Elegía por el Cine Paz



Primero fue el cine Pequeño, el favorito de mi infancia debido, simplemente, a que era el más barato de todos; abandonado a su propia ruina y amenazado por algún que otro arquitecto, lucha todavía por recobrar su pasado esplendor de teatro y de corral de comedias.

Luego fue el cine Grande, víctima de la entonces incipiente bingomanía; recuperado recientemente como teatro, es hoy pieza fundamental de la vida cultural alcalaína aunque, paradójicamente, la proyección de películas ocupa una parte muy limitada en la programación del mismo.

Poco después le tocó el turno al Alcalá, entonces del mejor de todos nuestros cines; convertido asimismo en bingo, continúa todavía como tal a la espera, quizá, de mejores tiempos para la pantalla grande.

Mientras tanto, las populares y criticadas terrazas de verano fueron extinguiéndose una a una de una manera callada, como si se avergonzaran de no haber pasado de ser un mero entretenimiento para las noches de estío: La Cervantes, la Cisneros, la Zulema, la Alegría, la otra Cervantes, la Real, la Olimpia, la de los Olivos... Y quizá me deje todavía alguna más en el tintero, en la duda de si la Ferraz (la última superviviente) continuará funcionando este próximo verano.

Y ahora le ha llegado la hora al Paz, nuestro añejo y entrañable cine de la plaza de Cervantes, cerrado hace algunas semanas para instalar en su desahuciado patio de butacas un establecimiento de la controvertida comida rápida que tanto encandila a los chavales y a los adolescentes. Ya sólo nos quedan, pues, el Benidorm y los minicines, y comienzo a preguntarme si no acabarán éstos cayendo también, víctimas del despego de los alcalaínos hacia la magia y el ritual de las salas cinematográficas.

Sería muy fácil echar la culpa a las nuevas televisiones o a los vídeos domésticos, o empezar a despotricar contra bingos, hamburgueserías y demás enemigos naturales de los cada vez más escasos y más amenazados cines; pero no lo voy a hacer, convencido de que los únicos responsables de estas lamentables desapariciones somos todos y cada uno de los que hace ya bastante tiempo dejamos de visitarlos con asiduidad. Y es que, en el fondo, lo tenemos bien merecido.


Publicado el 28-4-1990, en el nº 1.190 de Puerta de Madrid
Actualizado el 5-5-2008