Alcalá, ciudad viajera





Alcalá desde el cerro del Viso. Fotografía de Luis Pérez tomada de Flickr



Prólogo
Alcalá, encrucijada de caminos


Nuestra ciudad no se extiende, ni pulula, ni enjembra: se traslada, toda entera. Pasito a paso, en veinticinco siglos ha caminado tres cuartos de legua. Primero en el alto viso, a plomo sobre el río, donde la hallaron las legiones de Craso; más tarde en la ribera, la tierra se traga las formas ya vacías de la ciudad andante.

Manuel Azaña
Fresdeval


Nada mejor que estas palabras de Manuel Azaña para describir el caso, hasta donde yo conozco único, de Alcalá, una ciudad con más de dos mil años de historia durante los cuales ha cambiado varias veces de emplazamiento, y en ocasiones de nombre, sin perder nunca su identidad ni su continuidad histórica. Veamos, pues, este singular afán viajero de la vieja Complutum a lo largo de los siglos, un fenómeno singular en la historia y la geografía de nuestro país.




Asentamientos de población en Alcalá a través de la historia. Plano tomado de la Wikipedia


España, como es de sobra sabido, es un país muy montañoso. De hecho es el más montañoso de Europa a excepción de Suiza, cuya superficie total, similar a la de Extremadura, no alcanza ni tan siquiera el diez por ciento del territorio peninsular español. Esta intrincada orografía ha determinado de forma radical su evolución histórica ya desde la prehistoria, dado que hasta épocas muy recientes ha significado una importante barrera para las comunicaciones entre las diferentes regiones, así como con el resto del continente europeo, a diferencia de otras naciones vecinas cuyos territorios son mucho menos accidentados. De hecho incluso hoy en día, pese a las importantes infraestructuras -autopistas, autovías o líneas ferroviarias- construidas durante las últimas décadas, todavía hoy existen accidentes orográficos que obligan a las vías de comunicación a dar considerables rodeos para poder salvarlos.

Es por esta razón por la que, desde hace milenios, las primitivas poblaciones de la Península se vieron obligadas a aprovechar los escasos pasos existentes -valles de ríos o desfiladeros y puertos naturales- a través de las cadenas montañosas, lo que condujo a una incipiente red de comunicaciones que, en su diseño básico, ha llegado hasta nuestros días. Asimismo, y por esta misma razón, entonces surgieron también poblaciones que, beneficiadas por una situación estratégica favorable, lograron consolidarse gracias a la prosperidad y la seguridad que les proporcionaban sus privilegiados asentamientos.




Mapa orográfico de España. Tomado de mapamundi.online


Alcalá, o mejor dicho su más remota antecesora, fue una de ellas. Si nos fijamos con detenimiento en un mapa orográfico de España veremos que Cataluña y el valle del Ebro están separados de la meseta central por el Sistema Ibérico, una larga sucesión de montañas que se extiende en dirección noroeste-sudeste durante más de quinientos kilómetros desde el norte de la provincia de Burgos hasta el litoral valenciano, ejerciendo de divisoria de vertientes entre el Atlántico y el Mediterráneo. El Sistema Ibérico no tiene una anchura y una altitud uniformes, estructurándose en dos grandes bloques coincidentes de forma aproximada con las dos submesetas: al norte el formado, entre otros, por la Sierra de la Demanda, los Picos de Urbión y la Sierra del Moncayo. Al sur, el que agrupa a los Montes Universales, la Sierra de Albarracín y la Serranía de Cuenca.




Sobre el mapa anterior, marcado el paso de la Sierra Ministra


Ambos macizos montañosos entran en contacto, junto a las estribaciones más orientales del Sistema Central, en la Sierra Ministra, divisoria no sólo de las vertientes atlántica y mediterránea sino también entre las cuencas de los ríos Duero y Tajo. Pese a su ampulosa denominación y a su condición de encrucijada hidrográfica, la Sierra Ministra es en realidad una roma cadena montañosa de escasa altura y moderado desnivel, lo que la convierte en un paso natural entre el valle del Ebro y las dos mesetas que permite salvar los accidentados parajes montañosos que la flanquean tanto por el norte como por el sur.




Mapa hidrográfico de España. El círculo rojo indica los nacimientos del Henares y el Jalón
Tomado de aprendiendoconjulia.com


A su modesto perfil orográfico se suma la labor de zapa realizada por los ríos que nacen en sus dos vertientes, excavando unos valles que facilitan todavía más el tránsito de uno a otro lado: El Bordecorex por la parte del Duero, el Henares y el Dulce por la del Tajo y el Jalón por la del Ebro. Basta con consultar un mapa para comprobar lo relativamente fácil que resulta atravesar por este lugar el Sistema Ibérico remontando el valle del Jalón para descender posteriormente por el del Henares o el del Dulce, paralelo a éste y con el que confluye aguas abajo de Sigüenza. De hecho entre el nacimiento del Henares en Horna, doce kilómetros aguas arriba de Sigüenza, y el del Jalón en Esteras de Medinaceli, once kilómetros aguas arriba de Medinaceli, median apenas catorce kilómetros, mientras que son poco más de diecisiete kilómetros los que separan a este último del nacimiento del Dulce en Estriégana.




Nacimiento del Henares (arriba) y del Jalón (abajo)


Así pues, no es de extrañar que ya en la época prerromana discurriera por allí una importante ruta que enlazaba, conforme a la geografía actual, Zaragoza con Toledo. Esta ruta se convertiría en calzada romana e incluso hoy en día es aprovechada por las vías de comunicación modernas con ligeras variaciones, bien salvando los repechos de Torralba del Moral, como lo hacen el ferrocarril convencional y la carretera local que enlaza Sigüenza con Medinaceli, bien por el vecino puerto de Alcolea del Pinar por donde lo hacen la autovía A-2 y el tren de alta velocidad.

Como es natural descendiendo por el valle del Henares, o bien primero por el del Dulce y posteriormente por éste tras la confluencia de ambos ríos en Matillas, esta vía de comunicación acaba pasando por Alcalá unos veinte kilómetros antes de que el Henares se reúna con el Jarama, por cuyo curso bajo continuaba la ruta -Madrid no existía entonces- hasta la desembocadura del Jarama en el Tajo en las cercanías de Aranjuez, para desde allí continuar paralela a este último hasta Toledo, donde conectaba con las vías que conducían a Mérida, capital de Lusitania, y a la Bética, la actual Andalucía. Por el otro extremo desde Zaragoza continuaba hasta Tarragona, capital de la provincia Tarraconense, y empalmaba allí con la calzada que conducía por Huesca y Jaca hasta los Pirineos y con la que, remontando el valle del Ebro, se encaminaba hacia la mitad norte peninsular.

Alcalá era pues una etapa de esta larga ruta Zaragoza-Toledo de casi cuatrocientos kilómetros, pero en modo alguno la única: recurriendo de nuevo a la geografía moderna, ocurría lo mismo, entre otras, con poblaciones como Calatorao, Calatayud, Alhama de Aragón, Monreal de Ariza, Medinaceli, Sigüenza, Espinosa de Henares (o Hita) y Guadalajara. Sin embargo, su importancia histórica ha sido muy superior a lo largo de los siglos que la de la mayoría de estas poblaciones. ¿Por qué?




Cerros del Ecce Homo (arriba) y del Viso (abajo)


Dos son las razones que lo explican: su condición de encrucijada de caminos y la orografía de su entorno. El Henares delimita en su curso bajo, donde se asienta Alcalá, dos zonas bien diferenciadas. Por su margen derecha se extiende la Campiña, una comarca fértil y llana carente de barreras geográficas. Su margen izquierda, por el contrario, se ciñe al borde septentrional de la Alcarria elevado unos cien metros de media sobre el nivel del río, seccionándolo en cantiles al tiempo que la fuerte erosión provocada por la diferencia de nivel entre las dos orillas ha excavado una intrincada red de montículos y barrancos entre los que destacan los dos grandes cerros testigos, o tesos, del Ecce Homo y el Viso, cuyas cimas planas ofrecían un asentamiento seguro a las poblaciones prerromanas a causa de su fácil defensa frente a posibles ataques hostiles, a la vez que servían de atalayas al ser su altitud, 834 y 777 metros respectivamente, muy superior a los 580 a 600 de la llanura existente al otro lado del río.




