La presencia de san Diego en Sanlúcar de Barrameda





Sanlúcar de Barrameda es una ciudad de 68.000 habitantes situada en la desembocadura del Guadalquivir frente al Atlántico y al Coto de Doñana, una ubicación geográfica privilegiada que la convirtió durante siglos en la puerta de Sevilla para todos los barcos que remontaban el Guadalquivir camino de la capital andaluza, hasta que en 1680 el encenagamiento del cauce del río, que dificultaba la navegación fluvial, provocó su traslado a Cádiz, no siendo sino hasta bien entrado el siglo XIX cuando se acometieron los dragados que permitieron la llegada de nuevo a Sevilla de barcos de gran tonelaje.

Su situación estratégica sumada a su condición de señorío de la casa de Medina-Sidonia, una de las más importantes familias aristocráticas castellanas -su fundador fue Guzmán el Bueno, ennoblecido por el rey Sancho IV en agradecimiento por su heroica defensa de Tarifa- y posteriormente españolas, hicieron de Sanlúcar una población próspera con un importante patrimonio artístico que todavía hoy conserva en buena parte, lo que unido a su cercanía a Doñana y ¡cómo no! a su celebérrima manzanilla, hace más que recomendable una visita a la ciudad tal como la que realicé en la Semana Santa de 2019.

Pero no es de su interés turístico de lo que deseo hablar en esta ocasión sino de la presencia de san Diego, algo que si bien es frecuente en la mayor parte de Andalucía, aquí cobra un interés especial dado que el santo franciscano se alojó en el hoy desaparecido convento viejo de los franciscanos en 1449, durante su viaje de las Islas Canarias a Roma, dejando constancia de su presencia.

Así pues comenzaremos por este convento, que a raíz de su paso llegaría a ser conocido como el de San Diego. Fundado en 1443 y construida la iglesia hacia 1495, estaba ubicado a las afueras de Sanlúcar sobre una pequeña colina situada frente a la actual plaza de toros, en un barrio que ha conservado el nombre de San Diego. Sin embargo, el monasterio ya no existe. Su alejamiento de la población movió a la comunidad franciscana a trasladarse en el año 1700 a un nuevo edificio situado en la parte baja de la ciudad; éste fue desamortizado en el siglo XIX, pasando por diferentes avatares hasta convertirse en la sede de un colegio de los Hermanos de la Salle mientras la monumental iglesia, terminada a mediados del siglo XVIII y de la cual hablaremos más adelante, está abierta al culto bajo la advocación de San Francisco.




Vista exterior de la capilla de San Diego. Fotografía tomada de Trip Advisor


Pero el convento antiguo no quedó olvidado por completo. En 1719, es decir, con posterioridad a la marcha de los monjes, se construyó una capilla sobre la celda que ocupara san Diego, atribuyéndose excepcionales propiedades curativas a la corteza y los piñones del pino que según la tradición plantó junto a ésta. La capilla todavía existe y, junto los restos de la antigua capilla del Calvario, integrada en una vivienda particular, constituye los únicos vestigios que se conservan del desaparecido cenobio.




Lápida de la capilla de San Diego. Fotografía tomada de Trip Advisor


Aunque no me fue posible visitarla y además suele estar cerrada, don José Prieto, meticuloso investigador de la vida de San Diego, me dijo que él la había encontrado vacía y sin ninguna referencia iconográfica a san Diego, por lo que lo único que puedo hacer es reproducir algunas fotografías de su exterior tomadas de internet. Tiene adosada una lápida cuyo texto es el siguiente:


PARA PERPETUA MEMORIA
EN EL LUGAR OCUPADO POR
LA BARRIADA DE SAN DIEGO
ESTUVO SITUADO DESDE 1443 HASTA 1700
EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO
PUNTO DE PARTIDA PARA LA
EVANGELIZACIÓN DE LAS CANARIAS Y TESTIGO
DE LA PRESENCIA DE SAN DIEGO DE ALCALÁ.
LA HERMANDAD LASALIANA DEL SILENCIO
EN PRESENCIA DE SU TITULAR,
MARÍA SANTÍSIMA DEL AMOR,
DESEA RECORDARLO EN EL 250 ANIVERSARIO
DE LA INAUGURACIÓN DEL NUEVO
TEMPLO DE SAN FRANCISCO,
SIENDO PÁRROCO DE ESTA FELIGRESÍA
D. JUAN SÁNCHEZ BARRAGÁN
Y HERMANO MAYOR D. ELIGIO BOBILLO AMATE
1752 - 2002


La hermandad del Silencio es una de las cofradías de la Semana Santa sanluqueña, y tiene su sede canónica en la iglesia de San Francisco.




