La estatua de Astrana Marín





Desde el pasado día 29 de septiembre, fecha probable del nacimiento de Miguel de Cervantes, Alcalá cuenta con una nueva escultura, obra de Roberto Castro, dedicada al gran cervantista y enamorado de nuestra ciudad Luis Astrana Marín, autor de una monumental biografía del autor del Quijote y descubridor de la verdadera casa natal del mismo.

El homenaje, pues, estaba más que justificado, razón por la que aplaudo tanto a los promotores de la iniciativa como a la Asociación de Empresarios del Henares, que ha sido quien ha financiado el monumento.

Aunque todavía ha pasado demasiado poco tiempo como para calibrar la acogida que ha tenido la estatua entre la ciudadanía, parece ser que existe una división de opiniones entre aquéllos a quienes les gusta y los que, por el contrario, la rechazan, lo cual siempre resulta positivo para el arte.

En lo que a mí respecta, me parece interesante la combinación que ha hecho Roberto Castro entre unos elementos realistas (la cabeza y las manos) fundidos en bronce y un cuerpo apenas esbozado en un bloque de piedra caliza. La iniciativa resulta original y, ciertamente, me atrae. Sin embargo, y sin pretender en modo alguno proponer un tratamiento más realista del cuerpo, sí encuentro que el bloque de caliza resulta demasiado mazacote, por lo cual creo que la estatua hubiera ganado en esbeltez con cierto (sólo cierto) desbastado de la pieza y, en especial, de la espalda, donde se le ha dejado algo parecido a una joroba que resulta bastante antiestético.

Otra cuestión a tener en cuenta es la ubicación de la estatua, ya que desde mi punto de vista se la ha arrinconado en un lugar muy poco vistoso cuando debería haber sido integrada en el conjunto de las ruinas en vez de colocarla en un extremo de las mismas. Por si fuera poco, la estatua mira hacia dentro a pesar de estar en el exterior del recinto, lo que hace que la visión de la misma desde la vecina plaza de Rodríguez Marín (otro cervantista diferente, a pesar de la coincidencia de nombres) se limite a la poco estética parte trasera del bloque. Mi opinión personal es que la estatua debería haber sido colocada en la zona del ábside, donde hubiera lucido mucho más, y en todo caso, de respetarse su ubicación actual tendría que haber sido girada de modo que mirara hacia afuera.

En cualquier caso, coincido plenamente con el editorialista en animar al ayuntamiento para que, poco a poco, vaya embelleciendo Alcalá con estatuas o con otros monumentos.

Por cierto: Con ocasión de la inauguración de la estatua ha sido reparado una vez más (y van varias) el pavimento del entorno de la capilla del Oidor, muy deteriorado a causa principalmente de su uso como improvisada e inadecuada pista de patinaje. Puesto que los causantes de los destrozos siguen haciendo caso omiso de las prohibiciones sin que el ayuntamiento, al parecer, se lo impida, me pregunto cuánto dinero nos va a seguir costando a los contribuyentes su capricho, y cuántas molestias tendremos que seguir soportando cada vez que vayamos a la capilla del Oidor o, simplemente, nos apetezca pasar por allí.


Publicado el 11-10-1997, en el nº 1.544 de Puerta de Madrid
Actualizado el 9-6-2008