Contra el imperio de Nahum





Comienza esta novela, número 35 de la colección en su primera edición y 17 en la segunda, en esta ocasión sin diferencias relevantes entre ambas versiones, con la conclusión del episodio de las aventuras flashgordonianas -discúlpeseme el neologismo- que transcurren en el seno de los mares de Oceán. Tras haber reagrupado sus magras fuerzas, Miguel Ángel Aznar viaja hasta la capital de los oceánides cumpliendo la promesa que hiciera a la princesa Ondina, aunque sus intenciones no son otras, mal que le pese a la enamorada muchacha, que las de solicitar a su padre una alianza contra el enemigo común nahumita, tal como intentara hacer con los desaparecidos ibajay. En especial, tiene un gran interés en conseguir la tecnología que permite la construcción del Rayo Azul y del imprescindible antídoto contra sus efectos, algo imprescindible para abordar con garantías de éxito su plan de reconquista de Valera.

Aunque Miguel Ángel Aznar y sus compañeros son cálidamente recibidos por Ondina y el rey Tritón, pronto descubre que cuentan con un poderoso enemigo, el duque Cloris, sobrino del rey -en realidad sólo regente-, prometido de Ondina y futuro monarca de los oceánides una vez que la boda entre ambos haya tenido lugar. El duque sabe que su prima la princesa no le ama, y ha descubierto con alarma que ésta está enamorada del advenedizo extranjero lo cual le ha convertido en su enemigo acérrimo pese a que Miguel Ángel Aznar no ha dado a Ondina la más mínima esperanza, dado que continúa guardando la memoria de la fallecida Ángela Balmer.

En el transcurso de una tensa discusión el rey Tritón, partidario de la alianza con los valeranos puesto que su pueblo desea retornar a Bagoah, su planeta natal, para lo cual sería preciso derrotar previamente a los nahumitas, se enfrenta a Cloris, el cual muestra un rechazo total a cualquier alteración de un status quo que, tras la desaparición de los ibajay, les garantiza una existencia tranquila en Oceán pero sin poder retornar a vivir en tierra firme. Aunque la decisión final estará en manos del consejo de ministros, cuando Cloris abandona la reunión de forma airada tanto Tritón como Ondina muestran a Miguel Ángel Aznar su profunda preocupación por los futuros acontecimientos, ya que con el inminente acceso a la mayoría de edad Cloris asumirá el trono oceánide dándose por concluida la regencia de su tío, razón por la que es de prever que una mayoría de los consejeros apoyen a éste en contra de Tritón.

Apenas unas horas después los peores temores de sus anfitriones se ven confirmados. Ondina visita de nuevo a los valeranos para instarles a que abandonen la ciudad de forma inmediata. Cloris acaba de dar un golpe de estado destronando a su tío y proclamándose rey, y es cuestión de minutos que mande tropas a prenderlos. Ante la protesta de Miguel Ángel Aznar afirmando que nada malo han hecho a los oceánides, y que si éstos no aceptan la alianza se irán por donde han venido, Ondina confiesa su amor al joven diciendo que se trata de suficiente motivo como para que Cloris no le deje marchar jamás, temiendo incluso por su vida.

Puesto que el tiempo apremia la delegación valerana, acompañada por Ondina -que pese a las sinceras afirmaciones de Miguel Ángel Aznar de que no la ama se empeña en compartir su incierto destino- y un pequeño séquito de oceánides leales a la princesa, huye de forma precipitada con sus perseguidores pisándoles los talones. Tras una accidentada fuga consiguen ponerse a salvo en su buque y lanzar éste a mar abierto; a partir de ahora Miguel Ángel Aznar tendrá que contar con sus propios medios para afrontar la desigual lucha contra los poderosos nahumitas, pero lo peor de todo es que no sabe que hacer con la voluntariosa princesa.

Ésta, sin embargo, le muestra los ases que guarda en la manga. En su pequeño séquito, además de un par de hábiles cirujanos -ella, al igual que su padre, sigue empeñada en que su pueblo pueda volver a su planeta de origen, para lo cual precisarán revertir la operación quirúrgica gracias a la cual son capaces de respirar bajo el agua-, ha venido un científico, el profesor Campión, experto en electrónica y capaz de asesorarles en todo lo relativo al temido Rayo Azul, lo cual sin duda les resultará extremadamente útil para sus planes.