Rótulo del Carril de San Diego


Más interesante resulta la iglesia de san Diego. Se encuentra al fondo de una pequeña plaza frente al castillo, del que la separa una larga calle que forma una empinada cuesta en su paso del barrio alto al bajo y lleva por nombre Carril de San Diego. De estilo barroco, originalmente formó parte de un convento fundado a mediados del siglo XVII por los franciscanos descalzos, siendo construido el edificio actual entre 1684 y 1699. Consagrada inicialmente bajo la advocación de San José, no he podido determinar el momento el que pasó a ser conocida por su nombre actual.




La iglesia de San Diego vista desde el castillo


Tras sufrir los avatares comunes de muchos templos españoles durante la Guerra de la Independencia -las tropas napoleónicas la utilizaron como cárcel-, fue recuperada por los franciscanos pero no durante demasiado tiempo, ya que el edificio fue desamortizado y la comunidad religiosa expulsada en 1835. El convento fue destinado a hospital con el nombre de Hospital de la Misericordia, que en 1984 fue reconvertido en el Centro de Salud del Barrio Alto.

La iglesia, que en 1927 sufrió un incendio que obligó a reconstruir la bóveda, es la sede de la Hermandad de la Oración en el Huerto, una de las cofradías de la Semana Santa sanluqueña, y tal como indicaba un rótulo adosado a la fachada en ella se celebra misa todos los domingos del año a las 11 de la mañana. Lamentablemente tal afirmación no resultó ser cierta por completo, ya que el único domingo que estuve allí -el de Resurrección- no la hubo y la iglesia permaneció cerrada, con lo cual me quedé con las ganas de visitar su interior que, a juzgar por las fotografías que encontré en internet, cuenta con un notable valor artístico.


Cuadro e imagen de la iglesia de San Diego. Fotografías de José Prieto


De nuevo recurrí a don José Prieto, el cual me explicó que la iconografía de san Diego existente en la iglesia se limitaba a un pequeño cuadro de 60 × 43 centímetros y a una talla de 1,50 metros de altura, ambos anónimos y situados en altares laterales, siendo difícil de entender su escaso protagonismo en un templo del que es titular... Y eso era todo.

No acaba aquí la presencia de san Diego en Sanlúcar, dado que también se le puede encontrar en alguna de las numerosas iglesias que jalonan la ciudad. El primer lugar para buscarlo era lógicamente la iglesia de San Francisco, y mi visita no resultó baldía ya que, efectivamente, pude localizar allí dos tallas suyas, una en el retablo de San Antonio de Padua, situado en la cuarta capilla del lado del Evangelio, y la otra en una hornacina abierta en el testero del brazo de la Epístola del crucero. En ambos casos la identificación resultó inmediata ya que a sus reconocibles rasgos y al hábito franciscano se sumaba el atributo de la cruz, aunque faltaba el correspondiente al milagro de las rosas; pero esto no tiene nada de excepcional. Según Fernando Cruz Isidoro1 la primera talla aparece inventariada en la desamortización de 1835 como procedente del convento viejo, mientras la segunda no figura referenciada quizá por tratarse de una obra más moderna o llevada a la iglesia con posterioridad.


Iglesia de San Francisco. Izquierda, imagen de la capilla de San Antonio de Padua. Derecha, imagen del testero del crucero


La siguiente etapa de la búsqueda era el otro templo franciscano de la ciudad, el del monasterio de clarisas Regina Coeli también situado en el barrio bajo, cuya iglesia sí pude visitar aunque con resultados infructuosos; aunque, eso sí, tuve ocasión de disfrutar de los excelentes dulces que elaboran las monjas.

