El azote de la humanidad





Ha transcurrido un año desde que Miguel Ángel Aznar y sus compañeros huyeran del planeta Exilo a bordo de la astronave que arrebataran a los thorbods, y los 3.800 supervivientes ven próximo el fin de sus penalidades al aproximarse al sistema solar de Nahum, donde esperan conseguir ayuda para poder viajar hacia la Tierra, dado que la nave que ocupan es incapaz de realizar tan largo viaje. Sin embargo, el joven caudillo valerano se muestra sumamente preocupado: sabe que la pretensión de los hombres grises era la de conquistar los planetas nahumitas, y desconoce cual es la situación en la que se va a encontrar.

Paralelamente tiene lugar la presentación de dos nuevos personajes, el científico Eliseo Valdivia y su hija Carmen, los cuales tendrán bastante importancia en episodios posteriores. El profesor Valdivia, tildado de loco, asegura haber descubierto una técnica capaz de comprimir la materia a base de eliminar los espacios vacíos del interior de los átomos, pero carece de los medios necesarios para llevar a cabo sus ensayos, que no son tomados en serio por sus colegas... ni por Miguel Ángel Aznar, que tiene su mente ocupada por otras cuestiones más perentorias.

Apenas traspuesto el límite exterior de Nahum, los valeranos descubren que, en efecto, la Bestia Gris está librando furiosos combates en los cinco planetas habitados del sistema, tan sólo uno de los cuales, Noreh, la antigua sede del imperio nahumita, consigue resistir con éxito gracias a la defensa de su flota, mientras que en los otros cuatro los thorbods han logrado desembarcar a sus legiones de hombres vegetales, haciendo muy precaria la situación de sus defensores.

Miguel Ángel Aznar alienta asimismo esperanzas de poder reunirse con su esposa, la princesa Ambar, a la que todavía hoy continúa amando, para despecho de la amazona Amatifu que le ama en silencio. Así pues, ordena que se intente entrar en contacto por radio con el planeta Noreh, recibiendo instrucciones para dirigirse hacia allí. Sin embargo, instantes después reciben una llamada del planeta Bagoah en la que se les advierte de que corren peligro de muerte si se ponen en manos de los norehanos, ya que éstos han restaurado el extinto imperio de Nahum encarnado en la persona de la propia princesa Ambar, ahora convertida en emperatriz al tratarse de la única descendiente viva del Gran Tass.

La noticia, como cabe suponer, sienta como un mazazo al ex-superalmirante, sobre todo cuando el anónimo comunicante bagoahita explica que, merced a una traición, los nahumitas lograron apoderarse de la flota estelar conjunta precipitadamente creada por el resto de los planetas, teóricamente aliados frente al enemigo común, abandonándolos a su propia suerte mientras ellos aprovechan para defenderse con mayores garantías de éxito a cambio del sacrificio de sus antiguas colonias. Asimismo, los bagoabitas nada saben del platillo volante que enviara Miguel Ángel Aznar tiempo atrás con objeto de advertirles de la inminente amenaza de la Bestia Gris, lo que les hace sospechar que sus tripulantes fueran capturados y silenciados por los taimados nahumitas.

Pese a que la situación de Bagoah no puede ser más comprometida, al estar sometido a intensos bombardeos atómicos y haberse perdido gran parte de su territorio a manos de los hombres grises, Miguel Ángel Aznar no duda un solo momento en dirigirse hacia allí, donde está seguro de encontrarse con verdaderos amigos.

Aunque causa de la dilatación temporal el año transcurrido para los fugitivos valeranos equivale a dos siglos del planeta Bagoah, el recuerdo de su libertador del yugo nahumita permanece aún vivo en el seno de sus agradecidos habitantes. Así pues, Miguel Ángel Aznar y sus compañeros son cordialmente recibidos por el presidente de la nación, Cloris Anbeshad, biznieto del duque del mismo nombre que fuera su compañero de aventuras durante la guerra contra el imperio de Nahum. Y pese a lo desesperado de su situación, al borde mismo de la derrota frente a los triunfantes thorbods, Cloris se compromete a proporcionarles un autoplaneta capaz de transportarlos hasta la Tierra, pidiéndoles a cambio que lleven con ellos a cuantos exiliados puedan, en especial niños, con objeto de librarlos de la esclavitud. Miguel Ángel, conmovido, accede.

Es entonces cuando el joven Aznar recuerda los sueños visionarios del profesor Valdivia. En realidad sigue sin prestar demasiada credibilidad a su intento de comprimir la materia, pero en la situación desesperada en la que se encuentran probablemente no se pierda demasiado intentándolo... procede, pues, a buscar al científico, descubriendo con sorpresa que éste ya se le ha adelantado y, tras una entrevista con el presidente, ha conseguido que le proporcionen los medios técnicos necesarios para llevar a cabo su proyecto. Poco después, y para sorpresa de todos, el profesor Valdivia y su hija hacen una triunfal demostración de la revolucionaria técnica.

