...Y de la Alcarria a Jadraque





Vista panorámica del valle del Henares desde el castillo de Jadraque


Dada la particular configuración del valle del Henares, tema tradicional de interés para los geólogos españoles, no son muchos los lugares de paso entre la Alcarria y la Campiña, las dos comarcas naturales hermanadas secularmente y, a la vez, separadas por el largo curso de nuestro río. El alcalaíno Gurugú, Guadalajara, Alarilla y Jadraque son, entre todos los existentes, los principales puntos de enlace entre la una y la otra y todos ellos, a excepción de Guadalajara que suaviza el tránsito merced al largo y estrecho valle del arroyo de Torija, presentan un brusco desnivel al pasar de una a otra comarca.

Jadraque, situada estratégicamente en el curso medio del Henares, es no sólo una población de larga historia sino también un importante y secular cruce de caminos. Plantado el caserío en un romo repecho situado a mitad de camino entre el abrupto borde de la Alcarria y la aquí temporalmente suave ribera izquierda del Henares, parece como si quisiera hundir sus milenarias raíces en ambas comarcas aprovechando que en este lugar, y casi a modo de excepción, se hermanan momentáneamente en vez de darse mutuamente la espalda. Jadraque es también punto de paso casi obligado para todo aquel viajero que desee visitar localidades tales como Sigüenza, Hita, Atienza o Humanes, todas ellas ricas en historia y tradiciones aún cuando la ya secular decadencia castellana se haya cebado con especial saña en todas ellas y hasta la antigua carretera general que enlazaba Madrid con Soria haya buscado un nuevo trazado dejando abandonadas a sus seculares compañeras.

Vestigio glorioso de un pasado que en esta ocasión sí fue mejor que el aletargado presente es el altivo castillo que se alza orgulloso en las alturas dominando la amplia vega que forman aquí el Henares y sus afluentes, castillo salvado de la incuria por el tesón de todo un pueblo que supo defender lo que era suyo. Pero conviene retornar ahora a los ríos, que de castillos habrá tiempo para hablar largo y tendido en alguna otra ocasión.

Decíamos, pues, que son muchos los caminos que parten de Jadraque; pero de todos ellos uno tan sólo es el que abandona decididamente la vega del Henares para, remontando los cerros, internarse por fin en la Alcarria tras cruzar el estrambote del vecino Badiel. Si el viajero lo recorre en sentido inverso, es decir yendo a Jadraque en vez de alejarse de ella, al bajar las empinadas laderas que sirven de asiento al castillo podrá contemplar cómo se abre a sus pies la dilatada vega y cómo los dobles y largos festones de verdor que marcan las riberas del Henares y el Bornova crean un duro contraste cromático en esta recia comarca castellana con las pardas tierras de cultivo vecinas, agostadas ya por el rigor del estío. Visión interesante, pues, para todo aquél que se dirija a este lugar bien en busca de paisajes pintorescos, bien para degustar prosaicamente el sabroso cabrito asado que constituye la afamada especialidad gastronómica de la villa; porque, claro está, los placeres espirituales nunca tienen por qué estar reñidos con los materiales.

Éste es el valle medio del Henares, desplegado en todo su esplendor a los pies del viajero sin más límites para la visión que el azulenco perfil de las ásperas sierras de Atienza cerrando por el norte el dilatando horizonte; éstas son las tierras generosas que hacen grande al Henares merced a la aportación que le hacen de sus caudales primero el Cañamares y poco después el Bornova, caudales traídos desde lejanas comarcas y que ahora le son rendidos a nuestro río para que él se encargue de conducirlos aún más lejos; pero esto corresponde ya a otro capítulo.



Publicado el 2-1-2010
Actualizado el 13 -10-2013