La presencia de santo Tomás de Villanueva en Dublín





Fachada principal de la John’s Lane Church
Fotografía tomada de Flickr



Siempre que viajo me resulta muy gratificante encontrar algo relacionado con Alcalá de Henares, mi ciudad natal, o con los personajes vinculados a su historia. Y si este hallazgo tiene lugar en una ciudad tan alejada no sólo geográfica, sino también históricamente, como es Dublín, los motivos de satisfacción son, como cabe suponer, dobles.

En realidad el descubrimiento lo había realizado mi esposa algún tiempo antes husmeando por Internet, por lo que aprovechando una visita a la capital irlandesa tuve muy fácil acercarme hasta allí y hacer unas fotografías, aunque la información de que dispongo está extraída básicamente de la red.

Hecha esta pequeña introducción, veamos la razón por la que el recuerdo a nuestro personaje ha llegado tan lejos. Como es sabido, santo Tomás de Villanueva perteneció a la orden de los Agustinos, y aun hoy en día esta congregación le sigue considerando uno de sus principales miembros. Sin embargo su iconografía no suele ser hoy demasiado frecuente en España salvo en Valencia, de cuya diócesis fue arzobispo, y en su tierra natal manchega.

Por esta razón sorprende todavía más encontrarse con ella en un país como Irlanda que, aunque de profundas raíces católicas, estuvo sometido durante siglos bajo la férula de su vecina Gran Bretaña, y en el cual tan sólo desde ya bien entrado el siglo XIX pudieron sus habitantes practicar el catolicismo sin restricciones ni prohibiciones. Asimismo la Iglesia Católica irlandesa cuenta con un nutrido número de santos locales, empezando claro está por san Patricio, el patrón de la isla, que aquí en España nos suelen resultar tan exóticos como probablemente les resultarán a ellos los nuestros.

Y sin embargo, santo Tomás de Villanueva aparece representado en las vidrieras de una de las más importantes iglesias católicas de Dublín, circunstancia todavía más relevante si tenemos en cuenta que las dos catedrales medievales con que cuenta esta ciudad, la de Christ Church y la de San Patricio, siguen estando detentadas todavía hoy por la marginal -apenas un 2,5% de la población total de la República Irlandesa- rama anglicana local. Dado que a la conversión manu militari de numerosas iglesias católicas al culto anglicano se sumaron los desmanes de Cromwell y Guillermo de Orange, que arrasaron en dos ocasiones la isla, así como la prohibición del culto católico durante siglos -es un sarcasmo que estos mismos ingleses nos colgaran a los españoles el sambenito de la Leyenda Negra-, hoy en día resulta muy difícil encontrar, tanto en Dublín como en el resto de la isla, iglesias católicas anteriores a mediados del siglo XIX, lo que no quiere decir que estos templos carezcan de valor artístico; muy al contrario, la mayoría de ellos acostumbran a compensar su poca antigüedad con una monumentalidad muy notable.




Vista de la nave central
Fotografía tomada de la página web de la parroquia


La iglesia que centra nuestro interés está dedicada oficialmente a san Agustín a y san Juan Bautista, aunque popularmente se la conoce como John’s Lane Church, algo así como la Iglesia del Camino de Juan, por estar ubicada junto a la calle de este nombre, que la rodea por ambos lados. Sin embargo su fachada principal se abre a la calle Thomas, una importante vía urbana situada en las cercanías del antiguo barrio medieval de la ciudad.

Muy cerca de ella se encuentra la iglesia de San Audoen, la más antigua de Dublín y uno de los escasos vestigios medievales de la ciudad, y algo más allá se alza la catedral de Christ Church, ambas de confesión anglicana. Hacia el otro lado, y no demasiado lejos, se encuentra la famosa fábrica de cerveza Guinness, uno de los iconos no sólo de Dublín, sino de Irlanda entera.

El hecho de que la John’s Lane Church esté regentada por los agustinos explica que en ella abunde la iconografía de los santos pertenecientes a esta orden, incluyendo a santo Tomás. Pero antes de seguir adelante, conviene hacer una breve reseña histórica y artística tomando los datos publicados en su página web y en la Wikipedia, ambas en inglés.

