Juan Huarte de San Juan, precursor de la psicología





Monumento dedicado a Huarte de San Juan, obra de Fructuoso Orduna, en Pamplona
Fotografía de Rufino Lasaosa publicada en Flickr



A pesar de ser numerosos los estudiantes de la antigua universidad de Alcalá que figuran por méritos propios en la historia de la cultura española, suele ocurrir que, salvo unos cuantos, la mayor parte de los mismos permanezcan desconocidos para casi todos excepto para algunos eruditos. Es por ello, y por que creo en la importancia de dar a conocer esta importante faceta de nuestra historia, por lo que escribo esta sección de Los otros alcalaínos, en la cual nunca verán personajes sobradamente conocidos sino exclusivamente aquéllos cuyas biografías, por lo poco divulgadas, son merecedoras de un recuerdo. Éste es el caso, entre otros muchos, de Juan Huarte de San Juan, un estudiante de la universidad alcalaína del siglo XVI cuya importancia como precursor de la psicología corre pareja con el desconocimiento casi total de su figura y de su obra en nuestra ciudad. Así pues, comencemos con este breve recuerdo de su vida.

Juan de Dios Huarte de San Juan, que éste era su nombre completo aunque también aparece en ocasiones como Juan Huarte Navarro, nació en 1529 en la localidad pirenaica de San Juan de Pie de Puerto, entonces capital de la merindad navarra de Ultrapuertos y una importante plaza fuerte situada a modo de avanzadilla en la vertiente norte de los Pirineos. Sin embargo, la dificultad de mantener una línea defensiva más allá de estos montes hizo que esta localidad fuera abandonada y sus fortificaciones desmanteladas en 1530, razón por la que la misma pertenece hoy a Francia. Este retroceso de las fronteras hizo que emigraran a Castilla muchos de sus habitantes y, entre ellos, la familia de Huarte, la cual estaba establecida en Baeza antes de 1540.

Sería en esta localidad andaluza donde Huarte cursó sus primeros estudios en la recién fundada universidad de Baeza (aunque hay autores que le hacen estudiar en Huesca), concretamente en artes y filosofía, para continuarlos en 1553 en Alcalá, licenciándose y doctorándose en medicina en 1559. Luis Alonso Muñoyerro, en su libro La facultad de medicina en la universidad de Alcalá de Henares, cita a un Juan de San Juan licenciado el 17 de diciembre y doctorado el 31 de ese mismo año. Lamentablemente no da más datos acerca de este estudiante ni de su lugar de procedencia, lo que nos impide tener la certeza de que pueda tratarse del mismo; aunque la coincidencia del nombre (aunque incompleto) y el año permite sospechar que así sea.

Los datos biográficos de Huarte a partir de su doctorado son escasos y en ocasiones contradictorios, lo que dificulta un estudio siquiera somero de su vida. Al parecer ejerció su profesión en Baeza y Linares, lugares en los que residió durante la mayor parte de su vida, aunque las fuentes consultadas dan datos tan dispares que resultan completamente incoherentes entre sí: Regidor (es decir, alcalde) de Huesca, viajero por España y hasta por Europa, vencedor de la peste que arrasara Baeza en 1566, lo que le valdría una pensión de 200 fanegas de trigo anuales... Lo que sí es cierto es que Huarte fallecería pobre en Baeza, localidad en la que acabó siendo médico titular, a finales de 1588 o principios de 1589.

Claro hijo de su época, Huarte no se limitaría a ser un simple médico sino que, por sus inquietudes intelectuales, puede ser catalogado como un claro ejemplo del humanismo que tan fecundos frutos diera en la España de principios del siglo XVI antes de ser aplastado por el brutal cerrojazo que supuso la implantación de las doctrinas de la Contrarreforma... Magnífico ejemplo el de estos humanistas para unos científicos como los actuales en los que la superespecialización ha poco menos que esterilizado sus cerebros para todo aquello que no sea el limitado campo objeto de sus estudios.

