El aliento de la oscuridad





Allá por el ya lejano 1991, el premio UPC de ciencia ficción iniciaba su prestigiosa andadura con un primer premio ex aequo compartido por dos gaditanos: Rafa Marín con Mundo de dioses y Ángel Torres Quesada con El círculo de piedra. Resulta curioso reseñar, a título de anécdota, que éste no era el título elegido por Ángel -en realidad debería haber sido El aliento de la oscuridad-, sino tan sólo el lema elegido por éste para presentar la novela; pero por despiste de los organizadores, se quedaría como tal.

El palmarés se completaba con una mención especial para La luna quieta de Javier Negrete, otro gran escritor por desgracia perdido para la ciencia ficción española -esperemos que sea sólo de forma temporal- al dedicarse ahora a otros géneros.

Estas tres excelentes novelas cortas -realmente el libro no tenía desperdicio-, acompañadas por un prólogo de Miquel Barceló, fueron publicadas un año más tarde en el número 48 de la colección Nova, de Ediciones B, iniciándose con ellas una tradición que parece haberse interrumpido en 2008 -no tengo noticias de que hayan sido publicados los volúmenes correspondientes a las convocatorias de 2009 en adelante- aunque el premio siguió convocándose durante algunos años más, concretamente hasta 2012... lo cual es ciertamente una lástima, puesto que en estas dieciocho entregas se recoge buena parte de la mejor ciencia ficción escrita en español -y también en otros idiomas- de los últimos años. En fin, ¡qué se le va a hacer!

Volvamos a nuestro tema. El círculo de piedra era una novela corta de poco más de noventa páginas en la que Ángel Torres Quesada nos sorprendió a todos con una original y fascinante historia en la que se entremezclaban la ciencia ficción, la fantasía y el terror junto con otros elementos no tan habituales tales como la parapsicología o la religión; un cóctel ciertamente difícil de manejar pero que en sus manos se convirtió en un inquietante thriller que, sabiamente dosificado por nuestro veterano autor, lograría atraparme como pocas obras de ciencia ficción lo han logrado, y les aseguro que no exagero en absoluto.

No era para menos: imagínense que de repente comienzan a aparecer, todas las noches, unos extraños seres demoníacos que se dedican a devorar a todo aquel infortunado que se ponga a su alcance... para desvanecerse sin dejar rastro al alborear el nuevo día. Tan insólito hecho, capaz de hacer aflorar los terrores más atávicos de la especie humana, habrá de provocar necesariamente una conmoción total en el mundo, obligando a la humanidad a adaptarse mal que bien a las nuevas circunstancias... porque nadie sabe ni de donde vienen estos engendros ni a donde van, ni tampoco la manera de librarse de ellos.

He de advertir que yo siempre he considerado que la frontera entre el terror y el ridículo acostumbra a ser extremadamente delgada, razón por la que las obras -y sobre todo las películas- presuntamente terroríficas a mí me suelen resultar la mayor parte de las veces aburridas y absurdas, cuando no decididamente bobas o, lo que es todavía peor, repulsivas, tal como me sucede con todos los subproductos gore por desgracia tan de moda últimamente. Así pues, y dado que en la práctica suelo ser muy exigente -e incluso puñetero- con este género, al hecho de que la novelita de Ángel me cautivara le doy realmente bastante importancia.

Pero... tras un planteamiento genial, el autor nos dejaba literalmente con la miel en los labios, puesto que El círculo de piedra terminaba sin despejar ninguna de las incógnitas que tan ladinamente nos había planteado. Y, como algunos años después tuve ocasión de conocer personalmente a Ángel, en el momento que pude aproveché para darle mis quejas.

Claro está que todo tenía su explicación. En realidad Ángel había planeado desde el principio una novela mucho más extensa, pero las limitaciones impuestas por las bases de los premios UPC le impedían ir más allá de presentar lo que debería haber sido la primera parte de la novela completa. Además por entonces todavía no la tenía terminada, como me explicó más adelante. Así pues, El círculo de piedra se convirtió en un mero aperitivo que sirvió, eso sí, para abrirnos el apetito. Y cómo, al menos en mi caso.

El problema consistió en que, entre pitos y flautas, la novela completa, bautizada por su autor con el sugestivo título de El aliento de la oscuridad -es decir, el que debería haber llevado la parte que presentó a concurso-, tardaría nada menos que ¡veintiún años! en estar a disposición de los lectores si hacemos excepción de Los desafiantes, un breve fragmento de la segunda parte aparecido en 2001 en la desaparecida revista Artifex. Demasiado poco, se mire como se mire.

