Las colecciones efímeras de ciencia ficción



Dentro del conjunto de las colecciones populares de ciencia ficción publicadas en nuestro país entre los años cincuenta y noventa del pasado siglo, unas cuarenta en total contando también aquéllas que incluyeron obras traducidas de otros idiomas, nos encontramos con un variado muestrario de longitudes muy dispares, desde las más longevas como La Conquista del Espacio, de la editorial Bruguera, que rozó las 750 novelas, o Espacio, de Toray, que alcanzó, casi, las 550, hasta otras colecciones efímeras que no pasaron de un reducido número de títulos, tan sólo uno en algunos casos1.

Es precisamente de estas últimas colecciones de las que voy a hablar, las cuales, debido a su rareza, suelen ser muy poco conocidas, cuando no desconocidas por completo, no ya para los aficionados al género, sino incluso, por sorprendente que pueda parecer, para los propios investigadores, entendiendo como tales (y he de advertirles sobre la dificultad de establecer un límite objetivo entre las colecciones efímeras y las que no lo son), a aquéllas que no lograron rebasar la barrera de los 10 ó 15 títulos, siempre de forma aproximada.

Evidentemente, cabe pensar en toda colección truncada a poco de nacer como un fracaso, puesto que sus promotores pretenderían, lógicamente, conseguir que éstas se mantuvieran en el mercado tanto tiempo como fuera posible. ¿Cuáles fueron las causas de estos fracasos? Pues probablemente, resultaron ser diversas. Para empezar, hay que tener en cuenta que las editoriales especializadas en lo que se ha venido en llamar literatura popular (bolsilibros, tebeos, cuadernillos de historietas gráficas...), muy activas en las décadas posteriores a la guerra civil, mantenían entre ellas una competencia feroz que provocaba que todas ellas pusieran en el mercado multitud de novedades de todo tipo, de las cuales tan sólo una minoría conseguía asentarse y muy pocas de estas últimas lograban convertirse en verdaderos éxitos editoriales. La mortandad editorial era, pues, muy grande, y ni siquiera gigantes como Bruguera, tal como veremos posteriormente, estaban libres de estos fiascos.

Por otro lado, coexistiendo con las grandes editoriales como Bruguera, Toray, Valenciana o Rollán, había una multitud de pequeñas empresas que bastante tenían con sobrevivir, si es que sobrevivían. En ocasiones era un autor fogueado en colecciones ya asentadas el que afrontaba el reto de abordar una colección en solitario, a veces incluso fundando su propia editorial que, por lo general, solían ser de corta vida. En cualquier caso se trataba de un mundo muy difícil tanto para los empresarios como para los propios escritores y dibujantes, que vivían literalmente al día en la dura España de la posguerra.



Centrémonos en el estudio de las colecciones que cumplen los requisitos establecidos de brevedad. Empezando de forma cronológica, nos encontramos con el precedente de la colección El vengador del mundo, de Valenciana, que en una fecha tan temprana como 1943 publicó ocho números firmados por Fidel Prado, todavía con el formato tradicional de las primeras décadas del siglo XX de 210×150 centímetros y 64 páginas. Es muy poco lo que conozco de ella, aunque cabe suponer que primara la aventura dentro de un marco más o menos futurista. Algo posteriores (1946-48) son los nueve ejemplares de la colección El átomo mortal, de la editorial Baguña, ya con el formato de 150×105 centímetros que sería el habitual de los bolsilibros aunque con una longitud algo mayor de 150 páginas. Tampoco puedo decir demasiado de ésta, siendo lo más probable que siguiera unas líneas argumentales parecidas.



Pese a los precedentes anteriores, fue en los años cincuenta cuando comenzó el auge de la ciencia ficción popular en España, con sellos específicos dedicados al género. El primero de ellos fue la colección Futuro de la editorial homónima, que si bien no resultó demasiado longeva -publicó un total de 34 títulos entre 1953 y 1954-, tampoco se puede considerar efímera. Más suerte tuvieron dos colecciones prácticamente contemporáneas suyas, Luchadores del Espacio de Valenciana (1953-1963) y Espacio de Toray (1954-1972), que dominaron el mercado durante toda la década y los primeros años de la de 1960. Pese a lo difícil que resultaba hacerse un hueco entre estos dos gigantes, hubo varias editoriales que lo intentaron con resultados ciertamente poco fructíferos. La primera de ellas fue la colección Atómica, de la editorial AHR, que en 1952 publicó un único título pese a haber anunciado una docena más, todos los cuales correspondían a traducciones de autores principalmente franceses junto con alguno norteamericano.