La iglesia de la Virgen de la O, el principal templo sanluqueño, también resultó fallida ya que, aunque inicialmente creí encontrar un cuadro y una talla dedicados a san Diego, un estudio más detallado de las fotografías bajo el asesoramiento de don José Prieto nos movió a descartarlos ya que en realidad correspondían a otros santos.


Imágenes de la iglesia de la Virgen del Carmen. Fotografías de José Prieto


Con ello terminó mi “cosecha”, escapándoseme las dos tallas que el señor Prieto tenía localizadas en la iglesia del Carmen que yo, por variar, encontré cerrada. Resulta chocante esta presencia duplicada en una iglesia que originalmente perteneció a una orden ajena a la franciscana -desamortizada en 1835 hoy es una parroquia- mientras no logré encontrar ninguna en la de las clarisas, pero éstos son los hechos y la explicación, quizá, pueda deberse a un traslado tardío de las mismas desde otros templos, aunque nada puedo afirmar al respecto. Las dos esculturas son anónimas y de pequeño tamaño, 88 y 137 centímetros respectivamente. Ambas son parecidas entre sí y con la de la iglesia de San Diego, representando al santo con el atributo de una cruz de gran tamaño.

No obstante, todavía quedaba algo más. En Andalucía es una práctica bastante común reproducir, mediante azulejos policromados adosados a las fachadas, imágenes religiosas cuya advocación varía conforme a los gustos o las devociones particulares de sus propietarios. Fue en la página web Retablo Cerámico, dedicada a esta técnica artística, donde encontré reseñado uno dedicado a san Diego en una vivienda situada en el número 12 de la calle de Juan XXIII, cercana al bulevar de la Calzada de la Duquesa Isabel.




Azulejo de san Diego de la calle Juan XXIII
Fotografía de Manuel Pablo Rodríguez tomada de Retablo cerámico


Puesto que cuando estuve allí no conocía este dato no pude hacerle una fotografía, por lo que me he visto obligado a recurrir a la publicada en esta página. Aunque con dificultades debido a la falta de resolución, he creído identificar al azulejo en la pared del porche, junto a la puerta de entrada y por encima del dintel de ésta.




Ubicación del azulejo de san Diego de la calle Juan XXIII (círculo rojo)
Fotografía de Manuel Pablo Rodríguez tomada de Retablo cerámico


Según la ficha de Retablo Cerámico el azulejo mide 0,65 × 0,50 cm. aproximadamente, y fue realizado en la década de 1940 por Antonio Kiernam Flores en la Cerámica Santa Ana de Sevilla. Representa a un santo de aspecto aniñado -en realidad cuando ocurrió este milagro pasaba de los cincuenta años- mirando al frente y con las rosas en las que se había convertido el pan que llevaba a los pobres en el regazo. Para que no cupiera duda, aparece escrito su nombre en la parte inferior de la cenefa que enmarca el azulejo.


Izquierda, botella de Castillo de San Diego. Fotografía tomada de ABC
Derecha, detalle de la etiqueta. Fotografía tomada de enogourmet.blogspot.com


A modo de curiosidad cabe reseñar que Bodegas Barbadillo, la más importante de todas las radicadas en Sanlúcar, comercializa una de sus marcas más conocidas de vino con el nombre de Castillo de San Diego. Se da no obstante la circunstancia de que el castillo de Sanlúcar está dedicado no a san Diego sino a Santiago, aunque su fachada lateral linda con el Carril de San Diego que, tal como he comentado anteriormente, lo separa de la iglesia homónima.




Castillo de Santiago


También frente al castillo se encuentra situada la sede principal de Bodegas Barbadillo y, más en concreto, su Museo de la Manzanilla; y casualidad o no, el perfil del castillo que aparece dibujado en la etiqueta de las botellas se parece mucho al del castillo de Santiago visto precisamente desde la bodega.

Y ahora sí que hemos terminado, aunque dada la gran devoción que existe hacia san Diego en Andalucía, no sería de extrañar que se nos hubiera escapado alguna que otra representación iconográfica suya. Así pues, habrá que seguir investigando.




1 CRUZ ISIDORO, Fernando. Patrimonio artístico desamortizado del convento de San Francisco “El Nuevo” de Sanlúcar de Barrameda (1821-1835). Laboratorio de Arte, 21 (2008-09) 173-197. Universidad de Sevilla.


Publicado el 4-6-2019