Sin embargo, y al contrario que otros contemporáneos suyos, Huarte pasaría a la posteridad por una única obra que, eso sí, habría de tener una influencia fundamental tanto en su época como en años posteriores: Se trata de Examen de ingenios para las ciencias, que lleva por subtítulo Donde se muestra la diferencia de habilidades que hay en los hombres y el género de letras que a cada uno corresponde en particular. Impreso en Baeza en 1575 a expensas de Conde Garcés (Huarte carecía de medios económicos), en 1594 sería publicada por su hijo (el había fallecido cinco años antes), también en Baeza, una versión corregida del mismo, siendo impuesta esta censura (se suprimieron 44 pasajes) por la propia Inquisición. Otras ediciones serían la de Pamplona (1578), Valencia (1580), Huesca (1581), Alcalá (1640) o Madrid (1668). Posteriormente sería traducido a varios idiomas como el latín, el francés, el alemán o el italiano, alcanzando de esta manera una gran difusión internacional a lo largo del siglo XVI y posteriores llegando a contar, con anterioridad a 1800, con un total de ochenta y dos ediciones en siete lenguas distintas, algunas de ellas sin expurgar. Ya en fechas tan tardías como 1846, 1873, 1883, 1884 y 1917 alcanzaría en nuestro país nuevas reediciones, lo que da una idea cabal de la importancia de un libro al que no faltaron imitadores tales como el escolapio Ignacio Rodríguez con su Discernimiento filosófico de ingenios, (1795), o el propio Montesquieu en su Espíritu de las leyes.

Como puede comprobarse sin más que observar estos datos, la obra de Huarte fue de gran relevancia en el desarrollo de la entonces incipiente ciencia europea, desarrollo del que lamentablemente España habría de quedar prácticamente excluida durante un largo período de tiempo. Tal importancia exige un estudio más detenido de esta obra gracias a la cual se puede considerar a Huarte de San Juan como a uno de los fundadores de la psicología tal como modernamente se entiende a esta ciencia.

En su libro, Huarte trata de establecer la posibilidad de relacionar el temperamento de cada persona con su capacidad para el desarrollo de cualquier tipo de actividad, intelectual o técnica... Es decir, algo similar a los actuales test de aptitud a los que tan acostumbrados están nuestros escolares y en los cuales se intenta, con mayor o menor fortuna, establecer cuáles son las aptitudes de cada alumno y cómo se podría obtener el mayor rendimiento de los mismos. Estas ideas eran, por supuesto, completamente revolucionarias en la Europa del siglo XVI, lo que explica por un lado el éxito de las teorías de Huarte y por otro la intromisión de una Inquisición que no veía con buenos ojos nada que se desviara lo más mínimo de los trillados caminos que eran los únicos autorizados por ella.

Aunque no es la intención de este artículo profundizar en las teorías de Huarte, sí que puede resultar interesante apuntar algunos de los puntos expuestos en el Examen de ingenios. Así, es curioso observar cómo Huarte intenta establecer una correspondencia entre el carácter y la fisiología, y más concretamente la teoría de los humores corporales, definiendo tres tipos diferentes de ingenio: El memorioso o temperamento húmedo, el imaginativo o temperamento cálido, y el intelectivo o temperamento seco, existiendo también una subdivisión en teóricos y prácticos. Por último, una vez establecida la anterior clasificación de temperamentos correlacionará Huarte las distintas clases del mismo con cada una de las ciencias, artes y profesiones, estableciendo de esta manera una tabla que teóricamente debería de orientar a cada persona hacia la actividad para la que fuera más capaz.

Sólidamente inspirado en los clásicos grecorromanos y en especial en Galeno, Huarte de San Juan tendría como principal motivo de choque con la Inquisición su teoría (acertada, por cierto) de que las funciones mentales necesitaban tener forzosamente un soporte orgánico, lo cual dejaba al concepto teológico del alma en una situación un tanto airada. A pesar de que Huarte aceptó rectificar sus teorías en aquellos puntos en los que pudieran chocar con la doctrina católica, lo cierto es que el Examen de ingenios fue incorporado al Índice de libros prohibidos en el siglo XVII figurando en el mismo hasta su supresión en ¡1966!... Evidentemente, con este talante no es de extrañar que la ciencia española no progresara lo más mínimo hasta como quien dice ayer mismo.


Publicado el 22-10-1994, en el nº 1.403 de Puerta de Madrid
Actualizado el 31-1-2006