La fachada de la casa de Cervantes





Fachada de la ampliación de la Casa de Cervantes, totalmente discordante con su entorno



I

O por hablar con mayor propiedad de su ampliación, en la calle de la Imagen; y es que todo lo anterior es una broma comparado con esta salvajada. Anteayer criticaba la fachada de la ampliación del teatro salón Cervantes. Ayer hacía lo propio con la portada del teatro Pequeño... Y ahora me encuentro con que en la fachada de este edificio, actualmente en construcción, han instalado unas ventanas total y absolutamente ilegales conforme a la normativa vigente de protección del casco antiguo, con el agravante añadido de que ha sido precisamente el organismo encargado de velar por su cumplimiento -la comunidad autónoma de Madrid- quien ha perpetrado el desafuero, al parecer con total impunidad.

Lo dije hace unas semanas, pero me veo obligado a decirlo de nuevo: Mientras a los ciudadanos particulares se les aplican las normas con total y absoluta rigurosidad, los organismos públicos que deberían dar ejemplo y, lo que es más grave, los mismos encargados de su cumplimiento, perpetran una y otra vez actuaciones que son completamente ilegales conforme a sus propias normas. Me da lo mismo que sean el ayuntamiento, la universidad, la comunidad autónoma o cualquier ministerio, porque para el caso es lo mismo: La Administración Pública en cualquiera de sus vertientes demuestra con ello que tiene una doble vara de medir y que se reserva para ella lo que no consiente a los ciudadanos particulares... Y así nos va. Hora es de que las entidades ciudadanas reaccionen ante tan evidentes abusos de autoridad, y desde luego no estaría nada mal que cada vez que se comete un atentado de este calibre se denunciara a la UNESCO tal como se hizo en Cuenca cuando su ayuntamiento pretendió hacer un desaguisado en las casas colgantes. Así, a lo mejor ganábamos algo.




II

La lectura del reportaje publicado la semana pasada sobre la casa de Cervantes conduce a varias reflexiones. La primera, que el gremio de los arquitectos goza de una soberbia infinita. La segunda, que además tienen un morro que se lo pisan, ya que lejos de plantear y defender unos criterios de actuación coherentes en los cascos antiguos -por muy discutibles que pudieran resultar-, en la práctica aplican sus propios criterios según les interesa, incurriendo en contradicciones tan flagrantes que claman al cielo; por ejemplo, basta con recordar que Federico Chueca Goitia, autor del sublime pastiche de la madrileña catedral de la Almudena, ahora se ha descolgado defendiendo a capa y espada la salvajada del proyecto de Moneo -una más, por cierto, en la carrera de este insigne arquitecto- en el claustro de los Jerónimos. Así pues, lo menos que se les podría pedir a estos señores es que se aclarasen. Eso sí, como alguien ose criticarlos les faltará el tiempo para tacharlo de inculto e instarle a callarse... Porque así las gastan estos señores.

Pero ahí no acaban las cosas. Centrándonos ya en el caso que nos ocupa, que no es otro que el de la casa de Cervantes, sorprende descubrir que el arquitecto responsable del engendro de la ampliación sea casualmente el mismo que en teoría debe velar por la preservación del patrimonio urbanístico; vamos, que este señor es juez y parte, con el agravante de que se ha autorizado a sí mismo cosas que jamás hubiera permitido hacer a un ciudadano particular en el edificio de al lado. Vamos, que la cosa es de juzgado de guardia.

Y todavía hay más. Este señor, con una soberbia infinita y con la impunidad que le confería su cargo, se permitió el lujo de construir una fachada que resultaba, conforme a la ley de protección del patrimonio, total y absolutamente ilegal. Una inesperada -y despreciada públicamente por él- reacción ciudadana le obligó a replegar velas, pero tras varios meses de tener tapado el engendro con unas lonas, probablemente a la espera de que se calmaran los ánimos y la gente se olvidara del asunto, ha vuelto con nuevos bríos sin bajarse del burro y por supuesto intentando volvérnosla a meter doblada, que siendo quien es no se va rebajar a las reclamaciones de unos paletos -el calificativo no es mío, así es como nos tachó a los alcalaínos-; ahora resulta que en un arranque de generosidad accede a quitar las troneras, pero a cambio de convertir la fachada en un muro ciego, que es lo mismo que decir os seguís jorobando por protestar.

Encima, este buen señor tiene la ironía de recurrir a unos argumentos de lo más peregrino para justificar su segunda salvajada, sacándose de la manga cosas tan surrealistas como que allí hubo presuntamente una tapia de corral que ahora pretende recuperar... Y supongo que suficientemente antes, es decir, hace apenas unos dos mil años, también habría un solar. Pero, ¿cómo lo demuestra? Y, aunque así fuese, la cuestión no está en lo que pudo haber, sino en lo que había. Cierto es que la fachada antigua, fuera del siglo que fuese, no valía un pimiento, pero por lo menos -y no es precisamente poco- no desentonaba en su entorno, cosa que no se puede decir de la salvajada que ha proyectado este señor. Y, ya puestos así, podría poner un buen puñado de ejemplos recientes de casas del casco antiguo cuyas fachadas no valían asimismo un pimiento y que, no obstante, obligaron a respetar -probablemente este mismo señor- a la hora de construir nuevos edificios en sus solares. Claro está que los promotores de estos edificios no eran la comunidad autónoma de Madrid, sino simples particulares a los que se aplicó todo el peso de la misma ley que ahora este señor quiere saltarse a la torera amparándose en su cargo.

Por si fuera poco, los propios responsables de la taifa -perdón, comunidad autónoma- recurren a unas presiones indefendibles manteniendo cerrado el edificio antiguo del museo, al que en nada afecta la polémica, "mientras la fachada siga sin arreglar", lo cual no tiene más interpretación que la de un chantaje intolerable. Pilar Fernández, concejal de cultura, manifestaba que deseaba saber cuál era la opinión de los alcalaínos al respecto; bien, aquí está la mía, a la cual tengo que añadir que apoyaré al ayuntamiento en todo cuanto suponga exigir a Ruiz Gallardón y a sus acólitos una solución razonable a esta salvajada. Y por supuesto, apoyaré también toda iniciativa ciudadana que pueda surgir en torno a este tema, que nunca estará de más movilizarnos en contra de ella.




III

Han pasado ya varios meses desde que los señores de la comunidad autónoma abrieran la boca, aunque poco, para aceptar muy a regañadientes las protestas de los alcalaínos, y en todo ese tiempo lo único que han hecho ha sido retirar las lonas que la cubrían, sin tan siquiera molestarse en quitar el andamio, que por cierto va a estorbar bastante, junto con el situado prácticamente enfrente, a la cofradía del Cristo de la Columna... Cosa que, al parecer, ni a la comunidad autónoma ni a la universidad, responsables de ambos, parece importarles lo más mínimo.

Hace un par de semanas fueron publicadas las cartas de dos ciudadanos preocupados por este tema, y espero que escriban bastantes más, puesto que el tema es realmente preocupante y no podemos bajar la guardia siquiera un solo instante. ¿Saben ustedes lo que yo pienso? Pues que los señores de la comunidad autónoma están dejando que el tema se pudra para que, aunque sea por aburrimiento, acaben saliéndose con la suya sin ceder un ápice de su soberbia. Y esto no se puede consentir bajo ningún concepto.

Para empezar, hay que exigir al ayuntamiento que adopte una postura menos tibia y más comprometida que la actual en defensa no ya de los gustos personales de nadie, sino de algo tan evidente como es la legalidad. Y si no lo hacen, tendremos que ser los ciudadanos los que tomemos la iniciativa, denunciando a la comunidad autónoma madrileña ante la Unesco por un atentado al patrimonio artístico de una ciudad declarada patrimonio de la humanidad. Y si de paso metemos en el saco la fachada de la ampliación del Teatro Salón Cervantes, pues mejor que mejor.




IV

El pasado día nueve se inauguró, como ya es sabido, la ampliación de la casa de Cervantes, incluida su polémica fachada que, casualmente, no se vio libre del andamio que la cubría desde hacía años sino ese mismo día, quizá por el temor a que algún alcalaíno manifestara su desagrado adornándola con una pintada.

Tanto es lo que se ha dicho sobre esta fachada, y tanto es lo que también he dicho yo, que no me queda sino repetirlo: NO. Así, con mayúsculas. Primero, porque este proyecto es sólo un poco menos salvaje que el anterior, pero asimismo supone un atentado brutal contra su entorno. Segundo, porque se trata de una chulería de su arquitecto, empeñado en no dar su brazo a torcer pese a no tener razón. Y tercero, porque se trata de un agravio comparativo frente a los ciudadanos particulares a los que se les controla sus intervenciones urbanísticas en el casco antiguo mucho más allá de lo razonable, llegándose en ocasiones hasta lo absurdo.

Así pues, visto lo visto, tan sólo queda una solución: Plantear una denuncia, a la comunidad autónoma como responsable material del atentando, y al ayuntamiento como cómplice por consentirlo, frente a la UNESCO. Y si nos tienen que retirar el título de ciudad patrimonio de la humanidad, como a punto estuvieron de hacérselo a Cuenca, pues que nos lo retiren, porque habremos demostrado que no nos lo merecemos. Pero esa fachada tiene que desaparecer de ahí.

Por cierto, ¿se han dado cuenta ustedes de que ni tan siquiera se han molestado en enterrar los cables? Y eso que existe una normativa municipal que obliga a ello.


Publicado el 27-2-1999, el 30-10-1999, el 29-4-2000 y el 21-10-2000, en los nº 1.610, 1.641, 1.665 y 1.687 de Puerta de Madrid
Actualizado el 13-10-2008