Las posibles aplicaciones bélicas del nuevo invento son inmensas, ya que permite reducir a un tamaño mínimo armas tales como las tarántulas robot que constituyen las unidades acorazadas del ejército como los propios torpedos siderales, capaces de ser disparados por una ametralladora o lanzados en grandes paquetes al espacio antes de recobrar su tamaño original. Por supuesto toda la capacidad industrial del acosado planeta Bagoah es puesta a disposición de Valdivia, ya que tanto Miguel Ángel Aznar como los altos jefes militares bagoahbitas están convencidos de que la nueva arma puede ser capaz de dar un vuelco en la guerra permitiéndoles defenderse con éxito de los cada vez más agobiantes ataques de la Bestia Gris.

Por fortuna ésta ha enviado a su flota espacial a combatir con la armada nahumita, que se defiende con éxito evitando el desembarco del ejército thorbod en el planeta Noreh, con lo cual el ejército de Bagoah, prácticamente privado de astronaves, tan sólo tiene que enfrentarse a la ofensiva terrestre de la infantería enemiga, formada mayoritariamente por las hordas de hombres vegetales, y las principales ciudades, subterráneas y bien protegidas, consiguen defenderse con éxito. El profesor Valdivia tan sólo necesita algunos meses de plazo para miniaturizar un número suficiente de armas, razón por la que se precisa de un esfuerzo adicional para evitar que las defensas colapsen antes de tiempo, esfuerzo que habrá de ser realizado con las armas convencionales dado que no interesa que el enemigo descubra la existencia de la nueva arma antes de tiempo.

Por esta razón, Miguel Ángel Aznar, nombrado almirante de la exigua flota bagoahbita, propone enviar una embajada a Noreh con objeto de intentar convencer a Ambar de la necesidad de restaurar la rota alianza entre los nahumitas y los otros planetas ya que, argumenta, la actual división de fuerzas tan sólo beneficia a los thorbods, y el intento de los nahumitas de sacrificar a sus antiguas colonias en beneficio propio ha fracasado al contar los bagoahbitas con el arma del profesor Valdivia. Miguel Ángel argumenta que podría ser factible alcanzar un acuerdo ofreciendo a los nahumitas la posibilidad de utilizar armas miniaturizadas a cambio de la devolución de las astronaves robadas, ante lo cual sus interlocutores, buenos conocedores de sus taimados enemigos, se muestran sumamente escépticos, pese a lo cual acaban aceptando. En realidad al joven caudillo valerano le mueve otra intención oculta, la de volver a reunirse con su esposa, a la cual continúa amando, algo que Carmen Valdivia sospecha.

Dado el nada desdeñable riesgo de ser retenidos o asesinados por los nahumitas, los integrantes de la embajada (Miguel Ángel Aznar, su cuñado José Luis Balmer, Carmen Valdivia y varios diplomáticos locales) recurren como precaución a la nueva técnica, portando cada uno de ellos una tarántula robot convenientemente miniaturizada y camuflada como un adorno, al tiempo que al acercarse a la capital imperial su nave deja caer un buen puñado de ellas en los jardines que la rodean.

La entrevista entre Miguel Ángel y Ambar no puede ser más tensa, y se salda con un fracaso total tanto en lo que respecta a la relación personal entre ambos como en lo referente al motivo oficial de la embajada. Ambar se niega en redondo a pactar con los que ella considera sus vasallos, al tiempo que le reprocha a su esposo haberla abandonado. Éste, por su parte, la acusa de ser tan inhumana y cruel como el resto de los nahumitas, lamentándose de que tan sólo hubiera querido de él la autoridad que le daba el cargo de superalmirante de Valera.

Muy mal lo habrían pasado Miguel Ángel Aznar y sus compañeros, a los cuales Ambar intenta hacer prisioneros, de no contar con el auxilio de las tarántulas robots, las cuales son devueltas a su tamaño original en el interior del propio palacio imperial, para desconcierto de los desprevenidos soldados enemigos e incluso de la propia Ambar, que se ve obligada a huir mientras los protagonistas escapan tranquilamente a bordo de sus máquinas de guerra, abordando su nave y retornando a Bagoah sin que los chasqueados nahumitas puedan hacer nada por impedirlo.

Convencido de que cualquier posible intento de reconciliación con Ambar y con su pueblo es ya imposible, Miguel Ángel Aznar se dedica a completar el rearme de Bagoah con las armas miniaturizadas, al tiempo que vigila con atención los movimientos de la Bestia Gris. Éstos siguen empeñados en vencer la resistencia de los nahumitas, pero tras una serie de apocalípticas batallas siderales acaban siendo finalmente derrotados, lo que les obliga a evacuar el campo de batalla huyendo con sus autoplanetas y los restos de su flota hacia las profundidades del cosmos.

