La parroquia de Santiago, una iglesia con mala suerte



El hallazgo en 1996 en la calle de Diego de Torres de una tumba perteneciente a la desaparecida parroquia de Santiago puso en el candelero una parte de la historia de nuestra ciudad que sin duda será desconocida para buena parte de los alcalaínos, una historia triste como lo son todas aquéllas que recogen la pérdida de una parte de nuestro patrimonio. Porque, si bien se ha echado la culpa a guerras y a desamortizaciones de la desaparición de edificios y de obras de arte en nuestra ciudad, no menos dañina ha sido una desidia que en fechas bien recientes se llevó por delante, sin que mediaran circunstancias excepcionales, edificios tales como el antiguo palacio de la calle de Santa Úrsula, sustituido por el mamotreto actual, la mayor parte del colegio de los Irlandeses, media iglesia del Carmen Calzado, reconstruida por fortuna respetando la traza original, o la propia parroquia de Santiago, junto con buena parte del yacimiento romano de Complutum que se sabe fue arrasado por las excavadoras antes de que se pudiera enterar alguien.

Y eso sin hablar de actuaciones que se llevaron por delante edificios o construcciones dañados pero perfectamente recuperables como la antigua parroquia de Santa María, el Palacio Arzobispal, el Puente Zulema medieval, o bien elementos arquitectónicos interesantes mediante restauraciones -por denominarlas de alguna manera- tan discutibles como la del colegio de San Pedro y San Pablo o la del colegio de Jesuitas; y gracias a que proyectos infinitamente más dañinos y totalmente contrarios a las leyes de conservación del patrimonio tales como los originales de la linterna de Basilios o de la bóveda y el frontón del Carmen Calzado no llegaron a perpetrarse, siendo finalmente sustituidos por otros mucho más respetuosos y sensatos.

Pero sin duda, si hubo un edificio en Alcalá al que pueda considerarse paradigma de tan gratuitas destrucciones, éste no fue otro que el de la antigua parroquia de Santiago, una iglesia que realmente tuvo gafe a lo largo de su secular historia. No es mi intención hacer aquí un estudio histórico de la misma ya que otras personas lo han hecho; si tienen interés les remito a los artículos publicados en el semanario Puerta de Madrid por José García Saldaña1, así como a los libros Alcalá de Henares, arquitectura de su siglo de oro, de José María Málaga2 y Manuel Laredo, un artista romántico en Alcalá de Henares, de Josué Llull Peñalba3. Les recomiendo encarecidamente estos trabajos ya que todos ellos nos ayudan a formarnos una cabal idea sobre una parroquia que siempre estuvo sumida en una mediocre existencia.




La parroquia de Santiago (al fondo, a la derecha) vista desde la torre de las Agustinas
Se puede apreciar el frontón y el campanario


¿Por qué razón? Bien, cuando Alcalá abandonó la Edad Media contaba sólo con dos parroquias, la de San Justo y la de Santa María, y al iniciarse el Renacimiento probablemente no necesitaba más ya que en aquella época existían en ella numerosas iglesias propiedad tanto de los conventos como de los colegios universitarios. La parroquia de Santiago fue creada en 1501 por el cardenal Cisneros movido no por las necesidades demográficas o religiosas de Alcalá, sino probablemente por un intento de cristianizar un barrio que hasta entonces había estado ocupado por la población musulmana de Alcalá. De hecho Cisneros no sólo aprovechó el edificio de la antigua mezquita sino que además, de entre todo el santoral, eligió como titular de la parroquia precisamente al apóstol Santiago y no en su advocación de peregrino, sino en la de Matamoros, lo cual no puede ser atribuido a la casualidad.

Si a esto añadimos que Cisneros pobló el barrio y el vecino arrabal de la Cruz Verde con moriscos granadinos recién convertidos al cristianismo, a los que hizo parroquianos de la recién fundada parroquia, es fácil deducir que los alcalaínos de entonces, celosos como cabía esperar de su condición de cristianos viejos la miraran con recelo evitando cualquier tipo de vinculación con ella.

Fuese por esta razón, o fuese por que las dos parroquias antiguas se resistieran a ceder parte de su territorio, que era lo mismo que decir de sus rentas, lo cierto es que ya desde su fundación la nueva parroquia de Santiago arrastraría una existencia gris y segundona; tanto es así, que ese mismo año el cardenal hubo de agregarla a la parroquia de Los Hueros para que pudiera disfrutar de unas rentas que permitieran su existencia. De la poca importancia que en Alcalá tuvo esta parroquia da fe un censo de 1768 según el cual en esa fecha la parroquia de Santiago contaba tan sólo con catorce parroquianos, una cantidad ridícula si se tiene en cuenta que la población estable de Alcalá era entonces de varios miles de personas.