Así pues, habría que esperar hasta finales de 2013 para encontrarnos con la novela terminada y editada. Las razones para esta demora, máxime teniendo en cuenta que se trata de una de las obras de ciencia ficción españolas más ambiciosas de los últimos años, fueron varias. Para empezar Ángel tardó mucho en terminarla retocándola y actualizándola continuamente -la primera parte, El círculo de piedra, fue reescrita prácticamente por completo-, aunque aquí, como ocurre con el buen vino, el envejecimiento serviría para mejorarla.

Por otro lado, la triple crisis -económica, editorial y la propia de la ciencia ficción- que arrastra nuestro país desde hace años impidió que ninguna de las pocas editoriales potencialmente interesadas por el género pudiera hacerse cargo de una edición de la que en otras circunstancias no sólo económicas, sino también de país, deberían haberse mostrado orgullosas. Por si fuera poco, a la otrora prestigiosa Minotauro, desde que fuera planetizada, se le puede considerar perdida por completo para la causa. Finalmente sería una modesta editorial aficionada la que se hiciera cargo de la novela, lo que sin duda, pese a su innegable mérito, limitará probablemente la difusión que ésta se merecía. Pero estamos en España, no lo olvidemos.

En lo que respecta al argumento, poco es lo que puedo añadir a lo ya dicho sin correr el riesgo de reventarla, ya que lo comentado acerca de El círculo de piedra es extensible a la totalidad de la mism, repartida en cuatro grandes secciones o capítulos: El círculo de piedra, Los desafiantes, La fortaleza negra y El aliento de la oscuridad. En total son más de 500 páginas que se leen de un tirón, o casi -hacía tiempo que no sentía la frustración de tener que interrumpir la lectura porque tenía que hacer otra cosa, o simplemente dormir- sin que se hagan pesadas en absoluto; al contrario, es tan trepidante el ritmo de la narración -herencia sin duda del rodaje de Ángel en el exigente campo de los bolsilibros- que la lees no ya sin cansancio, sino incluso con ansia de saber lo que va a ocurrir reprimiendo los deseos de hojear impúdicamente el final. Algo que, se mire como se mire, es un auténtico mérito en estos tiempos en los que los escritores -y estoy pensando incluso en los de allende el Atlántico- acostumbran a castigarnos con cientos de farragosas páginas en las que no ocurre prácticamente nada.

Así pues, nos encontramos con un tour de force tan complejo como agobiante, con unos protagonistas que, lejos de aparecer acartonados, nos muestran su angustia por lo que el planeta está padeciendo, unos protagonistas en cuyas manos está la posible resolución del problema -léase la erradicación de los terroríficos engendros nocturnos- y que, para afrontar tan difícil tarea, no sólo tendrán que luchar contra sus enemigos naturales, sino también contra los pérfidos políticos -alusión que por desgracia no puede ser más actual- empeñados en sacar tajada aun cuando sea a costa de la doliente humanidad.

El final, que por supuesto no voy a contar, mantiene asimismo el nivel y da una explicación lógica -dentro de los parámetros de la ciencia ficción, se entiende- a la insólita aparición de los engendros nocturnos, lo que diferencia claramente a la novela de todas aquellas que, enmarcadas dentro de la fantasía, se limitan a utilizar el fácil recurso de la magia, de las explicaciones -es un decir- sobrenaturales o de cualquier Deus ex machina cogido por los pelos -o por donde sea- por parte del despreocupado escritor. No, Ángel remata bastante bien la narración, lo cual ya es de por sí otro mérito, al tiempo que la deja preparada para una posible -y deseable- continuación... aunque la novela, tal como queda, tiene un final lo suficientemente cerrado como para que no acabemos acordándonos de sus antepasados, tal como me ha ocurrido en más de una ocasión incluso con autores tan prestigiosos como Umberto Eco, tras leer su fallida -por culpa del chapucero final- El péndulo de Foucault... lo que no es moco de pavo.

Por último, vuelvo a repetir lo mismo de siempre: Si Ángel, en vez de haber nacido en Cádiz, lo hubiera hecho allende el Atlántico y al norte del Río Grande, no tengo la menor duda de que ahora sus novelas se estarían codeando con las de los grandes autores del género, y conste que no es coba sino pura y simple sinceridad. Aún más, El aliento de la oscuridad podría haber sido la base de un magnífico guión no ya para una película, porque da para eso y para mucho más, sino para toda una serie; y ríanse ustedes de todas esas mamarrachadas de zombies que tan de moda están últimamente.

Pero estamos en España, no en los Estados Unidos. Eso sí, les recomiendo encarecidamente que lean El aliento de la oscuridad. Les aseguro que no se arrepentirán de ello.


Publicado el 2-3-2014 en el Sitio de Ciencia Ficción