Eternos



A lo largo de toda la primera parte de la Saga, uno de los tópicos a los que Enguídanos recurre con frecuencia es al tema de los trasplantes de cerebro, algo que el autor tilda siempre de abominable puesto que suponen necesariamente la muerte del donante para beneficio del propietario del cerebro trasplantado, que puede gozar así de una virtual inmortalidad. Si bien a esto no puede objetársele nada al tratarse de un asesinato, más discutible resulta que el autor censure igualmente la solución encontrada por los habitantes de Redención en el transcurso de una de las largas ausencias de Valera, el trasplante de los cerebros de las personas ancianas no a un nuevo cuerpo humano sino al de un robot, con lo cual se consiguen resultados similares sin necesidad del sacrificio de vidas inocentes, tal como se describe en Lucha a muerte. Sin embargo, Enguídanos hace idénticas críticas mostrando el horror que esta práctica produce en un pueblo tan puritano como es el valerano, atribuyendo por si fuera poco un carácter taimado y cruel a estos cyborgs bautizados, por razones obvias, con el nombre de eternos. El enfrentamiento entre dos ramas tan dispares de la misma humanidad es inevitable, y tiene como consecuencia final la independencia de Valera y su marcha de un lugar cuyos habitantes a partir de entonces considerarán maldito.

Curiosamente, a poco de comenzar la escritura de la segunda parte de la Saga, unos quince años después, Enguídanos no tuvo el menor problema en idear una forma alternativa de rejuvenecerse periódicamente, la máquina karendón, sin que en esta ocasión plantee el menor dilema moral ante una práctica que, en esencia, pretende los mismos fines que los buscados por los eternos, la preservación de la vida por tiempo indefinido.


Publicado el 11-1-1999 en el Sitio de Ciencia Ficción