Trazado de las calzadas romanas en Complutum según Dimas Fernández Galiano1


Ya en época romana la primitiva calzada que descendía por el valle del Henares se ramificó en varias direcciones tomando como origen Alcalá. Según Dimas Fernández Galiano1, en las postrimerías de la época imperial arrancaban de Complutum otras dos calzadas, la primera de las cuales conducía a Cartagena por Segóbriga (Saelices, Cuenca) con un probable ramal a Ercávica (Buendía, Cuenca). La segunda, por su parte, seguía el trazado de la actual carretera de Daganzo (M-100) hasta su confluencia con la calzada que descendía desde el puerto de Somosierra paralela al Jarama. Fernández Galiano dibuja como vía directa la calzada de Complutum a Somosierra, pero cabe también la posibilidad, como apuntan otros autores, de que ambas se cruzaran dirigiéndose la complutense a Segovia por Colmenar Viejo y Cercedilla, atravesando la sierra por el puerto de Navacerrada.

Todavía describe este arqueólogo una vía romana más, posiblemente posterior a las anteriores y ya de época bajoimperial: mientras la primitiva calzada a Toledo y Mérida discurría por detrás de los cerros por un trazado similar al de la actual carretera M-300 hasta llegar a las cercanías de Arganda, siguiendo a partir de entonces los cursos del Jarama y el Tajo, esta nueva vía descendería por la margen derecha del Henares cruzando el Jarama en las cercanías de la confluencia de los dos ríos para atravesar en diagonal el sur de la provincia de Madrid hasta llegar a Titulcia, otro importante nudo de comunicaciones, y desde allí a Cesaróbriga (Talavera de la Reina), desde donde se dirigiría directamente a Mérida evitando el rodeo de Toledo. Es necesario advertir que la Titulcia romana no corresponde a la población que actualmente lleva este nombre, fruto de una mixtificación del siglo XIX, sino probablemente -aunque se han propuesto varias ubicaciones alternativas- al importante yacimiento de Carranque situado en las cercanías de la localidad toledana de este nombre, a orillas del río Guadarrama en las proximidades del límite provincial entre Toledo y Madrid.




Alcalá viajera, episodio I
Combouto, la Complutum del Viso


Aunque en el entorno de la ciudad se han encontrado yacimientos prehistóricos que se remontan hasta el Paleolítico, los más importantes anteriores a la conquista romana son el de la Esgaravita, fechado en el Calcolítico, el de los Pinos, frente a la finca de la Oruga, de la Edad del Hierro, ambos en la margen derecha del Henares, y en los dos cerros testigos mencionados anteriormente, con asentamientos del Bronce Final y la Edad del Hierro en el Ecce Homo y también de la Edad del Bronce en el Viso, el cual se mantuvo hasta la conquista romana convirtiéndose en el embrión de la primera Complutum.

Tras el final de la segunda guerra púnica en 201 antes de Cristo las victoriosas tropas romanas comenzaron a expandirse por la meseta central, llegando hasta el lugar en el que hoy se asienta Alcalá hacia mediados del siglo II antes de Cristo, encontrándose con un poblado carpetano en la meseta superior del Viso. Pese a lo afirmado por un relato basado en los nada fiables Falsos Cronicones, recogido por los historiadores de los siglos XVI y XVII, no se trataba de la ciudad de Iplacea, mito no obstante que ha calado hondo en el imaginario local, sino con toda probabilidad de un pequeño asentamiento cuyo nombre, conforme a las inscripciones de algunas monedas halladas en la zona, podría haber sido Combouto, posible origen del romano Complutum.

En realidad la inscripción de estas monedas es Ikesankom Kombouto, lo que indujo a Dimas Fernández Galiano2 a proponer la existencia de dos poblaciones prerromanas vecinas, Kombouto -o Combouto- en la meseta del Viso e Ikesankom hacia la zona del Salto del Cura, entre el Viso y el Zulema, donde se descubrió un castro fortificado de la Edad del Hierro. A mí personalmente me parece una explicación bastante forzada, pudiendo tratarse quizá de una denominación bilingüe referida a dos topónimos de una misma ceca. En cualquier caso tanto los arqueólogos como los expertos en epigrafía celtíbera tienen serias dudas tanto sobre el origen de las monedas -que fueran descubiertas aquí no implica necesariamente que su acuñación fuera local- como respecto a su transcripción fonética, por lo cual la cuestión sigue abierta.

No obstante la latinización de Combouto a Complutum, de confirmarse este topónimo carpetano, sí me parece más verosímil que la atribución del origen del término Complutum al griego Kompos Plutos (Campos Ricos) hecha por algunos autores clásicos, dado que no existe el menor vestigio de asentamientos griegos en una zona situada tan al interior. También presenta problemas la interpretación tradicional que lo hace derivar del término latino compluvium, confluencia o abundancia de aguas, aludiendo al hecho de que la Complutum bajoimperial estaba asentada en las cercanías de la desembocadura del arroyo Camarmilla en el Henares, una fértil vega en la que abundaban las fuentes, ya que esto no resulta válido para la primitiva Complutum del Viso, la cual no consta que tuviera un nombre diferente de su sucesora. Otra posibilidad, por último, es que el nombre de la ciudad se deba no a la confluencia de aguas, de difícil justificación dada la escasa entidad del modesto Camarmilla, sino a la confluencia de caminos que la convertían en una importante encrucijada.




Yacimientos arqueológicos en el cerro del Viso. Tomado de www.primitivacomplutum.org


Ciñéndonos a los estudios arqueológicos, mucho más fiables que las antiguas leyendas y tradiciones, nos encontramos en la meseta del Viso con una serie de importantes yacimientos arqueológicos que al día de hoy, a diferencia del yacimiento del Juncal, apenas han sido excavados. No obstante, el equipo formado por Sandra Azcárraga Cámara y Arturo Ruiz Taboada3 ha realizado importantes descubrimientos gracias a fotografías aéreas que han permitido descubrir la existencia de dos poblados de la Edad del Bronce, un poblado carpetano, un campamento militar y una ciudad romana -la primitiva Complutum- con su clásico trazado en damero y las huellas de varios edificios singulares tales como un posible templo, una domus -edificio singular-, una puerta monumental, unas termas y un teatro, aunque sólo una excavación podría confirmarlo.

La existencia del campamento militar frente al antiguo poblado carpetano -la ciudad sería posiblemente posterior- parece confirmar lo apuntado por los historiadores de que la zona fue conquistada -aunque no consta ningún tipo de campaña militar al estilo de la de Numancia o las guerras lusitanas- o, más probablemente, anexionada, ya que Complutum tuvo inicialmente la consideración de ciudad estipendiaria, es decir sometida a las leyes romanas y obligada al pago de tributos a diferencia de las federadas, que por haberse aliado con Roma gozaban de cierto grado de autonomía y estaban exentas del pago del estipendio, y de las colonias romanas.

Es muy poco lo que se conoce, por las razones expuestas, de la primitiva Complutum del Viso, que al igual que otras muchas ciudades romanas de la época aprovechó el emplazamiento estratégico de su predecesora indígena. Dada la accidentada orografía que rodea a su asentamiento está claro que su único acceso debió de ser por el sur, es decir, la ladera opuesta al Henares y a Alcalá enfrentada a los Hueros y a Torres de la Alameda, el mismo casi con total seguridad que el actual ya que aún hoy resulta complicado hacerlo por cualquiera de las otras vertientes.




Recorrido de la primitiva calzada romana. Sobre fotografía de Google Maps


A partir de este dato es posible reconstruir con bastante precisión el trazado de la calzada Zaragoza-Toledo a su paso por Complutum. Según Dimas Fernández Galiano4 tras discurrir paralela al curso del Henares cruzaría éste por el antiguo puente Zulema, en cuya base identifica este arqueólogo un enlosado de fábrica romana. Una vez salvado el río remontaría la cuesta del Zulema siguiendo el mismo camino que describe la carretera y, una vez salvada ésta, atravesaría el terreno ocupado hoy por las urbanizaciones del Zulema y Peñas Albas. Por último, tras confluir con la carretera M-300 se desviaría a la derecha por el camino que conduce hasta el cerro. En la otra dirección el ramal que conducía a Toledo probablemente arrancaría de la puerta de entrada a la ciudad, o de sus alrededores, siguiendo una ruta parecida a la de la actual M-300 en dirección al Jarama, cuyo curso alcanzaría en algún lugar cercano a Arganda.

