San Urbicio, el Sol de la Montaña





Ermita de san Urbicio, en Nocito. Vista exterior
Fotografía tomada de www.romanicoaragones.com



SONETO A SAN URBICIO

Mientras que el vil y fementido moro
quita su antigua libertad a España,
y ella de verse en aflicción tamaña
llorando está, olvidado su decoro,

quitas, Urbez, a Henares, su tesoro,
y a Justo y Pastor libras con maña
de la rabia morisca; digna hazaña
de cincelarse en cedro, mármol y oro.

Y aunque sin tal tesoro la dejaste,
a su patria Alcalá no has ofendido,
antes bien con tal hecho has obligado;

pues dos hijos de moros le libraste,
y con ellos a Huesca te has venido
dichosa por guardar lo que has hurtado.

Anónimo


Junto con san Asturio Serrano y san Fructuoso, san Urbicio (o san Urbez, que de ambas maneras se le conoce) forma la trilogía de los personajes que a lo largo de toda la Alta Edad Media contribuyeron a divulgar por buena parte de la península Ibérica el culto a los Santos Niños. Cronológicamente san Urbicio es el tercero de los tres, al haber nacido en la ciudad de Burdeos en el año 702, a principios del siglo VIII y muy próximo en el tiempo a la invasión musulmana de España, un acontecimiento histórico que habría de influir decisivamente en la vida de nuestro personaje.

Según la tradición Urbicio era hijo de un jefe militar franco y de una cristiana llamada Asteria; fallecido su padre muy tempranamente, su madre ejercería sobre él una gran influencia. Se sabe que hacia el año 717 el joven Urbicio y su madre fueron hechos prisioneros en Burdeos y llevados al norte de España, la Galicia de los musulmanes. ¿La razón? Existe una versión que afirma que su captura tuvo lugar en el curso de una guerra entre los gallegos españoles y los aquitanos de Burdeos, hecho éste inverosímil a la luz de los acontecimientos históricos ocurridos por entonces en nuestro país. Mucho más probable es que el santo y su madre fueran hechos prisioneros por los musulmanes que, una vez conquistada la práctica totalidad de la península Ibérica, procedieron a efectuar toda una serie de incursiones por el sur de Francia hasta ser derrotados en la batalla de Poitiers en el año 732.

Lo cierto es que todas las fuentes coinciden en situar a Urbicio y a su madre esclavos de los musulmanes en algún lugar del norte de España, situación en la que permanecería hasta casi los treinta años de edad. Por fin, y con posterioridad a su madre, Urbicio sería liberado permitiéndole sus captores volver a Burdeos, lugar en el que ya se encontraba ésta. Así lo haría nuestro personaje, pero no sin hacer antes una escala en la antigua ciudad de Compluto. ¿El motivo? Visitar la tumba de los Santos Niños, mártires venerados desde hacía tres siglos y de cuyo culto era devoto Urbicio.

Al relatar la actuación de Urbicio a su llegada a la vieja ciudad complutense las distintas fuentes no se ponen de acuerdo. Según algunos, nuestro personaje robó secretamente las reliquias y se las llevó consigo. Según otros éstas les habrían sido entregadas por los propios complutenses, temerosos de su profanación por parte de los musulmanes. Fuera cual fuera la verdadera actuación del santo, lo cierto es que las reliquias partieron de Alcalá en sus alforjas para no retornar, y sólo de manera parcial, sino hasta ocho siglos después.

Llegado por fin Urbicio a Burdeos, no permanecería demasiado tiempo en esta ciudad francesa puesto que ese mismo año marchó a los Pirineos y a la zona más escabrosa de éstos, la correspondiente a la actual provincia de Huesca, donde durante quince años llevó una vida apartada de pastor siempre llevando consigo las preciadas reliquias. Y así se le representa en forma de pastor en las imágenes religiosas.

Por aquel entonces los musulmanes dominaban la llanura firmemente establecidos en la ciudad de Huesca mientras en las montañas vivían en condiciones bastante precarias numerosos cristianos huidos del invasor. Al menos por esta zona la reconquista no había comenzado aún y el futuro reino de Aragón no existía ni en embrión, estando los cristianos de las montañas a expensas de la tolerancia de sus poderosos vecinos del sur.

Hacia el año 747, cuando ya llevaba tres lustros viviendo como pastor, Urbicio decidió hacerse anacoreta y marchó, siempre con las reliquias de los Santos Niños en su poder, hacia la ribera del río Guarga, donde se refugió en una cueva en la que vivió durante cinco años. Por fin, en el año 752 abandonaría Urbicio la vida solitaria ingresando como monje en el monasterio de Val de Onsera, también en el Pirineo oscense, un vetusto cenobio hoy desaparecido en el que vivió durante varios años y donde se cree que recibió las órdenes sacerdotales; contaba entonces con unos cincuenta años de edad. Una vez ordenado sacerdote partiría en misión pastoral al cercano valle de Nocito, con la intención de evangelizar a los dispersos cristianos de las tierras bajas siempre amenazados por sus poderosos vecinos musulmanes. Llegado al valle elegiría como residencia una cueva del monte Airal, lugar entonces desierto que posteriormente sería conocido con el nombre de monte y cueva de San Urbez.




Ermita de san Urbicio, en Nocito. Retablo con las imágenes de san Urbicio y los Santos Niños
Fotografía tomada de www.romanicoaragones.com


En aquel lugar habría de desarrollar, ya hasta su muerte, una intensa actividad pastoral que pronto comenzaría a rendir sus frutos creándose en torno suyo varias comunidades de monjes y una escuela monacal, alcanzando Urbicio fama de santo en toda la comarca. Nada de esto trastornaría la vida del santo, que continuó viviendo en su cueva hasta que a los ochenta años de edad y con la salud quebrantada, se vio obligado a trasladarse a la cercana ermita de la Virgen que él mismo había levantado años atrás, lugar en el que murió el día 15 de diciembre del año 802 y donde pidió ser enterrado junto a sus preciadas reliquias, de las que no se había separado en vida y con las que quería reposar en la muerte.

Se cumplieron sus deseos y san Urbicio, El Sol de la Montaña tal como era conocido por sus contemporáneos, fue enterrado en la ermita de la Virgen no tendido, sino de rodillas en actitud orante, teniendo a ambos lados las reliquias de los Santos Niños. Su cuerpo, momificado, sería muy pronto objeto de veneración a lo largo de los siglos.

A raíz de un intento de robo de las reliquias de los Santos Niños por encargo de los alcalaínos, las reliquias de estos mártires serían trasladadas en 1499 a la iglesia de San Pedro el Viejo de la ciudad de Huesca, de la cual dependía el santuario de san Urbicio. El cuerpo momificado del santo, por su parte, sería conservado en la misma ermita donde le sorprendió la muerte hasta 1701, fecha en la que fue trasladado a la nueva iglesia construida entonces en el mismo valle de Nocito. Allí permanecería hasta 1936, fecha en la que fue profanado su sepulcro y quemado su cuerpo, del que hoy tan sólo se conservan unos cuantos huesos calcinados que se custodian en este mismo santuario.

Ésta es la historia de san Urbicio, un santo vinculado a Alcalá y a los Santos Niños. La ciudad recuerda su memoria con una calle del barrio del Pilar, perpendicular a la avenida de Núñez de Guzmán, a la que ha dado su nombre.


Publicado el 14-11-1987, en el nº 1.072 de Puerta de Madrid
Actualizado el 6-2-2006