En cualquier caso, Miguel Ángel Aznar y los miembros de su pequeño estado mayor deciden seguir adelante con sus planes. Éstos son sencillos: se trata de atacar el remoto planeta Ragún, lugar en el que está asentado el proyector del Rayo Azul que tantos disgustos les ha dado, con su pequeña flota de ocho mil buques, aprovechando que los confiados nahumitas no lo tienen especialmente protegido. No obstante tendrán que enfrentarse a una guarnición que les dobla en número de navíos, razón que convierte en incierto el resultado de la batalla.

Por fortuna, y pese a su inferioridad numérica, los valeranos cuentan con dos ventajas, la tecnológica -sus buques son mejores que los del enemigo- y la táctica, las cuales les permiten alzarse con la victoria. Una vez conquistado Ragún y dueños los valeranos del valioso proyector, mientras un destacamento de sus tropas auxiliado por el profesor Campión se queda al cargo del mismo, el grueso de la flota parte hacia Valera con la intención de que, una vez hayan llegado a las proximidades del planetillo, el Rayo Azul se dispare una vez más contra éste, pero en esta ocasión bajo el control de los legítimos propietarios del autoplaneta. Se trata de una carrera contrarreloj ya que sin duda los nahumitas enviarán una flota a reconquistar Ragún lo más rápido que puedan, razón por la que urge llegar a Valera antes de que sus enemigos se puedan recobrar del golpe recibido.

Camino a Valera una nueva fatalidad parece interponerse en su camino cuando descubren que una flota mucho más numerosa que la suya -20.000 navíos entre acorazados y cruceros- ha partido del planetillo interponiéndose en su camino. A la desesperación inicial le reemplaza la alegría cuando descubren que se trata de buques valeranos, probablemente otra remesa de naves pilotadas por control remoto repletas de prisioneros, y enviadas con destino a los planetas habitados de Nahum. La fortuna sonríe de nuevo al joven Aznar ya que, al igual que hiciera con sus 8.000 buques, también planea apoderarse de este importante refuerzo; bastará con que la emisora que los maneja se apague siquiera durante unos instantes, y el Rayo Azul está a punto de robar toda la electricidad a Valera...

La maniobra se realiza con éxito, y pronto Miguel Ángel Aznar ve incrementadas sus fuerzas con esos 20.000 magníficos navíos y con los cuatro millones y medio de valeranos rescatados, entre ellos, para alegría suya, su propia madre. Por boca de los ex-cautivos sabe que se trata de los últimos prisioneros evacuados del autoplaneta, algo que tranquiliza su conciencia puesto que el plan trazado para reconquistar Valera pasa por volar las esclusas que aíslan el interior de la inhóspita superficie exterior, privando de aire a las tropas invasoras al tiempo que permite la entrada de los buques leales.

Claro está que el principal problema lo constituirá la imponente guarnición enemiga -cincuenta mil buques, más del doble de los que posee Miguel Ángel Aznar- que custodia celosamente el autoplaneta, todos ellos inmunes a los efectos del Rayo Azul, eso sin contar con la tropa y los navíos presentes en el interior. Pero no queda otra opción que atacar, y el bisoño cadete sorprende de nuevo a propios y extraños con unas audaces maniobras que tienen la virtud de acorralar a los cautos nahumitas, pese a que éstos se han acogido al abrigo del campo creado por el Rayo Azul cuyo límite los buques valeranos no pueden franquear.

Tras volar varias esclusas e introducir por ellas sus fuerzas de asalto con cobertura aérea, Miguel Ángel Aznar ordena a sus compañeros de Ragún que destruyan el proyector del Rayo Azul y se reúnan con ellos, lo cual les permite masacrar a la flota nahumita que ahora queda privada de su protección. Sin embargo en el interior de Valera la lucha dista mucho de estar resuelta, puesto que los nahumitas se han hecho fuertes en la salida de las esclusas voladas y mantienen en jaque a los valeranos que intentan atravesarlas. Por fortuna un grupo de comandos consigue alcanzar la sala de control y, tras hacerse con ella, abren la totalidad de las esclusas existentes en el planetillo, lo que permite penetrar en su devastado interior -la atmósfera y buena parte del agua se han perdido en el espacio- al grueso de las tropas y los buques valeranos. Y lo que es todavía mejor, recuperan dos millones de buques -las dos terceras partes del total- que los nahumitas todavía no habían tenido ocasión de enviar a sus planetas. Poco después el planetillo es reconquistado y, tras poner sus potentes motores en marcha, se hunde en las profundidades cósmicas más allá del alcance del poderoso Rayo Azul de sus enemigos. Pero no se trata de una marcha definitiva, sino tan sólo de una retirada temporal para poder recobrar fuerzas antes del definitivo combate.



Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 23-4-2006