La calzada de Cartagena es probable que también tuviera su inicio en la puerta de acceso a Complutum, discurriendo de forma aproximada por Los Hueros, Torres de la Alameda, Pozuelo del Rey, Valdilecha, Carabaña, donde cruzaría el Tajuña, y Estremera, donde lo haría con el Tajo; ya en la actual provincia de Cuenca continuaría hasta Segóbriga, a partir de la cual discurriría hasta Cartagena cruzando en diagonal las provincias de Cuenca, Albacete y Murcia. Las dos calzadas restantes, la de la sierra y la directa a Talavera y Mérida, según todos los indicios corresponden ya a la Complutum del Juncal, por lo que las estudiaremos en su momento.




Arriba: planta hipotética de la ciudad romana. Tomado de www.ayto-villalbilla.org
Abajo: Detalle del teatro. Tomado de www.primitivacomplutum.org


Concluyo el capítulo resaltando la importancia que tendría la excavación del teatro, situado según todos los indicios en el extremo noreste de la meseta del Viso, así como lo extraña que resulta la inexistencia de indicios de un posible nuevo teatro en la Complutum del Juncal, algo difícilmente explicable a tenor de su importancia a no ser que los complutenses del llano hubieran renunciado a construirlo en las proximidades de la nueva ciudad optando por remontar la incómoda cuesta que separa a las dos Complutum, con un recorrido de unos siete kilómetros por el Zulema y algo más de doce por la nueva calzada que se construyó, como veremos más adelante, bordeando el Viso por su extremo occidental, aproximadamente por donde ahora discurren las carreteras M-203 y M-224. No obstante, teniendo en cuenta que un teatro de la importancia del de Cartagena no fue descubierto, y por casualidad, hasta 1988 pese a encontrarse en pleno corazón de la ciudad, cabe suponer que el futuro pudiera depararnos una sorpresa.




Alcalá viajera, episodio II
La Complutum del Juncal




Paredón del Milagro, perteneciente a la Complutum del Juncal


El siglo I después de Cristo trajo importantes novedades para los complutenses. La de mayor calibre fue el traslado de la ciudad desde la cima del Viso a la zona del Juncal, en la llanura situada al otro lado del curso del Henares. El arqueólogo Sebastián Rascón5 fija el inicio del traslado de Complutum desde la meseta del Viso hasta el Juncal en la segunda mitad de la centuria, durante el reinado de los emperadores Claudio (41-54) o Nerón (54-68), aunque sería ya en época de Vespasiano (69-79) cuando se consumó, quedando abandonado -o con una población residual- el solar primitivo tras un período de tiempo indeterminado durante el que coexistirían ambos asentamientos.

También por esa época, concretamente el año 74, el emperador Vespasiano otorgó a Complutum el rango de municipio latino, lo que suponía una considerable mejora en su estatus legal al equipararla con las poblaciones más romanizadas.




Arriba, fuente del Juncal. Abajo, fuende de la Salud


Es muy poco lo que se conoce de este traslado, y sólo cabe especular sobre las causas que lo motivaron. Las ventajas resultan evidentes ya que, pacificada Hispania y desaparecidas las razones defensivas que habían justificado el asentamiento de las ciudades en terrenos accidentados de fácil defensa, resultaba mucho más cómodo llevarlas a lugares llanos en los que las comunicaciones eran mucho más sencillas. En el caso de Complutum había que añadir además la ausencia de suministros de agua en la árida meseta del Viso, mientras en el Juncal disponían del Henares para riego y para abrevar el ganado, y del Camarmilla y numerosas fuentes, de las que se conservan la del Juncal y la de la Salud, para el consumo humano.

Claro está que mudar por completo a una ciudad, aunque sea tan sólo unos kilómetros, conlleva un esfuerzo muy elevado. De hecho eran muchas las ciudades hispanas que compartían este problema con Complutum, pese a lo cual la mayoría de ellas se mantuvieron en su solar. Éste fue el caso, por ejemplo, de Segovia, que en vez de bajar a la orilla del Eresma optó por construir su espectacular acueducto a principios del siglo II después de Cristo. O el de Medinaceli, cuyo arco romano se erigió a finales del siglo I después de Cristo en la alta meseta en la que la ciudad romana de Occilis -y también la medieval- mantuvo el asentamiento de la primitiva población celtíbera sin descender al vecino valle del Jalón. O el de Toledo, cuyo casco histórico se ha mantenido en su lugar hasta hoy frente a la suave llanura que se extiende al otro lado del Tajo.




Acueducto de Segovia. Fotografía tomada de la Wikipedia


Así pues el traslado de Complutum, lejos de ser la regla, supuso una llamativa excepción sin que alcancemos a conocer las causas que lo motivaron pese a su innegable dificultad. Lamentablemente la ausencia de excavaciones sistemáticas en el yacimiento del Viso nos impide hacer una comparación con la bien conocida ciudad del Juncal, aunque no cabe duda de que la Complutum del Juncal fue más grande e importante que su predecesora.

Como cabe suponer el nuevo asentamiento de la ciudad era incompatible con el trazado de las calzadas existentes, por lo cual éste debió de venir acompañado por una modificación de la red viaria que la atravesaba. Lo que no resulta posible saber es los nuevos trazados fueron consecuencia del cambio de ubicación de la ciudad o, justo al contrario, si fueron las nuevas calzadas las que forzaron la bajada de ésta al llano; aunque también cabe la posibilidad de que ambos procesos tuvieran lugar de forma paralela.

En cualquier caso, resulta evidente que las calzadas alteraron sus recorridos. Con anterioridad al traslado de la ciudad, tal como comentado, la primitiva calzada Zaragoza-Toledo o Tarragona-Mérida, como se prefiera, cruzaba el Henares en el Puente Zulema para remontar la cuesta del mismo nombre camino de la meseta superior del Viso.

La nueva calzada, por el contrario, se desviaría de la antigua en algún punto situado hacia la zona del Val, quizá en torno a la plaza de la Juventud -recurro al callejero actual para facilitar el seguimiento de su recorrido-, continuando de forma aproximada por el paseo del Val, las calles Colegios, Santa Úrsula y Escritorios, la plaza de los Santos Niños, la calle y la plaza de la Victoria, las calles Postigo y Núñez de Guzmán y el camino del Juncal, entrando en Complutum por la zona que quedó sepultada bajo los edificios del barrio del Pilar.




Recorrido hipotético de las calzadas romanas en el período bajoimperial
Zaragoza-Toledo       Complutum-Cartagena       Complutum-Segovia (o Somosierra)


Tras atravesar Complutum formando el Decumano Máximo -hoy la llamaríamos la calle Mayor- la abandonaba por el extremo opuesto. Para evitar que ésta se convirtiera en un fondo de saco hubo de construirse un nuevo puente sobre el Henares que evitara describir un largo rodeo por el camino tradicional del Zulema, y aunque no se conservan apenas vestigios de éste, los arqueólogos han identificado el lugar en el que se debió de alzar aguas abajo de la presa de las Armas, en los alrededores de la desembocadura del Camarmilla. A partir de aquí cruzaría por el terreno llano que separa la orilla izquierda del río de las laderas del Viso y bordearía éstas por su extremo occidental, empalmando con la primitiva calzada de Toledo al sur del Viso. Esta variante habría servido también para facilitar la comunicación entre las dos ciudades, suponiendo que el traslado hubiera durado cierto tiempo.

En lo que respecta a la calzada Complutum-Cartagena nos encontramos con dos posibles alternativas, no necesariamente antagónicas. Por un lado, podría haber enlazado con la calzada Zaragoza-Toledo y con la ciudad del Juncal por la citada variante, con la que confluiría en las cercanías de la ciudad antigua6. O bien, manteniendo el antiguo camino del Zulema, habría sido prolongada hacia el norte a través del paseo de Pastrana y de la calle Empecinado hasta alcanzarla a la altura de la plaza de los Santos Niños.

La conversión de la actual plaza de los Santos Niños en una encrucijada de caminos se habría visto potenciada con la construcción de la nueva calzada Complutum-Segovia -o Complutum-Somosierra- cuyo trazado, llevado a la topografía urbana actual, discurriría por la calle de San Felipe, la plaza de Palacio, el convento y la huerta de las Bernardas a través de la desaparecida calle de Segovia, la Puerta de Burgos, el paseo de los Pinos y la carretera de Daganzo.

