Fundación y Tierra. Un nuevo eslabón
en la Historia del Futuro de Asimov





Apenas acababa de entregar el original de mi artículo sobre la Historia del Futuro de Isaac Asimov cuando, por una casualidad del destino, la editorial Plaza y Janés publicaba la última de las novelas de este escritor conocida hasta ahora en España, la que lleva por título Fundación y Tierra y que, al menos por esta vez, tan sólo nos ha llegado con un año de retraso respecto a su aparición en lengua inglesa.

Como es fácil de deducir por el título, Asimov continúa en esta novela con su empeño de engarzar buena parte de su producción literaria en una única serie tal como ya comentara en mi anterior trabajo, en el que obviamente no citaba la existencia de un libro que entonces desconocía.

Y si ya en sus novelas anteriores, y en especial en la de Robots e Imperio, Asimov preparaba ya el enlace definitivo entre las distintas series y en especial entre las dos principales, la de los robots y la de Fundación, es aquí donde se produce la fusión definitiva a expensas no obstante de nuevas entregas que, no por innecesarias dejarán de ser bienvenidas.

Mucho se ha hablado de que las novelas más recientes de Asimov (Los límites de la Fundación y Robots e Imperio principalmente) estaban muy por debajo del nivel marcado por su ya mítica trilogía de la Fundación, y no les faltaba razón a los que así lo afirmaban; no porque estas novelas fuesen malas, que no lo son, sino porque siempre resulta muy difícil repetir una obra maestra.

Sin entrar en comparaciones con esta parte ya clásica de la obra asimoviana, lo que resulta evidente es que Fundación y Tierra es sin duda la mejor de sus últimas novelas, lo que confirma además mi sospecha de que Asimov es un excelente escritor de ciencia ficción a la par que un mediocre autor policíaco. Al contrario de lo que ocurre en sus novelas de Elías Baley y Daniel Olivaw, Asimov se olvida aquí de sus veleidades policíacas, lo que en verdad se agradece.

Por otro lado, el argumento de la novela es francamente ambicioso. Arrancando justo en el lugar en el que terminara Los límites de la Fundación, los mismos personajes (Golan Trevize, Janov Pelorat y la gaiana Bliss) continúan con la quimérica búsqueda de la ignorada Tierra, la cuna de la humanidad ahora sumida en el más absoluto de los olvidos... Y la encontrarán tras un accidentado periplo que les conduce por distintos mundos, todos ellos apartados del nuevo orden político de la Fundación y todos caracterizados por sus peculiares estructuras sociales. Aquí aprovecha también Asimov para dar carpetazo definitivo a los mundos de la primera colonización, los espaciales de Bóvedas de Acero y sus dos continuaciones, mostrándonos cómo esa rama de la humanidad ha llegado finalmente a un callejón sin salida que conduce a su práctica extinción.

Y por último la Tierra... En un final bien hilvanado pero francamente atropellado, defecto éste bastante frecuente por desgracia entre los grandes escritores de ciencia ficción. Sin embargo, no por esto pierde interés este final, aunque sí garra... Y es que Asimov, en uno de sus habituales guiños, vuelve a desconcertarnos dando un paso más allá en sus peculiares leyes del universo... Primero supeditó la Fundación a la Segunda Fundación, siempre dentro del marco de la psicohistoria; luego recurrió a Gaia, el mundo-mente situado fuera y por encima de las ecuaciones de Hari Seldon empeñado en aplicar sus propias normas evolutivas al resto de la galaxia. Y ahora aparece Daniel Olivaw como trazador de las líneas maestras que han guiado a la humanidad a través de los veinte mil años transcurridos desde el inicio de la segunda gran colonización galáctica, la que cristalizó en el imperio en el que vivió Hari Seldon.

Daniel es un robot, pero está imbuido por el espíritu de la ley cero de la robótica ya enunciada en Robots e Imperio: Un robot no puede causar daño a la humanidad ni, por omisión, permitir que la humanidad lo sufra. Daniel se ha convertido así en el esforzado cumplidor de esta ley cero que antepone a las tres tradicionales, esforzándose en conducir a la humanidad por la senda de un futuro mejor. Y es Daniel quien ha impulsado tanto el desarrollo de la psicohistoria como la aparición del mundo-mente de Gaia, dos intentos distintos de conducir la evolución de la humanidad dentro de los postulados de la ley cero.

La novela termina con una puerta abierta que permite dar pie a especulaciones mucho más ambiciosas si es que Asimov decide continuar la serie; tanto la ley cero de la robótica como sus dos consecuencias, la psicohistoria y Gaia, se basan en el postulado básico de asumir que la humanidad es la única especie inteligente del universo... Lo que es cierto en la Vía Láctea, pero no necesariamente en el resto de las galaxias. La idea está servida; esperemos que Asimov continúe abriéndonos nuevos horizontes.


Comentario final

Aunque la novela es buena y resulta francamente atractiva de leer, no por ello deja de adolecer de algunos importantes defectos. El principal de ellos es, a mi modo de ver, el abuso que Asimov hace de los poderes parapsicológicos de los gaianos; un buen escritor de ciencia ficción, y Asimov sin duda lo es, es aquél que, o bien no recurre en absoluto a principios científicos y tecnológicos o, si lo hace, se limita a extrapolar todo lo hoy considerado como científicamente válido huyendo de teorías disparatadas o desprestigiadas que pueden estar muy bien para el subgénero de la fantasía, pero no para el de la ciencia ficción que, por encima de todo, ha de resultar verosímil. Se me dirá que la telepatía es un hecho que viene siendo estudiado desde hace bastante tiempo por muchas universidades occidentales; pero Asimov la utiliza de forma harto resbaladiza en detrimento además de su bien ganada fama de escritor riguroso.

Por otro lado la teoría de una Tierra radiactiva puede ser, y de hecho lo es, muy interesante para explicar la diáspora de la humanidad por toda la galaxia, pero desde un punto de vista científico cojea peligrosamente, cosa que no puede ignorar Asimov. El origen de la Tierra radiactiva está en la novela Un guijarro en el cielo, ambientada en los primeros tiempos del imperio galáctico. Escrita hace varias décadas en plena guerra fría, Asimov muestra en ella un planeta radiactivo y moribundo el cual, aunque no dice la causa, no resulta muy difícil entrever que ha llegado a ese estado por culpa de una guerra nuclear. En Robots e Imperio, escrita en una fecha mucho más tardía pero ambientada en una época anterior, Asimov aprovecha esta ambigüedad sobre el origen de esta catástrofe para atribuirlo a una intervención deliberada de los espaciales, que deseaban hacer inhabitable el planeta, circunstancia que provoca la segunda y definitiva colonización de la galaxia.

El planteamiento es imaginativo y curioso, pero choca de lleno con el comportamiento real de los materiales radiactivos que, de forma natural, existen en la corteza del planeta. De hecho la radiactividad puede durar muchos miles de años una vez producidos los nuevos isótopos radiactivos, pero nunca irá a más y sí siempre a menos. Recordemos que, mientras en Un guijarro en el cielo la Tierra era aún parcialmente habitable, en Fundación y Tierra, ambientada muchos miles de años después, ni tan siquiera pueden poner los protagonistas un pie en su superficie.

Ya por último me queda por hacer un comentario acerca de la manía que les ha entrado a todos estos escritores clásicos, empeñados en incluir retazos eróticos o simplemente sexuales (más lo segundo que lo primero) en sus nuevas novelas; suele resultar patético, y Asimov no es ninguna excepción. Simplemente no es lo suyo, y además acostumbra a estropear el resto.


Escrito el 3-10-1988
Actualizado el 31-3-2011