La editorial Batería sacó al mercado en 1955 la colección Vida Futura, de la que tan sólo se conoce un único número firmado por Miguel Olivero Tovar bajo el seudónimo de Keith Luger, ya que aunque fue anunciado otro no existe constancia de que llegara a ser publicado. Esta iniciativa supuso una esporádica incursión en el género de este afamado escritor de novelas del oeste, el cual no volvería a escribir ciencia ficción hasta muchos años más tarde, y de forma breve -tan sólo catorce novelas-, en la colección La Conquista del Espacio.



Entre 1955 y 1956 se extendió la vida de la colección Robot, que tuvo algo más de suerte que la anterior al alcanzar los quince títulos. El responsable de todos ellos fue el veterano Enrique Sánchez Pascual, uno de los más prolíficos escritores de ciencia ficción españoles, que para diferenciarse de sus colaboraciones en Toray, firmadas como H.S. Thels y Law Space, recurrió al nuevo seudónimo de Alan Comet, que más tarde recuperaría en la colección S.I.P., también de Toray. La editorial responsable de la iniciativa era Mando, y se trató de una iniciativa personal de Sánchez Pascual que, evidentemente, no obtuvo el éxito buscado aunque la colección Robot, pese a su brevedad, se ha convertido con el tiempo en una de las más codiciadas por los coleccionistas y aficionados, habiendo sido recuperada por la Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro que en 2018 publicó un libro con las cinco primeras novelas y en 2019 otro con las cinco siguientes, estando pendiente la aparición del tercero con las cinco restantes.



Un nuevo intento fue el de la colección Science & Fiction, de la editorial Mateu, que en 1956 consiguió llegar hasta el número 9. Todas las novelas aparecieron firmadas por Dick Conderoga, seudónimo al parecer de Julio V. Gimeno, que aparecía en los títulos de crédito como traductor de la versión española, una triquiñuela relativamente frecuente en este mundillo con la que se pretendía conciliar el obligatorio camuflaje bajo una firma presuntamente anglosajona con el legítimo deseo de los autores de ver su nombre impreso en sus obras.



Diferente fue el caso de la colección Kemlo, de la editorial Cedro, de la cual fueron publicados siete números en 1958. Aunque al igual que en los casos anteriores los textos era responsabilidad de un único autor, E.C. Eliott, en esta ocasión se trataba de un extranjero de verdad especializado en literatura infantil y juvenil, el prolífico escritor británico Reginald Alec Martin (1908-1971), que firmó sus obras con diferentes seudónimos. Cabe reseñar que la edición española tan sólo abarcó las siete primeras de las quince novelas de la serie, publicadas en inglés entre 1954 y 1955, pese a que al menos otras tres de las ocho restantes estaban ya escritas cuando se editó la traducción española.

A principios de los años sesenta el mundo de la ciencia ficción popular experimentó cambios muy notables. Mientras Luchadores del Espacio, que durante mucho tiempo había seguido estrechamente la estela de los añejos, y ya obsoletos, pulps americanos de los años treinta, agonizaba hasta acabar desapareciendo en los primeros meses de 1963, Espacio supo adaptarse mejor a los nuevos tiempos ya que no sólo sobrevivió durante toda la década, sino que alentó incluso varias colecciones menores (S.I.P., Espacio Extra, Best Sellers del Espacio y, más adelante, Ciencia Ficción) que vinieron a llenar mejor o peor el vacío dejado por la extinta colección de Valenciana. Pese a que ninguna de ellas alcanzó una gran longevidad, no pueden ser consideradas como efímeras dado que todas rebasaron con creces los límites establecidos anteriormente. Dadas las circunstancias resultaba ciertamente arriesgado competir con el monopolio de Toray, al que ni siguiera la todopoderosa Bruguera amenazaba todavía en el género de anticipación, pero no obstante hubo dos intentos frustrados por conseguir abrirse camino en tan difícil terreno.



El primero tuvo lugar en 1962 cuando la editorial Manhattan, que ya contaba con colecciones de otros géneros, sacó adelante Naviatom, que sobrevivió tan sólo durante cuatro números. Todas ellas fueron responsabilidad de Pedro Guirao Hernández, otro de los grandes nombres del género, bajo los seudónimos de Peter Kapra, Walt G. Dovan y Eric Börgens. Aunque fue anunciada una quinta novela, todo indica que no llegó a ser publicada. Más adelante Pedro Guirao, que colaboró asiduamente en las colecciones de Toray pero sólo de forma esporádica en las de Bruguera, participaría asimismo en otras colecciones minoritarias, como veremos en su momento. En 1963 está fechada la única novela de la colección Omar, de la editorial Bullón Díaz tras la cual se encontraba con toda probabilidad la propia autora, Mayte Bullón. Pese al habitual anuncio de un segundo número en la contraportada, éste no llegó a aparecer.



Llamativa asimismo, por cuanto tuvo de quijotada, fue la iniciativa del valenciano Luis Bayarri Lluch, un autor que, bajo el seudónimo de Archie Lowan, había publicado dos novelas en la etapa postrera de Luchadores del Espacio. Corría el año 1964 y el recuerdo de la mítica colección, desaparecida un año antes, estaba todavía reciente, por lo que no es de extrañar que ésta, promovida por Bayarri aunque acogida al sello de la desconocida editorial Delosa (la sede social era el propio domicilio del autor), buscara mimetizarse con Luchadores de forma tan evidente (el formato era idéntico, y el dibujante de la portada fue José Lanzón, responsable de las ilustraciones de la última etapa de ésta) como baldía, puesto que sólo tengo constancia de la publicación de un único número junto con un segundo que fue anunciado en la contraportada de éste sin que haya podido averiguar si llegó a ser editado, aunque lo más probable es que no lo fuera. Su título era el de Tab Taylor en razón del nombre del protagonista principal, y con ella se pretendía rescatar la vieja tradición de los seriales por entregas, habitual en la primera etapa de Luchadores pero anticuada ya por entonces, lo cual, unido a la falta de apoyo de una editorial con suficiente solvencia, provocó previsiblemente el fracaso de la neonata colección. Es importante reseñar que Tab Taylor fue una colección completamente desconocida para los investigadores hasta hace tan sólo unos años, y de ella tuve conocimiento de forma fortuita gracias a los responsables de la desaparecida página web Base Bibliográfica de Ciencia Ficción y Fantasía, que me comunicaron su existencia.



Durante algunos años el mundo de la ciencia ficción popular se mantuvo tranquilo con Toray como líder indiscutido, e indiscutible, del género, siendo reseñables, ya a finales de la década de los sesenta, dos efímeros intentos de sendas editoriales por conquistar el mercado de la novela popular no en el tradicional formato de bolsilibro sino en el de libro de bolsillo, de mayor empaque, abandonado tiempo atrás por Toray tras el cierre de sus colecciones Espacio Extra y Best Sellers del Espacio. En 1967 la editorial Ferma, que mantenía con aceptable éxito su colección Infinitum, a mitad de camino entre la ciencia ficción popular y la de calidad, probó fortuna con Puerta a lo Desconocido, que fracasó tras publicar nueve números de autores españoles camuflados tras los consabidos seudónimos. Un año más tarde la editorial Picazo, que había cosechado un éxito similar al de Ferma con la colección Marte XXI, un primer intento -posteriormente seguirían varios más- de dar a conocer en nuestro país a los autores franceses de la colección Fleuve Noir, lo intentó de nuevo creando una sección de ciencia ficción dentro de su colección Libro de Bolsillo, también con traducciones de Fleuve Noir pero esta vez sin éxito, puesto que no consiguió pasar de los cuatro ejemplares.