Las dos calzadas restantes propuestas por Fernández Galiano partirían, respectivamente, de la puerta occidental de Complutum la variante de la vía Zaragoza-Mérida, y de la calzada a Cartagena en la zona del Gurugú el ramal a Ercávica.

La conclusión más importante que se extrae de la nueva red viaria es la creación en la actual plaza de los Santos Niños de una importante encrucijada de caminos que, con el tiempo, acabaría convirtiéndose en el embrión de la Alcalá moderna, tal como veremos más adelante. Sorprende por ello que la Complutum del Juncal no se estableciera aquí sino a kilómetro y medio de distancia, pero ésta es otra de las incógnitas que siguen pendientes de descifrar.




Mosaico de la Casa de Hippolytus (siglos III-IV)


En cualquier caso la ciudad prosperó en su nuevo emplazamiento, llegando a alcanzar una importancia bastante mayor que la de su antecesora. Da buena muestra de ello la importante remodelación a la que fue sometida a finales del siglo III o principios del IV, un período complejo cuyos trastornos, según todos los indicios, no la afectaron de forma negativa.

Sorprendentemente entre los edificios públicos excavados en el Juncal no se han descubierto hasta el momento ni templos -la basílica era un edificio de uso civil- ni el teatro. Aquí caben dos posibilidades: o bien se mantuvieron en uso los existentes en el Viso, lo que habría obligado a los complutenses a dar una larga caminata para acceder a ellos, o bien los que se pudieran haber construido en el Juncal no han sido descubiertos todavía, lo cual parece más probable. En el caso del teatro, teniendo en cuenta el modo en el que los solían construir los romanos, su hipotética ubicación más probable habría que buscarla en las laderas del Viso, de fácil acceso cruzando el Henares por el nuevo puente. Aunque en esta zona no se han hecho prospecciones arqueológicas, quizá una inspección detallada de las fotografías aéreas podría rendir resultados similares a los obtenidos en el yacimiento del Viso, en especial en algunos lugares en los que el borde de la ladera presenta una marcada forma semicircular.




Alcalá viajera, episodio III
La Complutum del Campo Laudable




Los Santos Niños ante Daciano. Cripta de la Catedral-Magistral


Las convulsiones que sacudieron al imperio romano durante los siglos III y IV, preludio del colapso de su mitad occidental en el siglo V, no afectaron aparentemente a Complutum, que siguió disfrutando de una plácida prosperidad tal como atestiguan las magníficas villas construidas en esa época. Sin embargo hacia principios del siglo V la ciudad fue bruscamente abandonada; pese a que en este período se sucedieron las guerras civiles entre los distintos pretendientes al trono del imperio, las revueltas de los bagaudas -bandas formadas por siervos fugados y campesinos exasperados- y, finalmente, las invasiones de los pueblos bárbaros procedentes de Germania, ni las escasas crónicas de la época ni los registros arqueológicos aportan el menor indicio de que Complutum hubiera podido ser víctima de saqueos o destrucciones, como sí ocurrió en otras ciudades de la Hispania romana.

Lo que sí han encontrado los arqueólogos es que la ciudad fue abandonada, al parecer de forma pacífica, y sus edificios expoliados durante siglos para aprovechar sus materiales en nuevas edificaciones, algo habitual a lo largo de la historia. La explicación que se ha venido dando tradicionalmente a este nuevo traslado -la ciudad no se despobló, simplemente volvió a cambiar de asentamiento- viene de la mano del culto a los Santos Niños.




San Asturio descubre las reliquias de los santos Justo y Pastor
Gregorio Ferro (1742-1812). Parroquia de los Santos Justo y Pastor de Toledo


Relata la tradición que Justo y Pastor eran dos hermanos de corta edad que fueron víctimas de la persecución de Diocleciano en los primeros años del siglo IV. Su tumba, ubicada en el paraje que a partir de entonces fue conocido con el nombre de Campo Laudable, se convirtió en un punto de atracción para los primitivos cristianos de tal importancia que motivó la creación del obispado complutense y el traslado de la ciudad desde su ubicación en el Juncal hasta este mismo Campo Laudable. Puesto que el tema del origen y la expansión del culto a los Santos Niños lo abordo en profundidad en los artículos correspondientes, me voy a limitar a referirlo de forma resumida.

Aunque los historiadores dan por cierta la existencia de unos mártires paleocristianos en Complutum, matizan algunos de los detalles de la tradición que ha llegado hasta nosotros por considerarlos leyendas piadosas añadidas en épocas tardías, lo cual no menoscaba en absoluto el hecho cierto de que el culto a los Santos Niños llegó a alcanzar una gran relevancia, suficiente para influir de forma decisiva en la historia de Alcalá. Asimismo la existencia del obispado complutense en la época visigoda está bien documentada en las actas de los Concilios de Toledo.




305-2019. Cella martyris, basílica visigoda, parroquia medieval, Colegiata, Magistral, Catedral-Magistral...
Siempre bajo la advocación de los santos Justo y Pastor. Grabado de Francisco Javier Parcerisa (1803-1875)


Fijémonos ahora en la ubicación del Campo Laudable. Como es sabido en el imperio romano estaba prohibido inhumar cadáveres dentro de las ciudades, y era habitual que los enterramientos se realizaran, más que en cementerios cerrados, a lo largo de los márgenes de las calzadas. Asimismo los primitivos cristianos acostumbraban a erigir pequeñas capillas llamadas cella martyris sobre las tumbas de los mártires que eran objeto de veneración. Andando el tiempo muchas de estas capillas se convirtieron en santuarios y, aunque fueran sometidas a sucesivas reedificaciones, por lo general solían mantenerse en el mismo lugar al ser considerado éste un suelo santo.

Éste fue precisamente el caso de Alcalá, donde no cabe la menor duda de que el lugar de enterramiento de los Santos Niños coincide con el de la cripta de la Catedral-Magistral y, a su vez, estaba situado junto a la encrucijada de las diferentes calzadas que he descrito en el capítulo anterior... algo completamente lógico dado que, según la mentalidad romana, el a partir de entonces denominado Campo Laudable cumplía los requisitos necesarios para convertirse en lugar de enterramiento de los complutenses: alejado de la ciudad, pero no demasiado, y junto a un importante cruce de caminos.




El culto a los santos Justo y Pastor en la época visigoda

1 Complutum 4 Olleros de Pisuerga 7 Toledo (?) 10 Medina Sidonia (630)
2 Astorga 5 Zaragoza 8 Córdoba 11 Alcázar de la Sal (682)
3 Compludo 6 Barcelona 9 Guadix (652) 12 Narbona (?)

Se entiende también que el culto a los hermanos mártires adquiriera una gran relevancia dado que tanto en la época paleocristiana como en la visigoda, e incluso en la posterior mozárabe, el culto a los mártires fue uno de los principales pilares del cristianismo. En esto Alcalá no fue ninguna excepción, y existen muchos ejemplos similares en España. Pero lo que ya no resulta tan evidente es que el auge de su culto provocara un nuevo traslado de Complutum a un lugar que, salvo en lo relativo a su tumba, no presentaba ventajas respecto a la asentada ciudad del Juncal.

La explicación tradicional a esta evidente paradoja responsabiliza del traslado al inusitado auge que alcanzó el culto a los Santos Niños, muy superior al que el que se rendía a otros mártires quizá por su condición de niños; pero se da la circunstancia de que hubo otros que no alcanzaron, ni de lejos, la relevancia de los complutenses. Eso sí, existe la certeza de que ya en la época visigoda su culto estaba extendido por la totalidad del reino.

En cualquier caso, la cuestión que se plantea aquí no es la indiscutible relevancia del culto a los Santos Niños, sino si ésta pudo bastarse por sí misma para provocar un nuevo traslado de la ciudad. Al igual que en el capítulo anterior, puede resultar útil comparar a Complutum con otras ciudades que pasaron por circunstancias similares.




Basílica de San Vicente de Ávila. Fotografía tomada de la Wikipedia


Y aquí volvemos a encontrarnos con la excepcionalidad del caso complutense. Aunque la erección de santuarios sobre las tumbas de mártires locales era algo habitual en esta época, y por razones análogas a las expuestas éstos solían encontrarse en las afueras de la población, no conozco ningún otro caso en el que esta veneración acarreara un traslado de la ciudad correspondiente. Véanse, por ejemplo, los de las iglesias de Santa Engracia en Zaragoza, Santa Eulalia en Mérida o los santos Vicente, Sabina y Cristeta en Ávila, todas ellas cercanas a las antiguas ciudades romanas pero situadas en el exterior de las mismas.