Aunque vencedores, los nahumitas han quedado exhaustos por el esfuerzo. Ahora es la ocasión de Miguel Ángel Aznar; mientras en Bagoah las tropas de tierra dan buena cuenta de los restos del ejército thorbod, tras embarcar una cantidad ingente de torpedos miniaturizados en la exigua flota sideral de sus aliados decide presentar batalla a la todavía imponente, pese a sus pérdidas, armada imperial nahumita. Son apenas un puñado de naves frente a un número abrumadoramente superior de enemigos, y en condiciones normales se habría tratado de un suicidio... así lo entienden los almirantes nahumitas, sorprendidos por la audacia de su rival, pero la sorpresa se transforma en espanto cuando descubren que sus naves son destrozadas en apenas un abrir y cerrar de ojos.

Privados de cobertura aérea, los nahumitas siguen siendo no obstante un peligroso enemigo, puesto que su planeta sigue estando intacto (fue el único que los thorbods no consiguieron invadir) y su conquista se presenta larga y problemática. Por otro lado, Miguel Ángel Aznar no quiere volver a repetir el error que cometió en la anterior guerra, ya que su clemencia con los vencidos se tradujo en una resurrección del odiado imperio; escarmentado, ahora pretende extirpar de raíz la posibilidad de que la hidra pueda volver a resucitar, razón por la que resulta imperioso aplastar cualquier conato de resistencia.

Durante varios meses se desarrolla una lucha feroz sin que la victoria se decante hacia ninguno de los dos bandos, aunque a la larga la superioridad que proporciona a los aliados la posesión de la técnica de miniaturización de las armas juega a favor de éstos. Miguel Ángel Aznar intenta obtener en varias ocasiones la rendición incondicional de los nahumitas, sin resultado. Los nahumitas son una cultura tan orgullosa como terca, y jamás consentirán en ser derrotados. Una vez arrojados al borde del colapso, la propia emperatriz Ambar ordena la destrucción de la atmósfera del planeta, con la consiguiente muerte de todos sus habitantes.

Concluye la novela con un patético enfrentamiento de Miguel Ángel Aznar con su destino: El joven caudillo vagará por las desiertas calles de la capital imperial hasta encontrar a su antigua esposa muerta y congelada, sentada en el trono y revestida con todos los atributos imperiales. Cuando Miguel Ángel Aznar intente arrebatar al cadáver la corona y el cetro éste se desmoronará en un triste epílogo del fin del imperio nahumita y de las ilusiones del atribulado terrestre. Sin embargo, el último capítulo de su destino estará aún por escribirse.

A modo de epílogo, vemos como una vez restaurada la paz en el torturado sistema planetario de Nahum los supervivientes valeranos embarcan en un autoplaneta proporcionado por sus aliados bagoahbitas, con el cual viajarán hasta la anhelada Tierra. En cuanto a Miguel Ángel Aznar, tan golpeado por el destino en lo referente a sus trágicos enamoramientos, se prometerá a la fiel Carmen Valdivia.

En esta ocasión las dos versiones de la novela son virtualmente idénticas salvo en lo referente al personaje de Cloris Ambeshad, el presidente de los Estados Unidos de Bagoah, que en la edición original es el biznieto del duque Cloris, antiguo compañero de aventuras de Miguel Ángel Aznar, mientras que en la reedición se convierte en el propio duque, ya anciano, razón por la cual Enguídanos tuvo que modificar el tiempo transcurrido en Nahum durante los viaje de los exiliados valeranos, que de 200 años queda reducido a la mitad para poder adaptarlo a la vida de una persona. Resulta curioso, eso sí, que un príncipe consorte (Cloris contrae matrimonio con Ondina, la hija del rey de los oceánides) y, se supone, futuro rey de Bagoah acabe convertido, pasado el tiempo, en presidente de una república. Por lo demás, Enguídanos sigue efectuando sus meticulosos retoques numéricos en detalles nimios tales como el tamaño de las tarántulas robot o la duración de las campañas bélicas.

Bastante más grave resulta ser el olvido en el que Enguídanos deja al resto de los desterrados valeranos, desperdigados por los distintos planetas habitables del sistema thorbod, tal como se explica en Motín en Valera. Por las novelas anteriores sabemos que los hombres grises han bombardeado la incipiente colonia fundada por Miguel Ángel Aznar y sus compañeros en Exilo, aniquilando a la mayor parte de los refugiados al tiempo que los escasos supervivientes acompañan al protagonista en su huida al sistema de Nahum, pero nada se dice del destino del resto, que son simplemente olvidados pese a que lo lógico hubiera sido, una vez restablecido el orden en Nahum, enviar una expedición de rescate a esos planetas. Asimismo, acaba siendo ignorada la figura de Amatifu, la reina de las amazonas de Exilo aliada con los valeranos, de la cual no se vuelve a saber absolutamente nada.



Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 7-1-2007