La Bestia capitula





Tras el derrocamiento del régimen dictatorial de los Balmer, Miguel Ángel Aznar es aclamado como libertador por los terrestres. Sin embargo, la estrella negra de los Aznar se cierne una vez más sobre su destino cuando, en el transcurso de un desfile triunfal, una mano asesina arroja una bomba sobre su vehículo hiriéndole gravemente y acabando con la vida de su esposa Carmen Valdivia.

Amargado y desilusionado, a la par que presa de remordimientos de conciencia por haber sido el verdugo de varios millones de miembros de la familia Balmer, el ex almirante mayor de Valera se retira de la vida pública refugiándose voluntariamente en el anonimato. Sin embargo, este alejamiento tan sólo habrá de durar unos pocos años, justo hasta que el gobierno terrestre haga públicos sus planes para Valera provocando la oposición de su antiguo comandante, que considera erróneo enviar el autoplaneta a Redención en lugar de hacerlo a Nahum, de donde no se tienen noticias sobre el paradero final de la Bestia Gris. Logrado su objetivo, insistirá Miguel Ángel Aznar en la necesidad de armar a Valera con una flota capaz de hacer frente a un enemigo renacido, lo cual implica una costosa campaña de rearme dado que en la guerra contra los Balmer la inmensa mayoría de los navíos existentes quedaron destruidos.

Ante la negativa del gobierno a asumir el sacrificio, Miguel Ángel Aznar, apoyado por el estamento militar, opta por dar un golpe de estado en toda regla erigiéndose en dictador y ordenando el rearme de Valera primero y, una vez que éste ha partido rumbo a Nahum, asimismo el de la Tierra y sus planetas aliados Venus y Marte, lo que le acarrea la oposición frontal de una población que, poco inclinada a aceptar menoscabos en su nivel de vida, al estar toda la maquinaria industrial del planeta volcada en el esfuerzo bélico, comienza a verle como un digno sucesor de los desaparecidos emperadores Balmer.

Aunque Miguel Ángel Aznar se esfuerza una y otra vez en explicar que nada tiene que ver con la dictadura tiránica que derrocara, y que en cuanto culmine el rearme y considere al Sistema Solar capaz de defenderse con garantías de éxito devolverá el poder a los civiles, lo cierto es que la situación se prolonga durante más de veinte años a costa de sacrificios de todo tipo impuestos a una población nada acostumbrada a ello.

La situación, cada vez más grave, detona cuando un grupo terrorista asalta su refugio secreto de las Montañas rocosas asesinando a varios de sus colaboradores y secuestrando al resto, junto con el propio Miguel Ángel Aznar y su madre, a los cuales llevan a su escondite ubicado en mitad de las vastedades del antiguo Canadá, donde les retienen como prisioneros.

El jefe de los rebeldes, un tal Juan Schmidt padre de Otis Schmidt, responsable del comando que le secuestrara, expone a Miguel Ángel Aznar sus reivindicaciones: Cese del rearme frenético al que ha estado sometido el Sistema Solar durante los últimos 23 años, y destrucción de las armas acumuladas en ese período de tiempo como garantía de que los militares no volverán a usurpar el poder a los civiles.

La respuesta de Miguel Ángel Aznar es la que cabía esperar de quien ve peligrar el esfuerzo de tantos años por culpa de los que para él tan sólo son unos visionarios idealistas: podría negociar el cese de la construcción de armas ahora que ya casi se ha llegado a alcanzar el potencial deseado, pero le parece un auténtico disparate destruir las ya construidas dado que esta iniciativa dejaría inerme a la Tierra frente al ataque de algún enemigo venido del exterior.

Sin embargo, el jefe de los rebeldes se niega a considerar nada que suponga la menor rebaja de su exigencia inicial, acusando a su cautivo de poseer una mentalidad primitiva y hostil que nada tiene en común con el pacifismo imperante en la población terrestre, mucho más civilizada. Y, puesto que Miguel Ángel Aznar se niega en redondo a hacer la más mínima concesión, le amenaza con asesinar a su madre primero, y a él a continuación, si no acepta sus condiciones.

