La presencia de san Diego en Laredo (Cantabria)





Vista general del retablo mayor de la iglesia de San Francisco



Laredo es una población de once mil habitantes situada en la costa oriental cántabra, a 45 kilómetros al este de Santander. Comparte con la vecina Santoña el amplio estuario del río Asón, de gran interés ecológico por sus marismas, y es famosa por sus playas, que la convierten en uno de los principales destinos turísticos del litoral cantábrico.

No por ello carece Laredo de interés histórico. Fue desde la Edad Media una villa marinera, y de su puerto partiría en 1496 Juana la Loca camino de Flandes para contraer matrimonio con Felipe el Hermoso, desembarcando en él, en 1556, su hijo el emperador Carlos V camino de su retiro en Yuste.

En lo que respecta a su patrimonio artístico, éste se nuclea en torno a la imponente iglesia de Santa María de la Asunción, situada en la zona más elevada de la puebla vieja, a la que se suman las iglesias de Santa Catalina y San Francisco, la capilla del Espíritu Santo, el Ayuntamiento viejo, numerosas casonas nobles, los restos de las antiguas fortificaciones y el curioso túnel de la Atalaya, perforado en el siglo XIX a través de este monte dentro del intento fallido de construir un puerto exterior que fue frustrado por los temporales.

En esta ocasión nos interesa especialmente la citada iglesia de San Francisco, perteneciente al convento homónimo que, tras la exclaustración de los monjes franciscanos por la desamortización de Mendizábal, en 1884 fue ocupado por una comunidad de monjas trinitarias que en la actualidad siguen residiendo en él. Tratándose de una antigua fundación franciscana cabía la posibilidad de encontrar algún recuerdo a san Diego, por lo que aprovechando una visita a Laredo me acerqué hasta la iglesia, entré en ella... y di con lo que buscaba.

El templo, situado en la parte baja de la puebla vieja en la zona conocida como el Arrabal, data de la segunda mitad del siglo XVI. Construido en estilo herreriano y de generosas proporciones, consta de una nave única con ocho capillas laterales. El retablo mayor, barroco, fue labrado hacia 1665 por el artista cántabro Francisco Martínez de Arce, y reconstruido en 1778. Está dedicado, como cabía esperar, a san Francisco, el cual aparece representado en el relieve central. Retengamos este dato, puesto que tendremos que volver más adelante.

Los dos cuerpos laterales del retablo, que forman ángulo arropando al central, también están dedicados a la iconografía franciscana. Son simétricos y cuentan, de arriba a abajo, con un relieve, una hornacina que alberga a una escultura de bulto completo y una predela inferior decorada con un relieve en la parte central y pinturas en las basas de las columnas que lo flanquean.




Cuadro representando el milagro de las rosas. Fotografía de José Prieto


Fijémonos en el del lado derecho o, conforme a la terminología religiosa, de la epístola. En la basa de la columna exterior aparece un cuadro, o tabla, dedicado a san Diego, quien es perfectamente reconocible al sostener con las manos el borde del hábito, en representación del milagro de las rosas.

Más peliaguda es la identificación de la escultura situada en la hornacina de ese mismo lado, la cual representa a un santo franciscano que sostiene una cruz en la mano izquierda... otra representación habitual de san Diego, a la que contribuye su rostro lampiño ya que, salvo en muy contadas excepciones, no se le suele representar con barba. También los rasgos del rostro recuerdan poderosamente a nuestro santo y, pese a no figurar su nombre ni en la peana ni en la hornacina, yo me habría arriesgado a atribuirle también la imagen...




Imagen de san Diego o de san Francisco. Fotografía de José Prieto


Salvo porque don José Prieto, experto en iconografía de san Diego y a quien consulté la posible identidad de la escultura, me hizo caer en un detalle que me había pasado desapercibido: la imagen mostraba unos estigmas, claramente identificables en la fotografía tanto en la mano izquierda como en el pecho. Aunque no pude fotografiarla desde otro ángulo al haber un cordón que impedía el paso al presbiterio, don José visitó Laredo con posterioridad a mi viaje y pudo confirmar la existencia del resto de los estigmas.

Este detalle plantea un escollo importante. Los estigmas son unos atributos de santidad típicos de san Francisco, y nunca suelen estar asociados a san Diego. Sin embargo, tal como he comentado, tanto la postura como el rostro recuerdan mucho más al lego alcalaíno que al santo de Asís, al que prácticamente siempre se le representa con barba. Así pues nos encontramos con una extraña mezcolanza entre ambos que tanto a don José como a mí nos dejó bastante desconcertados.

Aunque no sea determinante, existe otro detalle que pudiera contribuir a desequilibrar la balanza. El relieve central del retablo, que ocupa por ello el lugar principal del mismo entre el crucifijo que lo remata y la Virgen que corona al baldaquino-sagrario, está dedicado, tal como dije, a san Francisco, por lo que no parece tener mucho sentido esta redundancia en un lugar secundario como es la hornacina lateral. De hecho, la talla que ocupa la hornacina del cuerpo opuesto está dedicada también a otro santo franciscano cuya identidad no puedo determinar con precisión ya que no la fotografié en detalle, pero que desde luego no se trata de san Francisco.

Así pues la lógica induce a pensar que la imagen en cuestión estaría dedicada a san Diego y no a san Francisco, pero ¿qué hacemos con los estigmas, un elemento completamente ajeno a nuestro santo? Aunque se trata tan sólo de una hipótesis y nada se puede afirmar con seguridad, don José y yo barajamos la posibilidad de que pudiera haberse tratado originalmente de una escultura de san Diego que en algún momento indeterminado, quizá durante la remodelación del retablo del siglo XVIII, habría sido transformada en san Francisco mediante el expeditivo método de tallarle los estigmas... no imagino los motivos que hubieran podido conducir a ello, máxime cuando san Francisco ya está representado de forma tan preeminente en la parte central del retablo, pero no se me ocurre otra explicación salvo que, claro está, yo esté equivocado y se trate realmente de un san Francisco, por peculiar que pueda resultar su representación.

No obstante don José me ha comentado que conoce la existencia de un caso similar, en esta ocasión documentado, de reciclaje de un santo en otro, por lo que tampoco puede ser descartado que ocurriera realmente así.


Publicado el 6-9-2018