Espinosa de Henares





El Henares aguas abajo del puente de Espinosa


Tras Jadraque y Humanes, Espinosa de Henares es la tercera población en importancia de todas las ribereñas del valle medio del Henares. Y si Jadraque es el inicio de este tramo fluvial y Humanes supone el final, Espinosa se sitúa justo a mitad de camino entre ambas, a 16 kilómetros de la primera y a 17 de la segunda por la nueva carretera CM-101, a la cual tan sólo hay que reprochar que se aleje del curso del Henares más de lo que hubiera deseado el viajero, algo que éste se ve obligado a asumir como peaje inevitable del progreso.

Espinosa, pues, se sitúa en un punto estratégico, a mitad del recorrido de un Henares que ya no es el río chiquitín de Sigüenza y Matillas al haber recogido los tributos del Cañamares y el Bornova, pero al que todavía le falta reunir sus aguas con el Sorbe para convertirse en el río maduro que bañará a Guadalajara y Alcalá. Espinosa es también el único lugar, entre Jadraque y Humanes, en el que es posible salvar por carretera la doble barrera interpuesta por el curso del río y el vecino escarpe de la Alcarria, lo que la convierte en un privilegiado nudo de comunicaciones entre la histórica villa de Cogolludo, allá donde la Campiña se confunde con las primeras estribaciones de la cercana sierra del Alto Rey, y la no menos histórica villa de Hita, ya en las suaves y onduladas tierras alcarreñas.

Es por ello por la que Espinosa cuenta con un puente justo al pie mismo del caserío, asentado éste en el suave talud que desciende hasta la margen izquierda del Henares.




El puente de Espinosa


Pero el de Espinosa no es un puente cualquiera, sino una recia construcción en piedra que dicen ser de origen romano, aunque su fecha de nacimiento oficial se remonta al siglo XV y, en realidad, su fábrica actual proviene del profundo rejuvenecimiento al que fuera sometido en 1921. En cualquier caso el puente llama poderosamente la atención, con sus macizos tajamares y sus cinco airosos arcos levemente ojivales, los cuales parecen haber sido trazados para un río con muchas más ínfulas que nuestro Henares, al que en circunstancias normales le basta con uno -el segundo, contando desde la orilla alcarreña- para escurrir bajo él sus mansas aguas. Ciertamente los lugareños saben de crecidas en las que el río reivindica como propios los arcos vecinos, pero en la apacible mañana de primavera en la que lo contempló el viajero el Henares se conformaba con discurrir plácidamente por éste, cediendo fraternalmente el último de ellos, o el primero, tomando como referencia la orilla derecha, al caz que discurre a su vera procedente del cercano molino, el cual le devolverá aguas abajo los caudales que éste le prestara.

Aunque no cabe duda de que el puente resta protagonismo al río, el principal objeto de interés del viajero es éste último, por lo que aprovechará la ocasión que se le brinda para disfrutar del interesante aspecto que presenta el Henares. Un Henares ni demasiado grande ni demasiado pequeño, muy similar en envergadura a la que muestra en la cercana Carrascosa, apenas a 6 kilómetros aguas arriba por la antigua y destartalada carretera y alguno más a causa de los caprichosos meandros que describe el río. Sin embargo el Henares se muestra aquí diferente, menos plácido y más movido, y también más hundido en su cauce quizá por su mayor cercanía al alcor alcarreño, lo que le proporciona al viajero unas agradables vistas tanto aguas arriba como aguas abajo del puente, donde un pequeño parque se extiende entre el cauce del caz y la vecina carretera que conduce a la estación.

Y, aunque el paso del Henares por Espinosa no deja de ser fugaz antes de continuar con su camino hacia Humanes, el viajero se mostrará satisfecho de haber hecho un alto en la ruta que le lleva a recorrer los caminos, unos mejores y otros no tanto, que discurren por el curso medio de su río.



Publicado el 17-6-2014