Curiosidades complutenses (III)





Uno de los muchos retratos apócrifos de Cervantes



Cervantes y Shakespeare

Es bastante conocida la anécdota histórica que afirma que ambos escritores fallecieron el mismo día, concretamente el 23 de abril de 1616. Pero, ¿es cierta? Pues sí y no, según como se mire.

Toda la culpa de este embrollo la tiene el cambio de calendario ocurrido a finales del siglo XVI. El calendario juliano, vigente desde los tiempos de Julio César, presentaba un pequeño desfase con respecto a la duración de los años; dicho con otras palabras, se adelantaba en relación a la marcha de las estaciones, lo que hacía que en tiempos de Cervantes las fechas oficiales y las reales tuvieran una diferencia de diez días. Para solucionarlo, el papa Gregorio XIII patrocinó un reforma del calendario implantando el conocido como gregoriano, que es el que rige en la actualidad. Además de corregir para años sucesivos ese pequeño adelanto a base de suprimir tres años bisiestos cada cuatrocientos años, hubo también que eliminar ese desfase acumulado de diez días, lo que se consiguió simplemente haciéndolos desaparecer; ocurrió, pues, que nuestros antepasados se acostaron en la noche del jueves 4 de octubre de 1582 para despertarse en la mañana del viernes 15 de octubre de ese mismo año.

Pero no todo iba a ser tan fácil. Mientras que los países católicos (y entre ellos España) aceptaron inmediatamente el cambio de calendario, los países protestantes y ortodoxos se negaron hacerlo durante muchos años. A decir de Voltaire, “los necios prefirieron estar en desacuerdo con el sol antes que estar de acuerdo con el papa”. Así, los rusos, por poner un ejemplo, se estuvieron rigiendo por el antiguo e incorrecto calendario nada menos que hasta la revolución de 1917.

Inglaterra, país de religión protestante, no llegó a tanto si bien se hizo de rogar bastante, ya que no aceptó el calendario gregoriano hasta el año 1752, 170 años después de que se implantara en España. Y, como en 1616 regía el calendario gregoriano en nuestro país pero todavía estaba en vigor el juliano en Inglaterra, es fácil deducir que el 23 de abril en el que murió Cervantes no fue simultáneo con el 23 de abril en el que tuvo lugar el fallecimiento de Shakespeare, puesto que en realidad ambos sucesos tuvieron lugar con diez días de diferencia.

Curioso, ¿no?


La promoción “Cero” de nuestra Universidad

Existe, como es lógico deducir, una primera promoción de nuestra universidad formada por todos aquellos estudiantes que se licenciaron en ella el año en el que se completaron por vez primera los ciclos de estudios de la misma. Pero lo que no es tan conocido es el hecho de que la mayor parte de ellos no fueron los primeros en entrar en la universidad dada la existencia de una anterior promoción a la que llamaremos “cero” y que, por causas ajenas a su voluntad, no pudo terminar sus estudios en la universidad alcalaína.

Hagamos un poco de historia. La universidad de Alcalá abrió oficialmente sus puertas, entonces como simple desdoblamiento de la de Madrid, en octubre de 1975, impartiéndose en la misma durante el año escolar de 1975-76 los primeros cursos de Ciencias, Medicina, Farmacia y Ciencias Económicas y Empresariales. Pero ocurrió que su implantación era entonces bastante insegura, por lo que al terminar ese curso hubo unos intentos de suprimirla que, si bien no llegaron afortunadamente mayores, sí que impidieron el establecimiento, salvo en el caso de Económicas, de los segundos cursos para el año 1976-77.

Por ese motivo, y salvo en el caso aludido de los estudiantes de Económicas, todos aquellos alumnos que no repitieron curso se vieron obligados a trasladarse a Madrid para continuar sus estudios. Oficialmente nunca estuvieron matriculados en la universidad de Alcalá, puesto que ésta no existía entonces como tal; pero, a pesar de que no disfrutan del privilegio honorífico de haber sido los primeros graduados de nuestra universidad, nadie puede negarles la evidencia de haber sido ellos quienes pusieron por vez primera los pies en sus aulas.


Un cardenal que no lo fue

Cuando inicié mi servicio militar, hubo un sargento que nos advirtió a todos los miembros de mi reemplazo de la conveniencia de no equivocarnos con los grados y galones de todos nuestros superiores; y en el caso de que a pesar de todo incurriéramos en un error, remachó, siempre sería preferible que tratáramos de capitán a un sargento antes que hacerlo justo al contrario.

Algo así debieron pensar quienes decidieron dedicar en su día la antigua calle de los Hornos al prelado toledano don Pedro Tenorio, personaje importante en la historia local y merecedor, por lo tanto, de tal distinción; pero, quizá pareciéndoles poco el título de arzobispo que Tenorio ostentó en vida, decidieron concederle la púrpura cardenalicia supongo que sin consultar antes no ya al Vaticano, sino ni tan siquiera a los libros de historia.

Tenemos así, en pleno casco antiguo, un calle dedicada a un Cardenal Tenorio que nunca llegó a ser tal; pero, puesto que Tenorio hizo por nuestra ciudad mucho más que bastantes de los cardenales genuinos que pasaron a lo largo de los siglos por la sede primada de Toledo, tampoco es demasiado contrasentido el que le hayamos ascendido por nuestra cuenta y riesgo.


Publicado el 13-5-1989, en el nº 1.145 de Puerta de Madrid
Actualizado el 16-7-2006