Atrapado entre la espada y la pared, principalmente a causa de la amenaza que pende sobre su madre, Miguel Ángel Aznar opta por cargar con la responsabilidad de la decisión al estado mayor de las Fuerzas Armadas, trescientos generales y almirantes presididos por su cuñado José Luis Balmer, los cuales, tras unas dudas iniciales, optan por acceder a las reivindicaciones de los rebeldes en parte por salvar la vida de su líder, incluso en contra de los deseos de éste, pero en parte también al considerar que no merece la pena seguir enfrentándose a la hostilidad generalizada de la población terrestre.

Así, el ex almirante mayor descubre con sorpresa, pero también con alivio, la decisión de sus compañeros, que supone no sólo la destrucción del poderío militar del Sistema Solar, sino también el final de su tutela sobre los destinos de Venus, la Tierra y Marte, cuyos habitantes se entregan a unas desenfrenadas muestras de alegría.

A partir de entonces la actitud de sus secuestradores, y en especial la de Otis Schmidt, cambia radicalmente, suavizándose de forma considerable sus condiciones de vida aunque, eso sí, éstos les comunican que seguirán reteniéndolos hasta asegurarse de la veracidad de la iniciativa, algo que humilla profundamente a Miguel Ángel Aznar al sentirse herido en su honor militar. Sin embargo, la decisión va en serio, y poco después, tras replegarse las guarniciones asentadas en los distintos astros del Sistema solar, son destruidas con escasos días de intervalo las flotas de la Tierra y Marte, a las que seguirá en breve la de Venus. Idéntico destino está reservado al flamante ejército autómata que constituía el orgullo de Miguel Ángel Aznar, pero las mayores complicaciones del proceso han obligado a retrasar su holocausto. Asimismo, el prisionero acepta la sugerencia de marchar al exilio de Redención junto con sus compañeros de armas, lo cual acepta con resignación convencido de que ya no hay sitio para él en la Tierra.

Pero el destino le tiene reservado algo muy distinto. En vísperas de la destrucción de la única flota superviviente, aparecen de forma inopinada los autoplanetas thorbod que, libres de obstáculos al no existir fuerza naval alguna que los pudiera interceptar, comienzan a vomitar sobre la Tierra ingentes cantidades de mortíferos hombres planta así como un nutrido ejército autómata. Y lo que es peor, demuestran dominar la que hasta entonces fuera el arma secreta de los terrestres, la miniaturización de las armas.

Los peores temores de Miguel Ángel Aznar se han visto confirmados, y para mayor desgracia los tres planetas habitados tan sólo cuentan con un tercio de la flota inicial, los tres millones de navíos venusinos providencialmente salvados, para hacer frente a su secular enemigo. Pronto el caos se apodera de los desprevenidos e incautos terrestres, mientras sus indefensas ciudades empiezan a ser destruidas una a una por las bombas atómicas thorbod al tiempo que el ejército invasor se extiende por todos los continentes como si de una mancha de aceite se tratase.

Avergonzados y aterrorizados los rebeldes se apresuran a liberar a sus prisioneros, y Miguel Ángel Aznar, lejos de hacerles ningún tipo de reproche, les comunica su decisión de ponerse al frente de lo que queda de su ejército para intentar poner freno a la odiosa Bestia Gris. Ausente del campamento su jefe Juan Schmidt, el antiguo líder valerano decide partir de allí, junto con sus compañeros y Otis, dejando a su madre, con la promesa de mandar rescatar a todos ellos en el momento en el que pueda cruzar las líneas enemigas.

La tarea no es fácil ni resulta estar exenta de peligros, pero finalmente Miguel Ángel y Otis, tras haber perdido a sus dos compañeros en el curso de una refriega, consiguen llegar hasta la vanguardia de las fuerzas terrestres, por fortuna intactas, que han comenzado a librar un fiero contraataque. A salvo en el disco volante desde el que se dirigen las operaciones en ese sector, éste comprueba con satisfacción que la profunda modernización a la que había sometido al ejército autómata está rindiendo sus frutos, al revelarse muy superior a las mucho más anticuadas fuerzas enemigas.

Pese a todo, la situación sigue siendo extremadamente angustiosa. La Tierra, al igual que Marte, posee intacto su ejército pero carece por completo de flota, lo que pone en manos de los thorbod la supremacía aérea. Venus, con sus tres millones de astronaves, se puede defender mejor, pero le resulta imposible enviar ayuda a los otros dos planetas. La superioridad de los hombres grises es abrumadora, y sólo las mejoras realizadas por Miguel Ángel Aznar en las otrora vetustas fuerzas armadas logran nivelar la balanza.