Catedral de Calahorra. Fotografía tomada de la Wikipedia


Más parecido al de Complutum es el caso de Calahorra, una ciudad situada sobre una colina -un ejemplo más de las que no descendieron al llano- bajo la cual discurre el río Cidacos, un pequeño afluente del Ebro. Fue precisamente al pie de la colina, junto al río, donde fueron martirizados y enterrados los santos Celedonio y Emeterio, sus patrones, y sobre su tumba se erigió la correspondiente capilla que andando el tiempo se convertiría en la actual catedral, al igual que ocurrió con la nuestra. Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurrió en Alcalá, la catedral calagurritana, que era también el santuario de sus mártires, no provocó el traslado de la ciudad, razón por la cual se da el caso excepcional de que Calahorra es la única sede episcopal española en la que la catedral se ubica fuera del centro de la población, a un extremo de la misma y con una considerable cuesta por medio.

No obstante, y aun admitiendo la relevancia que pudo tener el culto a los Santos Niños en el asentamiento de la Complutum tardoantigua y visigótica en el Campo Laudable, cabe preguntarse si pudo haber además algún otro factor que coadyuvara a ello. Y aquí nos encontramos con algunos indicios.




Muros fracturados por el terremoto de Complutum7


En un artículo publicado en 2014 por Miguel Ángel Rodríguez-Pascua y sus colaboradores7, este investigador del Instituto Geológico y Minero describe la existencia de un terremoto en Complutum a mediados del siglo IV. Aunque se trató de un movimiento sísmico de carácter local y el yacimiento estudiado por estos investigadores estaba ubicado en la finca de la Magdalena, a unos seis kilómetros de distancia en línea recta del Juncal, la magnitud de los daños detectados induce a pensar a los autores que la propia Complutum también debió de ser lo suficientemente afectada como para provocar su abandono, dado que las fechas coinciden.

Se trata desde luego de una cuestión a tener en cuenta, y de hecho los terremotos fueron los causantes de la ruina de muchas ciudades antiguas. Sin embargo, hay otros dos factores a considerar. Primero, que no se han descrito los efectos de este terremoto en la Complutum del Juncal, al menos que yo sepa. Y segundo que, con independencia de las causas, la ciudad no se despobló, sino que se desplazó alrededor de kilómetro y medio, demasiado poco si lo que se buscaba era un lugar más seguro frente a futuros seísmos, precisamente en dirección a la Magdalena, donde el yacimiento excavado, que presenta siete fases sucesivas de ocupación desde el calcolítico hasta el momento del terremoto, muestra claras evidencias de abandono tras el movimiento telúrico.

Existen varios detalles suplementarios que cuestionan, o por lo menos dificultan, la tesis de la destrucción y abandono de la ciudad del Juncal a causa del terremoto. La fecha dada por los arqueólogos y los historiadores para el abandono de Complutum es de principios del siglo V, aproximadamente medio siglo después que la establecida para el terremoto8. Y si la ciudad del Juncal sufrió los efectos de éste de una manera tan intensa que no pudo ser reconstruida, cabe suponer que las edificaciones que pudiera haber entonces en el Campo Laudable los habrían experimentado de igual modo, con lo cual la reedificación de la ciudad en este nuevo asentamiento no presentaría ventajas frente a hacerlo en su propio solar, sobre todo teniendo en cuenta que la población de Complutum, de acuerdo con la tónica general de aquellos años, sería probablemente bastante inferior a la de sus momentos más prósperos.

En mi opinión encuentro más probable una conjunción de los dos fenómenos, el terremoto y el culto a los Santos Niños -¿pudo haber previamente una migración limitada potenciada por el terremoto?- como causa real del traslado, ya que quizá ninguno de los dos hubiera sido capaz de provocarlo por separado... pero aquí, una vez más, tan sólo cabe especular.

No obstante, hay un detalle histórico que pudiera apoyar la hipótesis del terremoto, con independencia de la responsabilidad de éste en el traslado de Complutum. A mediados del siglo VII, ya en plena época visigoda, san Ildefonso, arzobispo de Toledo, relata que hacia finales del siglo IV -otros autores lo retrasan hasta el año 412- san Asturio Serrano, un predecesor suyo en la sede toledana, viajó hasta Complutum en busca del sepulcro de los Santos Niños, cuyas reliquias halló gracias a una inspiración milagrosa. Según san Ildefonso Asturio no sólo habría potenciado un culto que en su tiempo había decaído al perderse el rastro de las reliquias sino que, renunciando a la sede toledana, fundaría el obispado complutense, del que sería el primer titular.

Aunque es innegable que san Asturio potenció el culto a los Santos Niños, resulta poco verosímil que a su llegada a Complutum se hubiera perdido el recuerdo de sus tumbas y de su santuario, máxime cuando en la segunda mitad del siglo IV éstos son citados por san Paulino de Nola y por Prudencio, e incluso el primero de ellos residió en Complutum y enterró a su hijo junto a los cuerpos de los hermanos mártires.

La interpretación del texto de san Ildefonso alcanza más sentido si interpretamos que lo que pudo hacer fuera reconstruir la cella martyris, arruinada por el terremoto pero no necesariamente olvidada... aunque tampoco existen pruebas que puedan corroborar esta suposición.

Otra afirmación de san Ildefonso que también cuestionan los historiadores es que san Asturio renunciara a la sede toledana, la más importante con diferencia del reino visigodo ya que tenía la condición de primada al estar asentada en ella la corte, por la recién creada de Complutum, mucho menos relevante con independencia de la importancia del culto a sus mártires, aunque según Margarita Vallejo9 cabe la posibilidad de que san Asturio gobernara ambas diócesis y que éstas se separaran con posterioridad a su muerte, ocurrida en el año 424.

En cualquier caso esto no afecta en absoluto al hecho de que durante la época visigoda Complutum ostentó rango episcopal y que el culto a los Santos Niños fue sin duda uno de sus principales rasgos de identidad. No cabe duda de que la primitiva cella martyris estuvo ubicada en el lugar que hoy ocupa la cripta de la Catedral-Magistral, y que ésta, probablemente reedificada, ostentó el rango de catedral por ser la sede de un obispado.

Por lo demás es muy poco lo que se conoce de la tercera Complutum. Lamentablemente no se aprovechó la última restauración de la Catedral-Magistral para realizar prospecciones en la cripta, mientras los hallazgos arqueológicos realizados en diferentes yacimientos situados en las cercanías de la Catedral-Magistral han sido en su totalidad enterramientos. Carecemos, pues, de indicios que pudieran arrojar luz sobre la extensión y la naturaleza de la ciudad visigoda, y de existir éstos se encontrarán sepultados bajo las construcciones medievales. Me parece exagerada, eso sí, la afirmación de Dimas Fernández Galiano10 de que el perímetro de la Complutum visigoda coincidiría en su totalidad con el de la Alcalá medieval; incluso descartando las ampliaciones de la baja Edad Media hacia el sur (puerta del Vado) y hacia el este (puertas de Mártires y Aguadores) este recinto resulta a todas luces desmesurado para una población que, según todos los indicios, no debía ser demasiado elevada y que además estaría bastante dispersa por los alrededores, como indican las necrópolis del camino de los Afligidos y de Daganzo.




Alcalá viajera, episodio IV
La Alcalá musulmana


Como es sobradamente sabido, el año 711 supuso un vuelco en la historia de nuestro país tras la triunfante invasión musulmana. Resulta difícil entender que la derrota en una única batalla -la del Guadalete- provocara el colapso absoluto del reino visigodo y la consiguiente conquista musulmana, en el breve plazo de cinco años, de la totalidad de la Península Ibérica e incluso del sur de Francia, ya que la ciudad de Narbona, perteneciente al reino visigodo, no fue conquistada por los francos hasta 759, 27 años después de la histórica batalla de Poitiers. Teniendo en cuenta que a lo largo de la Edad Media los reinos cristianos sufrieron descalabros mucho mayores que, si bien frenaron temporalmente la Reconquista, nunca la llegaron a anular, sorprende a primera vista lo irreversible del desenlace, máxime teniendo en cuenta que las huestes invasoras ascendían tan sólo a unos siete mil soldados de los cuales la mayoría no eran árabes, sino bereberes recientemente islamizados.

