Una imagen de san Diego en Olivenza (Badajoz)





Imagen de san Diego del Museo de Olivenza
Fotografía tomada de la página web del museo



Olivenza es una localidad extremeña de 12.000 habitantes situada a unos 30 kilómetros al suroeste de Badajoz, a cuya provincia pertenece, y a 12 del río Guadiana, que en este punto de su curso es fronterizo entre España y Portugal. Esta tranquila población, que merece ciertamente una visita, presenta una característica única en todo el territorio español, su pertenencia a Portugal durante varios siglos. Reconquistada por el rey Alfonso IX de León en 1230, fue cedida al rey portugués don Dinis en 1297 dentro del Tratado de Alcañices, que fijó la frontera entre los dos reinos. En este tratado se delimitó, con mínimas diferencias, la frontera actual entre España y Portugal, aunque aprovechándose de la debilidad de la corona castellana durante la minoría de edad de Fernando IV, el monarca portugués “rebañó” una docena de poblaciones fronterizas, de las cuales tan sólo dos retornarían a Castilla o a España: la localidad salmantina de San Felices de los Gallegos en 1326, y Olivenza en 1801.

Olivenza se diferenciaba del resto de las poblaciones cedidas por Castilla en un detalle geográfico fundamental: se encontraba en el lado castellano del Guadiana, la frontera natural entre ambos reinos, convirtiéndose en un entrante en forma de punta de flecha que se internaba profundamente en territorio castellano, lo que desde un punto de vista estratégico, máxime teniendo en cuenta que Portugal se apresuró a fortificar la villa, era algo sumamente incómodo para los monarcas castellanos y, posteriormente, españoles, sobre todo cuando tenía lugar uno de los frecuentes conflictos bélicos entre ambos vecinos.

No obstante, y salvo un breve período entre 1657 y 1688 con posterioridad a la independencia de Portugal en 1640, Olivenza continuaría siendo portuguesa durante varios siglos hasta que en 1801 fue conquistada por Manuel Godoy durante la breve Guerra de las Naranjas, fijándose por el posterior Tratado de Badajoz la frontera en el curso del río Guadiana. Aunque en 1815 el Congreso de Viena dictaminó la devolución de Olivenza a Portugal ésta no llegó a hacerse efectiva, por lo que Olivenza quedó definitivamente en España aunque, como cabe suponer, los seis siglos largos durante los que fue portuguesa dejaron una profunda huella en su patrimonio artístico, heredado en su mayor parte de nuestros vecinos lusos.

Bien, pensarán ustedes, se trata de un curioso y poco conocido episodio histórico, pero ¿qué tiene que ver esto con san Diego y con Alcalá? Pues más de lo que pudiera haberse pensado en un primer momento.

Todo comenzó, en lo que a mí respecta, gracias a un aviso de don José Prieto del Hoyo, estudioso de la figura de san Diego con el que desde hace tiempo intercambio información, cuya página web les recomiendo visitar porque merece realmente la pena. Don José Prieto me comunicó que acababa de descubrir una imagen de san Diego en la página web del Museo Etnográfico González Santana de Olivenza, la cual me apresuré a visitar. Daba la afortunada casualidad de que esta talla aparecía resaltada como la pieza del mes de noviembre de 2014, lo cual evidentemente me facilitó mucho la búsqueda. Tras una consulta a los responsables del museo, que me respondieron con total amabilidad, pude recabar los datos que me han permitido escribir este artículo.

La talla está datada en el siglo XVII, es de madera policromada y de autor anónimo. Nada de particular, pensarán ustedes, al fin y al cabo son numerosas las imágenes similares a ella que están repartidas por muchos rincones de España... pero es que, en la época en la que fue realizada, Olivenza era portuguesa. Es decir, se trata con toda probabilidad de un san Diego portugués, algo bastante interesante dado que las representaciones iconográficas de san Diego son muy escasas en el país vecino, donde el santo franciscano por antonomasia, además claro está de san Francisco, es el omnipresente san Antonio de Padua, que pese a su vinculación con esta ciudad italiana, en la que está enterrado en un suntuoso santuario, era portugués de nacimiento, más concretamente lisboeta.

El rótulo que aparece al pie de la talla indica que ésta es propiedad de la parroquia local de Santa María del Castillo -está cedida en depósito por el arzobispado de Mérida-Badajoz-, aunque su procedencia original es la iglesia de San Francisco. Una rápida consulta a la página web del Ayuntamiento oliventino me bastó para conocer la existencia de un antiguo convento franciscano fundado en 1594 en el cual, según fray Jerónimo de Belém1, existía a mediados del siglo XVIII una capilla consagrada a san Diego, de la que probablemente proceda la talla.




Convento de San Francisco de Olivenza
Fotografía tomada de viviralestiloextremadura.blogspot.com.es


En 1804, a raíz de la anexión de Olivenza a la corona española, se produjo el relevo de la comunidad franciscana portuguesa por monjes españoles, ignoro si debido al abandono voluntario del convento por los primeros o bien porque éstos fueran expulsados por las nuevas autoridades españolas. Lo cierto es que sus nuevos ocupantes procedían -y éste era un dato, para mí desconocido, que considero importante- de Alcalá, en concreto, según la citada página web, del colegio menor de San Pedro y San Pablo, adscrito a la Universidad y gestionado desde su fundación por la orden franciscana. Se trata, sin duda, de un tema a investigar, aunque desborda los propósitos de este artículo.

En cualquier caso los franciscanos alcalaínos no tuvieron ocasión de arraigar allí dado que en 1835, tan sólo treinta y un años después, el convento fue exclaustrado durante la Desamortización de Mendizábal. Aunque el edificio ha llegado hasta nuestros días, se encuentra cerrado y a la espera, según el Ayuntamiento, de una restauración que permita abrirlo al turismo y a las actividades culturales.

La imagen, como puede apreciarse en la fotografía, representa al santo en la iconografía habitual del milagro de las rosas, que sostiene en el regazo del hábito con su mano derecha, mientras en la izquierda, alzada, probablemente sostendría una cruz hoy desaparecida. Aunque la policromía está bastante deteriorada la cabeza se conserva en perfecto estado, mostrando unos suaves rasgos típicos de la imaginería portuguesa que contrastan con los habitualmente más duros de las escuelas castellanas.




1 Bélem, fray Jerónimo. Chronica Serafica da santa provincia dos Algarves da regular observancia do nosso serafico padre S. Francisco, em que se trata da sua origem, progressos, e fundações de seus conventos... Lisboa, 1750-1758.


Publicado el 11-11-2014