Las batallas se suceden a lo largo y ancho de la superficie del planeta, dirimiéndose apocalípticos combates en los que las armas miniaturizadas se consumen en cantidades ingentes que sólo treinta años de rearme constante, junto con las antiguas reservas de los Balmer, consiguen mantener. La Tierra, y al parecer también Marte y Venus, aunque las comunicaciones con ambos planetas están prácticamente interrumpidas, le está resultando a la Bestia Gris un hueso bastante duro de roer, pero esto no significa que la contienda muestre visos de que vaya a ser ganada. En realidad ambos contendientes se encuentran bastante igualados, ya que la superioridad terrestre de los humanos se ve contrarrestada con el abrumador dominio aéreo de los thorbod, que pueden trasladar tropas a su antojo a lo largo de todo el planeta. De hecho, en algunos lugares los frentes están cediendo bajo la presión de un enemigo que no cesa de avanzar.

En estas circunstancias, y sin poder contar con el auxilio de la flota venusiana, la única opción posible para los humanos es la guerra de desgaste, en la convicción de que a los thorbod les resulta mucho más difícil que a los humanos la reposición de las municiones y el material bélico perdidos. Pero pese al ingente consumo de munición por ambos bandos, la Bestia Gris no parece dar muestras de agotamiento, sino más bien todo lo contrario.

La situación para los desesperados defensores terrestres se agrava aún más cuando, con los arsenales al borde mismo del agotamiento, corre la noticia de que los thorbod están evacuando Marte, en una más que evidente maniobra para volcar todas estas fuerzas sobre la ya exhausta Tierra. Así ocurre, y desde su refugio subterráneo enterrado bajo las ruinas de lo que antaño fuera la ciudad de Washington, desde el que dirige la resistencia contra el invasor, Miguel Ángel Aznar ve con desesperación como el enemigo rompe las últimas líneas defensivas situadas en los Grandes Lagos y avanza de forma arrolladora, sin que nadie pueda ya impedirlo. Es el fin, y sólo un milagro podrá salvar a los defensores de la torturada capital del planeta.

En mitad de tanta tribulación, el antiguo Almirante Mayor Valerano tiene un atisbo de felicidad cuando decide casarse con la que fuera su captora, Otis Schmidt, ahora profundamente arrepentida de su error y convencida de la grandeza de quien hasta poco antes considerara su enemigo.

Poco después llegan ante Washington las primeras avanzadillas del ejército thorbod, y sólo la desesperada lucha de sus quebrantados defensores consigue mantenerlo a raya, a costa de sufrir continuos bombardeos cada vez más demoledores. Pero su tesón, rayano en el heroísmo, da sus frutos cuando un día descubren que los hombres grises, agotadas ya sus reservas de proyectiles miniaturizados, se ven obligados a continuar sus ataques con armamento convencional... no es que los diezmados defensores de Washington estén mucho mejor, pero confían en la llegada de refuerzos. Y éstos finalmente llegan, no de la Tierra sino de Venus, tras una batalla sideral en la que la armada venusiana ha barrido del espacio a la flota enemiga. Por vez primera en la historia, los thorbod se rinden de forma masiva a sus ancestrales enemigos.

La guerra ha terminado decantándose la victoria de parte de la doliente humanidad, la cual en palabras de Miguel Ángel Aznar habrá aprendido la lección que tan cara ha estado a punto de costarle.

A diferencia de los episodios finales de ciclos anteriores de la Saga de los Aznar, en los que quedaba bastante clara una continuidad futura, según confesó el propio Enguídanos La Bestia capitula fue concebida en su momento como el broche final de esta historia. La razón, al parecer, fue el deseo de la editorial de acabar con la Saga al creer que ya había empezado a causar cansancio entre los lectores, y de hecho durante bastante tiempo (35 números, aproximadamente un año y medio) Enguídanos tan sólo publicó novelas ajenas a la Saga, un total de once entre las que se cuentan las series de Más allá del Sol y Heredó un mundo, junto con otras tres independientes. No obstante con el tiempo, quizá a raíz de recibir cartas enviadas por los lectores, la editorial acabó reconsiderando su decisión, de forma que la Saga de los Aznar volvió con nuevos bríos y con uno de sus ciclos más interesantes, el de los sadritas.



Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 25-2-2007