La Alcalá romántica de Valentín Carderera





Valentín Carderera retratado por Federico de Madrazo



De todos es conocido el ingente patrimonio histórico y artístico perdido por Alcalá a lo largo de la historia, patrimonio que en gran parte no está documentado gráficamente ni con fotografías (y posteriormente películas) a partir de la década de 1860, ni con cuadros, dibujos o grabados con anterioridad a esta fecha. De ahí la importancia de estos viejos testimonios, no sólo por perpetuar el recuerdo de aquello que desapareció sino también, en ocasiones, para reconstruirlo, tal como ocurrió con las torres de las Bernardas, las Juanas, Caracciolos o Basilios, y como debería haber ocurrido con la del antiguo convento de la Madre de Dios cuando éste se habilitó como sede del Museo Arqueológico; todo ello sin contar, claro está, con la deseable, aunque hoy en día todavía utópica, reconstrucción total del Palacio Arzobispal.

En cualquier caso, bienvenidas sean las fotografías de Laurent o de Barcia, entre otros muchos, o los cuadros y dibujos de Jenaro Pérez Villaamil, Francisco Javier Parcerisa o del menos conocido John Dobbin, todos los cuales nos ayudan a conocer mejor esa Alcalá que fue y ya no es.

Por esta razón, cabe comprender el revuelo que causó hace algunos años el descubrimiento, en los archivos del Museo Lázaro Galdiano, de cuatro excelentes dibujos que reproducían diferentes vistas de Alcalá, la mayor parte de ellas conocidas tan sólo gracias a descripciones escritas. Desde entonces estos dibujos se han hecho muy conocidos, razón por la que resulta conveniente recordarlos aquí. Pero antes, conviene pergeñar unas breves pinceladas biográficas de su autor, Valentín Carderera.

Valentín Carderera y Solano, nacido en Huesca el 14 de febrero de 1796 y fallecido en Madrid el 25 de marzo de 1880, fue un notable dibujante y pintor al que también se le considera arqueólogo, escritor y divulgador de las artes, lo cual no es poco. Deseando sus padres que siguiera la carrera eclesiástica le matricularon en la Universidad Sertoriana de su ciudad natal, en la que cursó estudios de Filosofía durante tres años hasta que, contando con la ayuda del general Palafox, que había visto en él unas dotes innatas para el dibujo, abandonó la Universidad trasladándose a Zaragoza para formarse como pintor. Años más tarde, en 1816, se desplazó a Madrid convirtiéndose en discípulo de Mariano Salvador Maella y de José de Madrazo, y en 1822 viajaría pensionado a Roma, donde permaneció durante nueve años.

A su vuelta a España ya era un notable retratista, siendo autor además de varios cuadros de índole religiosa o histórica. Sin embargo, y pese a su evidente maestría como pintor, su contribución más importante a la historia del arte sería como dibujante, especializándose en reproducir, dada su afición por el arte y la arqueología, a los numerosos monumentos que entonces estaban abandonados (eran los tiempos de las desamortizaciones, que tan dañinas resultaron para el patrimonio de nuestro país) o bien acababan de ser excavados.

Fruto de su actividad fueron diferentes trabajos: Iconografía española: Colección de retratos, estatuas, mausoleos y demás monumentos inéditos de reyes, reinas, grandes capitanes, escritores, etc. desde el siglo XI hasta el XVII , considerada su obra más importante; Ensayo sobre los monumentos, sepulcros y panteones reales de España; Historia de la Pintura en Aragón; Memoria sobre el retrato, traje y escudo de armas de Cristóbal Colón; Estudios sobre Goya, o la Colección de noticias, documentos y estudios para la historia del grabado en España. Colaboró en las principales revistas culturales de su época, fue miembro de las Reales Academias de San Fernando y de la Historia y ocupó diversos cargos académicos y docentes.

El Museo Lázaro Galdiano tiene catalogados un buen puñado de dibujos de Carderera, entre ellos los cuatro que éste hizo en Alcalá. Alguno de ellos está firmado en 1846, una fecha clave como veremos más adelante, cabiendo suponer que los cuatro fueran dibujados durante un mismo viaje. Según todos los indicios estos dibujos no llegaron a ser publicados, ya que tan sólo se conocen, y eso desde hace poco, los originales conservados en este museo madrileño, procedentes todos ellos del denominado Fondo Carderera y, lamentablemente, guardados en los almacenes. Veámoslos uno a uno.




Plaza de Santa María en Alcalá de Henares



Número de catálogo 9.316. Aquí confunde Carderera el nombre de la plaza, que no es otra que la de Cervantes; la cual, aunque ha ostentado a lo largo de la historia otros nombres tales como plaza del Mercado o plaza de la Constitución, nunca se llamó como la iglesia que la cerraba por el sur, la parroquia de Santa María la Mayor, hoy conocida -lo poco que queda de ella- como Capilla del Oidor.