La explicación dada por los historiadores es que, al igual que ocurriera tres siglos antes con Roma, el reino visigodo estaba tan corroído por sus conflictos internos que no fue necesario presionarlo demasiado para que se derrumbara sin remedio, a lo que contribuyeron también su excesiva feudalización, la lucha por el poder de las diferentes facciones de la nobleza visigoda y la ausencia de un poder real lo suficientemente fuerte para imponer su autoridad. Como dice la conocida frase, a los invasores se lo pusieron en bandeja.

Es muy poco lo que se conoce de la primera etapa de la invasión musulmana, y apenas nada lo referente a Complutum. Toledo fue conquistado a finales de 711 -la batalla del Guadalete había tenido lugar en julio de ese año- y desde allí, remontando la antigua calzada romana, los musulmanes conquistaron sin problemas, en la primavera de 712, Alcalá, Guadalajara, Sigüenza y Medinaceli, prosiguiendo dos años más tarde hacia Calatayud y Zaragoza.

No sabemos si Complutum fue sometida militarmente o si, al igual que hicieron otras ciudades, capituló sin lucha pactando el mantenimiento de cierto grado de autonomía interna y una relativa -sólo relativa- tolerancia religiosa. En cualquier caso esta fórmula no se mantuvo demasiado tiempo ya que, una vez consolidado el poder musulmán en Hispania, la presión por la islamización de la población hispanovisigoda comenzó a ser cada vez más fuerte, lo que no evitó que las comunidades cristianas en territorio musulmán, que comenzaron a conocerse como mozárabes, pese a estar cada vez más reprimidas se mantuvieran durante siglos, principalmente en las que habían sido las grandes capitales visigodas: Sevilla, Córdoba, Mérida o Toledo.

Aunque prácticamente no se tiene constancia documental de la existencia de una comunidad mozárabe en la antigua Complutum, existen indicios suficientes para suponer que fue así. Sí existe una lista de obispos mozárabes recogida en algunas historias clásicas como los Annales Complutenses o la de Miguel de la Portilla, según las cuales el obispado habría perdurado de forma ininterrumpida hasta la reconquista cristiana del siglo XI, pero este dato no está confirmado por las fuentes históricas, lo que no quiere decir que el único obispo mozárabe que está documentado, Venerio, fuera en realidad el único representante de la diócesis complutense en este período.




San Urbicio va a buscar los cuerpos de los Santos Niños. Iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca


La siguiente referencia que tenemos sobre la Complutum musulmana data de 732 y tiene que ver con las reliquias de los Santos Niños. Antes de seguir adelante conviene recordar que la tolerancia de los musulmanes hacia los cristianos incluía bastantes restricciones a la libre práctica de su religión así como a sus derechos legales, convirtiéndoles en súbditos de segunda categoría. Entre ellas se incluía la prohibición de venerar a cualquier tipo de iconografía religiosa, que el Islam considera idolatría, y ésta abarcaba también al culto a las reliquias que tan importante era para el cristianismo de la época. Esta intolerancia religiosa provocó que, por precaución y para evitar su destrucción, muchas reliquias -generalmente de mártires, aunque también de padres de la Iglesia como san Isidoro-, veneradas durante los siglos precedentes, fueran llevadas por precaución a lugares más seguros fuera del control musulmán.

Esto es lo que ocurrió con las preciadas reliquias de los Santos Niños. Hacia el año 732 llegó a Complutum un monje de origen francés, Urbicio o Urbez que, al partir camino de su patria -era natural de Burdeos-, se las llevó consigo, se desconoce si con el consentimiento o no de los complutenses. Las reliquias realizaron un largo periplo que las llevó, siempre de manos de este monje devenido en eremita, primero al sur de Francia, luego a Nocito, un apartado valle cercano a los Pirineos oscenses y, siglos después, a la iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca y a la catedral de Narbona, no volviendo a Alcalá, y sólo en una pequeña parte, hasta el año 1568. Aunque no voy a abordar aquí en profundidad este tema, por haberlo hecho ya en otros artículos, es conveniente tener presente el dato de que durante casi ocho siglos y medio las reliquias estuvieron ausentes de nuestra ciudad, ya que será importante para entender algunos de los avatares históricos que explicaré más adelante.




Castillo de Alcalá la Vieja. Tomado de castillosdelolvido.com


Otro proceso de gran relevancia que experimentó Alcalá en la época musulmana fue un nuevo traslado, aunque en esta ocasión el término traslado debe ser matizado tal como veremos más adelante. Por las razones que fueran, ya que una vez más carecemos de información concreta, a sus nuevos amos no les agradó el asentamiento de la Complutum visigoda, por lo que procedieron a construir un castillo a unos dos kilómetros y medio de distancia de ésta, aguas arriba del Henares sobre un pequeño cerro cortado a pico sobre la orilla izquierda del río, frente al lugar que hoy ocupa la ermita de la Virgen del Val. Bautizado como Qal’at Abd al-Salam -Qal’at significa en árabe precisamente castillo o fortaleza-, acabaría reemplazando a la antigua denominación latina de Complutum convirtiéndose en el nuevo nombre de la ciudad.

El castillo contaba dos arrabales, uno por encima de la fortaleza y otro de mayor extensión al otro lado del barranco que lo separba de la finca de los Catalanes y del cerro del Malvecino. Sorprendentemente no parece que llegara a haber ningún asentamiento de población en la orilla opuesta del Henares, pese a contar con una orografía mucho más favorable.

Sorprende también su ubicación, claramente defensiva pese a la rapidez de la conquista y la consolidación relativamente pacífica del dominio musulmán, ya que no consta que en aquella época la zona en la que se asienta Alcalá estuviera sometida a ningún peligro de índole militar. Cierto es que hacia mediados del siglo VIII hubo en todo el territorio musulmán una serie de disturbios de los cuales el más grave fue la revuelta bereber de 741, pero ésta tuvo lugar principalmente al norte del Duero y, aunque se saldó con su repliegue hasta el curso de este río, Alcalá seguía quedando muy lejos de la nueva frontera y, todavía más, de los embrionarios reinos cristianos. En cualquier caso Abderramán I, llegado a España en el año 755, se proclamó emir independiente de Damasco y atajó con mano dura las disensiones internas de su nuevo reino, instaurando un largo período de paz y tranquilidad.

Aunque se supone que el primer embrión del castillo pudo haber tenido lugar en esta época, las excavaciones realizadas hasta ahora dan como fecha más antigua de los restos encontrados la de mediados del siglo IX, una época en la que los cristianos comenzaron a realizar razzias en el territorio musulmán y en la que el emirato padeció disturbios internos. No fue éste un caso único, puesto que coincide cronológicamente con la construcción de una línea defensiva que protegía el valle del río Tajo y los de sus afluentes. De hecho, llegaron hasta sus muros el conde castellano Sancho García en 1009 y el primer rey de Castilla y León Fernando I en 1062.

Mientras tanto, ¿qué ocurrió con la antigua Complutum del Campo Laudable? Una vez más la ausencia de documentación es prácticamente total, aunque los poco fiables Annales Complutenses afirman que se mantuvo en ella una comunidad mozárabe y siguió siendo sede espiscopal hasta que la citada algarada de Fernando I la dispersó forzando al obispo complutense a buscar refugio en la vecina Guadalajara. Aunque no es posible afirmar ni negar esto último, de lo que sí existen suficientes indicios es de la existencia en ella de una población mozárabe si no hasta el momento de la reconquista, sí hasta un momento lo suficientemente cerca no en el tiempo como para mantener vivo su recuerdo, tal como veremos en el siguiente capítulo.

Tras la anexión pacífica -más que conquista- del reino taifa de Toledo por Alfonso VI en 1085 Alcalá pasó a pertenecer al reino de Castilla, pero la consiguiente réplica musulmana encarnada en los almorávides provocó que durante las aproximadamente tres décadas que transcurrieron hasta su reconquista definitiva en 1118 las dos poblaciones, el castillo y la Complutum del Campo Laudable, estuvieran situadas justo en la frontera entre el reino de Castilla y el imperio almorávide, que poseía el castillo aunque, según todos los indicios, el llano situado en la orilla derecha del Henares, incluyendo la ciudad mozárabe, debió de permanecer en manos cristianas.




Alcalá viajera, episodio V
El Burgo de Santiuste


Tras la reconquista del castillo la ciudad pudo reorganizarse según los parámetros castellanos, aunque tendría que pasar casi un siglo hasta que en 1212 la decisiva batalla de las Navas de Tolosa alejara para siempre la amenaza musulmana, en esta ocasión encarnada en los almohades. Pese a ello el castillo siguió teniendo valor militar hasta finales de la Edad Media, tanto en los conflictos con el vecino reino de Aragón como durante las guerras civiles castellanas.

Tampoco se conoce con certeza lo que ocurrió con los dos núcleos de población existentes, los arrabales del castillo poblados por musulmanes y la ciudad mozárabe del Campo Laudable, aunque cabe suponer que pudieran haberse despoblado, si no lo habían hecho ya durante la algarada de Fernando I tal como relatan los Annales Complutenses, a raíz del dominio almorávide del castillo.

Sus vicisitudes posteriores, sin embargo, fueron muy distintas. Los arrabales del castillo quedaron abandonados sin llegar a repoblarse, mientras la ciudad mozárabe sí lo hizo aunque no con su nombre primitivo sino con el de Burgo de Santiuste, que aunaba el término burgo, aplicado por lo general a las nuevas poblaciones fundadas tras la reconquista, con el nombre medieval del primero de los dos mártires complutenses.

Este detalle parece confirmar que, pese a todos los avatares históricos experimentados tanto en épocas remotas como recientes, incluyendo la pérdida de las reliquias de los Santos Niños, las tradiciones mozárabes y, por lo tanto, una comunidad de éstos lo suficientemente importante para preservarlas, debieron de mantenerse en su solar o, en el caso de una despoblación, ésta debió de ser lo suficientemente breve como para permitir su regreso sin que se llegara a perder el recuerdo de sus patronos. Lo cual, teniendo en cuenta las circunstancias que expondré a continuación, no deja de ser sorprendente.

En algún momento indeterminado el Burgo de Santiuste cambió su nombre por el de Alcalá de Henares que ha llegado hasta nuestros días, pasando a denominarse el castillo, para evitar confusiones, Alcalá la Vieja.

Puesto que el objeto de este artículo no es la descripción de la Alcalá medieval, sino el estudio de sus diferentes cambios de ubicación, me limitaré a reseñar los dos detalles que considero más importantes, la vuelta del centro de gravedad de la ciudad al antiguo solar del Campo Laudable y la influencia que pudo tener en ello el culto a los santos Justo y Pastor.

Aunque en esta ocasión no puede hablarse en sentido estricto de traslado, puesto que casi con total seguridad la ciudad mozárabe nunca llegó a despoblarse, salvo de forma circunstancial durante los conflictos bélicos de finales del siglo XI y principios del XII, sí que recuperó una primacía que había perdido durante el período de dominio musulmán en beneficio del castillo y sus arrabales. Y aquí nos encontramos con una nueva paradoja similar a las expuestas con ocasión de los traslados de Complutum del Viso al Juncal y del Juncal al Campo Laudable, ya que no se trató en modo alguno de un caso habitual.

Como ya he comentado anteriormente el viejo castillo árabe, construido con claras motivaciones defensivas, siguió teniendo valor militar hasta prácticamente finales de la Edad Media pese a la desaparición del peligro musulmán. Esto era algo habitual, lo que motivó que las poblaciones, tanto las reconquistadas como las de nueva fundación, se arracimaran al abrigo de la fortaleza, que solía estar en un lugar elevado, tal como habían estado los desaparecidos arrabales de Alcalá la Vieja.




Castillo de Sigüenza. Tomado de la Wikipedia


Ejemplos los hay a cientos, por lo que me limitaré a reseñar tan sólo algunos de los más conocidos: Sigüenza, Calatayud, Peñafiel, Morella, Burgos, Madrid... Por esta razón, hubiera parecido más probable que la Alcalá castellana se asentara en las cercanías del castillo, quizá no sobre los antiguos arrabales dada la accidentada orografía del terreno, pero sí frente a él al otro lado del río, en el lugar que hoy ocupa el barrio del Val, bastando para ello con un puente que salvara el cauce del Henares.

Existen en esta ocasión algunos casos similares, de los cuales el más llamativo sea quizá el de la localidad soriana de El Burgo de Osma, que acabó desbancando a la vecina Osma al asentarse en su solar la catedral de la diócesis, restaurada a principios del siglo XII. No obstante ambas poblaciones están separadas por apenas un kilómetro y, a diferencia de lo ocurrido en Alcalá, Osma no se llegó a despoblar, convirtiéndose en un arrabal de su vecina. Otra diferencia importante respecto a Alcalá es que las distancias respectivas de ambos núcleos al castillo, situado sobre el monte que se alza sobre el río Ucero, difieren en apenas medio kilómetro, por lo que ambas podían ser defendidas simultáneamente de manera eficaz. Incluso hoy en día la población del municipio, que abarca también a varias pequeñas pedanías, se reparte mayoritariamente entre El Burgo (3.700 habitantes) y Osma (1.100), muy lejos de la despoblación total del entorno del castillo alcalaíno.

El hecho de que Alcalá se asentara en torno a la vieja iglesia de los santos Justo y Pastor no sólo la privaba de un auxilio rápido por parte de la guarnición del castillo, sino que obligó a la construcción de una fortaleza que pudiera protegerla la cual, andando el tiempo, se convertiría en el Palacio Arzobispal, cuyo origen fue estrictamente militar. Asumiendo que el período almorávide los cristianos mantuvieran en su poder el llano de la margen derecha del Henares, como parece probable, cabe suponer que éstos levantaran una primitiva fortificación, vecina a la ciudad mozárabe, como defensa frente al castillo entonces enemigo, la cual habría sido el embrión de la futura plaza fuerte levantada al parecer por el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada a principios del siglo XIII. Este segundo castillo evitaba los problemas que creaba la lejanía del antiguo, pero habría resultado innecesario de haberse asentado Alcalá en la zona del Val.




Ermita de la Virgen del Val


Existe otro dato cuya importancia histórica quizá no haya sido valorada en toda su magnitud. Según una antigua tradición local en 1184 un agricultor halló accidentalmente, mientras labraba la tierra, la imagen de la Virgen del Val. Aunque como suele suceder en estos casos resulta extremadamente difícil separar la realidad histórica de la leyenda piadosa, hay un detalle muy significativo que conviene no pasar por alto: puesto que la imagen apareció en pleno campo, justo donde se alza su ermita y frente por frente del castillo, ésta fue llevada a Alcalá quedando depositada en la desaparecida iglesia de Santo Tomé, la más próxima al lugar del hallazgo ya que se alzaba en la calle de los Colegios. Continúa narrando la tradición que la imagen desapareció misteriosamente de allí volviendo al lugar en el que había aparecido, lo que motivó que los alcalaínos, atribuyéndole una naturaleza milagrosa, levantaran en ese lugar una ermita en la que venerarla.

Aunque se trata tan sólo de una especulación para la que carezco de evidencias históricas que la justifiquen, sorprende que esto tuviera lugar, si la fecha del hallazgo es la correcta -en realidad la imagen, desaparecida en 1936, era gótica, pero podría haber reemplazado a otra anterior-, nos encontraríamos apenas unas pocas décadas después de la estructuración definitiva de la Alcalá castellana, quizá cuando todavía no estaba consolidado por completo su asentamiento en el antiguo Campo Laudable. Así pues, ¿podría tener que ver esta historia con una posible disputa por la primacía entre los dos posibles solares de la ciudad, el del antiguo castillo y el del todavía más antiguo Campo Laudable?

Teniendo en cuenta además que en esta época, a diferencia de la visigoda y la mozárabe, la Iglesia potenciaba el culto a la Virgen por encima del de los antiguos mártires locales, no deja de llamar la atención que fueran los Santos Niños quienes se impusieron a la Virgen del Val a la hora de nuclear en torno a sus respectivos templos el centro neurálgico de la Alcalá medieval.

Conviene fijar la atención en este punto, puesto que en mi opinión es aquí donde radica la clave de este último traslado al igual que lo fuera, en unas circunstancias muy distintas, la que motivó el abandono de la ciudad romana del Juncal.