No quedaron ahí sus males. Según relatan los Annales Complutenses el 17 de septiembre de 1598 Alcalá padeció una de las más graves inundaciones de su historia, provocada no por el Henares ni por el Camarmilla, responsables habituales de estos desastres naturales, sino por el Villamalea, un modesto arroyo de aguas estacionales hoy desaparecido que nacía en el paraje homónimo, al norte del campus universitario, discurriendo por la carretera de Meco, donde recogía las aguas del arroyo del Carmen que procedente de la parte baja del campus se le unía por la Senda Perdida, y por las eras de San Isidro, llegando a Alcalá por los Cuatro Caños. La riada continuó por la ronda de la muralla, actual Vía Complutense, penetrando en el interior de ésta por la Puerta de Mártires (los Cuatro Caños), la de Santiago (la plaza de Atilano Casado) y el portillo del Rastro Viejo, en la calle de Diego de Torres frente a la plaza de la Cruz Verde, anegando las calles Santiago, Mayor y Libreros y llevándose por delante todo cuanto encontraba en su camino. Idéntica suerte corrió el arrabal extramuros que se extendía al otro lado de la ronda desde las calles Ángel y Talamanca hasta la Cruz Verde, que quedó inundado en su totalidad.

El desastre fue completo, y aunque milagrosamente tan sólo hubo que lamentar una muerte, los daños materiales fueron inmensos afectando a numerosas viviendas, muchas de las cuales se derrumbaron ante el empuje de las aguas. La parroquia de Santiago, situada en la confluencia de las corrientes de agua procedentes de las calles Libreros, Santiago y Diego de Torres, sufrió tan graves daños -se llegó a temer su hundimiento- que el edificio de la que había sido mezquita hubo de ser derribado tan sólo dos años más tarde, construyéndose en su lugar un templo de nueva planta que perduró hasta su demolición en 1965.

El nuevo templo, construido en el estilo manierista típico de la época, era un sencillo edificio que no descollaba en absoluto en una ciudad en la que multitud de iglesias de conventos o colegios le aventajaban en valía artística. Y, pese a seguir subsistiendo gracias a las rentas de la parroquia de Los Hueros, continuaba siendo pobre, como lo demuestra el hecho de que careciendo de retablo en el altar mayor, desaparecido al parecer durante la invasión francesa, éste se sustituyó a finales del siglo XIX por un retablo fingido pintado por Manuel Laredo. Josué Llull nos da varios datos interesantes sobre los momentos finales de esta iglesia: Privada del rango parroquial en 1891 -aunque ya estuvo al borde de perderlo en 1842, durante la regencia de Espartero-, fue agregada como filial a la parroquia de Santa María, siendo cerrada al culto definitivamente en 1935 tras una etapa en la que ya estaba prácticamente abandonada.

Volviendo a José García Saldaña, leemos que la iglesia fue asaltada en 1936 perdiéndose la práctica totalidad de los objetos que aún conservaba en su interior y, aunque el edificio no sufrió daños, una vez terminada la Guerra Civil se acrecentó su abandono siendo utilizado para fines tales como almacén de trigo o depósito de las carrozas de ferias. También José García Saldaña nos aporta el dato de que hacia 1950 el sacerdote don Rafael Sanz de Diego intentó evitar el abandono de la iglesia proponiendo que fuera convertida en parroquia castrense, iniciativa que a pesar de ser bien acogida por el Ejército no fue llevada finalmente a cabo.




Portada de la parroquia de Santiago poco antes de ser derribada
Fotografía de Baldomero Perdigón4


Decididamente la parroquia de Santiago no tenía suerte, y así llegó el año 1965 en el cual un hundimiento parcial de la torre llamó la atención sobre el precario estado de conservación del edificio. A pesar que desde entonces no han pasado tantos años, ni en Alcalá ni en prácticamente ningún otro lugar de España existía la concienciación que hay actualmente sobre la conservación del patrimonio, que en el caso de nuestra ciudad todavía no estaba protegido por ley ya que la declaración de Conjunto Histórico Artístico no llegó hasta 1968. Fue una lástima este retraso de tres años, puesto que de no haber sido así quizás podría haberse salvado la iglesia... o quizás no, puesto que a principios de la década de 1970, ya con la ley de protección del patrimonio vigente, fue el propio Ayuntamiento quien, ante el riesgo de derrumbe de la bóveda, optó por derribarla junto con el frontón de la fachada y la parte alta de los muros. Así dan ejemplo las administraciones públicas en este país.

Por si fuera poco, en el caso de la parroquia de Santiago existían otros intereses además de los preventivos. Alcalá empezaba por entonces a crecer desmesuradamente, sus problemas eran muchos y el interés de las autoridades locales y eclesiásticas por la conservación de una antigua iglesia ruinosa era limitado, por no decir nulo. En concreto, la prioridad del Arzobispado de Madrid, del que entonces dependía Alcalá, era la creación de nuevas parroquias en los barrios, mientras el ayuntamiento estaba interesado en ensanchar la estrecha calle de Diego de Torres a costa de parte del solar de la iglesia.

En consecuencia, la antigua parroquia de Santiago quedó sentenciada derribándose no sólo la parte ruinosa, sino la totalidad del edificio. El Ayuntamiento recibió su parte de solar, que utilizó para ensanchar la calle, entregando a cambio al arzobispado otro más amplio en las antiguas Eras del Muelle sobre el cual se construyó la actual parroquia homónima, que hasta entonces había estado ubicada provisionalmente en la iglesia del convento de las Adoratrices. Y por supuesto, salvo alguna acción aislada tan loable como infructuosa, prácticamente nadie en Alcalá se preocupó lo más mínimo por intentar evitar esta dentellada que se asestó a nuestro patrimonio.


Dos momentos del derribo de la iglesia. Izquierda, fotografía anónima
del Archivo Municipal5. Derecha, fotografía de Panta6


Pero no acabaron aquí las cosas. Perdido irremisiblemente el edificio, al menos quedaba su solar como más que interesante yacimiento arqueológico; pero vendido éste a una empresa constructora, sobre él se edificó años después el actual edificio de viviendas sin que se hiciera la menor prospección arqueológica, una nueva infracción de la ley, y sin que nadie llegara a saber qué se encontró allí al excavar el sótano y los cimientos; de modo que si apareción algo, y dada la naturaleza del yacimiento tuvo necesariamente que aparecer, acabó en alguna escombrera ante la indiferencia de quienes deberían haberlo evitado.

Triste final para una parroquia que, sin tener una gran historia y sin contar con un edificio excepcional, hubiera merecido no obstante n mejor trato y, por supuesto, la conservación y restauración de su templo. Desaparecida sin dejar más rastro que una columna de la antigua lonja, incrustada en el edificio vecino y por ello salvada del derribo, la desaparecida parroquia de Santiago continuó dándonos sorpresas, y no siempre agradables. A principios de los años ochenta, creo recordar que concretamente en las navidades de 1981, Telefónica procedió a excavar una zanja en la acera de la calle de Diego de Torres. Puesto que la calle había sido ensanchada considerablemente la acera discurría por lo que fuera el interior de la nave cercano al muro, y al haberse incorporado a la calle esta zona no se había visto afectada por la construcción del nuevo edificio. Como era de esperar dadas las costumbres funerarias de la época, allí aparecieron numerosos enterramientos sin que, como era de temer, se hiciera el menor estudio arqueológico de los restos encontrados, perdiéndose de nuevo parte de lo poco que se conservaba de la iglesia.

Años más tarde, en el verano de 1996, Gas Natural abrió una zanja paralela a la anterior de la Telefónica, esta vez sobre la calzada, apareciendo en primer lugar restos de la cimentación de la parroquia y un par de días más tarde diversos enterramientos incluyendo una espectacular lápida de piedra. Como el gato escaldado huye del agua fría y yo vivía entonces a escasa distancia, al igual que hicieron otros ciudadanos corrí a advertir al concejal de Cultura de la posibilidad de que allí pudiera haber restos arqueológicos de interés; afortunadamente los tiempos habían cambiado y Gas Natural sí realizó las prospecciones arqueológicas pertinentes, lo que permitió salvar los que probablemente eran los últimos vestigios de la parroquia de Santiago excepto quizás la cimentación del muro lateral, probablemente frontero a los enterramientos y cubierto por el asfalto de la calzada.

Magra cosecha es, ciertamente, lo conservado de una iglesia que jamás debió derribarse y cuyo solar tendría que haber sido excavado al menos antes de construir el nuevo edificio y las zanjas; pero si no pudimos salvarla, al menos debería servir de ejemplo para que hechos tan lamentables como su pérdida no se vuelvan a repetir y para que las nuevas restauraciones, o reconstrucciones, sean respetuosas con el aspecto original del edificio, evitándose que caigan en manos de ciertos arquitectos presuntamente restauradores pero que en realidad pueden llegar a ser más peligrosos y dañinos que las guerras, las revoluciones o el abandono secular. Por fortuna en estos últimos años intervenciones tales como las de las iglesias de Basilios, Carmen Calzado, Caracciolos, o la más reciente reconstrucción de la cúpula de las Juanas, han seguido el camino correcto; esperemos que este espíritu continúe en un futuro.


La nueva parroquia de Santiago




La parroquia de Santiago actual


En 1965, cuatro siglos y medio largos después de la fundación cisneriana, se creaban por vez primera nuevas parroquias en Alcalá dado que su acelerado crecimiento tanto demográfico como urbanístico así lo requerían. Y no una, sino tres: las del Santo Ángel, Santiago y San Isidro, a las que se sumarían en 1968 la de San Diego y en 1969 la de San Bartolomé. A partir de 1970 surgirían otras nuevas hasta alcanzar las dieciséis actuales, quince diocesanas y la castrense de Nuestra Señora de Loreto.

Así pues descontando las dos antiguas, la de San Pedro aneja a la Catedral-Magistral y la de Santa María la Mayor, ambas de origen medieval, podemos considerar antiguas -dentro de lo que cabe- a las que tuvieron su origen en la década de 1960, cinco en total, una de las cuales adoptó la advocación de la desaparecida parroquia de Santiago cabe suponer que no por casualidad, máxime cuando su fundación tuvo lugar el mismo año en el que fue demolida, mientras su demarcación se extiende por buena parte de la antigua circunscripción de su predecesora.




Placa conmemorativa de la fundación de la antigua parroquia de Santiago


La fecha oficial de su fundación es, como ya he comentado 1965, pero algunas fuentes la retrasan a 1966 e incluso a 1967, mientras el nombramiento de su primer párroco, don Isidoro Pérez, fue el 19 de enero de 1969. Esta aparente disparidad se debe a que el proceso de creación de una nueva parroquia pasa por varias fases desde que el obispado publica el decreto hasta que empieza a funcionar realmente como tal. Al parecer, aunque oficialmente desgajada de la de Santa María en 1965, en realidad no llegó a independizarse hasta uno o dos años más tarde.

La parroquia se asentó inicialmente, como ha quedado dicho, en la capilla de las Adoratrices del Paseo de la Estación, entonces ocupada por esta comunidad religiosa, y el templo actual, ubicado al inicio de la calle Torrelaguna, fue bendecido el 19 de marzo de 1972. Es obra del arquitecto municipal José María Málaga, quien me comunicó que lo había diseñado evocando una tienda nómada.




Procesión conmemorativa de la fundación de la nueva parroquia de Santiago
Fotografía de Víctor López tomada de www.flickr.com


El 25 de julio de 2001, festividad de Santiago Apóstol, la parroquia conmemoró el quinto centenario de la erección por el Cardenal Cisneros de la antigua parroquia con cuyo legado histórico entronca, dejando constancia del acto en la placa que se descubrió junto a la entrada. Quince años más tarde, el 25 de julio de 2016, se celebró una procesión extraordinaria con motivo del quincuagésimo aniversario de su fundación, tomando para ésta la fecha de 1966. Ésta recorrió, portando la imagen de su titular, el trayecto que media entre el antiguo y el nuevo templo, partiendo de la vecina iglesia de la Imagen ante la imposibilidad de hacerlo desde aquél para terminar en la parroquia.




1 GARCÍA SALDAÑA, José, en PUERTA DE MADRID. Memorial de una parroquia que fue mezquita (I) (nº 1.439, 15-7-1995); Memorial de una parroquia que fue mezquita (y II) (nº 1.440, 22-7-1995) y Algo más sobre la mezquita-parroquia (nº 1.441, 29-7-1995).
2 MÁLAGA GALÍNDEZ, José María. Alcalá de Henares, arquitectura de su siglo de oro. Institución de Estudios Complutenses (1988).
3 LLULL PEÑALBA, Josué. Manuel Laredo. Un artista romántico en Alcalá de Henares. Colección Alcalá Ensayo, nº 15. Fundación Colegio del Rey (1996).
4 PERDIGÓN, BALDOMERO. Alcalá en blanco y negro. 1960-1970. Edición del autor (2000).
5 CABRERA PÉREZ, Luis Alberto (comisario). El archivo y la fotografía de Alcalá de Henares. Ayuntamiento de Alcalá de Henares (2003).6 CABRERA PÉREZ, Luis Alberto, HUERTA VELAYOS, José Félix y SÁNCHEZ MOLTÓ, Manuel Vicente. Memoria gráfica de Alcalá (1860-1970). Brocar, Asociación bibliófila y cultural (1996). Procedente de la colección de la familia Sancho.


Publicado el 20-7-1996, en el nº 1.487 de Puerta de Madrid
Actualizado el 8-12-2023