Finalizando ya la década, en 1969 apareció la breve colección Tiempo y Espacio de la editorial Fercas, que llegó a publicar cinco novelas firmadas por Julián Fernández Gutiérrez. En realidad más que de ciencia ficción estas novelas se encuadran en el realismo fantástico, entonces en auge, algo que corrobora el hecho de que este autor escribiera otros libros con títulos tan evidentes como Yo he vivido en otros mundos o ¿Qué hay al otro lado de la barrera de la muerte? No obstante el único ejemplar de la colección de que dispongo está escrito en forma de narración y no como “ensayo”, tal como solía ocurrir con los libros de esta temática, por lo que es adecuado incluirla aquí.



Rebasando ligeramente el límite que yo mismo he impuesto a las colecciones efímeras, puesto que alcanzó las veinte entregas, se encontraría la colección Nova Club de Rollán, una de las grandes editoriales españolas y la única de ellas asentada en Madrid, la cual a pesar de contar con colecciones de gran éxito jamás había prestado atención al género de anticipación. Pese a que Nova Club contaba asimismo con formato de libro de bolsillo, en ella colaboraron exclusivamente autores españoles de bolsilibros ocultos tras los pertinentes seudónimos, lo que indica su condición de colección popular pese al camuflaje habitual en esos años.

La situación no cambió demasiado al iniciarse la década de los setenta, marcada por la desaparición en 1972 de la editorial Toray y, con ella, la de las dos colecciones que entonces publicaba, la veterana Espacio y su hermana Ciencia Ficción, ya que ambas (en la práctica eras como si se tratase de una sola, ya que la única diferencia entre ellas estribaba en el logotipo) fueron reemplazadas por la nueva colección La Conquista del Espacio, alentada por Bruguera tras muchos años de desinterés de esta editorial por el género de la ciencia ficción, que complementó su desembarco en el mundo del bolsilibro con unas excelentes y cuidadas ediciones de ciencia ficción de calidad dentro de su añorada colección de libros de bolsillo Libro Amigo.

Pese a la solidez que desde el primer momento mostró La Conquista del Espacio, que con el tiempo se convertiría en la más longeva de todas las colecciones españolas, dos editoriales osaron competir, no obstante, con el gigante barcelonés en unos años marcados por una crisis económica galopante que no invitaba precisamente a abordar nuevas empresas: Valenciana, con la reedición primero de la afamada Saga de los Aznar, y la continuación de la misma más tarde con novelas inéditas, hasta alcanzar aproximadamente los sesenta números, y Andina, heredera de Rollán, que logró sacar adelante su longeva colección Galaxia 2001 recurriendo fundamentalmente a reediciones, sobre todo de las colecciones de Toray, sin aportar apenas títulos nuevos.



Junto a ellas cabe reseñar varias colecciones efímeras. En 1971 Buru Lan publicó Nomanor, una serie de espada y brujería -y por lo tanto tangencial a la ciencia ficción- escrita por Domingo Santos y Luis Vigil. Aunque los autores escribieron cuatro de los ocho episodios que fueron anunciados, tan sólo llegaron a ser publicados los dos primeros. Esta editorial, también en el mismo año, sacó al mercado la pintoresca colección Terror dedicada a las aventuras del monstruo de Frankenstein. Pese al nombre de la colección y a su protagonista, el hecho de que una de las dos únicas novelas publicadas, ambas del escritor norteamericano Don Glut, lleve por titulo Frankenstein y el robot justifica su inclusión aquí, aunque sea a título anecdótico.



En 1974 apareció la colección Ciencia Ficción de la editorial Maysal, que logró sacar adelante cuatro volúmenes escritos por Pedro José Peyrona Puente (Gene Buchanan), Juan Álvarez Recio (Xandra Gilmar) y Juan Losada (John L. Martyn), firmas infrecuentes dentro el género. Dos años más tarde, en 1976, le llegó el turno a su homónima de la editorial Vergi, de la que tengo registrado un único ejemplar firmado por Richard Saxon, seudónimo del autor británico Joseph Lawrence Morrissey. Por último, en 1977 una nueva colección Ciencia Ficción, en este caso editada por Mayler, consiguió llegar a los cuatro números con traducciones de autores anglosajones.