Para ello, tendremos que hacer un poco de historia. Durante los primeros siglos del cristianismo coexistieron diferentes liturgias que podríamos considerar locales. En Hispania se consolidó, ya en la época visigoda, el denominado rito hispánico o mozárabe, conocido también así puesto que se preservó durante los primeros siglos de la Reconquista. Este rito, además de contar con determinadas peculiaridades litúrgicas, daba mucha importancia, tal como he comentado anteriormente, a los mártires locales, lo que fomentó la expansión del culto a los Santos Niños primero y posteriormente, en las primeras etapas de la Reconquista, su difusión desde los territorios norteños a las nuevas tierras repobladas al sur de la cordillera cantábrica y los Pirineos.




Expansión del culto a los Santos Niños por España y Portugal
La línea corresponde a la frontera entre cristianos y musulmanes hacia finales del siglo XI


Este fenómeno, común al conjunto del rito mozárabe, experimentó un brusco frenazo cuando en la segunda mitad del siglo XI la Iglesia decidió unificar las distintas liturgias locales en una sola tomando como modelo la romana. Aparte de las variantes litúrgicas entre el rito mozárabe y el romano, existía una diferencia clave entre ambos en lo relativo al culto a los mártires, que la nueva liturgia relegaba a un segundo plano potenciando, por el contrario, a las advocaciones generales de la Iglesia. En primer lugar, como cabe suponer, estaban las de Jesucristo en sus distintas variantes, aunque una de las más populares fue la de la Transfiguración, también conocida como El Salvador. Tras ellas estaban las marianas, y en tercer lugar las de los apóstoles, los padres de la Iglesia, los fundadores de órdenes religiosas y otras similares.

La liturgia romana se implantó en los diferentes reinos cristianos de la península durante la segunda mitad del siglo XI, y fue declarada obligatoria en Castilla y León por Alfonso VI en 1080, cinco años antes de la anexión de la taifa de Toledo, donde el antiguo rito visigótico seguía teniendo un considerable arraigo en la importante comunidad mozárabe de la capital. El cambio se realizó pese a una cerrada resistencia, y los dos primeros arzobispos nombrados por el rey, Bernardo de Sedirac y Raimundo de Sauvetat, ambos monjes cluniacenses franceses directamente involucrados en la reforma de la liturgia, se vieron forzados a admitir la permanencia del ritual mozárabe en seis parroquias de la capital.

No sabemos lo que pudo ocurrir en Alcalá, pero sí que la iglesia de los santos Justo y Pastor mantuvo su antigua advocación pese a tener aparentemente todo en contra, no sólo por las directrices impuestas por Roma sino también por la circunstancia adversa de que su festividad del 6 de agosto coincidía con la de la Transfiguración del Señor, una celebración muy importante de la Iglesia Católica por la cual, conforme a las nuevas normas litúrgicas, debía ser reemplazada tal como ocurrió en otros lugares antaño vinculados a los mártires complutenses.

No fue así, y tampoco la presumible despoblación durante la época de dominio almorávide logró borrar esta arraigada tradición. Indirectamente la preservación del culto a los Santos Niños nos confirma la existencia en Alcalá, y más concretamente en la población del Campo Laudable, de una comunidad mozárabe que se mantuvo en ella durante la totalidad, salvo quizá por algún breve período, de los cuatro siglos que mediaron entre la conquista musulmana de 712 y la reconquista definitiva de 1118. Éste es un dato fundamental en la historia de Alcalá, ya que de no haber sido así su evolución a lo largo de la edad media y los siglos posteriores podría haber sido muy distinta.


BARRIOS
Palacio arzobispal
Barrio cristiano
Barrio musulmán
Barrio judío
Arrabal de Santa María
 
IGLESIAS
 
1 San Justo
 
2 Santa María la Mayor
 
3 San Juan de los Caballeros
 
4 San Miguel
 
5 Santo Tomé

Alcalá en la baja edad media


A partir de este momento la villa complutense -alcanzó este rango en 1135, tras ser donada en 1129 por el rey Alfonso VII a los arzobispos de Toledo- se estructuró siguiendo las pautas habituales de la época. Su núcleo principal se articulaba en torno a la antigua iglesia de los santos Justo y Pastor, reedificada en esta época, y la fortaleza -posteriormente palacio- arzobispal, y estaba habitado principalmente por los descendientes de la antigua población mozárabe. El recinto intramuros, con anterioridad a las ampliaciones de finales del siglo XIV o principios del XV, lo completaban los barrios reservados a las minorías judía y musulmana, el primero a ambos lados de la actual calle Mayor, que era su eje principal, y el segundo entre la judería y la fortaleza arzobispal, lindando por el norte con la muralla.

Por último un arrabal cristiano, en su origen extramuros, se alzaba al otro lado de la actual plaza de Cervantes abarcando desde ésta hasta las futuras puertas de Guadalajara -o de los Mártires- y de Aguadores. En él se encontraba la segunda parroquia de Alcalá, Santa María la Mayor, situada según la topografía urbana actual en la esquina de la plaza de San Diego con la calle homónima y la de las Beatas, donde más adelante se alzaron la iglesia del convento de san Diego, el cuartel del Príncipe y las actuales dependencias de la Universidad. Su advocación, acorde con los nuevos planteamientos de la liturgia romana, parece indicar que los habitantes del arrabal, que en el siglo XVI sería ocupado en su mayor parte por la recién fundada Universidad, pudieron haber sido, a diferencia de los habitantes del barrio de San Justo, repobladores venidos de regiones norteñas y, por consiguiente, ajenos a la varias veces centenaria tradición complutenses.

No está nada claro el origen del resto de los templos medievales calificados por los Annales Complutenses como parroquias, rango que cuestionan los historiadores: San Miguel, cuyo solar ocupa hoy la iglesia del convento de las Claras, en pleno corazón del antiguo barrio mozárabe; Santo Tomé, en la calle de los Colegios y perteneciente por lo tanto al arrabal de Santa María; y por último San Juan de los Caballeros, en el extremo sur de la plaza de Cervantes -frontera, pues, con ambas comunidades- y reemplazada a mediados del siglo XV por la parroquia de Santa María la Mayor allí trasladada tras lña fundación en su solar del convento franciscano de San Diego.

Con independencia de su naturaleza -parroquias o ermitas-, sería sumamente interesante poder descubrir más datos sobre el origen de estos antiguos templos alcalaínos para poder conocer mejor el período que media entre la conquista cristiana de Alcalá y su organización como una villa medieval señorío de los arzobispos de Toledo. Pero esto pertenece ya a otro tema.




1 Fernández Galiano, Dimas. Los puentes romanos de Complutum y la fundación de la ciudad . Cuadernos de patrimonio histórico y arqueológico de Alcalá de Henares, nº 2. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 2012.

2 Fernández Galiano, Dimas. Op. cit.

3 Azcárraga Cámara, Sandra y Ruiz Taboada, Arturo. Los orígenes de Complutum: El descubrimiento de la planta de la ciudad romana de San Juan del Viso (Villalbilla, Madrid). Anales de Arqueología Cordobesa, 23-24, Córdoba, 2012.
Azcárraga Cámara, Sandra, Ruiz Taboada, Arturo y Rodríguez Martín, Germán. Los yacimientos del cerro de San Juan del Viso (Villalbilla, Madrid): La teledetección aplicada al análisis del urbanismo antiguo. VIII Jornadas de Patrimonio Arqueológico de la Comunidad de Madrid, (2014).

4 Fernández Galiano, Dimas. Op. cit.

5 Rascón Marqués. Sebastián, La ciudad hispanorromana de Complutum. Cuadernos del Juncal, nº 2. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 1995.

6 Fernández Montoro, José Luis; Lostal Pros, Joaquín y Rodríguez Morales, Jesús. La calzada romana de Carthago-Nova a Complutum: Síntesis de su recorrido . El nuevo miliario, nº 13. Diciembre de 2011.

7 Rodríguez-Pascua, Miguel Ángel et al. Evidencias arqueosismológicas de la destrucción de Complutum en el s. IV A.D. (Cuenca del Tajo, España) . Resúmenes de la 2ª Reunión Ibérica sobre fallas activas y paleosismología. Lorca, 2014.

8 Vallejo Girvés, Margarita. Fuentes históricas para el estudio de Complutum romano y visigodo . Institución de Estudios Complutenses. Alcalá de Henares, 1992.

9 Vallejo Girvés, Margarita. Alcalá en época visigoda. Cuadernos de Cultura Complutense, nº 8. Asociación cultural “Hijos y Amigos de Alcalá”. Alcalá de Henares, 1998.

10 Fernández Galiano, Dimas. Op. cit.


Publicado el 3-4-2019