El oratorio de San Felipe
Un museo por descubrir





Inmaculada de Pereda



Si hiciéramos una encuesta preguntando qué edificios de interés turístico pueden ser visitados en Alcalá, seguramente la mayor parte de la gente respondería que la universidad y la casa de Cervantes. Algunos, quizá, incluirían en la lista a la Magistral, el convento de las Bernardas o la ermita del Cristo de los Doctrinos, todos ellos interesantes pero ninguno de los cuales está abierto actualmente al turismo, siendo necesario para visitarlos acudir a la hora de las misas.

Pero el que sin duda prácticamente nadie citará es el oratorio de San Felipe, un completo desconocido tanto para los alcalaínos como para los visitantes a pesar de que cuenta con una magnífica colección artística que desde hace aproximadamente un año está abierta al público, un público que por desconocimiento no se acerca hasta la recoleta plaza del Padre Lecanda a pesar de que la visita merecería -y mucho- la pena. El oratorio, un edificio barroco construido a principios del siglo XVIII, es de los pocos edificios religiosos alcalaínos que han conseguido llegar hasta nuestros días conservando la mayor parte de su patrimonio artístico, suerte que comparte únicamente con el convento de las Bernardas y la ermita del Cristo de los Doctrinos. Saqueado por los soldados franceses en 1811, fecha en la que la iglesia perdió el retablo, por la guía de Alcalá escrita por el sacerdote filipense Ángel Alba sabemos que sería convertida en granero, siendo restaurado el edificio en 1854.




San Bruno de Carducho


Durante las desamortizaciones religiosas del siglo pasado, que junto con la supresión de la universidad tanto daño causaron al patrimonio artístico alcalaíno, el oratorio de San Felipe fue la única congregación masculina que se libró de ser exclaustrada por estar la comunidad filipense dedicada a la enseñanza, gracias a lo cual consiguió conservar su importante patrimonio artístico. Ya en el cambio de siglo dos sacerdotes filipenses intervendrían activamente en la vida cultural de la Alcalá de su tiempo, el padre Francisco Arabio Urrutia, autor de un libro sobre la historia de las Santas Formas, y el padre Juan José de Lecanda, que traería a Alcalá a Miguel de Unamuno y desempeñaría una intensa actividad en nuestra ciudad gracias a la cual se salvó de la piqueta la puerta de Madrid o se organizó una exposición de arte religioso en 1926.

El nuevo marasmo que acabó por expoliar nuestra ciudad, la guerra civil, pudo también ser evitado gracias a que todos los objetos del oratorio fueron puestos a salvo, junto con los de las Bernardas, los Doctrinos, el sepulcro de Cisneros y por desgracia poco más, por el gobierno de la república, el cual los trasladó a Madrid hasta el final del conflicto. Gracias a ello podemos contar hoy con una serie de interesantes obras de arte, las cuales están hoy expuestas en un pequeño, pero perfectamente montado museo, fruto de los esfuerzos del padre Bolek, un alcalaíno procedente de las lejanas tierras polacas que continúa de esta manera con el espíritu del padre Francisco y el padre Lecanda.




Cocina del Oratorio


Pero démonos un paseo por el museo. Si hubiera que seleccionar uno solo entre todos los cuadros que conserva el oratorio, sin duda el elegido sería el San Bruno de Carreño de Miranda, según Elías Tormo, o de Vicente Carducho según Francisco Javier Caballero y Carlos Sánchez Galindo. Sea cual sea su autor, y ambos son lo suficientemente prestigiosos, se trata de la joya de la colección, y de él se cuenta la anécdota de que, al ser llevado a Madrid durante la guerra civil, se camufló su autor poniendo en su lugar otro menos importante para evitar que, dado su gran valor, a alguien se le olvidara devolverlo. Otros cuadros importantes son una Inmaculada de Antonio de Pereda, la Apoteosis de San Felipe de Juan Vicente de Ribera, una Crucifixión atribuida a Maella, un San José y el Niño Jesús de Antonio de Palomino, una Santa Teresa de Juan Delgado, una Virgen de Guadalupe anónima o una copia de El pasmo de Sicilia, de Rafael, firmada por Diego Pérez Mexía.

También cuenta el oratorio con varias tallas notables, como son una Inmaculada atribuida a la escuela de Alonso Cano, una Santa Teresa de Gregorio Hernández, un San Francisco de Asís y un San Antonio de Padua de escuela granadina... Se completa el museo con una serie de objetos litúrgicos tales como crucifijos, custodias o libros. En resumen; merece realmente la pena realizar una visita al oratorio, para lo cual el museo permanece abierto los sábados de cuatro a seis de la tarde1.



1 En la actualidad (noviembre de 2013) el museo permanece cerrado a las visitas.


Publicado el 30-12-1995, en el nº 1.460 de Puerta de Madrid
Actualizado el 28-11-2013