La momia de acero




Puesto que Enguídanos fue quien inició la colección Luchadores del espacio constituyéndose además en su espina dorsal a lo largo de sus aproximadamente diez años de existencia, era lógico que este autor fuese también quien la cerrase con la publicación del último número de la misma. Ignoro si se trató de una iniciativa deliberada o si por el contrario se debió únicamente a la casualidad, pero lo cierto es que la novela postrera de esta colección, correspondiente al número 234 de la misma, fue precisamente una firmada por este autor: La momia de acero.

La novela está ambientada en Egipto y describe unas excavaciones arqueológicas en las que pronto comenzarán a suceder cosas extrañas, tema que ya fue abordado no mucho antes por J. Negri O'Hara en El misterio de la misión Silverston. También recuerda, dentro ya de la obra de Enguídanos, a Embajador en Venus; pero veamos el argumento.

El protagonista, que es propietario de una empresa de alquiler de helicópteros, es requerido por unos arqueólogos que le solicitan un par de aparatos con objeto de poder trasladarse a una remota región de Egipto donde han descubierto las ruinas de un templo que promete ser el más antiguo de todo el país. Así lo hace, pero poco después comienzan a suceder cosas extrañas: Un extraño ser provisto de una fuerza hercúlea provoca serios daños a uno de los aparatos. El protagonista vuela hasta el campamento transportando las piezas de repuesto necesarias para reparar el helicóptero, y poco después es testigo de un nuevo ataque de lo que parece ser un gigante de más de tres metros de altura que siembra el terror en el campamento.

Buscando el posible culpable se remonta en uno de los aparatos hasta la meseta en cuya ladera se asienta la entrada del templo, descubriendo unas ruinas desconocidas asentadas en lo que parece ser una enorme roca labrada en forma de una figura humana tumbada. Allí encuentran a un anciano y a su hija que se identifican como guardianes de la tumba de un extraño y desconocido dios, los cuales les instan a abandonar las excavaciones bajo riesgo de ser exterminados por el dios.

Por supuesto que no les hacen el menor caso prosiguiendo las excavaciones, lo que les lleva a descubrir una extraña puerta de acero que fechan hace nueve mil años, época en la que ni siquiera se habían descubierto los metales. Vuelan la puerta y descubren una extraña cripta donde reposan multitud de momias... De tres metros de altura y aparentemente de acero, conectadas además a un complejo circuito electrónico. Aunque Enguídanos no lo diga en ningún momento, se supone que en realidad se trata de robots que son además los causantes de los estragos en el campamento.

Puesto que los robots (o las momias de acero, por respetar el título de la novela) cobran repentinamente vida amenazando con atacarlos, huyen rápidamente volando la puerta de entrada con todos los explosivos de que disponen, lo cual causa el derrumbamiento de la meseta y el hundimiento de la base sobre la que se asentaba el gigantesco dios labrado en la piedra... Que resulta ser un robot de más de cincuenta metros de altura que queda así liberado de la roca que le cubría desde hacía varios miles de años.

Los miembros de la expedición huyen despavoridos en los helicópteros para, una vez a salvo en Assuan, descubrir que el gigantesco robot ha cobrado vida y se dirige, Nilo abajo, hacia las regiones pobladas de Egipto. El gobierno egipcio intenta detenerlo atacándolo con aviones de combate, que son derribados por unos extraños rayos que emite el robot, y con piezas de artillería que no le hacen el más mínimo rasguño. Mientras tanto, los protagonistas discuten entre ellos (que es la manera que utiliza habitualmente Enguídanos para explicarnos todo lo necesario del argumento) cual puede ser el origen del gigantesco robot, llegando a la conclusión de que hace nueve mil años una cultura extraterrestre se asentó en la Tierra dejando aquí tan su partida, o su extinción, una muestra de su avanzada tecnología en forma del gigantesco robot y de la cohorte de robots menores (los de "sólo" tres metros de altura). Estos robots estarían bajo la custodia de unos guardianes que heredarían la responsabilidad de padres a hijos, siendo sus últimos descendientes (los mismos que les conminaran a marcharse bajo la amenaza de ser exterminados) los que ahora tripularían el artefacto.

Alarmado ante la certeza de que el robot alcanzará rápidamente las zonas pobladas del país arrasando todo cuanto encuentre a su paso, el gobierno egipcio pide ayuda al norteamericano y éste envía una bomba atómica como única arma capaz de acabar con él. La bomba es enterrada en un lugar por el que tiene que pasar el robot, dado que por vía aérea la destruiría, y es detonada destruyéndolo con lo cual queda conjurado el peligro.

Con la boda de los protagonistas (¡faltaría más!) concluyen la novela y también la colección Luchadores del espacio; Pascual Enguídanos escribiría posteriormente otras novelas, pero el estudio de éstas corresponde ya a otro capítulo. en lo que a nosotros respecta, 1963 supuso el final de una larga aventura que duró aproximadamente diez años y doscientos treinta y cuatro episodios.


Publicado el 6-11-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción