La falla cervantina de Alcalá de Henares





Vista general de la falla



La noche del 23 de abril de 2017, y como colofón de las celebraciones en conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Cervantes iniciada justo un año antes, en la plaza de los Santos Niños se quemó una falla dedicada al más universal de los alcalaínos y a su obra, una iniciativa ciertamente inusual ya que nunca se había realizado en Alcalá nada similar.

Eso sí, a modo de curiosidad conviene recordar que no ha sido ésta la primera falla complutense, ya que las hubo en los años sesenta y posteriormente, de forma efímera, en los años ochenta durante la alcaldía de Arsenio Lope Huerta. En todos los casos estuvieron incluidas dentro de la programación de las ferias de San Bartolomé, por lo que no tenían carácter conmemorativo y además eran de poca entidad. Nada tenían que ver, pues, ni con la motivación ni con el empaque de ésta.

Porque, aun sin llegar al tamaño de las grandes fallas valencianas, la falla cervantina era una digna émula de éstas, sobre todo teniendo en cuenta que fue diseñada y construida en la ciudad del Turia por el Estudio Chuky, un estudio plástico multidisciplinar -así se define en su página web- surgido de un tradicional taller fallero, aunque también aborda otras facetas artísticas tales como la ilustración o distintos tipos de instalaciones.


Cabeza y mano de Cervantes


La falla, como ya he comentado, estaba dedicada a Cervantes y a su obra, por lo que no es de extrañar que el motivo principal correspondiera precisamente a él. Éste consistía en una alta columna sobre la que se asentaba la cabeza de nuestro escritor, a la que acompañaba la mano derecha empuñando una pluma. Ésta estaba colocada de tal manera que, visto el conjunto desde cierto ángulo, daba la impresión de verle escribiendo.




Don Quijote y Sancho Panza


En el frente, y sobre unos libros rotulados con los títulos de sus obras, se leían la palabra Cervantes y las fechas de nacimiento y muerte del autor del Quijote: 1547-1616. Por último, en torno a la cabeza una serie de ninots de menor tamaño recordaban a sus principales obras. Los primeros eran, como cabe suponer, Don Quijote y Sancho Panza, representados ambos con un estilo que recordaba al de los cómics junto con los imprescindibles molinos.




Escritores del Siglo de Oro y del siglo XXI


Siguiendo con el recorrido nos encontrábamos con dos ninots que reflejaban el contraste entre el escritor del Siglo de Oro, con su pluma de ave, y el escritor -o lector- del siglo XXI equipado con todo tipo de cachivaches informáticos, comparando la “pasión y el decoro” del primero según rezaban las tablillas -las fallas valencianas suelen ir acompañadas por comentarios, generalmente satíricos o irónicos- con la “frialdad tecnológica” del segundo. Siguiendo la tradición valenciana este último fue indultado del fuego, habiéndose previsto llevarlo por los centros escolares de la ciudad para fomentar el hábito de la lectura entre los niños.


Alegoría de la novela pastoril y Sigismunda


Tras el Quijote la obra de Cervantes más conocida es probablemente La Galatea, una novela pastoril perteneciente a un género literario muy popular en su época... tan popular, que los artistas falleros la homenajearon con la figura de un pastor que lee reposadamente un libro. Completaba la falla el ninot que representaba a Sigismunda, protagonista femenina de su obra póstuma Los trabajos de Persiles y Sigismunda, a la que se le añadió el guiño divertido de representarla consultando un teléfono móvil.

Y eso era todo, siendo quizá de lamentar la ausencia de otros significados personajes cervantinos como Dulcinea, Rinconete y Cortadillo o el Licenciado Vidriera; en cualquier caso, la falla era digna de ver y desde luego así lo entendieron los numerosos alcalaínos y visitantes que, como yo, acudieron a visitarla y a inmortalizarla con sus cámaras fotográficas.




Y así acabó todo... Fotografía publicada en Dream! Alcalá


Como es de sobra sabido la naturaleza de las fallas es efímera. Y ésta cumplió con su destino, por lo que es ya historia.




Y la falla conmemorativa del 20º aniversario del nombramiento
de Alcalá como Ciudad Patrimonio de la Humanidad


Justo un año más tarde, en la noche del 22 de abril de 2018, Alcalá volvió a celebrar con una falla un nuevo aniversario, en esta ocasión el vigésimo desde que tuviera lugar, el 2 de diciembre de 1998, su nombramiento como Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Aunque en realidad la celebración fue un tanto prematura, pues se hizo con algo más de siete meses de adelanto, cabe suponer que la intención de los responsables municipales fuera la de entroncarla con los actos realizados un año antes. En cualquier caso, esta variación no tiene demasiada importancia.




Vista general de la falla. Fotografía publicada en La Luna de Alcalá


Dada la naturaleza de la efeméride la falla, montada esta ocasión en la plaza de la Paloma, estuvo dedicada a la Universidad alcalaína y, como fundación suya que fue, al propio Cardenal Cisneros, cuyo ninot se convirtió en su principal elemento al igual que en 2017 lo fuera Cervantes. Sin embargo, y ésta es la razón por la que la he traído a este artículo, nuestro escritor también tuvo su protagonismo como “invitado de honor” pese a no tener más vinculación con la Universidad que la impresión de La Galatea en una de las imprentas surgidas en torno a ella o su amistad con alguno de sus estudiantes ilustres como Francisco de Figueroa, ya que, como es sabido, Cervantes nunca llegó a cursar estudios universitarios y ni siquiera vivió en Alcalá -aunque sí la visitaría repetidas veces a lo largo de toda su vida- salvo en los primeros años de su infancia. Al igual que su predecesora, fue realizada en los talleres del Estudio Chuky.




Detalle del ninot de Cervantes. Fotografía publicada en Dream Alcalá


En cualquier caso, merece la pena hacerse eco del ninot que representó al autor del Quijote que en esta ocasión, y a diferencia del año anterior, se alejó deliberadamente del realismo adoptando el estilo caricaturesco típico de las Fallas. Mientras Cisneros aparecía como motivo central subido sobre un pedestal, un sonriente Cervantes se encontraba a sus pies cómodamente tumbado en un diván, con un libro -se supone que el Quijote- junto a su mano derecha y sosteniendo en la izquierda -una libertad artística puesto que, como es sabido, le quedó inútil en Lepanto- el emblema que identifica a nuestra ciudad como Patrimonio de la Humanidad.




La cremá de la falla. Fotografía publicada en Alcalá Hoy


Y, tal como ocurrió con su antecesora, todo se convirtió en humo a excepción del ninot indultado... que no fue ni el de Cervantes ni el de Cisneros.


Publicado el 25-4-2017
Actualizado el 11-5-2018