Pero este detalle es nimio en comparación con el interés por lo que muestra el dibujo, que por la ficha del catálogo sabemos que tiene unas dimensiones de 122 milímetros de alto por 306 de ancho y está ejecutado con lápiz, tinta y aguada de color.

La vista está tomada aproximadamente desde el lugar que ocupa ahora el quiosco, y representa a las fachadas de la acera oriental de la plaza desde la calle de Pedro Gumiel hasta el lugar que ahora ocupa el Círculo de Contribuyentes, dándose la circunstancia de que, comparándola con su aspecto actual, lo único reconocible son la espadaña de San Ildefonso y el tejado y los muros del presbiterio de la capilla, hoy velados por los edificios que se interponen entre ella y la plaza.

Pero lo más interesante del dibujo, con diferencia, es la reproducción con todo detalle del famoso Arco de la Universidad, un edificio que cerraba la embocadura de la calle Pedro Gumiel con la plaza de Cervantes, permitiendo el paso de ésta a la vecina plaza de San Diego mediante un arco carpanel, o rebajado, que se abría en la planta baja del edificio, el cual marcaba simbólicamente los límites de la jurisdicción universitaria. Era en la galería del piso superior, habilitada a modo de tribuna, donde se acomodaban las autoridades de la Universidad para presenciar los actos de todo tipo que se solían celebrar en la plaza de Cervantes. Justo enfrente, donde muchos alcalaínos conocimos el cine Paz y ahora existe un establecimiento de hostelería, se encontraba el Ayuntamiento, y allí se situaban las autoridades municipales, también con la consabida parafernalia protocolaria, de manera que los piques entre ambas instituciones solían ser frecuentes en una Alcalá barroca en la que la apariencia y, todavía más, la preeminencia se tomaban muy en serio.

Puesto que dicen que una imagen vale más que mil palabras, en lugar de describirlo prefiero invitarles a que lo contemplen con detenimiento, porque realmente merece la pena. El Arco de la Universidad, demolido pocos años después de realizado el dibujo por el nefasto conde de Quinto, fue uno de los diversos expolios perpetrados por este aristócrata tras hacerse con la propiedad de los edificios más emblemáticos de la extinta Universidad, incluyendo el propio Colegio Mayor, lo que como es sabido acabaría provocando la loable reacción de la Sociedad de Condueños. Pero ésta es ya otra historia.

En lo que respecta a los edificios situados a la derecha del Arco de la Universidad, en su día dependencias del Colegio Mayor de San Ildefonso, lo único que cabe decir es que no aparentaban tener mayor valor, aunque llama la atención que la Universidad, tan celosa siempre de su patrimonio monumental, no mostrara el menor interés en adornar con unas fachadas más nobles su linde con la que ya entonces era el centro neurálgico de Alcalá, la plaza de Cervantes. ¿Se trataba quizá de una muestra de desdén hacia la ciudad que la albergaba? Todo era posible en un entorno tan puntilloso como era la España de esa época.




Alcalá, la Universidad



Número de catálogo 9.817, con unas dimensiones de 123 milímetros de alto por 166 de ancho. Este lápiz con aguada a color, fechado en 1846, representa también al Arco de la Universidad, pero desde el lado de San Ildefonso. En el dibujo se aprecia, en primer plano, un fragmento de la fachada de la Universidad, con las columnas de la lonja, al que siguen el edificio que la separa de San Ildefonso y la fachada de la capilla. Gracias a que estos tres elementos han llegado hasta nosotros sin apenas cambios -salvo la desaparición de la caseta que servía de cuarto de campanas para la espadaña-, podemos apreciar la fidelidad del lápiz de Carderera, aplicable también a los elementos arquitectónicos desaparecidos, lo que refuerza el valor documental de sus dibujos.

Éste es el caso de la fachada trasera del Arco de la Universidad, mucho más sencilla que la delantera dado que en ella no existía tribuna alguna, sino tan sólo tres sencillas ventanas. Conviene fijarse en los recios bolardos -que aparecían también en el dibujo anterior- que impedían el tránsito de carruajes desde la plaza de Cervantes a la de la Universidad, lo que refuerza el carácter de frontera simbólica -o quizá no tan simbólica- entre la jurisdicción municipal y la universitaria, que tantos roces había provocado desde la creación de la fundación cisneriana.

Los dos edificios a los que se adosaba el arco tampoco existen hoy en día, aunque no aparentaban ser demasiado importantes.




San Diego en Alcalá de Henares (demolido)



Número de catálogo 9.712 y sin duda el más interesante de los cuatro dibujos, no sólo por la categoría del monumento representado -el antiguo convento franciscano de San Diego-, sino también porque es la única representación gráfica del mismo de la que disponemos. Se trata de un dibujo a lápiz negro de 120 milímetro de alto y 168 de ancho, y la palabra demolido tuvo que ser añadida por su autor con fecha posterior a 1859, año en el que se perpetró el desaguisado construyéndose en su solar el cuartel del Príncipe.

