Louis Frederick Stefansson



Viejo y distraído profesor responsable de la Astral Information Office, la agencia de las Naciones Unidas encargada de investigar la existencia de inteligencias extraterrestres. Convencido de que esta existencia era real, la lectura de un artículo de periódico donde se describía un avistamiento de platillos volantes le movió a organizar una expedición que tenía por destino la India, con objeto de buscar a los misteriosos hombres de Venus que aparentemente los tripulaban, contratando a Miguel Ángel Aznar de Soto como piloto del avión que les transportó hasta su destino.

Una vez en este país, y tras conocer la historia de Arthur Winfield, un millonario secuestrado y luego liberado por los extraterrestres, se desplazó hasta el Tíbet siguiendo la pista encontrada. A su llegada al Tíbet logró descubrir y examinar los cadáveres de dos hombres de Venus, autodenominados thorbods, pero antes de poder retornar a la civilización fue secuestrado, junto con el resto de sus compañeros, por los tripulantes de una escuadrilla de platillos volantes, siendo llevados todos ellos al remoto valle de Gpur (Los hombres de Venus).

Después de un intento fallido de fuga fueron capturados de nuevo por los thorbods, que en esta ocasión los embarcaron en una nave espacial con destino a Venus. A su llegada a este planeta, tanto él como sus compañeros se vieron envueltos en una rebelión de los nativos venusianos, los hombres azules o saissais, contra los thorbods, u hombres grises, fugándose de sus captores y aliándose con los saissais. Sus conocimientos científicos fueron de gran ayuda para la causa rebelde, ya que el nivel científico y cultural de los hombres azules era muy inferior al de los thorbods. Gracias a él los saissais pudieron aprender el manejo de las naves y las armas capturadas al enemigo, lo que le permitió plantarle cara con garantías de éxito. Sin embargo, los recelos de los saissais respecto a los terrestres, en especial después de la victoria que se saldó con la conquista de la ciudad thorbod de Pore, motivaron el retorno forzoso de éstos a la Tierra en contra de su voluntad, ya que estaba convencido de que la derrota de los saissais, que él consideraba inevitable sin el auxilio de los terrestres, acarrearía la inmediata invasión de nuestro planeta por parte de los thorbods (El planeta misterioso).

Tras su retorno a la Tierra, y debido a la falta de pruebas, su historia no fue creída, siendo despedido de la ONU y su oficina cerrada. Un año después fue convocado, junto con el resto de sus antiguos compañeros, por el constructor aeronáutico Harry Tierney, a quien logró convencer de la veracidad de las experiencias por las que habían pasado, aceptando formar parte de la expedición que, a bordo del avión experimental Lanza, construido en su factoría, partiría próximamente con destino a Venus.

De nuevo en Venus, siguiendo una señal de radar descubrió la entrada a la ciudad congelada de los saissais y, una vez en su interior, manipuló junto con el profesor von Eicken las máquinas que los mantenían hibernados, logrando que éstos volvieran a la vida. Posteriormente desempeñó un importante papel en la preparación del ataque saissai contra los thorbods y, cuando éste era inminente, propuso a sus compañeros la huida inmediata de Venus, temiendo con fundamento que los victoriosos y desconfiados saissais, en un intento de impedir cualquier intervención extraña en los asuntos de su raza, les impidieran volver a la Tierra. Así ocurrió, y gracias a su consejo los terrestres consiguieron salvar sus vidas (La ciudad congelada).

Durante el viaje de vuelta a la Tierra, el Lanza fue atraído por el campo gravitatorio del planeta errante Ragol viéndose forzado a realizar un accidentado aterrizaje de emergencia en su superficie, siendo él quien consiguió impedir que la nave se hundiese en el océano. Cuando los náufragos descubrieron la existencia de robots en el planeta, apoyó la postura de Miguel Ángel Aznar de Soto, partidario de obrar con cautela y esconderse hasta que supieran claramente cómo iban a reaccionar éstos, en contraposición a los deseos de Harry Tierney que, por el contrario, propuso entrar en contacto amistoso con ellos.

Tras conocerse las intenciones hostiles de los robots, que habían secuestrado al grupo de Harry Tierney, descubrió que sus enemigos recibían directamente por medio de ondas la energía eléctrica necesaria para su funcionamiento. Propuso entoces inutilizar las estaciones emisoras para dejar a todo el planeta privado de electricidad, lo que dejaría a los robots completamente inutilizados, tarea ésta mucho más fácil que la planeada inicialmente de destruir las propias centrales eléctricas. La iniciativa fue realizada con éxito, logrando hacerse los terrestres con el dominio absoluto de Ragol. Una vez neutralizados los robots hostiles, él y el profesor von Eicken repararon las estaciones emisoras y estudiaron los registros saissais anteriores a la rebelión de los robots descubriendo los planos del Rayo, una nave en la que, una vez construida, podrían abandonar Ragol y dirigirse a la Tierra (Cerebros electrónicos).

Cinco años más tarde retornó a la Tierra, junto con sus compatriotas y un pequeño grupo de saissais habitantes de Ragol, en el autoplaneta Rayo, descubriendo con estupor que, a causa de los efectos relativistas, en nuestro planeta habían transcurrido seis siglos y medio, encontrándose al borde de una guerra nuclear entre las potencias occidentales y un hostil imperio asiático. Desatado el conflicto bélico, tuvo una participación trascendental en la derrota del peligroso enemigo, ya que fue gracias a su invento de los torpedos terrestres como las fuerzas combinadas del Rayo y la Federación Ibérica lograron destruir el refugio de Tarjas-Kan, el tirano asiático, acabando con él y con su sanguinario régimen (La horda amarilla). Terminada la guerra, colaboró estrechamente con Miguel Ángel Aznar en la creación de la Policía Sideral, participando en la defensa del asteroide Eros, donde se habían descubierto unos importantes yacimientos de dedona, de los ataques thorbods (Policía sideral). Participó, junto con Miguel Ángel Aznar, en la campaña que desarrolló el autoplaneta Rayo en Marte, durante la guerra contra los thorbods, en un intento desesperado por invertir el curso del conflicto, desfavorable para los humanos. Consumada la derrota, huyó en el Rayo, junto con varios miles de refugiados, en busca de un nuevo mundo donde la humanidad pudiera vivir en paz (La abominable Bestia Gris), falleciendo durante el largo viaje del autoplaneta a Redención (La conquista de un imperio).

Al igual de lo que ocurre con el resto de los protagonistas de la primera aventura de la Saga, su biografía se vio alterada en la segunda edición en función de las modificaciones introducidas por el autor en la trama, aunque en general ésta resulta ser bastante parecida: Viajó al Tíbet en calidad de jefe de la expedición de la Astral Information Office, pero logró escapar de los thorbods, retornando sano y salvo a los Estados Unidos (Los hombres de Venus). Tras no ser creído por las autoridades y expulsado de la ONU, aceptó el ofrecimiento de Harry Tierney, participando en el vuelo del Lanza a Venus, donde los terrestres trabaron amistad con los saissais al tiempo que comprobaban la certeza de la amenaza de los thorbods (El planeta misterioso). De regreso a la Tierra se vio náufrago, junto con sus compañeros, en Ragol, siendo muy útiles sus conocimientos científicos a la hora de derrotar a los robots que lo habitaban y despertar de su letargo a los saissais hibernados (Cerebros electrónicos). A partir de este momento no existen diferencias apreciables entre ambas versiones de la Saga.


Publicado el 15-11-1999 en el Sitio de Ciencia Ficción