Ya a finales de la década un conglomerado de sellos editoriales, probablemente relacionados entre sí, (ATE, Geasa y Nueva Situación) pusieron de nuevo en los quioscos diferentes ediciones de las novelas francesas procedentes de la editorial Fleuve Noir con la minoritaria inclusión de algún autor español, bajo los títulos de Anticipación Fleuve Noir y Ciencia Ficción Fleuve Noir, la mayoría de las cuales (resulta extremadamente difícil seguirlas en su totalidad) no alcanzaron, o rebasaron a duras penas, la docena de ejemplares.

Las circunstancias fueron muy distintas, no obstante, al inicio de los años ochenta pese a que Bruguera no sólo mantuvo a su veterana colección, sino que además lanzó una segunda, Héroes del Espacio, a través de su filial Ceres, e incluso una tercera, La Conquista del Espacio Extra, con variado éxito ambas puesto que, mientras Héroes se consolidó alcanzando los casi 250 números, La Conquista Extra a duras penas rebasó la treintena. La mejora de la economía española pudo ser la impulsora, probablemente, de nuevas aventuras editoriales, que surgieron como setas en contraste con el anémico panorama anterior, siendo varias las colecciones que salieron a los quioscos entre los años 1980 y 1982, la mayor parte de ellas con escasa fortuna.



La editorial Helios lo hizo casi simultáneamente con dos, Anticipación Cósmica y Kapra Futuro, la primera de las cuales sólo alcanzó los cinco ejemplares mientras la segunda consiguió llegar hasta los once. Ambas colecciones, nutridas exclusivamente por reediciones, fueron patrimonio casi exclusivo del veterano Pedro Guirao que, con diferentes seudónimos, fue el responsable de la mayor parte de las novelas tal como dejaba claro el título de la segunda, que formaba parte de un grupo de colecciones de diversos géneros tituladas Kapra Guerra, Kapra Oeste y Kapra Love, además de la ya citada. Pese a la importancia de su nombre o, mejor dicho, de sus seudónimos dentro del mundillo de la literatura popular, el experimento no llegó a cuajar.



Producciones Editoriales, otra editorial especializada en literatura popular heredera de la veterana Ferma, ya había sacado adelante a mediados de la década anterior Extraficción, una colección similar a la de su antecesora Infinitum que no llegó a alcanzar los treinta números. Probó suerte ahora con otras dos colecciones, de las cuales tan sólo una de ellas, también llamada Infinitum aunque nada tenía que ver, salvo en el título, con la homónima de Ferma al tratarse de bolsilibros, consiguió un relativo éxito al rebasar los setenta volúmenes, en su totalidad reediciones de títulos anteriores escritos en su mayor parte por la polifacética María Victoria Rodoreda, una de las pocas mujeres que han escrito ciencia ficción en España, bajo una nutrida batería de seudónimos. Peor suerte corrió Los vagabundos del espacio, publicada en formato de libro de bolsillo, con sus cuatro títulos (más otros dos que llegaron a ser anunciados, pero no publicados) obra de Carlos Echevarría Alonso, alias John Oxford.



Un nuevo intento, asimismo baldío puesto que sólo alcanzó tres entregas, fue el de la colección Ciencia Ficción -la originalidad no era el fuerte de los editores de la época a la hora de elegir los nombres- de la editorial madrileña R.O., iniciales de su propietario Rafael Ordóñez. La autora de una de las novelas fue la veterana María Victoria Rodoreda bajo el seudónimo de Robert Delaine, una variante -quizá por error de la editorial- del Robert Delaney utilizado por su esposo Juan Almirall. Otro de los títulos es una traducción del escritor italiano -caso infrecuente en la ciencia ficción popular española- Libero Samale, firmado bajo el seudónimo anglosajón Frank Graegorius. El tercero, por último, es obra del desconocido Joseph Frayser, de quien desconozco tanto su identidad como su nacionalidad. Esta colección pasó sin pena ni gloria y no resulta fácil, pese a lo relativamente reciente de su publicación, encontrar alguno de estos ejemplares en el mercado de libros de ocasión.