Aunque en su solar existió un monasterio medieval fundado por los normandos y consagrado a san Juan Bautista, el cual sufrió diversos avatares a lo largo de la accidentada historia irlandesa, no es sino hasta una fecha tan tardía como 1860 cuanto se remonta la historia del templo actual. Iniciadas las obras en 1862 la iglesia fue abierta al culto en 1874, aunque las obras no se terminaron hasta 1895 en el exterior y hasta 1911 en el interior. Su arquitecto fue Edward Welby Pugin (1834-1875), autor de varias de las más importantes catedrales irlandesas tales como las de Cork, Cobh y Killarney, y también de un amplio catálogo en la vecina Gran Bretaña, siempre dentro del estilo neogótico francés que tan popular fuera en la época victoriana. Tras la muerte de Welby fue William Hague (1840-1899) quien se encargó de culminar las obras, aunque éstas no terminaron por completo hasta varios años después de su muerte.

La iglesia, construida en un airoso estilo  neogótico que recuerda poderosamente a las catedrales francesas del siglo XIII, es de considerables proporciones: 50 metros de longitud, 28 de anchura y 20 de altura. La torre, que rebasa los 60 metros, es la más alta de Dublín, y está adornada con doce estatuas talladas por el escultor James Pearse (1839-1900).




Vidriera de la fachada principal. Vista general
Fotografía tomada de Flickr


Su airoso interior es diáfano y luminoso. Pese a haber sido siempre un templo católico, carece casi por completo de la recargada decoración artística -retablos, imágenes y cuadros- característica de las iglesias españolas, lo que permite centrar la atención en los elementos arquitectónicos, los mosaicos y, sobre todo, en sus espectaculares vidrieras, de las cuales las dos principales son la del ábside del presbiterio y la que se abre en la fachada principal, sobre el coro. Y es precisamente en esas dos vidrieras donde aparece nuestro santo.

Comencemos por la de la fachada principal, la más espectacular de todas las existentes en el templo. Según la página web de la parroquia fue realizada por los prestigiosos talleres Mayer de Munich, fundados en 1848 y todavía en activo tras ciento sesenta y cinco años de historia. En ella se representa a dieciséis santos, distribuidos en dos filas de ocho, entre los que se cuentan los dos Juanes -Bautista y Evangelista-, un papa -Gelasio-, dos santos irlandeses -san Patricio y santa Brígida-, una mártir -santa Lucía- y una religiosa dominica -santa Catalina de Siena-, mientras los nueve restantes son san Agustín, su madre santa Mónica y varios santos vinculados a la orden de los Agustinos: san Guillermo -probablemente san Guillermo el Grande, aunque hay varios santos con este nombre-, santa Clara de Montefalco, santa Rita de Casia, santa Limbonia, san Nicolás de Tolentino, santa Juliana -probablemente santa Juliana de Lieja- y santo Tomás de Villanueva.




Vidriera de la fachada principal
Detalle de la figura de santo Tomás de Villanueva


Santo Tomás está situado el séptimo por la izquierda, o el segundo por la derecha, como se prefiera, en la fila superior. Aparece revestido de obispo, con mitra y báculo, mientras en su mano izquierda sostiene un libro cerrado, lo que le aleja de su iconografía más habitual que le representa dando limosna a los pobres o a los tullidos. Aunque debido a su falta de especificidad esta figura pudiera ser confundida con la de cualquier otro obispo, el rótulo con su nombre, S Thomas Villa, que aparece a sus pies despeja cualquier duda posible acerca de su identidad.




Vidriera del ábside
Ventana de santo Tomás de Villanueva


Mirando ahora en dirección opuesta, hacia el ábside, nos encontraremos con la otra vidriera citada, la cual sustituye al inexistente retablo. Ésta ocupa la parte superior de la cabecera del templo, de forma semicircular y dividida en cinco grandes ventanales, de los cuales el que nos interesa es el segundo de la izquierda, donde en esta ocasión sí se representa al santo dando limosna. La vidriera está dividida en dos hojas por un parteluz; en la de la derecha aparece santo Tomás entregando unas monedas a un lisiado, mientra en la opuesta se completa la escena con una mujer que, acompañada por su hijo, alarga su mano solicitando caridad. El conjunto se complementa con una serie de figuras en segundo plano -un fraile, aparentemente asistente del arzobispo, y varias personas más contemplándolo y, quizá, aguardando a que les llegue el turno. La relativa semejanza del diseño de la vidriera con algunos cuadros clásicos, tales como los de Murillo, hace pensar que el anónimo artesano que lo realizó quizá pudiera haberse llegado a inspirar en ellos. En cualquier caso, se trata de una espléndida muestra de este bello arte decorativo.


Publicado el 12-8-2013