Fíjense bien en el dibujo, pues hoy no queda absolutamente nada de lo que en él se representa salvo las imágenes de san Diego y san Francisco, que flanqueaban la portada de la iglesia, y la de la Virgen que la coronaba, todas las cuales se encuentran hoy en el atrio de la iglesia de las Juanas... apenas unas tristes migajas del ingente patrimonio que llegó a atesorar el desaparecido cenobio.

Puesto que sin tener referencias no resulta fácil ubicarse, permítanme que les dé algunas indicaciones. La iglesia del convento, construida sobre el solar de la primitiva parroquia de Santa María una vez que ésta fuera trasladada por el arzobispo Carrillo a la antigua ermita de San Juan de los Caballeros, en el flanco sur de la plaza de Cervantes, se alzaba en la esquina que forman la calle y la plaza de San Diego justo enfrente del convento de las Diegas, que se ve en segundo plano a la izquierda de la torre. La fachada de la iglesia, adornada con una portada barroca que quedaba rematada por un escudo de los Austrias dado que el convento era patronato real, daba a la plaza de San Diego.

A su derecha se alzaba la capilla de San Diego, aneja a la iglesia y comunicada con ésta, pero en la práctica un edificio independiente levantado sobre el lugar que ocupara la portería en la que trabajó el humilde lego. Según las descripciones con que contamos era un templo suntuoso ricamente decorado, aunque lo único que podemos apreciar en el dibujo es su planta en forma de cruz latina con los brazos transversales cortos, típica del barroco, sobre cuyo crucero se alzaba una airosa cúpula que, unida a la cercana torre de la iglesia, debían de contribuir notoriamente al perfil inconfundible de Alcalá tan alabado por numerosos viajeros y hoy, por desgracia, en buena parte perdido. Aunque al iniciarse la demolición del convento hubo un intento de salvar la capilla, finalmente ésta sería sacrificada a cambio de la preservación de la iglesia de Jesuitas, que también llegó a estar amenazada de derribo.

A la derecha de la capilla de San Diego se aprecia el inicio de otra edificación que presumiblemente debía corresponder a la fachada principal del convento.

Por último, si nos fijamos en el extremo izquierdo del dibujo podremos ver un edificio con cierto aspecto de torre que sobresale por encima del convento de las Diegas y que, cabe suponer, correspondería a la puerta de los Mártires, demolida en 1853. Esta puerta era un torreón medieval en cuya planta baja se abría el arco que permitía el acceso, y tenía aneja una ermita de los Santos Niños que también pasó a mejor vida.




Parte del Palacio Arzobispal, en Alcalá de Henares



Con el número de catálogo 9.841 y unas dimensiones de 229 × 334 milímetros, este lápiz con aguada de color representa una vista parcial del Palacio Arzobispal tomada desde la esquina de la plaza de Palacio con la calle de San Juan. Curiosamente el autor desdeñó fijar su atención en la fachada principal del Palacio y el vecino Torreón de Tenorio, por lo general muchas más veces representados, eligiendo el menos llamativo rincón existente en el tramo de la plaza que linda con Cardenal Sandoval, justo donde ahora se alza la estatua de Isabel la Católica... lo cual es una suerte para nosotros, puesto que reproduce un ala del palacio que desapareció por completo en el incendio de 1939.

La galería que se ve en primer plano, rematada por dos pequeños chapiteles, se conocía como el patio del Ave María, y daba paso al jardín del Vicario. Todo ello es hoy la explanada del aparcamiento del Pico del Obispo. A la derecha del dibujo aparecen la puerta de acceso y parte de la tapia del patio de armas, también desaparecidos aunque en esta ocasión no por el incendio de 1939, sino a consecuencia de la radical restauración a la que fue sometido el edificio tras ser elegido en 1859 como sede del Archivo General Central. Al parecer para los responsables de la obra resultaban ser poco renacentistas, por lo que no dudaron en sustituirlas por la actual rejería.

Otro detalle interesante, ya que tampoco solía llamar la atención de dibujantes y fotógrafos, es la visión parcial del ala del palacio que separaba el patio de armas del contiguo de Covarrubias, también muy modificada en la restauración decimonónica y arruinada y posteriormente demolida -hoy una simple tapia separa ambos recintos- tras el incendio de 1939. Por esta razón no aparece el gran arco mudéjar que existía con anterioridad al incendio, apreciándose en su lugar -por culpa de la tapia no se distingue bien- lo que parece ser una ventana.

El dibujo se completa con la fuente de la plaza de Palacio, la más antigua de las que se conservan en Alcalá, la cual le aporta un toque costumbrista con las dos figuras que están cogiendo agua de ella.


Publicado el 5-2-2016