Dentro de la relación de colecciones efímeras tardías es preciso recordar también el canto del cisne de Bruguera, Los basureros del espacio, que tuvo la mala suerte de coincidir en su lanzamiento, en 1986 con el hundimiento de la editorial, lo que provocó que los dos últimos de los quince títulos anunciados no llegaran a ser publicados. Su formato era de libro de bolsillo, y el responsable de la colección, el argentino afincado en España Eduardo Frers, fue también el principal colaborador de la misma bajo el seudónimo de Rick Solaris, acompañado por Juan Gallardo (Curtis Garland) y Francisco Javier Miguel (Lem Ryan), ambos habituales de la casa, así como otros más esporádicos en el mundillo de los bolsilibros como Andreu Martín y Néstor Alcón.



Tras la desaparición de Bruguera poco es lo que queda por reseñar. El principal intento de sacar adelante una colección de ciencia ficción popular, fallido aunque no efímero ya que alcanzó los sesenta números entre 1990 y 1995, fue la recuperación de La Conquista del Espacio por parte de Ediciones B, reediciones en su totalidad de la colección homónima sin aportar ningún título nuevo. En esta misma década Hemma Joven, filial española de la editorial belga homónima, sacó al mercado las colecciones Misterio Trébol Rojo (1994-1996) y Mutantes (1999), ambas nutridas con traducciones de originales en francés de autores desconocidos en España. La primera alcanzó los doce títulos y la segunda tan sólo cuatro, por lo que entran de lleno en la categoría de colecciones efímeras.



Todavía más desolador es el panorama del siglo XXI, ya que en lo que respecta a colecciones comerciales tan sólo conozco la iniciativa de la editorial Multieditors de Promociones, que entre 2008 y 2009 editó, con el nombre de Episodios galácticos, tan sólo dos números, dándose la poco habitual circunstancia de que cada uno de ellos contenía un relato de Francisco Caudet y otro de Juan Gallardo, todos ellos firmados con diferentes seudónimos. Esta colección no salió a la venta en España -cabe suponer que debido a la falta de mercado en nuestro país- sino tan sólo en América, aunque dada su brevedad es de presumir que resultara fallida.



En estos últimos años, aunque se aprecia un cierto resurgir del interés por la ciencia ficción popular, éste se ha mantenido al margen de la industria editorial, alentado exclusivamente por pequeñas editoriales no comerciales movidas más por nostalgia que por la existencia de un nicho de mercado, lo que no resta un ápice a su mérito. Por lo general estas iniciativas se han centrado en la reedición de antiguos bolsilibros recopilando varios de ellos en un libro, con la notable excepción de la colección Serie Beee, de la editorial Matraca, que no sólo ha recuperado el formato tradicional de 150×105 milímetros y las aproximadamente 124 páginas, sino que se ha atrevido a publicar obras inéditas. Iniciada en 2018 no es una colección especializada, ya que los al menos 25 títulos aparecidos hasta ahora abarcan diferentes géneros, de los cuales cinco de ellos -todavía estaríamos, pues, por debajo del límite establecido para las colecciones efímeras, aunque deseo que ésta no lo sea- pertenecen a la ciencia ficción de forma plena o más o menos tangencial. Cuatro son obra del incombustible José Luis Bernabéu (Joseph Berna) que, además de rescatar un antiguo original que quedó sin publicar tras el colapso de Bruguera, ha escrito otros tres bolsilibros ex profeso para esta colección, algo excepcional en estas últimas décadas. El bolsilibro restante reúne dos relatos cortos de David Piulé, nuevo en esta plaza tal como dirian los taurinos. Huelga decir que deseo el mayor éxito a esta iniciativa, que contemplo con simpatía.

He de advertir, para finalizar, que ni este artículo pretende ser una relación exhaustiva de las colecciones breves de ciencia ficción popular publicadas en nuestro país, ni ha de ser considerada rígidamente la limitación autoimpuesta de quince números, que yo mismo he incumplido en alguna ocasión, para discriminar entre las colecciones efímeras y las que no lo son; es posible, pues, que algún lector eche en falta, o encuentre de más, alguna de las colecciones ignoradas o comentadas aquí. Evidentemente los criterios de selección utilizados han sido los míos propios y, como tales, subjetivos cuando no arbitrarios.




1 Para consultar el listado completo de los títulos publicados en las colecciones de bolsilibros, pulse en las siguientes direcciones:
Colecciones de bolsilibros
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Publicado el 15-5-2011 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 24-8-2020