El Henares y los escritores de Guadalajara





José Antonio Ochaita fue uno de los muchos escritores
de Guadalajara que recordaron al Henares en sus obras



Es un hecho evidente que, junto con la gran literatura escrita por los autores de todos conocidos, existe una pequeña literatura que compensa lo desconocido de la misma con lo entrañable de sus temas o sus autores.

Dentro de esta literatura menor, cuyo calificativo no tiene nada de peyorativo y sí mucho de cariñoso, ocupan un lugar de honor los escritores locales, esos aficionados que, ajenos a toda comercialización de su obra, se vuelcan con entusiasmo en los temas de su tierra, de su ciudad, de su cultura... Y que, tantas veces, nos sorprenden gratamente con la calidad de sus trabajos.

En un trabajo de recopilación de textos literarios dedicados al río Henares, no podía faltar en ningún caso la labor callada y fecunda de todos aquellos ribereños de este río que, en un momento u otro, decidieron cantarlo; ribereños que, unidos por la geografía y la historia y separados por las divisiones administrativas, van a ocupar los dos últimos capítulos de este libro: los escritores de la provincia de Guadalajara en éste, y los alcalaínos en el posterior.

El Henares es esencialmente un río guadalajareño al discurrir una parte mayoritaria de su curso por esta provincia castellana: Sigüenza, Jadraque, Humanes, Carrascosa, Espinosa, la propia Guadalajara, junto con un piélago de pequeños pueblos, se asoman todos ellos a las riberas de nuestro río, constituido así en uno de los principales ejes fluviales y de comunicación de la provincia; no es de extrañar, pues, la presencia del Henares en la literatura de la zona.

Y para empezar, bueno es hacerlo recordando una obra de Alfredo Juderías titulada Nostalgia y elogio de Sigüenza1. Aparecido este trabajo en 1958 sería reeditado en 1981, hecho éste poco habitual en las publicaciones de temas locales y que puede ser tomado por ello como muestra de la calidad del mismo. Pero veamos qué dice Alfredo Juderías de nuestro río a su paso, casi recién nacido, por la ciudad del Doncel:


Mira: esto es la Alameda. El ala izquierda, por la que ahora discurrimos, rumorosilla del Henares, río pequeño, pero con agua hasta cidiana y romancera, y en cuya orilla gustaba de sembrar avena loca el Arcipreste, es dulzona y apacible como bien lo puedes tú ver.


Continuemos ahora con una obra de José Antonio Ochaita titulada, precisamente, Valle del Henares. Conjunción de huertos y castillos2. Breve en extensión, aunque denso en contenido, me ha resultado difícil de extractar al merecerse su reproducción íntegra, tanto por lo específico del tema como por lo poético de su redacción; pero, puesto que este último extremo era poco factible, bien está que comencemos recordando la propia introducción del trabajo3:


El valle del Henares es uno de los cinco rasguños con que la mano erosiva de Dios ha signado la tierra de Guadalajara. Quizá, de los cinco, el más autóctono; el más puro y esencialmente nuestro.


Bella descripción, no cabe duda, de la red hidrográfica de la vecina provincia. Mas el autor continúa hablando de estos cinco cursos de agua principales, que no únicos, a los que describe de la siguiente manera4:


Cinco esenciales, como las cinco devanaderas de un telar, y otros muchos, ya no esenciales pero sí imprescindibles, en el tejido alforjero que da su urdimbre a la trama montaraz de Guadalajara.

¡Enorme importancia la de estas “vías” de agua...! Ellas dan realidad a las parcelas geográficas en que gustamos dividir la provincia nativa.

Sierra, Alcarria y Campiña se delimitan, se encajonan en el bisel de las aguas fluyentes y la ausencia o la preseneia del río, crea una región peculiar dentro de la homogeneidad del todo. Las cinco fluvialidades patricias y nutricias, enumeradas de norte a sur, responden a los nombres de Jarama, Henares, Tajuña, Tajo, Guadiela, a las que van pegándose en su curso la hilacha de los hijos más o menos crecidos, de más o menos grosura, que afluentan y acrecen la aorta primordial. Unos enlazan por manderecha y otros por manizquierda, y si los cinco ríos nutricios dan valles, ellos dan la flor del “vallejo”, a veces de una lozanía y un humedecido temblor, que supera la autoridad estética del caudal en el que abocan.


Tras esta introducción, digamos, general, Ochaita pasa a describir el valle del Henares con estas palabras5:


De los cinco ríos mentados, con sus correspondientes hoces vallecinas, escogemos uno para glosario de lo que son estos paraísos inadvertidos que se tienden al pie de las yertas llanas calizas. Nos decidimos por él, en honor de su longura, que anda setenta y cinco kilómetros por nuestra tierra, y que es como el calabrote de oro que enlazara las cruces epíscopas de Sigüenza y Alcalá...; como la borlonadura de un “capelo” que se hace nudos en las fisuras de Cutamilla y se desfleca, luego, a sus anchas, por las anchas vegadas de Yunquera al igual que sobre nivelada credencia donde cada junco podría ser hendidura de gubia hecha por Martín de Vandoma.

(...)

Elegimos el río Henares -Tagonius en los itinerarios romanos-, y con él, el Valle del Henares.

¿De dónde hasta dónde alonga su figura? ¿Qué riscos le enjutan como cuello de hidalgo, y qué llanadas lo anchean como riñonada de Arcipreste? ¿Qué riachuelos afluyen a su cíngulo prieto de unidad? ¿Qué villas bajan a mojar sus calcaños en el agua henariega que lleva en su arrastre todo el polvo de nuestro esqueleto? ¿Qué torreones vigías lo asustan y le ponen la linfa sombría con un verde oscuro de leyenda? ¿Qué murallones lo ovillan a su piel y lo hacen foso insalvable, que sólo vadean las fechas, niña traviesas de la Historia, que hacen trampolín de todo el aire? ¿Qué huertos lo enraman? ¿Qué cementerios lo enmudecen? ¿Qué claustros monacales le convierten en capa pluvial de sus horas canónicas? ¿Qué humanidad lo vive y qué humanidad lo muere?


Larga y poética descripción del Henares... Pero sigamos adelante anotando, no obstante, el error del escritor, que confunde el nombre romano del Tajuña (Tagonius) con el del Henares (Faenarius), hecho que no afecta en absoluto al espíritu del comentario6:


El río Henares cubre, en Guadalajara, todos los expedientes. No es el más ancho; no es el más hondo; no es el más limpio; no es el de más rumor ni el de mayor silencio, pero tiene la primacía que enorgullece a la yugular sobre el cuello de una estatua. Más frío, el Jarama; más vegetal, el Tajuña; más hondo, el Tajo; más límpido, el Guadiela; ¡pero el Henares, más Henares, que es lo que importa a nuestro sentir. Y en cuanto al valle, verdad igual pudiera decirse: ni el más hondo; ni el más ancho; ni el de más abundancia; ni el de más sosiego; ni el de más nemorosa belleza! Pero es el Valle del Henares y con ello es bastante para subir a una categoría más metafísica que física.


Asimismo nos recordará Ochita el nombre musulmán del río, que también es el del valle7:


Y nada como el Valle del Henares para singularizar, ontológicamente,la tierra romano-amudejarada que suena mejor cuando la llamamos con su son de voz antigua: ¡Guadalajara!


Recién nacido el Henares se encontrará con su primera reválida: la ciudad episcopal de Sigüenza. Así lo narra el autor8:


El valle, es apenas arañazo de barranco por la Sierra Ministra donde se inicia el río. Al llegar a Sigüenza, el agua se acobarda de la grandeza de la urbe y no quiere acercarse mucho. (...) Para ser espejo de Sigüenza, se precisa ser río de muchas ínfulas y el niño Henares, que acaba casi de nacer, ni las tiene ni las precisa, y por ello anda un poco a la zaga, retirado del pasmo de piedra dorada que es la ciudad, medroso de los ojos de sus rosetones que son más bellos que el propio sol y la propia luna.

Henares viene de heno a decir de los filólogos; pero ya no queda heno en sus riberas9:


Del heno a Henares, fácil es sacar la consecuencia nominativa... El heno de las márgenes henariegas debieron comerlo, muy a lo goloso, los caballos romanos, ya que Segontia tuvo templo dedicado a la diosa Epona, deidad protectora de caballos y caballerizas.


Tras extenderse el autor en comentarios sobre la ciudad del Doncel, volverá a acordarse del río aguas abajo ya de la misma10:


El río sigue chiquitirrín, como una culebrina de agua que no encontró injerto todavía...; el valle, angosto y frío, de cara a los “altos de Romanillos”, de donde viene un aire soriano que rapa el bozo de la primavera.


Parte importante del valle son los castillos que lo jalonan a modo de guardianes de piedra, impávidos ante el paso implacable de los siglos11:


Pisando los pañales del río, se levanta el primer guardián bárbaro de lo que serán, tramo abajo, caudal de agua y valle de opulencias.

Son las piedras de Guijosa, levantadas en “castillo” sobre el rolde de un “castro” ibérico que, desde siempre, guardaneó el vagido del agua henariega y el despertar del valle hacia cataduras interiores.


Y más adelante12:


Los castillos del valle del Henares escalonan la trenza del agua y las termópilas de cada congosto, por donde se abre la posibilidad de paso a gente extraña, huraña y malquerida.

(...)

Como defensas archinaturales -¿por qué no sobrenaturales?- se alzan los castillos, a cuyo pie el agua del río se anuda, sin pausa y sin prisa, mientras el valle flora y frutea sin prisa y sin pausa...


Tierra de paso y de frontera, el valle del Henares siempre ha sido encrucijada de comarcas y de gentes13:


La Alcarria, en la margen izquierda del Henares, con sus altos páramos o “alcarrias” descendiendo en turbulencias abarrancadas hacia arroyales secos, o dando paso a ríos que se cortan o encajonan entre los rojizos raigones telúricos; la Sierra, arriba, enlazando sus moles con el sistema ibérico por los lindes de Segovia y Soria; la Campiña, entre el Henares y el Jarama, olorosa y vegetal, mimosa de hortalizas y grata de choperas y nogales, las tres regiones naturales de la unidad provincial, habían de buscar comunicación directa con el burgo capitalero reciente y pujante.

(...)

¿Qué mejor camino para esta Guadalfajara medieval que la hondonada por donde corre el Henares, y que no es otra cosa más que el valle, hecho camino natural, sor el que bajan las bulas de Sigüenza y por el que suben los Mendoza a tomar posesión de sus tierras de señorío?


Poco después, nos recordara de nuevo Ochaita la importancia de los castillos alzados al filo del Henares14:


Enumerar, siquiera de pasada, la nomenclatura de los castillos guardianes de las aguas del Henares y de su valle, nos llevaría a disquisición geográfica e hidrográfica en la que se dibujase la estructura de la tierra y el cauce de las aguas que forman los “vallejos” complementarios del gran valle, y los riachuelos o riachos que amplían el agua henariega según baja desde la sierra pelada, casi lunar, con henos albinos, hasta las anchas vegas donde campea la hortaliza en un lujo de color que ya es sabor, tal como en las fiestas de Doña Endrina y Don Melón de la Huerta.


Y también15:


La Edad Media llamó “Castillos de aquende los puertos” a aquellos que defendían el acceso desde éstos -los “puertos”; los “pasos”-, a la gentil vega del Henares.


Hablando de accesos, no podía faltar tampoco un comentario sobre el gentil valle del río Sorbe, el principal tributario del Henares16:


El río Sorbe ofrece también una posibilidad de acceso al valle, cavando honduras desde los altos de Cantalojas hasta las proximidades de Humanes, donde enreda su trenza limpísima en las barbazas rosadas y arenosas del ya cansado Henares.


Ciertamente resulta curioso contemplar la confluencia de ambos ríos por lo diferente de su color: aguas verdosas y cristalinas las del Sorbe, aguas turbias y oscuras las del Henares, nítidamente diferenciadas ambas hasta un buen trecho aguas abajo de la junta de las mismas. Pero el valle no termina allí sino que, ensanchándose hasta más allá de donde abarca la visión, irá a morir en las riberas del traicionero Jarama, ladrón de las aguas del Henares más por discutible decisión de geógrafos que por méritos propios17:


Cerrando el “paso” por Jarama y Lozoya, Uceda se yergue también en fortaleza, reforzada por la de Tamajón, con lo que el río sale libre a plena llanada y ya, Yunquera, no puede ofrecerle más que peine de juncos porque alise lo intenso de su cabello, más cuidado cuando, neófito, se llamaba Tagonius, a lo romano, que cuando fue Henares por mera confirmación que, cambiando el nombre, no altera su sustancia.

Si esto es en una de las orillas, no tiene menos que contar la otra. Primero Guijosa, celadora del agua inicial que aún lleva sonajero de burbujas; más abajo Sigüenza, episcopal, a la defensiva de tantas cosas divinas y humanas.

(...)

Cutamilla toda es un castillo forestal y roquero, con foso de estrecheces, por donde culebrea el Henares jugando a ser un Rhin con su Sigfrido en postura yacente de Doncel. Cuando acaba el laberinto cutamillero, se explaya Baides, donde los López de Estúñiga se hicieron ojeadores de río y valle.


Valle que, justo es decirlo, siempre ha tenido fama de ubérrimo18:


Lo más hermoso del valle, también es “mendocino”. ¡Aquella “huerta del Señor”que verdeaba y frutaba en las márgenes del Henares, entre Jadraque y Matillas, de donde provenían las ciruelas meladas, las peras urracas, las cerezas gordales...


Se refiere el autor, lógicamente, a la familia de los Mendoza, señores de Guadalajara y, por ello, enraizados durante siglos en las tierras del Henares. Y hablando de este río, no podía faltar una referencia obligada a Juan Ruiz, el arcipreste de Hita19:


El fenomenal Juan Ruiz describe la vida labriega del valle del Henares con una elocuencia permanente en las alcándaras de la “cuaderna vía” del “Libro del Buen Amor”: Coger y comer las uvas maduras...; apresar los higos pajareros en las insípidas higueras...; trillar y beldar...; estercolar barbechos y sacudir nogales...; pisar los racimos en el lagar...; tirar la simiente al surco... Únase a esto la pesca de barbos y de truchas que navegan unos por el Henares y otras por, el Bornova...; la cata de la miel...; el vareo del acebuche...; la recogida de la nuez, cuando se dora al aire por el sol de otoño...


A modo de colofón de esta necesariamente larga selección de citas de Ochaita, leamos el último párrafo de este interesante y poético trabajo20:


Todo, en fin, lo que suponen río y valle, en la foscura y la frescura de sus estrofas, que son río y valle abiertos hacia los hortales romano-moriscos de la salacidad y la melancolía, conjuncion de esta Castilla la Nueva, donde cada fortaleza vigila un espejo de agua y una alcatifa de huerto, propios al “buen amor” que esconde su dentellada entre la yerba de su risa...

¡Valle del Henares!..., ¡conjunción de huertos y castillos!


En 1976 apareció el libro titulado Glosario alcarreño21, obra del prolífico escritor y editor Antonio Herrera Casado. En el segundo tomo del mismo, dedicado a Sigüenza y su tierra, nos encontramos con varias referencias al Henares. Veamos la primera de ellas, extraída del artículo titulado Sol de Castilla, en la que se alude, además de a nuestro río, a la majestuosa catedral de la ciudad del alto Henares22:


Románica aventura del sol es ésta, que se marchó de viaje por la tierra, por la Castilla parda y gris del Medioevo, por los vallejos tristes del Henares y los altos páramos y las caducas sierras... y se quedó feliz entre nosotros. Echando luz, conteniendo sangre. Diciendo día a día su mágico afán de eternidades.


Más adelante, en Un Mendoza más: Martín Vázquez de Arce, nos encontramos con una referencia al Doncel23:


La nebulosa que rodeó siempre a nuestro personaje, un aire hueco de datos que rellenó y aún saturó a su estatua, tuvo ribetes eclesiásticos y campaneros por las travesañas de Sigüenza; ecos ribereños del Henares; rojos trasluces de arenisco episcopal de alto castillo.


Aunque menos conocida que la catedral, la seguntina iglesia de los Huertos es también parte importante del patrimonio de la ciudad mitrada, como nos lo recuerda el siguiente párrafo perteneciente al artículo La iglesia de Nuestra Señora de los Huertos24:


En la parte más honda de Sigüenza, como escondida entre el verdor de las florestas, y humedecidos sus muros por el continuo pasar de las aguas del Henares, se encuentra esta bellísima construcción, que en nada desmerece de los otros edificios religiosos que en la Ciudad Mitrada tienen su cabida.


De Sigüenza el autor salta a Jadraque, localidad asimismo ribereña del Henares, como nos recuerda en Arte en Jadraque25:


Llegar a Jadraque, encontrárselo hundido por el sur bajo unos montes de aterciopelada. carne yerta, y al septentrión abierto sobre el valle del Henares, reúne abundantes posibilidades donde dar camino al asombro, y luz a la admiración incansable.


La siguiente etapa, titulada Una bendición de campos, tiene lugar por las altas tierras alcarreñas26:


En Algora se hace el primer domingo de mayo. larga peregrinación del vecindario y forasteros hasta lo más alto del cerro de San Cristóbal, atalaya paciente y soberbia sobre las tierras de la Alcarria, pardas y llanas al sur, y sobre la abultada y cantarina geografía seguntina al norte, que por el valle del río Dulce, encajonado entre rocas, se precipita al Henares.


Para finalizar, en Y al fin, las almenas, retornaremos a la ciudad de Sigüenza de la mano de Antonio Herrera Casado para contemplar el antiguo castillo, hoy parador nacional27:


Aquí los romanos, sí, que situaron su castro en estratégica altura, vigilante de un valle como el del Henares, que fue asiento, desde aquí hasta arriba, hacia Medinaceli, de importantes núcleos de población ibérica.


Pasamos ahora a la obra de José de Juan García Ruiz, otro de los escritores locales alcarreños: el libro que lleva por título ...Y soñé es una selección de distintos trabajos de este autor seleccionados por José Antonio Suárez de Puga28. Y para comenzar, valga este párrafo extraído del ensayo titulado A Fermín Santos, trabajo dedicado a este personaje seguntino29:


La ciudad entera, del río sombreado de álamos a las eras altas del castillo relucientes como peluconas; del Humilladero, donde la soberbia se hace blanca mula franciscana, a las Ursulinas elegantonas con su dorada piedra y sus hornacinas donde duerme el sol de poniente; la vieja urbe hecha carne y convertida en verbo habla en esta amanecida estival de Fermín Santos, de ese pintor grande y generoso que ha sabido ganar piedra a piedra la mitrada ciudad de Sigüenza.


Bella descripción de la ciudad del Doncel, sin duda. Pero continuemos con nuestra selección de textos con la siguiente cita, perteneciente en esta ocasión al ensayo que lleva por título El alcarreñismo, postura espiritual30, publicado inicialmente en la revista Reconquista, de Guadalajara, en enero de 1951:


Y, después, patatas redondas y doradas de las llanadas de Yunquera, regadas con el agua gorda del Henares.


Obviamente, se trata de una comida realizada con alimentos de la provincia de Guadalajara. Cambiemos ahora a un discurso que lleva por título Advocaciones marianas de la provincia de Guadalajara31:


Nuestra provincia es pobre; la naturaleza la hizo así: “monda y lironda”, como dijo el gran poeta Ochaíta. (...) En contadas ocasiones, como compensación del cielo a tanto yermo, pequeños y rientes valles, nemorosas arboladas, donde muy bien el Amado de san Juan de la Cruz pudo encontrar a la inaprensible Amada por estas espesuras del Henares y el Tajuña, del Guadiela, el Bornova y el Arlés, “que yéndolas mirando, vestidas las dejó de su hermosura”.


A este discurso pertenece también la siguiente frase, pronunciada más adelante, en la que el autor va enumerando diferentes nombres de vírgenes de la provincia, algunas de las cuales ostentan calificativos vegetales32:


Y bajo esta denominación vegetal, ampliada en límites como un gozo campesino, no debemos olvidar a la Virgen del Campo, en El Pobo de Dueñas; la Virgen de la Granja, en Yunquera, que tiene su santuario entre los huertos y arboledas umbrosas de la orilla del Henares; Nuestra Señora de las Huertas, que desde la pequeña iglesita gótica y conventual que se levanta a la vera de la Alameda, en Sigüenza, extiende su patrocinio a los pequeños predios de tomates tardíos y moradas berenjenas obispales.


También una conferencia es la titulada Ofrenda del homenaje al Marqués de Santillana, pronunciada en el Teatro del Liceo de Guadalajara el 21 de marzo de 1958 en un acto de homenaje a este noble y escritor castellano con motivo del V centenario de su muerte; a ella pertenece esta cita33:


Después, cuando el magnificiente y leído señor de Hita y de Buitrago tenga a bien inquirir la causa de nuestra intrusión, rendirle pleitesía y ofrenda personalmente; presentarle nuestras cartas de embajador de la república de los poetas y escuchar en silencio la parla sosegada y armoniosa de don Íñigo, mientras que con la mirada perdida trasponemos los vidrios emplomados de la ventana, dejándola vagar por la risueña huerta donde corretean los lebreles, y las lejanías de la vega del Henares, por las que mansea un río, todavía contaminado de arabismo.


Como es fácil de adivinar, el autor recreaba aquí la Guadalajara que conoció el Marqués a mediados del siglo XV. Continuemos con este viaje imaginario por el pasado dándonos un paseo por la Guadalajara medieval34:


Por los estrechos y empinados callejones, he topado con dueñas, menestrales, escuderos, pecheros, un pregonero que vocea los gordos peces del Henares que atufan a cieno y juncos de río...


Por último, José de Juan García Ruiz remata su conferencia de esta manera35:


Cruzo el zaguán desierto. La calle huele a campo, a humedad de crepúsculo en primavera, a huerta abonada y a río que se escurre bajo un puente árabe.


En la proclamación del XI Día de la Provincia, que tuvo lugar el 9 de junio de 1972, nuestro escritor pronunció un discurso en el que describía el paisaje guadalajareño de la siguiente manera36:


Paisaje hosco y desnudo, y al alcance de la mano los valles deliciosos del Henares, del Tajuña, del Guadiela y el Bornova; nieves y pizarras del Ocejón y del Alto Rey, y, sin saber cómo, olivos, laureles y mirtos que huelen a mar.


Más adelante, calificará a la ciudad de Guadalajara. de renacentista y mendocista37:


Es algo más difícil en apariencia, pero es rotundo en su justificación: el secreto de esta conversión renacentista, tan rápida y vehemente, está en el nervio inquieto y curioso de novedades de un linaje forastero que se nos mete de rondón por el Henares: ¡los Mendoza!


Y finalmente38:


Guadalajara tuvo su gran eclosión en ese Renacimiento, que sin presunción alguna podemos afirmar que nació para España en el costado izquierdo del Henares, según se baja de Sigüenza...


Aunque la Guía de los castillos de Guadalajara escrita por Francisco García Marquina no es una obra literaria, sino un ensayo, existe en ella una referencia a nuestro río merecedora, por su calidad literaria, de ser recogida en esta antología39:


Desde los cubos del castillo se domina la. vega amplísima del Henares. Al este, la vía del ferrocarril ya cobra un carácter añejo, con calidad de geología. La carretera, como un látigo pasa a los pies del cerro y hostiga la población.


Se refiere el autor al castillo de Jadraque, atalaya secular del valle medio del Henares. Hemos de pasar ahora a una antología que recoge, bajo el título Guadalajara en la poesía, la obra de varios escritores alcarreños40. Para empezar, he seleccionado un fragmento del prólogo escrito por José María Alonso Gamo en el que se hace referencia a un poema de Manuel Martínez Remis41:


Ya que, si según Jorge Manrique nuestras vidas son los ríos, según Martínez Remis es un río, el Henares, el que escribe en el paisaje alcarreño la firma del marqués de Santillana.


Continúa el prologuista comentando a continuación la obra de José Antonio Suárez de Puga42:


La tercera trilogía., premio 1970, tiene como lema Guadalajara, dedicando Suárez de Puga los dos primeros a Guadalajara misma y el tercero a su río de piedras, al Henares.


Y por último, la de Manuel Terrín Benavides43:


En palabra. precisa va esculpiendo, verso a verso, esa Guadalajara, que es más que Guadalajara, es la sublimación de la ciudad castellana a la que le va bien la llanura, pero que no es del todo esta capital de la vaguada, que baja precipitada y sedienta hacia el Henares, pero que la incorpora en lo que tiene de caballeresca, de castillera -como diría Ochaíta- de “monte florecido por la historia”


Nos introducimos en la antología propiamente dicha con el terceto final del soneto titulado Llevaba en el arzón la primavera, que le merecería el premio Abeja de Oro de 1958 a su autor Manuel Martínez Remis44:


Y sobre el pergamino del paisaje,
calígrafo del sol, escribió un río
la firma del Marqués de Santillana.


Como ya fue comentado anteriormente, José Antonio Suárez de Puga fue el ganador, en 1970, del premio de poesía convocado con motivo del IX Día de la Provincia. La obra premiada fue una trilogía de sonetos, al segundo de los cuales pertenece este segundo cuarteto alusivo a la casa del Infantado, señores de Guadalajara, y al Henares que la baña45:


Noble casa la del Infantado
mansión cuyas alcobas contuvieron
aquellas frentes que a soñar se hicieron,
corriendo por el río iluminado.


Y, puesto que el tercer soneto de este mismo autor está dedicado íntegramente al Henares, lo reproduzco completo46:


Oh, soledad de río cuya orilla
lejos está del mar a donde todo
marcha a, morir... Oh río cuyo lodo
en el espejo de mi verso brilla.

Liviano, por saber de su amarilla
paciencia, te mirase de tal modo
que Narciso se llama el Quasimodo
sembrador del silencio de Castilla.

Bebe en tu cutis el halcón de frente,
y el tordo que te canta impenitente
dicta tu amor al álamo y al carro.

Pasa. feliz, mi corazón te siente
hacia el mar, manso buey de agua y guijarro,
¡oh Henares, serenísima corriente!


José Antonio Ochaíta, el conocido escritor alcarreño, sería el ganador, en 1973, del premio Gálvez de Montalvo convocado con motivo del XII Día de la Provincia, concretamente con su Septena de sonetos castilleros. El segundo de ellos está dedicado a los ríos alcarreños, y a él pertenece este primer cuarteto47:


...Siempre los ríos, de gotosa vena,
amamantan su lengua de sillares...
¡...Tagonius de la Roma, nuestro Henares,
soñando chopos y mascando arena...!


Nótese, a titulo de curiosidad, que Ochaíta continúa denominando, erróneamente a mi parecer, al Henares con el nombre de Tagonius, que en realidad pertenece al Tajuña. Demos un salto en el tiempo hasta l976, año en el que el galardón, denominado en esta ocasión Premio José Antonio Ochaíta, correspondió a J.A. Morillo-Velarde Taberné por su obra Nostalgia y tránsito del cardenal Mendoza, Guadalajara, enero de 1495, poesía que comienza así48:


Sientes el peso de una influencia recobrada,
el cansancio de andar por las calles crecidas en el cielo,
el rumor de aquel río que contemplan,
las tierras y la altura de un amor incallable.


Más adelante continúa49:


Estás aquí, en esta bien venida que te requiere el patio florecido,
la iglesia iluminada de devociones oscuras,
y esas calles, otra vez, con deudas de silencios,
y pañuelos mojados de Henares y de Tormes,
en aquellas estancias de estudiante,
descubriendo la vida, recobrando cualquier poema
herido de cipreses y de lluvias.


También a esta obra pertenece el siguiente fragmento50:


Y te despiden todos desde el puente y el río,
toda Guadalajara que te retuvo tanto.


Termina la selección de este poema con la siguiente estrofa51:


Y el paisaje y los campos,
la tierra y los caminos,
las riberas ahora. verdecidas,
te requieren la infancia y las palabras,
el alma redimida en el cantar del río.


Concluye, por último, el estudio de esta antología poética con la obra titulada Ando Guadalajara con la luz en los ojos, de la que es autor Carlos Murciano, galardonada en 1979 con el premio José Antonio Ochaíta, cuya primera estrofa dice así52:


Digo Alcolea. Entro
por Alcolea y su ancho pedregal,
por los terromonteros que el ábrego combate;
busco el pinar que alivia,
el dulce son del Dulce
y el Henares, el atrio
de Saúca,
la vega fiel de Pelegrina,
la añorada Salud de Barbatona.


En 1981 apareció Plaza Mayor53, una recopilación de artículos de José Serrano Belinchón publicados inicialmente en el periódico Nueva Alcarria. En ellos el autor fija su atención en los diferentes lugares de la provincia de Guadalajara, lo que hace que las referencias al Henares aparezcan, como cabe suponer, con bastante frecuencia. No obstante, la primera de ellas no corresponde a Serrano Belinchón sino a Antonio Herrera Casado, ya que pertenece al prólogo del libro54:


La provincia de Guadalajara, medio vacía de gentes, sin proyecto claro de futuro, va tomando el color de un atardecer nublado. La salvan los valientes que quedan (...). La salvan también sus paisajes, sus montes de terciopelo -Ocejón altivo, cerro pelado de Hita-, sus ríos entrañables -Henares, donde Quevedo fue cisne, Tajo de plata-, sus pueblos viejos rebosantes de talladas piedras románicas.


Ya al propio Serrano Belinchón corresponden estas palabras, pertenecientes al artículo titulado Alarilla55:


La bella composición natural que pone ante los ojos la fertilísima vega del Henares y los contrastes, determinados por la sombra y por la luz en los regatos y cárcavas que abre en su cara norte el cerro de la Muela, es la primera impresión que el visitante siente antes de llegar al pueblo por la carretera de Humanes.

(...)

El sol de la mañana se hace color pasando la vega, y el viento frío del mediodía trae olor a campo y a paz. En la vega del Henares conviven en este tiempo el rastrojo negruzco y el trigo naciente junto al barbecho.


Ésta es la impresión que le merece al autor Bujalaro56:


En las huertas del Samoral, a orillas del Henares, uno tiene que admirar sin condiciones la capacidad y el buen hacer de las gentes del pueblo. Más de diez hectáreas de terreno van siguiendo el curso del río, en las que se puede cultivar, con seguridad de éxito, siempre que las heladas de mayo lo permitan, toda clase de hortalizas.

(...)

En el bar de Andrés no hay apenas clientes a esa hora de la mañana. Allí supe que el pueblo necesita una revisión seria del alumbrado público a causa de las nuevas edificaciones, que la concentración parcelaria se extienda a terrenos de huerta y arbolado, y un puente sobre el Henares a la altura del ferrocarril, entre otras cosas.


Y ésta la de Casas de San Galindo57:


Siguiendo por la calleja que va hacia la iglesia, pasado el depósito del agua, uno termina por encontrarse de pronto en el soberbio mirador de las eras del Rostro, donde a cualquier hora del día se puede contemplar uno de los más impresionantes espectáculos del paisaje de la provincia. Hileras apretadas de chopos vienen a confluir en mitad del valle, marcando en su recorrido los cursos del Bornova y del Henares, que funden sus aguas cerca de la ermita de la Caridad, ya en tierras de Miralrío. El valle del Henares es una plataforma extensísima de mieses a punto de hoz que se tiñen en variedad de tonos dorados y ocres, y que el sol de la tarde viene a favorecer en intensidad y hermosura. Al otro lado, las ondulaciones grises de la sierra entre las que destaca la cima del Alto Rey, y a nuestros pies, abajo en el hondo, la espesura agreste del Riguerón.

(...)

Don Paulino se me ofreció como guía en mi último recorrido por el pueblo, mejor dicho, en mi último vistazo al valle del Henares desde las mismas eras del Rostro donde había estado antes.


La última cita perteneciente a este libro corresponde al artículo dedicado a Espinosa de Henares58:


Cuando lo inhóspito de los parajes por donde se abre paso la carretera comienza a hastiar después de tantísimo campo yermo alrededor, de tanto monte pelado a una y otra parte del camino, surge de pronto ante la mirada insatisfecha del visitante el grandioso espectáculo del valle del Henares.

Con la luz otoñal de la mañana al otro lado, centenares de chopos en una masa tupida y amarillenta, se extienden por buena parte de la llanura siguiendo desde sus mismas márgenes el cauce del río. Ya muy cerca del pueblo hacen sombraluces a nuestro paso los penachos de humo negro de las fábricas y el polvillo incesante de la piedra molida. Luego, el paso a nivel a escasa distancia de la estación de ferrocarril, el puente magnífico de piedra sobre el Henares y el pueblo, Espinosa, al que se puede subir por dos caminos distintos o quedarse abajo, hasta más ver, mientras se contempla el manso discurrir de las aguas entre las sombras y entre los troncos verrugosos y blanquecinos de los árboles.


Aparecido inicialmente en 1974, el libro titulado Caminos de Sigüenza y Atienza llegó a su quinta edición en 1984, buena muestra del interés con el que fue acogido. En lo que a nosotros nos interesa, este libro recoge una poesía de José Antonio Ochaíta dedicada a la Virgen de Barbatona, un santuario mariano ubicado en las cercanías de la ciudad de Sigüenza. Leamos un fragmento de la misma59:


Mirándose en el Henares
que le ciñe una corona,
la Virgen de Barbatona
materniza nuestros lares...


En los Anales Seguntinos de 1984 nos encontramos, a su vez, con un trabajo dedicado a los refranes de la provincia de Guadalajara. A él pertenece la. siguiente cita60:


Para rica mil (miel), la Alcarria.
La Sierra para pinares,
Y para abundantes frutos
La Campiña del Henares.


En 1985 está fechado el libro que lleva por título Viajes y andanzas de un alcarreño, obra de Felipe María Olivier López61. Esta obra, a mitad de camino entre un libro de viajes y una autobiografía, describe una serie de vivencias -y de andanzas, como bien explica el título- del autor por las tierras de su provincia natal. Obviamente no podían faltar en él referencias al Henares, de entre todas las cuales he seleccionado las más interesantes desde el punto de vista literario, como ocurre con la siguiente descripción de la amplia vista panorámica que se divisa desde un mirador situado en las cercanías del pueblo y el monasterio de Lupiana62:


La panorámica era de dilatados horizontes: A nuestros pies, Iriépal, Taracena y Valdenoches y, a la izquierda, una preciosa. vista de la ciudad de Guadalajara; grandes destellos dorados salían de la cúpula del panteón de la Condesa al incidir en ella los rayos del sol poniente. Por la extensa y dilatada campiña del Henares, salpicada de pueblos, corría un tren dejando tras de sí un penacho de humo blancuzco que abandona en guedejas. (...) En el horizonte, dibujadas en azul, las cumbres de la sierra con los picos del Ocejón y el Alto Rey.


La segunda de las citas pertenecientes a este libro hace alusión al viejo puente medieval que cruza sobre el Henares en la ciudad de Guadalajara63:


Pocos metros antes se iniciaba el puente, rodeado de álamos blancos a ambos lados hasta el primer tajamar donde ganaba más altura y se podían contemplar desde los balconcillos que tenía encima las aguas del Henares que, cuando no bajaban achocolatadas, permitían ver el enlosado enmarcado en cuadros de madera que cubría aguas arriba y abajo la base del histórico puente.


Leamos por último, la visión que el autor tiene del valle del Henares desde el histórico castillo de Jadraque64:


Debajo a mi derecha, a vista de pájaro, se descubría el pueblo de Jadraque, del que destacaba sobre su caserío la. hermosa iglesia parroquial con portada barroca. Al frente, las blanquecinas cuestas que suben hacia el alto llano predecesor de la sierra del Alto Rey, pico que señoreaba el contorno. A la izquierda, la cinta del río se perdía en la lejanía por la Campiña del Henares entre arbolados sin cuento.


Hemos de volver ahora a Sigüenza para recoger un extracto del prólogo que José Esteban escribió para una guía turística de la ciudad del Doncel publicada en 1987; leámoslo65:


A la orilla del Henares,
el Humilladero está.
A su lado la Alameda,
las Clarisas y algo más.


También en ese mismo año de 1987 sería publicado el libro que, en su doble título, recoge dos antologías poéticas de Juan Pablo Mañueco premiadas por la Diputación Provincial de Guadalajara en los años 1977 y 1981: Cancionero y romancero de la Alcarria (premio 1981) y Claridad que emerge del agua (premio 1977)66. A Cancionero y romancero de la Alcarria pertenece la poesía titulada Vega de Guadalajara, cuya tercera estrofa habla del Henares con estas palabras67:


En la vega verdeciente,
Henares transporta el agua,
pasa lamiendo en el puente
que cabalgó Santillana,
y se va por el poniente
hacia Guadalajara.


Dos estrofas más adelante puede leerse68:


El Henares, siempre en marcha,
llega de remotas fuentes,
sueña y ríe, ríe y danza,
y tras beberse sus nieves
asomarse pronto quiere
a la Alcalá musulmana.


Por su parte, la poesía Quietud está dedicada en su totalidad a nuestro río. Dice lo siguiente69:


Río Henares,
descansa.
has visto muchos combates
en Sigüenza.
y en Jadraque.

Descansa ahora,
no me rocíes
de tu agua.
Mira que está tinta,
y que sangra.

Río Henares,
descansa.


De 2014 es la antología titulada Castilla, este canto es tu canto70, a la que pertenece la poesía Niveles de la fachada cisneriana, dedicada como cabe suponer a fachada plateresca de la Universidad alcalaína, y cuya última estrofa trae un recuerdo para el Henares71:


Desde la Arriaca, arriba del Henares,
hemos seguido como hizo la ninfa
Galatea, el goteo de su linfa
por ser dos piedras más de sus sillares.


Al mismo libro pertenece también el soneto Guardián de Hita72:


Guardián he sido yo de la almenada
puerta altomedieval que ampara Hita,
formidable y guerrera, que milita
por las cónicas villas, inclinada.

Mi centinela guarda enamorada
por ti, castrense y cauta, quedó inscrita
en el zaguán frontero que transita
adentro de la villa vigilada.

En su interior, también por ti, preservo
la Iglesia de San Pedro, sobre todo,
pues de ella guardo, cuido y me conservo

memoria tuya en el fuerte recodo
que sube hasta el castillo ayer superbo,
y hoy alerta también, mas de otro modo,
para alzar entre sus piedras sillares
cada una de las villas del Henares.


Este mismo año de 2014 Mañueco repitió con Guadalajara, te doy mi palabra73. En él nos encontramos con las Seguidillas de los ríos de Guadalajara: Río Henares, en las cuales se hace un amplio recorrido literario por todo su curso, incluyendo referencias a sus afluentes que, por razones de espacio, me he visto forzado a recortar74:


Desde Sierra Ministra,
casi en Sigüenza,
manantial de Castilla
Henares trenza.

Gota aún de rocío
ya se extasía
ante la urbe mitrada
y seguntina.

Don Martín Vázquez de Arce,
“Doncel” lo llaman,
ha cerrado su libro
esta mañana.

Cierto que por Sigüenza
queda su estatua
para asombro del mundo
que la mirara.

¡Se le ve cabalgar
abajo Henares,
para trotar la Alcarria
por montes y valles!

Al pasar reverencia
a un cardenal,
gran González Mendoza,
que en su sitial

ve cómo se termina
la catedral
-este alcarreño ilustre
no obvio en moral-.

El tercer rey de España,
de Dios primado,
en urbe alta de Henares
trama milagros.

(...)

Al pasar por Jadraque
el Faenarius,
que llamamos Henares,
cierra los labios.

La corriente que cruza
los campos de heno
ha quedado ahora
toda en silencio…

Que Mío Çid Ruy Díaz
trama celada
y entera noche tiene
tropa emboscada.

¡De madrugada
cuando se abran las puertas
de Castejón

frenará nada
para quedar expuestas
a quienes callan hoy!

El Çid Ruy Díaz
con ciento de su zaga
tomará Castejón
por añagaza,

sin haber de lidiar.
Guarda caución
Henares, por sigilo
y discreción.

Y mientras tanto
Álvar Fáñez Minaya
y otros doscientos
ha salido en algara.

Por el Henares bajan
de “Fita Ayuso
e por Guadalfajara
fasta Alcalá

lleguen las algaras”,
que son plazas muy fuertes
y bien muradas.

¡Tantos siglos de Historia
y tantas épocas
como Arriaca memorias
guarda remotas!

¡Dios, qué hermosos países
por estos pagos,
tan variados, diversos,
tan castellanos!

Ahora Guadalajara
desde el balcón
ve pasar el Henares,
que el Tajo no.

Para ver lo más próximo
todo el reflejo
escalera iza Antonio
Buero Vallejo.

Que para tejer sueños
del río Henares
soñador para un pueblo
debe mirarle.

Y es solamente
la señal que él espera
que las ondas del agua
vengan ligeras.

¿Cuánto tiempo divisas,
tierra henariega,
donde empieza Campiña
a irrigar vega?

Rueda Guadalajara
hacia su río,
como Wad-al-hayara
su canto ha oído.

¡Cuántos siglos, y aun eras!
¡Y, Arriaca, sigues
alta, sobre tus piedras!

¡Dios, qué hermosura el agua
de esta provincia,
y cuanto más la amo, amo
más a Castilla!

¡Tajuña, Tajo, Henares,
Jarama en ramas,
helecho, hierba y boscaje
su agua os derraman!


Al mismo libro pertenece el soneto Al Henares seguntino75:


Yo digo que te admiro y que me asombra
-Faenarius bautizado por romanos-
que asgas Segontia, la que a propias manos
del gótico al barroco nos alfombra.

Brotas echando luz entre florestas
que nacen en mitad de la foscura
y pronto rebosan en la madura
silueta de sus torres inmodestas.

En el castillo luego te aballestas
para tornar a serte vallecino
en la arteria de un valle al que amonestas

a ceñirse a la gubia, que el camino
grabará -de las aguas henariegas-
con tallas y relieves que navegas.


Este prolífico autor publicó en 2015 un nuevo poemario, Donde el Mundo se llama Guadalajara76, al que considera su mejor libro de poesía publicado hasta la fecha. A éste pertenece el soneto Río de piedras, con Guadalajara rodando como una de ellas77:


Rueda Guadalajara hasta su río
cual inclinado canto que se tiende
del alto monte al agua a que desciende,
componiendo un país que llamo mío.

No quiero más visión, pues me deslío
de cualquier otra tierra evanescente
por donde fui, si acaso, fugazmente
y ahora son parajes que extravío.

Hay gente que conozco y otra que amo;
también gente ruin, como en todas partes,
que aviesos usan de sus malas artes.

Mas, habiéndolos siempre por ajenos,
al dios de Arriaca -ibero- le reclamo
que se digne contarme entre los buenos.


Continúa la selección de este libro con el soneto con acróstico Guadalajara desde El Clavín, una atalaya natural desde la que se disfruta de una hermosa panorámica del valle del Henares78:


Guardo de ti recuerdos que son vida,
Universo de tierra ingente y vegas
Al que me asomé a verte y casi a ciegas
De belleza quedé, resplandecida.

Al verte de tu monte, a la que riegas,
Lenta agua que Henares lleva en lenta huida,
A la Campiña amé en verdor vestida.
Junto a cerro en cono de Hita en que llegas.

Ante mí, del fondo, la Central Sierra
Ramifica sus cumbres y sus nieves.
Al poniente, se alarga tanto tierra

-Jubilar monte alto-, que aun te atreves,
Por donde rosa ocaso ya se cierra,
Mostrar Madrid... Y a infinito nos lleves:

Más largo, excelso, ancho… pues miles de destellos de luz al cielo eleves.


Al que sigue Ribereña del río Henares, escrita en un nuevo tipo de estrofa inspirada en las conocidas Serranillas del Marqués de Santillana y perteneciente al estilo que Mañueco ha denominado realismo simbólico79:


Por Henares caminando
vi llegar por la ribera
a una mujer mensajera
que este mensaje iba dando:
-“A mi amor yo voy buscando”

¡Quién te amase, mensajera!

Pero la verde ribera
que humedece el río Henares,
dejó de oír sus cantares
cuando dijo la viajera
por entre aquellos lugares.

¡Qué lamento en la pradera!

-No desea tus amores
ni en esta ni otra ribera
esta mujer mensajera.
Busca sólo alegres flores.
Otro amor, mayor, no espera.


Concluyen las citas pertenecientes a este libro con Henares, enciendo el color de tus mejillas, una variante del soneto clásico a la que el autor ha bautizado soneto alcarreño, formado por cuatro cuartetos con rima en oleaje80:


Borda, Henares, labra, unge, alza y decora
Obrando en tus ribas tan bellas muestras:
Rosas de catedral, torres tan maestras,
Densos templos, castillos que el sol dora…

Antiguos castros, artes que nos muestras
Hechas palacio, iglesia, ermita; aurora
Entre rocas, cielos que luz decora,
Nieblas de alba sobre tus aguas diestras…

A las que sigan hierbas de esmeraldas,
Riberas dando flores en cestillas
Estambre en flores rosas y amarillas
Sobre las que pueda Flora guirnaldas

Ungir, alzar, labrar, bordar… a orillas
No sólo de las ribas del Henares,
Ginestas sean tus glebas y casares,
Encendido el color en tus mejillas.


Aunque Juan Pablo Mañueco escribe principalmente poesía, La Virgen de las Batallas81 es una incursión del autor al género de la novela histórica ambientada en el reinado de Fernado III, a mediados del siglo XIII. La novela relata la época en la que este rey reconquistó Sevilla y el fértil valle del Guadalquivir, teniendo especial relevancia el paso de los protagonistas -una familia de juglares- por las tierras del valle del Henares, concretamente en el capítulo que lleva por título Por tierras de Atienza, Sigüenza e Hita82:


Desde allí, doblando a la derecha y siguiendo el camino romano que hacía más de mil años que servía para comunicar las tierras centrales de la Península, la rauda expedición, encabezada por unos heraldos engalanados por los colores del rey de Castilla, y cerrada por doce jinetes armados que le servían como escolta, iba a continuar valle del Henares abajo, hasta llegar a Guadalajara.

Sigüenza era, en los años del Medievo en que acontece nuestra historia, una fuerte ciudad de señorío episcopal, dominada por su catedral-fortaleza románica, al pie del valle, cerca de donde corría el río Henares, aún poco caudaloso, porque apenas llevaba surcados unos kilómetros desde su nacimiento. Y vigilada por el castillo militar donde tenían su residencia los obispos-guerreros seguntinos, en lo alto de la más empinada colina del caserío, desde donde se divisaba y protegía todo el valle.

(...)

Esta vez, sin embargo, la familia de juglares se había puesto al servicio del caballero Gonzalo Ruiz de Atienza y, le acompañaba, en un convoy oficial a lo largo de todo el valle del Henares hasta el alcázar real de Guadalajara.

(...)

El sol había alumbrado ya plenamente los cerros de la Campiña del Henares, que atravesaban. No quedaba ni rastro de penumbra de la madrugada anterior.

(...)

Y Jimena de Oña, la juglaresa, para contrarrestar la fatiga del viaje y el paso de las leguas, decidió referir a su hija algún dato, noticia o comentario acerca de los lugares o los ríos que se encontraban a su paso.

Se trataba de afluentes del Henares todos ellos, puesto que seguían su curso, a partir de Sigüenza, la episcopal, hasta Guadalajara, que era villa de realengo.

Recitaba Jimena, con melodiosa voz:

-Desde Sierra Ministra, casi en Sigüenza, manantial de Castilla, el río Henares su curso trenza. Gota aún de rocío, ya se extasía, ante la urbe mitrada, y seguntina.

Y poco después, de nuevo, a su hija:

-Más holgado aun que él, río Salado -salinas, estanques, norias- lo ha empapado.

(Tras una pausa).

-Luego llega el río Dulce, poca luz y más perfumes, llenos de sauces.

Viendo el entretenimiento que se traían madre e hija, se unió también al recuento de ríos y de localidades cercanas el cabeza de familia, Nuño de Lara, el juglar.

Decía:

-Por quebradas, llega el río de Cañamares. Y antes, nos llegan ayes desde Robledo de Corpes -altos montes y ruido quedo-, sonando cerca del Cañamares.

(Tras una pausa).

-Las cinchas corredizas bajan a nado por el río, desde donde les azotaron.


Concluye esta selección de citas literarias de Juan Pablo Mañueco con la poesía El tren de Martín de Arce, donde el poeta imagina un original anacronismo en el que el Doncel de Sigüenza vuelve a su ciudad natal de la guerra de Granada... conduciendo él mismo un tren. Aunque la poesía es bastante larga, lo que a nosotros nos interesa aquí es la estrofa en la que aparece citado nuestro río83:


Nosotros dos, tan livianos,
cual leve el curso de Henares
que va tocando cantares
con breve hilillo de manos.


Pedro Lahorascala, otro poeta local alcarreño, publicó en 1988 la segunda edición -la primera había visto la luz dos años antes- de la antología poética titulada Tierra o cántico84. Como cabía esperar, dos de las poesías recogidas en este volumen hacen alusión a nuestro río; la primera de ellas es la que lleva por título Guadalajara85:


¿Quién pronunció tu nombre
con un vuelo de zéjel
en la jarcha
del primer balbuceo del idioma?
¿Quién a orillas del Henares
tu casar puso
de caracea,
y esotro arriaca y más: Wadil-Hichara?


La segunda de ellas es Campiña del Henares, a la que pertenece el siguiente fragmento86:


A El Casar por Galapagar,
de Usanos a Viñuelas,
vega arriba, el Henares, Mohernando
hacia la sierra clara.

(...)

Campiña del Henares,
casa y amor, corona,
luz de Guadalajara.


Con fecha de 8 de agosto de 1992 figura una pequeña poesía dedicada por este poeta a Horna, la localidad donde brota el Henares, la cual, escrita en unos azulejos, campea a modo de inscripción en un muro de esta población87:


Henares, donde nace.
Águila, casi cumbre
sobre Sierra Ministra.
Olor y pan,
Sí el nombre.
Y lumbre. Siempre viva
en el collar de pueblos
de Sigüenza. Tan mínima.


En 1996 Lahorascala volvió a dedicar sus versos al Henares en una pequeña antología titulada Cancioncillas del Henares88, publicada en forma de políptico. A ella pertenece la poesía Con la flor y el aroma, de la cual he extraído la siguiente estrofa89:


Con las flores de abril
y el aromar de mayo,
la Vega del Henares
se adorna un nuevo manto.


A Rosa inmediata, subtitulada Apunte de la Virgen del Val, Alcalá de Henares, pertenece el siguiente verso90:


Bese Henares por mí, plata, tus plantas.


Oración para una estampa, dedicada a santa Catalina de Alejandría, venerada en Tórtola de Henares, comienza así91:


Tórtola y río, henar
en el camino de Hita.


Ésta que veis venir, poesía dedicada a la Procesión del Fuego de la Virgen de Peñahora, en Humanes, vuelve a recordar a nuestro río92:


Yo nunca vi otra luz, nunca otra llama
en tierra labradora noble, donde
un ala azul tan Ocejón levanta
el llano vibrador que Henares corre.


Romería de las cruces, subtitulada Mirabueno, dice lo siguiente93:


Cúpula del Henares.
Allí, del horizonte
vienen, de sus lugares
a sol y a nube, a monte.


Por último, en Subida a Barbatona encontramos94:


Por vaguada al Henares,
entre pinares negros,
cantan o rezan, hablan
alto, juegan a juegos.


El siguiente fragmento corresponde a un auto sacramental titulado Xadraque95, del que son autores E. Cuenca y M. del Olmo, el cual fue representado por primera vez en el castillo de Jadraque el 1 de septiembre de 1985, aunque su edición se retrasó hasta 1988. Tratando sobre esta población ribereña del Henares no podían faltar referencias a nuestro río, tal como la que sigue en la que un juglar presenta la obra96:


Aquí, en Xadraque
que habitaron musulmanes
hace ya más de mil años
vigilantes del Henares.


Más adelante, unos moros alaban a Dios por lo que les ha dado97:


Sí, también nuestra cosecha
nuestro ganado
nuestras tierras
y ese río Henares que nos sustenta.


Julie Sopetrán es el seudónimo literario de Julita González Barba, una poetisa guadalajareña muy popular en la vecina provincia. Fruto de su libro De Fontanar a Copernal cruzando el Henares98 son numerosas referencias al río al que hace alusión en el propio título, como ocurre en la poesía Prelusión99:


Como una vieja barra de bar
es el Henares, en este tramo de pueblos
a los que quiero y canto.


O en Fontanar100:


Y cruzan las miradas
por el cristal de luna,
por las tierras mojadas
que el Henares acuna.

(...)

Camino las riberas
del río, y allá enfrente,
los cerros y las ceras
me suspiran la fuente...


Tórtola de Henares también recuerda al río que comparte nombre con esta población101:


O es tal vez un reclamo
de palabra escondida
en la sed de los surcos,
un vivo tono alegre
alejado del río
que se oye en los barbechos
del esclavo silencio.

(...)

Timidez revolada
de exóticas parejas.
Tranquilidad de llano
que el Henares contempla
con el sol estepario...


En Yunquera de Henares, curiosamente, el río no es nombrado por su nombre salvo en el título102:


Junquera silenciosa
rica, feliz, riente,
con tus verdes te arraigas
a la queja del río
que me sonríe al aire.


Por el contrario, en Heras de Ayuso es protagonista destacado103:


Muy cerca del Henares
el Badiel despereza sus párpados
y abre los ojos para mirar las calles
de las Heras de Ayuso.

(...)

Esos ojos del río y del alma
tan metidos
que contemplan el paso de los seres
que habitan estas casas
de Ayuso en soledad...

(...)

Se respiran los aires de las Heras
y se ve ir todo el polvo
hacia el Henares.
¡Cuántas cosechas yendo!

(...)

Ella que recoge el suspiro
del Henares y en el milagro de habitar
sonríe su flor
que hace a Castilla misteriosa...

(...)

para ver con los ojos del río
que no hay viento que corte las raíces
ni sangre que no imprima
en la materia, su belleza.


Volveremos a encontrarlo en Malaguilla104:


No, no llega el Henares a tus huertos
pero sigues valiente laborando.


En Cañizar105:


Todo se ve bajando quedamente,
la vega del Henares,
ese cerro saliente,
espacios y lugares
que me muestran el alma de la gente.

(...)

Resuena en tus baldíos la campana
un sonido estelar de alma que vuela
la tierra castellana,
el río, que revela
el alma y se desgrana
de la llama bebiendo su candela.


En Humanes de Mohernando106:


El paisaje de Humanes tan sereno
que en sus tardes de otoño puede oírse
el suspiro del Sorbe y del Henares.

(...)

Van diciendo que somos la campiña
soñadores de esa agua caudalosa
que no lleva el Henares para todos.


En Cerezo de Mohernando107:


Siempre esperando el agua de esos ríos
que abrazan con sus piedras los rumores.
Sorbe y Henares escribiendo historia
y la tierra tan seca, meditando.


Y, por último, en Alarilla108:


El Henares dice coplas
sus piedras son castañuelas
que le cantan al silencio
en las mañanitas frescas.

(...)

No le gusta a la cigüeña
el Este del río Henares,
ella habita el occidente
donde es más bella la tarde.

(...)

Que el Henares dice coplas
y Alarilla las escucha,
para que duerman las sombras
los búhos y las lechuzas.

Si tú no quieres cantar
bien por miedo o por vergüenza,
recorriendo el río Henares
cantarás aunque no quieras.

(...)

Ave, Río, Amor que vuela
y un ramo de soledades,
despereza los remansos
donde suspira el Henares.


También de Julie Sopetrán es la poesía El río, publicada en el bisemanario Nueva Alcarria, que reproduzco íntegro por razones obvias109:


Si ocre, apacible bajo
el puente de Alarilla.
Henar del Arcipreste.
Tomado en manos, claro,
si a pie, alborozo y juego.
Playas de pan y vino,
alamedas de beso,
lances de anzuelo y cañas,
la plata de tus peces
corre con las estrellas.
Este que más amaba
tus agostos, que nunca
quiso olvidar, que lleva
la fragancia incurable
de las enaguas mozas
colgadas de los árboles
a tu orilla, ritual
te devuelve su cuerpo,
más hombres, compartido.
Porque en el río como
en el corazón, cuántos
su manto nupcial ponen
como en olor un sueño.
Henar de serranillas.


Compañera suya es La arboleda, de la que reproduzco dos versos110:


Ocre, el Henares. Pasa.
Por el puente, automóviles


Antigua, sin duda, ha de ser la copla que cantaban en la población de Valdepeñas de la Sierra, publicada en 1993111:


Valdepeñas en la Sierra,
El Cubillo en la Campiña,
Humanes junto al Henares
y en la Alcarria está Tendilla.




NOTAS


1 JUDERÍAS, Alfredo. Elogio y nostalgia de Sigüenza. Ed. Cultura Clásica y Moderna. Madrid, 1958, pág. 33. 2ª ed., Institución cultural Marqués de Santillana. Guadalajara, 1981, pág. 35.

2 OCHAITA, José Antonio. Valle del Henares. Conjunción de huertos y castillos. Publicaciones de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, nº 28. 1ª edición, Zaragoza, 1972. Reimpresión, 1973.

3 Op. cit., pág. 1.

4 Op. cit., pág. 6.

5 Op. cit., pág. 9-10.

6 Op. cit., pág. 11.

7 Op. cit., pág. 12.

8 Op. cit., pág. 12.

9 Op. cit., pág. 12.

10 Op. cit., pág. 15.

11 Op. cit., pág. 16.

12 Op. cit., pág. 17.

13 Op. cit., pág. 17.

14 Op. cit., pág. 18.

15 Op. cit., pág. 19.

16 Op. cit., pág. 20.

17 Op. cit., pág. 20.

18 Op. cit., pág. 24.

19 Op. cit., pág. 27.

20 Op. cit., pág. 31.

21 HERRERA CASADO, Antonio. Glosario alcarreño. Tomo segundo. Sigüenza y su tierra. Guadalajara, 1976.

22 Op. cit., pág. 26.

23 Op. cit., pág. 95.

24 Op. cit., pág. 111.

25 Op. cit., pág. 137.

26 Op. cit., pág. 217.

27 Op. cit., pág. 219.

28 GARCIA RUIZ, José de Juan. ...Y soñé. Selección de José Antonio Suárez de Puga. Institución cultural Marqués de Santillana. Guadalajara, 1979.

29 Op. cit., pág. 121-122.

30 Op. cit., pág. 135.

31 Op. cit., pág. 191-192.

32 Op. cit., pág. 195-196.

33 Op. cit., pág. 202.

34 Op. cit., pág. 203.

35 Op. cit., pág. 206.

36 Op. cit., pág. 256.

37 Op. cit., pág. 257.

38 Op. cit., pág. 258.

39 GARCÍA MARQUINA, Francisco. Guía de los castillos de Guadalajara. Institución cultural Marqués de Santillana. Guadalajara, 1980. Pág. 62.

40 VV.AA. Guadalajara en la poesía. Premios provinciales 1958-1979. Institución cultural Marqués de Santillana. Guadalajara, 1981.

41 Op. cit., pág. 10.

42 Op. cit., pág. 11-12.

43 Op. cit., pág. 16.

44 Op. cit., pág. 23.

45 Op. cit., pág. 46.

46 Op. cit., pág. 47.

47 Op. cit., pág. 57.

48 Op. cit., pág. 97.

49 Op. cit., pág. 98-99.

50 Op. cit., pág. 99.

51 Op. cit., pág. 100.

52 Op. cit., pág. 121.

53 SERRANO BELINCHÓN, José. Plaza Mayor. Editorial Nueva Alcarria. Guadalajara, 1981.

54 HERRERA CASADO, Antonio. Op. cit., prólogo, pág. 11.

55 Op. cit., pág. 13.

56 Op. cit., pág. 43-44.

57 Op. cit., pág. 57-58 y 59.

58 Op. cit., pág. 75.

59 OCHAITA, José Antonio. Citado por Francisco Moreno Chicharro y Sebastián Sanz López en Caminos de Sigüenza y Atienza. 5ª edición. Madrid, 1984. Pág. 129.

60 ANÓNIMO. Recogido por Julia Sevilla Muñoz en La provincia de Guadalajara en sus refranes y coplas. Anales Seguntinos, vol. I, nº 1. Sigüenza, 1984. Pág. 161.

61 OLIVIER LÓPEZ, Felipe María. Viajes y andanzas de un alcarreño. Tierra de Fuego Ediciones. Madrid, 1985.

62 Op. cit., pág. 64.

63 Op. cit., pág. 67.

64 Op. cit., pág. 77.

65 ESTEBAN, José. Prólogo de Sigüenza. Itinerario turístico por la ciudad mitrada, de Alfredo Juderías. Ed. Rayuela. Sigüenza, 1987. Pág. 8.

66 MAÑUECO, Juan Pablo. Cancionero y romancero de la Alcarria. Claridad que emerge del agua. Ed. Riodelaire, 1987.

67 Op. cit., pág. 13.

68 Op. cit., pág. 14.

69 Op. cit., pág. 15.

70 MAÑUECO, Juan Pablo. Castilla, este canto es tu canto. Parte II. Editorial Aache, 2014.

71 Op. cit., pág. 80.

72 Op. cit., pág. 81.

73 MAÑUECO, Juan Pablo. Guadalajara, te doy mi palabra. Editorial Aache, 2014.

74 Op. cit., págs. 11-40.

75 Op. cit., pág. 73.

76 MAÑUECO, Juan Pablo. Donde el Mundo se llama Guadalajara. Editorial Aache, 2015.

77 Op. cit., pág. 47.

78 Op. cit., pág. 54.

79 Op. cit., pág. 83.

80 Op. cit., pág. 195.

81 MAÑUECO, Juan Pablo. La Virgen de las Batallas. Editorial Aache, 2015.

82 Op. cit., págs. 65-76.

83 MAÑUECO, Juan Pablo. El tren de Martín de Arce. Inédito.

84 LAHORASCALA, Pedro. Tierra o cántico. Caja de Ahorros Provincial de Guadalajara. 2ª edición, 1988.

85 Op. cit., pág. 21.

86 Op. cit., pág. 35.

87 LAHORASCALA, Pedro. Horna. Citada por Arsenio Lope Huerta y Jesús Pajares Ortega en Río Henares abajo. Ed. Mingaseda. Alcalá de Henares, 2003.

88 LAHORASCALA, Pedro. Cancioncillas del Henares. Segunda edición, especial para el V Encuentro de historiadores del Valle del Henares. Ed. Aache. Guadalajara, 1996.

89 Op. cit.

90 Op. cit.

91 Op. cit.

92 Op. cit.

93 Op. cit.

94 Op. cit.

95 CUENCA, E. y OLMO, M. del. Xadraque. Cuadernos de etnología de Guadalajara, nº 7. Institución Marqués de Santillana. Guadalajara, 1988.

96 Op. cit., pág. 45.

97 Op. cit., pág. 49.

98 SOPETRÁN, Julie. De Fontanar a Copernal cruzando el Henares. Instituto Marqués de Santillana. Guadalajara, 1992.

99 Op. cit., pág. 7.

100 Op. cit., pág. 9 y 11.

101 Op. cit., pág. 12 y 14.

102 Op. cit., pág. 17.

103 Op. cit., pág. 26-28.

104 Op. cit., pág. 29.

105 Op. cit., pág. 31 y 33.

106 Op. cit., pág. 41-42.

107 Op. cit., pág. 51.

108 Op. cit., pág. 53, 55 y 56.

109 SOPETRÁN, Julie. Alcarria poética. Nueva Alcarria, 29-1-93, pág. 42.

110 Op. cit., pág. 42.

111 ANÓNIMO. Citado por Sinforiano García Sanz en El cancionero de Guadalajara. Cuadernos de etnología de Guadalajara, nº 25. Institución Marqués de Santillana. Guadalajara, 1993. Pág. 119.





Publicado el 6-7-2006
Actualizado el 20-1-2015