Las huellas conducen... al infierno




Número 157 de la colección. Esta novela, en realidad, está formada por dos partes muy distintas: Una primera mitad puramente policíaca que está bastante conseguida, y una segunda mitad presuntamente de ciencia ficción que, por el contrario, resulta ser bastante floja. Comienza la narración describiendo el secuestro de un importante científico relacionado con el programa nuclear norteamericano, lo que hace sospechar que alguna potencia enemiga (los rusos probablemente) sea la responsable del mismo. La policía ha conseguido atrapar a uno de los secuestradores, pero se encuentra con un problema imprevisto: Éste no habla ninguna lengua conocida del planeta. Una etiqueta de su ropa indica que ésta fue confeccionada en la ciudad de Antofagasta, en el norte de Chile, y hacia allí se dirige el protagonista (que es agente del FBI) en seguimiento de la única pista de que disponen.

Una vez en Chile, no sólo pierde la pista sino que además tiene problemas con la policía local que aconsejan su vuelta a los Estados Unidos. Mientras tanto la hija del científico secuestrado aparece allí en compañía del rico personaje que la corteja, buscando también datos sobre el paradero de su padre. Deciden volver todos ellos en el hidroavión del millonario, pero una falsa avería les hace aterrizar en un remoto rincón de los Andes donde por fin podrán conocer la verdad: El sabio ha sido secuestrado por los descendientes de los antiguos atlantes (sí, he dicho los atlantes), que tras la catástrofe que hundiera su isla se refugiaron en el interior de la Tierra. Puesto que el falso millonario es en realidad un agente de los atlantes, éste conducirá al policía y a la chica al interior de su mundo en calidad de secuestrados.

El resto de la novela, es decir, lo que se supone que es ciencia ficción, no es sino una mala imitación de la novela de Julio Verne Viaje al centro de la Tierra, y si ya es inverosímil que los atlantes se refugiaran en el interior de nuestro planeta cuando tenían toda América a su disposición, todavía lo es más que vivan tranquilamente en un mundo infernal (su suelo está plagado de volcanes) sin prácticamente plantas y sin luz natural, ya que la iluminación de que disponen es "un fenómeno eléctrico que restallaba en lo alto" (sic), y todo ello desde hace miles de años... Y completamente aislados del mundo exterior, puesto que hasta hace muy poco no han conseguido perforar un túnel que les permita abandonar su refugio.

Puesto que dentro de la Tierra los atlantes viven bastante mal, han decidido salir en masa al exterior, lo cual teniendo en cuenta que son unos cien millones no facilita las cosas. Y, como temen que ningún país acepte darles cobijo, han decidido mantener una guerrita con algún país sudamericano (Brasil, Argentina, Bolivia...) con objeto de conquistar su derecho a disponer de un terreno, razón para la que desean poseer armas atómicas no con fines ofensivos, sino meramente disuasorios para evitar que les hagan la vida imposible... Porque, una vez poseedores de un territorio suficiente para su población, desean mantener relaciones cordiales con el resto de los habitantes del planeta, o al menos eso es lo que dicen a los protagonistas para conseguir que cooperen con ellos.

Sin embargo, la realidad es bien distinta. El protagonista, que para eso es policía, consigue enterarse de lo que se supone que es un secreto incluso para los propios atlantes, pero que llega a sus oídos de la forma más incongruente: Lo que desea en realidad el gobierno atlante es provocar una guerra atómica entre Estados Unidos y Rusia para, una vez se hayan destrozado ambos colosos, aparecer en la superficie haciéndose los amos de toda América; para ello bastará con hacer detonar una bomba atómica (la que han construido gracias a los conocimientos del científico secuestrado) en la propia ciudad de Nueva York, haciendo creer que lo han hecho los rusos. Como es natural esta idea no gusta lo más mínimo al protagonista, por lo que decide impedirlo; ¿pero cómo?

El azar vendrá en su ayuda en forma de erupción volcánica que obliga a evacuar la capital. Aprovechando la confusión reinante varios terrestres (de fuera, se entiende) encabezados por el protagonista se escaparán, robarán varias armas y darán un golpe de mano que pone en su poder el tren que transportaba la bomba atómica. Huyen en el tren, hacen estallar la bomba hundiendo el túnel y vuelven al exterior... Y colorín colorado, ya que los atlantes tardarán muchos años en perforar un nuevo túnel y el protagonista, claro está, se casa con la chica como Dios manda.

Recuerdo perfectamente que cuando leí por vez primera esta novela no me gustó nada; y si he de ser sincero, después de releerla sigue sin gustarme. Enguídanos, en esta ocasión, pinchó en hueso.


Publicado el 6-11-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción