de conciencia, pues teme estar traicionando a su país independientemente de que aborrezca a la tiránica dictadura que lo gobierna. Pero es el propio Hango el que la convence de lo recto de su proceder, puesto que estima que cooperar con los valeranos será la mejor manera de ayudar a la nación ankorana. Disipadas sus dudas, ambos proceden a desplazarse a Valera con objeto de coordinar la campaña propagandística que va a desarrollar el alto mando del autoplaneta.

Simultáneamente a estos acontecimientos los valeranos desatan un nuevo ataque contra la propia capital de Ankor, produciendo graves daños y aniquilando al propio dictador. La muerte del tirano provoca la anarquía al desatarse las luchas intestinas entre los aspirantes a sucederlo, pero esto no es lo que conviene a Valera, sino un gobierno democrático que acabe con tan aberrante situación. Para ello cuentan con un grupo cada vez mayor de exiliados afines a sus ideas, con los cuales organizan un ejército de pacificación que tendrá la misión de organizar la delicada transición política... Y, huelga decirlo, Hango Noda está destinado a ser uno de sus miembros claves. Por si fuera poco, y a modo de puntilla, los valeranos aniquilan a la flota ankorana en una trepidante batalla sideral mediante el uso de otra nueva arma, los torpedos de antimateria, ocupando inmediatamente después la propia capital.

El final, como cabe suponer, será feliz. Instaurando un gobierno amigo y democrático cuyo primer ministro es el propio Hango Noda, aprovechando las técnicas de inducción directa al cerebro, es decir, las máquinas psi, que habían sido utilizadas por el derrocado gobierno ankorano para­ domesticar a sus súbditos, los valeranos desprogramarán a los habitantes de Ankor permitiéndoles ser libres y pensar por ellos mismos. Puesto que las ventajas de la karendón hacen innecesaria la explotación de los países vasallos, éstos también son liberados, en el convencimiento de que ya nadie padecerá penalidades de ningún tipo en todo Uhlán. Los valeranos recobran a sus rehenes, y Hango Noda contrae matrimonio con Lauda Conak, convencida por Miguel Ángel Aznar de lo inviable de una relación amorosa entre ella y el caudillo valerano. Hecho esto, Valera se hundirá una vez más en las profundidades del espacio en busca de nuevas aventuras.



Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción