Cristóbal de Villalón, autor de El Crótalon





No hay amigos sino para los placeres, combites, juegos, burlas, donayres y vicios. Pero si se ofrece una necesidad, antes burlaran de vos y os injuriarán que os sacarán della. Como me contaron este día pasado de un Durango, hombre muy agudo e industrioso, que en la Universidad de Alcalá havía hecho una burla a un Hierónimo, su compañero de cámara, que se fió de él ofreciéndose de le sacar de una afrenta, y metióle en mayor.

El Crótalon


Hace bastante tiempo, en el número del mes de junio de 1986 de Campus, el boletín de la universidad de Alcalá, tuve la oportunidad de leer un fragmento de El Crótalon, la obra principal de Cristóbal de Villalón. Este fragmento, muy interesante tanto por su temática como por ser poco conocido, relata las andanzas de los inquietos estudiantes de la universidad alcalaína a principios del siglo XVI, universidad de la que como es fácil de deducir, fue Cristóbal de Villalón un aventajado alumno, aunque lamentablemente ésta es la única alusión a ella en toda la obra.

Ciertamente no es mucho lo que se sabe de la vida de este importante humanista español, dándose el caso de que existen muy pocos datos biográficos suyos en los que los distintos autores se pongan de acuerdo. Parece ser que nació hacia el año 1510 en el seno de una familia humilde asentada en la localidad de Villalón de Campos, según algunos, o en Valbuena de Duero según otros; como anécdota cabe reseñar que hay incluso quien lo hace natural de la propia Alcalá, si bien esta afirmación no merece demasiado crédito. Lo que sí afirman todas las fuentes consultadas es que estudió en la universidad alcalaína, donde recibiría en 1525 el grado de bachiller en Artes y en 1540 el de licenciado en esta misma disciplina, y donde aprendería probablemente griego familiarizándose con los autores clásicos.

A continuación pasaría a Salamanca y Valladolid, licenciándose en Teología en 1545; pero ya antes, desde 1530 y hasta 1545, habría sido profesor en Valladolid como catedrático de lógica en la facultad de Artes de Valladolid y también, probablemente, en el Colegio Trilingüe de esta universidad. Asimismo entre 1532 y 1534 fue profesor de latín de los hijos del conde de Lemos, lo que le costaría un largo pleito con este aristócrata a causa del impago de su salario.

Fruto de su etapa universitaria fue una sólida formación humanista, reforzada por su amistad Hernán Pérez de Oliva y otros importantes humanistas contemporáneos suyos. Poseedor de una gran cultura, Cristóbal de Villalón fue un erasmista convencido que, aunque se mantuvo en todo momento dentro del catolicismo, no por ello dejó de censurar a los papas, manteniéndose siempre cerca de las posturas mantenidas por Juan de Valdés quien, por el contrario, sí llegó a adherirse al naciente protestantismo. Librepensador convencido y muy apreciado por sus contemporáneos, Villalón conocía a fondo los autores clásicos griegos y latinos y hablaba, además del castellano y del griego clásico y moderno, otros cinco idiomas.

Sin embargo, tras ser ordenado sacerdote hacia 1543, en un año indeterminado entre 1545 y 1557 Cristóbal de Villalón abandonó los ambientes intelectuales que hasta entonces había frecuentado para asumir el cargo de párroco de Santa Olalla, en la localidad zamorana de Tábara. Y aquí se acaba su rastro, aunque algunas fuentes de las cuales no puedo precisar su verosimilitud, afirman que moriría en 1562 en Valladolid, donde habría vuelto a ejercer como profesor de humanidades, mientras otras sitúan su muerte entre 1558 y 1588, citándole incluso como a uno de los testigos que Cervantes presentó cuando se querelló contra Blanco de Paz.

Tal es el desconocimiento que aún hoy existe sobre su biografía, que durante mucho tiempo se le atribuyó la autoría del Viaje a Turquía, actualmente considerado de autor anónimo, escrito hacia 1557 pero publicado en fecha tan tardía como 1905; conforme a esta atribución, hoy descartada, Villalón habría viajado por toda Europa y, tras ser hecho prisionero por los turcos y llevado a Constantinopla, se habría hecho pasar por médico, con tamaña fortuna que acabaría siendo médico del mismísimo sultán Solimán el Magnífico, a la par que intérprete y secretario de su antiguo amo. Finalmente habría logrado escapar de Constantinopla refugiándose en el monte Athos, una península griega conocida por sus numerosos monasterios ortodoxos. De allí pasaría a la isla de Quíos, a Atenas, a Samos y a Mesina, atravesando posteriormente Italia y Francia para acabar su periplo en Valladolid en 1555, donde viviría ya hasta su muerte... como se ve, unos avatares difícilmente compatibles con lo poco que se conoce de su verdadera vida.

De hecho, ni tan siquiera existe unanimidad en lo que respecta a su obra mayoritariamente reconocida, algunos de cuyos títulos no se salvan a la hora de cuestionarse la paternidad de los mismos; e incluso hay quienes afirman que existió un Cristóbal de Villalón, también escritor, distinto de nuestro personaje, y hasta cuatro... siendo encendidas y ásperas las disputas surgidas entre los estudiosos a la hora de asignarle su autoría. Yo, por mi parte, he seguido el estudio de Asunción Rallo Gruss que sirve de prólogo a la edición del Crótalon de la editorial Cátedra1.

Enumeremos sus principales obras. En 1536 apareció publicada en Medina del Campo La Tragedia de Mirrha, una novela breve influida por la obra de Ovidio, el gran escritor latino. Tres años después vería la luz su Ingeniosa comparación entre lo antiguo y lo presente, demostrando con esta obra que la polémica entre la tradición y la vanguardia no es algo precisamente moderno. También por esta época -entre 1538 y 1542- escribió el Scholastico, una utopía en busca del hombre perfecto considerada por la crítica moderna como una muestra enciclopédica del Renacimiento español. De 1541 es el Provechoso tractado de cambios y contrataciones de mercaderes y reprovacion de usuras, publicado en Valladolid y reeditado en varias ocasiones, y en Amberes publicó en 1558 una Gramática castellana redactada con independencia de las normas latinas y un enfoque muy diferente al seguido por Nebrija en su obra de igual título, obra que supuso un importante impulso a la expansión internacional de nuestro idioma de la mano del auge político y militar del reinado de Carlos V. Por último, un Libro de la glosa de los refranes castellanos, anunciado por Villalón, es hoy en día desconocido.

Sin embargo, la obra más importante de Cristóbal de Villalón es sin duda El Crótalon, escrito hacia 1552 y firmado con el seudónimo de Christóphoro Gnosopho, un término griego que puede ser traducido como El oscuro, o El desconocido, bien en alusión al deseo del autor de mantenerse anónimo a causa de lo controvertido de algunas de sus afirmaciones, bien por abordar temáticas extrañas e infrecuentes en su época. Villalón afirma ser Natural de la Ínsula Eutrapelia, una de las Ínsulas Afortunadas, lo cual, teniendo en cuenta que el término griego eutrapelia significa buen humor, induce a pensar a los críticos la existencia de una posible intención irónica en el libro, reforzada por el propio título al corresponder éste al nombre de un antiguo instrumento musical, el crotalum de los romanos, parecido a unas castañuelas de metal y asociado comúnmente a las danzas de ciertos cultos tales como los dionisíacos o los de la diosa Cibeles.

El Crótalon, dividido en veinte capítulos, o cantos, es una obra satírica en la que se intercalan tanto episodios históricos como imaginarios, todos ellos escritos en forma de diálogos entre Micilo y su gallo, protagonistas de una conocida obra de Luciano de Samosata. Además de la evidente -y reconocida- influencia de este escritor griego, Villalón se inspira también, en mayor o menor medida, en otros autores tanto clásicos -Homero, Apuleyo, Virgilio, Lucano, Ovidio- como prerrenacentistas -Boccacio- o renacentistas -Ludovico Ariosto, Pietro Aretino, Erasmo, Alfonso de Valdés-, así como también de la Biblia. Fruto de todo ello es un libro cargado de erudición y de difícil lectura para los lectores actuales, pero sin duda muy interesante para los estudiosos de la cultura del Renacimiento.

Escrito hacia mediados del siglo XVI, El Crótalon quedaría sin imprimir hasta tres siglos después de la muerte de su autor, ya que la primera edición de este libro no tuvo lugar hasta la tardía fecha de 1871, año en el que se descubrieron dos manuscritos del mismo actualmente conservados en la Biblioteca Nacional. Tras esta primera edición, realizada por el marqués de Fuensanta del Valle, hubo una segunda de Marcelino Menéndez Pelayo en 1931, dentro de la Biblioteca de Autores Españoles, y una tercera de Augusto Cortina, perteneciente a la colección Austral, antes de la ya citada de Cátedra, mucho más rigurosa y completa. Mientras tanto fue mucho lo que se discutió, a veces en términos bastante encendidos, sobre si Cristóbal de Villalón había sido o no el autor de El Crótalon, polémica zanjada en la actualidad en sentido afirmativo.

En homenaje a la importante labor de nuestro personaje en pro de la difusión de la lengua castellana, la universidad y la diputación provincial de Valladolid crearon un premio, bautizado con su nombre, dirigido a promover las experiencias innovadoras en materia de enseñanza de español como lengua extranjera.




1 El Crótalon. Edición de Asunción Rallo. Colección Letras hispánicas, nº 155. Ediciones Cátedra, 1982.


Publicado el 20-9-1986, en el nº 1.016 de Puerta de Madrid
Actualizado el 11-9-2013